Opinión

Estrategias y tácticas en Marruecos y Argelia, vecinos que se repelen

En Física como en la Geopolítica, cuando los factores de crisis internos se acumulan, se enquistan y se vuelven irreversibles, la única salida posible radica en la explosión, sea incontrolada o controlada, que permita acceder a un nuevo estado en el que las fuerzas internas encuentren un nuevo equilibrio. Esto es válido tanto para una granizada y una erupción volcánica, como para un enfrentamiento bélico, sea social interno en forma de guerra civil, sea externo entre vecinos a los que se les han agotado los puentes del diálogo, la concordia y el consenso. 

Las relaciones entre el Reino de Marruecos y la República de Argelia son un ejemplo de ello. La tensión bilateral sigue aumentando y los vínculos entre ambos se van rompiendo uno a uno, presagiando un final violento.

Entre Argel y Rabat hay tres focos de fricción, uno de ellos en activo, que es la cuestión del Sáhara Occidental, y los otros dos en estado latente, que son el Tratado de fronteras y la cuestión del Sáhara Oriental.

El Tratado de fronteras

Fue firmado por ambos jefes de Estado, el argelino Huari Boumedien y el marroquí Hassan II en 1972, pero no fue ratificado por el Parlamento marroquí, por lo que no tiene carácter legal, y por lo tanto no fue registrado ante las Naciones Unidas. Hoy en día sigue sin ser aplicado en el terreno, y las fronteras terrestres entre los dos países están sin delimitar y se encuentran en un limbo jurídico.  Periódicamente se producen episodios críticos, aunque controlados, en los que se ven envueltos los habitantes de aldeas fronterizas por las que transitan verdaderos convoyes del contrabando. Situación aún más tensa particularmente desde 1994, cuando la frontera terrestre fue oficialmente cerrada. Hace algo menos de dos años, los habitantes de Figuig por parte marroquí y de Arjah por parte argelina se vieron sometidos a controles y expulsiones recíprocas, generando una fuerte tensión durante más de un mes, que pudo desembocar en un mini conflicto armado, hasta que las aguas volvieron a su cauce.

El Sáhara Occidental

La cuestión del Sáhara Occidental, en cambio, sí ha provocado que desde hace decenios los dos vecinos hayan llegado al punto de no retorno. 

Marruecos, basándose en datos históricos y en las relaciones jurídicas probadas de las poblaciones del territorio de la antigua colonia española con el Palacio Real de Rabat, defiende que el Sáhara Occidental siempre formó parte del reino alauí, y acepta, como solución propuesta  por Mohamed VI ante las Naciones Unidas, que la población oriunda y la que en ella vive gocen de un Estatuto autonómico avanzado que les permita gestionar sus riquezas naturales, su economía y su desarrollo cultural y social.  

Argelia, arguyendo la normativa internacional adoptada por la Naciones Unidas tras la Segunda Guerra Mundial en las cuestiones de descolonización de territorios - el Sáhara Occidental fue provincia española hasta 1975 -, defiende que solo la organización de un referéndum de autodeterminación que contemple la opción de independencia total del territorio es válido para cerrar el capítulo de descolonización, obligando de esta manera al movimiento Frente Polisario, que disputa su soberanía al Reino de Marruecos, a cerrarse a cualquier otra opción. El Polisario no puede decidir por sí mismo, so pena de ser repudiado por sus tutores, lo que supondría su disolución y afectaría gravemente a la supervivencia de la minoría de población saharaui que vive refugiada en su territorio.

Así las cosas, ni Marruecos ni Argelia van a dar marcha atrás, no lo pueden, ni lo quieren. ¿Qué beneficio sacan ambos contendientes? Rabat, avanzar en el objetivo de completar la soberanía histórica de su territorio. Y Argel, desgastar y acosar a su rival geopolítico, y crear una hipotética alianza estratégica entre Argelia, la República de un “Sáhara libre” y Mauritania, con el fin de provocar la implosión del Reino vecino por agotamiento.  

