Opinión

España-Magreb: una partida en suspenso

photo_camera Border between Morocco and Algeria

Los cambios en curso en el escenario internacional, en particular en la región euro-mediterránea y el norte de África, han roto todas las previsiones y planes individuales de los países en el tablero geopolítico. Todos los países europeos, mediterráneos y magrebíes, se están viendo obligados a realinear su visión de futuro en función de la nueva realidad. Lo que era válido hasta el estallido de la guerra en Ucrania, ya no lo es más. 

España

España no puede pretender continuar con la misma política internacional, con las mismas relaciones y los mismos planes económicos, comerciales y financieros, como si nada hubiera pasado. La guerra de Ucrania está ahí y ha venido para quedarse. Es una ilusión, un engaño o una torpeza intelectual vender a la opinión pública que lo que ocurre en centro Europa no nos afecta. La gente ve que no es así, y no sólo por el encarecimiento de la energía y de los precios de los productos, sino porque a partir de ahora hay que pensar en nuevas redes de financiación, de comunicación, de transporte, de aprovisionamiento. 

La crisis, si se la puede llamar así, sociopolítica que vive España no es debida a la carta de Pedro Sánchez al rey Mohamed VI diciendo que “la propuesta de autonomía del Sáhara presentada por Marruecos es la opción más seria, realista y creíble” para solucionar este problema. No. La crisis es global, y adopta en España una forma específica; pero es la misma que se vive en Francia, que ha perdido su papel de árbitro en el Sahel, en Libia y en el Próximo Oriente; la  misma que empuja a Suecia y Finlandia, dos países con 80 años de neutralidad, a buscar el cobijo de la OTAN; la misma que en Alemania ha sacudido el tablero político, al congelar el gasoducto Nord Stream 2 y reducir el suministro en un 40% por el Nord Stream 1, que entre los dos cubrían un cuarto del consumo europeo con gas procedente de Rusia; es la misma crisis que afecta a Polonia, Bulgaria, Finlandia, Países Bajos, Rumanía, y otros países europeos, a los que Rusia ha cortado o amenaza con hacerlo, el suministro de gas natural; la misma crisis que involucra a Italia, que recibía el 46% de su gas de Rusia, y, ahora, tras la reducción de un 15% del mismo, está obligada a buscar otros proveedores y de ahí la mal llamada “luna de miel” entre Italia y Argelia, que podrá aumentar su envío de gas a Italia, aunque poco, por falta de capacidad. 

La crisis es global; afecta a España y al norte de África. El triángulo crítico Madrid-Rabat-Argel es particularmente sensible a estas sacudidas. Cada una de las tres capitales está obligada a buscar apoyos y alinearse con sus aliados, sus socios y sus padrinos protectores para mitigar las consecuencias negativas de la crisis. 

Marruecos

En este marco de cambios geopolíticos en el Mediterráneo occidental, se suscitan tanto amistades como odios y rencores. Es aquí donde hay que situar los efectos derivados de la decisión española de acompañar el proceso de solución de la crisis del Sáhara Occidental implicándose activamente como corresponde a su responsabilidad histórica como antigua potencia colonial. Marruecos está utilizando inteligentemente el espaldarazo dado por el Gobierno de Pedro Sánchez para sumar otros apoyos a su propuesta, como demuestra su masiva intervención en el Comité de Descolonización de la ONU estos días atrás. 

Sin embargo, el Gobierno marroquí no se limita a recibir los dividendos del apoyo español, que, también hay que decirlo, no es un reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara, sino un apoyo a la propuesta de autonomía, que ya la ONU ha registrado desde hace 15 años y que figura en las Resoluciones del Consejo de Seguridad. En ningún párrafo de la carta de Pedro Sánchez a Mohamed VI se dice que “el Sáhara es marroquí”, como tampoco lo ha dicho Alemania, ni Francia; es sólo una afirmación o constatación de que la propuesta formulada por el rey de Marruecos en 2007 se considera la más apropiada para resolver definitivamente esta crisis. Tampoco dice que sea la única propuesta. El único país que ha reconocido que el Sáhara es parte soberana de Marruecos son los Estados Unidos con la decisión de Donald Trump. Pero, aun así, la Casa Blanca sigue apostando por el marco de Naciones Unidas para negociar entre las partes, lo mismo que España. 

