Merz promete hacer grande a Alemania… y a Europa

El líder de la oposición Friedrich Merz (Derecha), también jefe del partido conservador alemán Unión Cristianodemócrata (CDU), pronuncia un discurso durante una sesión el 13 de noviembre de 2024 en el Bundestag (Cámara Baja del Parlamento) en Berlín, tras la ruptura de la coalición tripartita del canciller Scholz – PHOTO/Tobías SCHWARZ/AFP
El líder de la oposición Friedrich Merz (Derecha), también jefe del partido conservador alemán Unión Cristianodemócrata (CDU), pronuncia un discurso durante una sesión el 13 de noviembre de 2024 en el Bundestag (Cámara Baja del Parlamento) en Berlín, tras la ruptura de la coalición tripartita del canciller Scholz – PHOTO/Tobías SCHWARZ/AFP
Rota la coalición semáforo -socialdemócratas, liberales y verdes- que presidía el canciller Olaf Scholz, el presumible próximo jefe del Gobierno alemán tras las elecciones del 23 de febrero, ha empezado a comportarse como tal sin atender al imparable deterioro y las dilaciones que aún pretendía el ya muy provisional ejecutivo germano

A sus 69 años, el líder de la Unión Cristianodemócrata (CDU), Friedrich Merz, no ha tardado ni veinticuatro horas en exponer las grandes líneas de su programa y en lanzar una amenaza al presidente ruso, Vladimir Putin, con respecto a Ucrania. 

La irrupción en tromba de Merz en la primera línea del tablero político ha sorprendido no sólo a los propios ciudadanos y futuros votantes alemanes, sino también a los líderes europeos e incluso al incipiente Gobierno norteamericano que ya está armando su presidente electo, Donald Trump. Si éste persiste aún en sus dudas respecto de qué número de teléfono debería marcar preferentemente para hablar con Europa, puede ir anotando el de Merz, dispuesto a ser su contrapartida, o la horma de su zapato, de este lado del Atlántico. 

Para empezar, Merz no ha esperado a que Trump “acabe con la guerra en Ucrania en 24 horas”, como ha prometido en cuanto se siente en el Despacho Oval de la Casa Blanca, y, a través de una entrevista al semanario “Stern”, ha anunciado a Putin que, caso de que gane las próximas elecciones, recibirá un ultimátum [de Berlín] para que deje de bombardear y atacar a Ucrania. 

En caso de rechazo, Merz levantaría las restricciones para que Ucrania pueda utilizar misiles de largo alcance en territorio ruso. Esas armas podrían ser los Taurus, que serían entonces transferidos a Ucrania desde territorio germano. Esta ha sido una de las más insistentes peticiones del presidente ucraniano Volodimir Zelenski a la OTAN, y a lo que siempre se ha opuesto el declinante canciller Scholz. 

La cuestión será uno de los temas más candentes de la ya iniciada de hecho campaña electoral alemana, y por supuesto de las relaciones entre la nueva Administración norteamericana y sus, de momento, aliados europeos. Para Trump y sus huestes Europa ya no es el eje principal de sus preocupaciones internacionales -ahora lo es la región indo-pacífica-, en tanto que la Unión Europea se está jugando en Ucrania nada menos que su propia existencia. 

En cuanto a los otros grandes temas de su programa, Merz no oculta su determinación a que Alemania retome su papel de gran potencia y locomotora europea, desmontando de paso las preferencias ecológico-energéticas de los “semafóricos” de Scholz, y adoptar controles más rigurosos respecto de la inmigración ilegal, así como de las ingentes prestaciones sociales destinadas a ella. 

Aunque los primeros sondeos ya le otorgan a Merz una holgada victoria con más del 32 % de los sufragios, necesitará no obstante del apoyo de al menos otra fuerza parlamentaria para conformar Gobierno. 

Está no será en ningún caso Alternativa para Alemania (AfD), según ha asegurado el propio Merz, aún cuando estos mismos sondeos conceden al partido ultraderechista hasta un 19 %, lo que le convertiría en la segunda fuerza en el Bundestag. Tendría que hacerlo entonces con los liberales del FDP del destituido ministro de Finanzas, Christian Lindner. No obstante, Merz les exige que saquen al menos un 7 u 8 % de los sufragios para sentarse a negociar, y además “que no sean votos a nuestra costa”. 

Para disipar otras dudas de vital importancia, el líder de la CDU ha redoblado su fe europeísta y su decidida apuesta por una Alemania y una UE con gran peso en el tablero internacional, prometiendo “hacer todo lo posible por situarnos en el centro de Europa y ejercer un liderazgo con y para Europa”. 

Ese liderazgo estará firmemente ligado al triunfo de la libertad, “que solo encontramos en las sociedades abiertas, liberales y democráticas”. Un indudable guiño, pues, a la lucha de Ucrania contra la Rusia de Putin, antes de proclamar parafraseando a Trump que “podemos hacer a este continente grande”. 

Convencido de la vigencia y fortaleza de los valores cristianodemócratas, Merz prometió recuperar con ellos a toda esa población joven que, sumida en el pesimismo y la depresión, creyó encontrar la salida votando a la extrema derecha. 

Aunque el todavía canciller Scholz, en su último discurso ante el Bundestag, pretendió dejar la puerta abierta a una posible coalición del SPD con la CDU tras los comicios de febrero, Merz le respondió con un sonoro bofetón dialéctico: “Usted vive en su propio universo -le espetó-, y no entiende en absoluto lo que está pasando en este país. Es usted el que lo polariza y el culpable de haber sumido a Alemania en esta situación. Sigue usted haciendo propuestas [legislativas] como si aún gozara de mayoría. Pues, entérese de que ya no la tiene, aunque no quiera aceptarlo”.   

Sus adversarios políticos han caricaturizado a Merz como un hombre “demasiado conectado a intereses financieros”, si bien no han podido atribuirle ningún escándalo. El líder de la CDU, que no oculta la procedencia honrada de su gran fortuna, defiende con ahínco y convicción a los empresarios, grandes y pequeños, como creadores de riqueza y empleo, y a los inversores alemanes y extranjeros, “a los que este Gobierno [de Olaf Scholz] no ha hecho más que poner trabas y dificultades”. A todos ellos les ha prometido sentar las bases para que vuelvan a creer en Alemania invirtiendo sus capitales en proyectos de futuro.