Opinión

Otra vuelta de tuerca al régimen iraní

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Infectado o no por el Covid-19, el presidente Donald Trump ha dictado nuevas sanciones contra el régimen teocrático iraní, al que ha aislado del sistema financiero internacional. Es la penalización más contundente puesto que deja a Teherán uncido al mundo exterior únicamente a través de sus aliados tradicionales, o sea Siria o Venezuela, por ejemplo, lo que no es precisamente la mejor conexión con el resto del mundo. 

Como es habitual en su comportamiento, el actual presidente de Estados Unidos impone su voluntad unilateralmente, desdeñando no solo el marco jurídico de las Naciones Unidas sino también los daños colaterales a sus todavía aliados europeos. La prohibición de operar fuera de Irán a sus dieciocho mayores entidades financieras supone en la práctica penalizar de rebote a todo ciudadano, empresa o entidad bancaria de la Unión Europea que haga cualquier tipo de negocio con los bancos iraníes. Es, pues, la mayor vuelta de tuerca sobre Teherán, cuyo debilitamiento es el principal objetivo en Oriente Medio de Estados Unidos e Israel, además de las monarquías del Golfo. 

Puede aventurarse que esta tanda de sanciones da el golpe de gracia a los últimos y desesperados intentos de la UE por mantener viva la llama del acuerdo nuclear firmado, bajo la cobertura de la ONU, por Irán junto con China, Francia, Rusia, Reino Unido y Alemania, negociado por Barack Obama, y del que su sucesor, Donald Trump, abominó y se retiró en 2018. Para la UE el acuerdo seguía estando vigente e incluso había mantenido la esperanza en que las inspecciones del Organismo Internacional de la Energía Atómica pudieran revertir la situación. 

Factor de influencia sobre las elecciones

A pocos días de las elecciones presidenciales Trump no quiere dejar inconcluso su diseño de la nueva geopolítica de Oriente Medio, que pasa evidentemente por cercenar las aspiraciones del régimen de los ayatolás de convertirse en la principal potencia de la zona, así como de ganar la guerra ideológica interna en el islam, entre el sunismo y el chiismo, en pugna principalmente con Arabia Saudí. 

Asfixiado por la crisis económica, con sus exportaciones petrolíferas, prácticamente el único gran ingreso en sus arcas, en los niveles más bajos de su historia y sacudido por la pandemia del coronavirus, este nuevo golpe podría revelarse como decisivo para la supervivencia del régimen iraní. Al menos, en eso confían los estrategas de Trump, convencidos de que el pueblo iraní terminará tarde o temprano por levantarse pese al temor a una intensificación de una represión especialmente implacable. Del otro lado, se supone que Washington ha descontado ya que el régimen de los ayatolás no caerá sin ofrecer una resistencia feroz a ser derrocado. Cabe colegir esa contraofensiva de las amenazas proferidas por Hosein Salamí, el comandante en jefe de la Guardia Revolucionaria, que señalaba las bases e intereses de Estados Unidos en Oriente Medio como objetivo de sus pasdarán.  Amenazas que contaban tanto con el respaldo del presidente Hasan Rohaní, como con la supervisión del líder máximo Alí Jamenei.  

No habría que descartar por lo tanto que acontecimientos, ya no tan imprevisibles en Oriente Medio, puedan influir decisivamente en unas elecciones que los sondeos dan hasta ahora por perdidas a Donald Trump.