Alemania reconoce también el genocidio cometido en Namibia

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Había pasado prácticamente desapercibido, y apenas ha habido algún eco de las negociaciones que durante cinco años han llevado a cabo los Gobiernos de Alemania y Namibia. Finalmente, este viernes salía un comunicado del Ministerio alemán de Asuntos Exteriores, en el que se reconoce expresamente que Alemania cometió un “genocidio” contra los pueblos herero y nama, masacres con las que la entonces potencia colonial germana aplastó las rebeliones de ambos pueblos.

Alemania, que había participado del reparto del continente africano durante la Conferencia de Berlín, solo pudo “disfrutar” de su dominio colonial sobre Namibia entre 1884 y 1915. El estallido de la Gran Guerra Europea, la conocida después como Primera Guerra Mundial, le privaría a la postre también de esos territorios.

El ahora reconocido genocidio comenzó en 1904 cuando las tribus herero, que componían el 40% de la población en las inhóspitas tierras del sudoeste del continente africano, se rebelaron contra los colonos alemanes que les habían arrebatado su ganado y sus tierras. Un centenar de aquellos colonos fueron abatidos por los herero, lo que causó una enorme conmoción en Alemania, que llevó al general Lothar von Trotha a sofocar la rebelión. El militar no se anduvo por las ramas y decretó la completa exterminación de los rebeldes, dictando órdenes inequívocamente genocidas: matanzas en masa, condena de destierro sin agua ni alimentos a algunos cabecillas y sus familias para que sirviera de ejemplo, e incluso el confinamiento estricto en campos de concentración, de los que, por su extremada crueldad de trato y condiciones, sobresalió el de la conocida como Isla de los Tiburones, Shark Island.

A los 60.000 herero exterminados se unirían después los nama, que también se rebelaron al ser despojados también por los colonos alemanes de sus medios de vida agrícolas. El esquema represivo adoptado bajo las órdenes de Von Trotha fue el mismo, y el resultado final otras 10.000 personas asesinadas.

La pulsión investigadora sobre la superioridad racial europea en general, y alemana en particular, motivó que muchos restos óseos, especialmente cráneos, de las víctimas asesinadas, fueran enviados a diversos laboratorios científicos germanos. Uno de los médicos destinados en Namibia, Eugen Fischer, fue el impulsor de los experimentos científicos en Shark Island, y se le considera el precursor de los Mengele y otros médicos nazis, que encontraron en los campos de exterminio instaurados por Adolf Hitler abundante materia prima para sus estudios.

No es una reparación judicial sino histórica y moral

Al dar a conocer el comunicado, el actual jefe de la diplomacia alemana, Heiko Maas, ha declarado sin ambages que “en adelante calificaremos aquellos acontecimientos con arreglo a la denominación con la que hoy se les conoce: un genocidio… A la luz de la responsabilidad histórica y moral de Alemania, pedimos perdón a Namibia y a los descendientes de las víctimas”.

El acuerdo económico de reparación concluido ahora entre Berlín y el actual Gobierno de Windhoek estipula una compensación de 1.100 millones de euros, a pagar a lo largo de los próximos 30 años, y que sirvan tanto para la reconstrucción y desarrollo de Namibia como para mejorar la vida de los descendientes de los herero y nama, que hoy apenas alcanzan el 7% de la población del país.

El Ministerio de Asuntos Exteriores alemán deja sin embargo claro que este arreglo económico no es consecuencia de sentencia judicial alguna, cerrando la vía a cualquier reclamación que pudiera emprenderse ante cualquier tribunal. Es un acuerdo político, que quiere poner fin al envenenamiento de las relaciones germano-namibias. “No se puede borrar eternamente el pasado. Reconocerlo y pedir perdón por ello debe abrir la vía a que pueda construirse un futuro mejor para dos pueblos al fin reconciliados”, reza la conclusión final del comunicado.

Concluyen así cinco años de negociaciones, a veces llenas de amargos reproches y alegatos. Durante su desarrollo Alemania ya realizó importantes gestos encaminados a esa reconciliación, en especial la devolución de los restos de los miembros de las tribus herero y nama exterminados. La entonces secretaria de Estado, Michelle Münterfering, los entregó a sus descendientes suplicando “perdón desde el fondo de mi corazón”.