Opinión

PSOE-Podemos, un Gobierno de coalición entre paréntesis

Desde que existe la democracia parlamentaria y los ciudadanos eligen en las urnas a los partidos de su conveniencia, los gobiernos resultantes representan a los votantes y basan sus objetivos en metas a alcanzar, económicas, sociales, políticas y culturales. Esto es válido tanto para los gobiernos monocolores, como para los formados por coaliciones de partidos. 

Para que esto funcione, un gobierno de coalición debe cumplir dos requisitos: que tenga un programa que responda a las necesidades de la ciudadanía y del país como tal; y que los partidos que lo componen estén de acuerdo en el mismo, aunque cada uno lo defienda con sus matices propios. 

Esto es precisamente lo que no ocurre en España. El actual Gobierno de coalición, formado por dos partidos, el PSOE y el Podemos-Izquierda Unida (P-IU), no están de acuerdo en ningún programa para el país; es más, cada vez chocan en más temas de política exterior e interior; en asuntos cruciales y estratégicos de la política exterior, como la guerra en Ucrania, la OTAN, las relaciones con Estados Unidos, con Rusia, con Marruecos, con Israel, Irán o el Mundo Árabe. Si por P-IU fuese, mañana mismo el Gobierno de España tendría que reconocer a la República saharaui del Frente Polisario, y romper relaciones con la autocrática monarquía alauí. Lo mismo que en política interior: agricultura, papel del empresariado, papel de las minorías sociales, feminismo, relaciones con la Iglesia y las confesiones minoritarias, educación, modelo de Estado, Fuerzas Armadas, etc.  

La cuestión que se plantea el ciudadano común es, ¿por qué sigue existiendo un Gobierno en el que sus componentes no se ponen de acuerdo? Cada uno de ellos tiene sus razones. 

El PSOE quiere que el Gobierno dure hasta las próximas elecciones legislativas. Porque tiene la sartén por el mango, y cuando la coalición pone dificultades a sus planes, pasa por encima y los decide sólo; lo mismo hace con el Parlamento en el que dispone de una “coalición ampliada” confeccionada a base de satisfacer reivindicaciones de partidos minoritarios, nacionalistas o regionalistas, incluidos los partidos que cuestionan la Constitución y la unidad de España.  Lo importante para el PSOE es llegar hasta las elecciones legislativas previstas antes de finales de 2023. Previamente, a lo largo de este año, habrá elecciones municipales y autonómicas. El PSOE quiere agotar la legislatura y presentar un balance positivo de realizaciones económicas y sociales, contando con el dinero europeo.  

Como efecto resultante de su “eficacia gubernamental”, el PSOE espera llevarse una parte del electorado de la izquierda, Podemos-Izquierda Unida, y de Ciudadanos, formación política condenada a desaparecer. Algunos futurólogos afines a La Moncloa creen incluso que el PSOE podría atraer algún sector liberal anclado hasta ahora en el Partido Popular, pero que teme que éste termine aliándose con la formación radical VOX. Para evitarlo, preferirían – siempre según los sueños de estos agoreros – reforzar al PSOE por el centro.  

En cuanto al dúo Podemos-Izquierda Unida (P-IU), no quieren romper la coalición gubernamental por varias razones. En primer lugar, y quizás la más importante, porque no dispone de finanzas propias, a diferencia del PSOE. Para afrontar todas las elecciones previstas reste año, P-IU ya no podrá contar con la generosidad de sus votantes como ocurrió en anteriores comicios. Sólo dispone de las subvenciones estatales y de las rentas oficiales, las de sus varios cientos de funcionarios políticos, desde ministros hasta alcaldes, pasando por multitud de cargos colocados a dedo en todas las Administraciones del Estado. A la formación P-IU le saldrá gratis la propaganda electoral, utilizando las tribunas que le ofrece el Estado y los medios de comunicación que viven de las arcas estatales, sean públicos o privados generosamente subsidiados. P-IU se quedaría en bancarrota si tuviera que pagarse las campañas electorales.  

Un segundo factor, muy vinculado al primero, es que P-IU ha constituido una cohorte de funcionarios muy bien remunerados, que no están dispuestos a perder sus privilegios. La dirección política de P-IU es rehén de esta camada burocrática. Esta caterva de advenedizos está dispuesta a tragar sapos y culebras con tal de mantener sus prebendas regalianas. Y piensan que, sosteniendo el Gobierno de coalición contra viento y marea, al menos sacarán los suficientes votos en los próximos comicios como para mantenerse en sus puestos. “Detrás de mí, el diluvio”, dijo Luis XV barruntando el estallido social que venía. 

Por todo ello parece verosímil que el Gobierno de coalición dure hasta que se disuelvan las Cámaras electas. De rebote, P-IU le hace un amago al PSOE mostrándose como “fiel aliado”, porque si las urnas futuras dan la posibilidad al partido de Pedro Sánchez de volver a gobernar, el único partido con el que podría intentarlo es con P-IU.  

Todas estas elucubraciones están muy bien, pero la última palabra la tendrá la ciudadanía.