Entre estas perturbaciones geopolíticas, hay que señalar la profundización de la alianza estratégica entre Marruecos y Estados Unidos. No sólo por la realización de nuevo este año de los ejercicios militares African Lion con la participación de una decena de países africanos y europeos junto  a los patrocinadores, EEUU y Marruecos; sino lo que es más importante, el viaje del máximo responsable de la seguridad marroquí, Abdellatif Hammouchi – jefe de la Dirección General de Seguridad y de la Dirección General de Vigilancia del Territorio – a Washington, donde ha mantenido sesiones de trabajo con los máximos responsables de la seguridad estadounidense, Avril Haines, directora de los servicios de espionaje, William Burns, jefe de la CIA, y Christopher Asher, director del FBI; encuentros destinados a coordinar la actividad entre marroquíes y estadounidenses para hacer frente al terrorismo, a la cibercriminalidad y al crimen organizado en todo la región del norte de África y el Sahel. 

Un viaje cargado de significado puesto que se hace en el momento en que Argelia insiste en realizar ejercicios militares cerca de la frontera con Marruecos y en los que exhibe una parte importante de su armamento moderno. 

Argelia

Tanto la Unión Europea como organismo multinacional, como algunos países europeos individuales como Italia y Alemania, se han volcado diplomáticamente con Argelia para frenar su enfrentamiento político con España por causas ajenas a los asuntos bilaterales propiamente dichos. Argel se erige en juez ante la toma de posición política de Pedro Sánchez sobre el contencioso del Sáhara Occidental, tachándolo unilateralmente de “contrario a la legalidad internacional”, y suspende el Tratado de Amistad y Buena Vecindad bilateral – algo a lo que tiene derecho y le ampara la Ley -, y emitiendo una Circular de un organismo dependiente del Gobierno para que se suspendan las transacciones comerciales desde y hacia España – algo, esto último, que viola los acuerdos entre Argelia y la Unión Europea. 

Para tratar de apagar el incendio, Italia y Alemania se han apresurado a calmar al socio norteafricano. Esto que desde la orilla sur del Mediterráneo se presenta como la demostración de “la fortaleza de Argelia”, es en realidad señal de su debilidad. Bruselas, como Berlín y Roma, son conscientes de la fragilidad del régimen argelino, que toma decisiones en caliente sin prever sus consecuencias. Así, tras la firme posición de la Unión Europea en defensa de España y exigiendo a Argelia a retractarse de su ruptura comercial, el presidente Abdelmadjid Tebboune cesó fulminantemente al ministro de Finanzas, como responsable directo del entuerto. 

La organización paneuropea, que es consciente del papel que juega Argelia, para bien o para mal, en la seguridad regional, no quiere precipitar al régimen político-militar de Argel en brazos de Rusia, de quien ya es un importante socio estratégico, y cliente de primera magnitud en su armamento. De ahí su trato dialogante, para impedir una ruptura de inevitables consecuencias nefastas. 

Por su parte, la OTAN considera Argelia como “un riesgo para la seguridad de Europa” según un documento confidencial de la organización atlántica citado por el portal estadounidense Business Insider. El citado informe estima que Argelia “utiliza los suministros de gas, como medio de presión política”, refiriéndose concretamente al caso español reciente, y al cierre del gasoducto del Magreb que suministraba 8.000 millones de metros cúbicos a España y Portugal, y dejaba un pequeño porcentaje a Marruecos como pago por la utilización del territorio marroquí. El Informe de la OTAN apunta a que, a largo plazo, el uso del gas como arma de presión “pondría en cuestión el estatuto de Argelia como proveedor de energía para Europa”. Algo que en Argel ya tienen en cuenta, al constatar la disminución de la parte proporcional del gas argelino en el consumo europeo. Frente a la volubilidad del régimen argelino y la merma en su fiabilidad política, la Unión Europea está haciendo hincapié en el suministro energético procedente de Egipto, Israel y Qatar, además del aumento sustancial del gas natural licuado que llega de Estados Unidos, vía marítima. Argelia constata que ha dejado de ser imprescindible en el suministro de gas a Europa. Lo que no significa que la crisis bilateral hispano-argelina se vaya a resolver en breve. El error garrafal de Argel de vincular el fin de la crisis con Madrid a un hipotético cambio de Gobierno en España le hace perder aún más credibilidad. Los países del norte de África y otros, árabes y africanos, han intentado desde siempre influir de alguna manera en los procesos electorales de los países de Occidente, Europa y Estados Unidos principalmente. Pero siempre lo han hecho de forma discreta. El hecho de que Argel ahora lo diga pública y oficialmente es una injerencia política que España y Europa no podrán tolerar.