Tensión bélica

El reciente episodio de la visita del jefe del Estado Mayor de los Ejércitos de Estados Unidos, general Mark Milley, a Marruecos es un ejemplo de la tensa situación en la región. Mark Milley, que definió al reino alauí como “socio y gran aliado” de EE. UU., caracterizó a Marruecos como “país estable en un continente y una región en búsqueda de estabilidad”. Lo que provocó dos días después una reacción exacerbada del jefe de Estado Mayor del Ejército argelino, general Said Chengriha, quien desde la sede del Estado Mayor de la Cuarta Región Militar en Uargla, tronó contra el máximo representante militar estadounidense y consejero del presidente Joe Biden, presentando a Argelia como un oasis de estabilidad en una región estremecida y convulsa. Según el general Chengriha, “todo nuestro entorno es inestable”, en alusión a Marruecos, y “Argelia actúa como factor de estabilización en la región, contribuyendo al desarrollo de sus vecinos”. 

Aserciones que resuenan como un eco de las pronunciadas hace un año en Argel por el presidente Abdelmadjid Tebboune en presencia del jefe de la diplomacia estadounidense Antony Blinken, asegurando que “todas nuestras fronteras se encuentran en llamas, a excepción de Túnez”, llegando incluso a juzgar a Mauritania como incapaz de defender su propia seguridad, casi como un Estado fallido. 

Said Chengriha, quien junto a Abdelmadjid Tebboune forma el polo binario del poder en Argelia, respondió directamente al general Mark Milley al afirmar que “Argelia, a pesar de los vanos intentos de desacreditar su papel y su posición en el continente, sigue siendo un factor importante en la ecuación africana y un actor principal en su espacio vital”. 

El choque verbal entre los generales Chengriha y Milley muestra un cierto grado de nerviosismo en el seno del poder argelino, que evidencia que el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, hecho por el presidente Donald Trump y no revocado por su sucesor Joe Biden a pesar de las fuertes presiones del lobby argelino en Washington, ha creado una nueva relación de fuerzas estratégicas en el noroeste africano y en la región del Mediterráneo occidental. Eso, junto a los Acuerdos de Abraham, está aislando al régimen de Argel, que tiene cada vez más dificultades en movilizar a sus aliados clásicos, Rusia, China y Sudáfrica, más dispuestos a lograr “acuerdos pragmáticos” con Marruecos, que a enfrentarse al Reino de Mohamed VI. 

La disputa por el Sáhara Oriental

Rabat guarda aun un as en la manga, que sacará cuando las condiciones propicias se presenten. Es la cuestión del Sáhara Oriental, una parte importante del suroeste argelino en la actualidad, con más de 700.000 kilómetros cuadrados de extensión y que alberga cuantiosas riquezas del subsuelo. Según los historiadores, geógrafos y especialistas magrebíes y franceses, esta región que perteneció históricamente al reino alauí fue incorporada a los Departamentos franceses de la Argelia colonial, durante la época del Protectorado francés en Marruecos. En previsión del inevitable desprendimiento marroquí de la tutela parisina, el Estado francés colocó a esta región del Sáhara Oriental, como parte de sus Departamentos en Argelia. 

El Sáhara Oriental comprende varias ciudades de importancia, como Tinduf y Bechar, y yacimientos estratégicos como los de hierro en Gara Djebilet. En 1972 Argelia y Marruecos firmaron un acuerdo para la explotación de estos yacimientos, que tienen reservas estimadas en 3.500 millones de toneladas de hierro, de las que la mitad son explotables. El acuerdo nunca se llevó a la práctica, pero últimamente el Estado argelino ha firmado una serie de acuerdos con empresas chinas para la explotación de dichos yacimientos, rompiendo y enterrando de hecho el firmado con Marruecos. 

Ante esta situación, el Palacio Real de Rabat ha decidido desempolvar la cuestión del Sáhara Oriental, que comienza a adquirir actualidad. Hace dos semanas, la directora de los Archivos Reales de Marruecos, Bahija Simou, declaró que “existe un número importante de archivos que muestran la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental y también sobre el Sáhara Oriental”, archivos que la directora ha declarado poner “a disposición de los investigadores para examinarlos y estudiarlos”.