Para qué sirve un rey

El rey Carlos III y el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, participan en una ceremonia de bienvenida en el Castillo de Windsor el 10 de julio de 2023, en Windsor, Inglaterra - PHOTO/Sargento Donald C Todd vía REUTERS
El rey Carlos III durante una ceremonia en Windsor, Inglaterra - PHOTO/Sargento Donald C Todd vía REUTERS
Fue Faruk, el último rey de Egipto, el que cuando al ser derrocado en 1952 auguró que “algún día solo quedarán en el mundo cinco reyes, los cuatro de la baraja y el de Inglaterra”

De momento, y aunque desde entonces han desaparecido algunas monarquías más, las que quedan siguen desempeñando en general su principal misión: la de simbolizar la unidad del país que rigen. 

Carlos III, actual monarca del Reino Unido, lo es también de 14 de los 56 países que componen la Commonwealth, la Mancomunidad de Naciones creada en 1949, y a la que se incorporaron los países que accedían a la independencia tras haber formado parte del Imperio Británico.  Entre sus miembros y uno de los 14 que reconocen al monarca inglés como su jefe de Estado, Canadá, uno de los primeros en emanciparse de la tutela de Londres, lo que consiguió en 1867 tras la aprobación por la reina Victoria del Acta de la Norteamérica británica. El artículo 9 de su Ley Constitucional reconocía al país como una monarquía, encarnada en el monarca británico, que designa como representante a un gobernador general. 

Aunque está establecido que el ritual por el que se inauguran las legislaturas en Canadá esté encabezado por el Rey, a imagen y semejanza de lo que ocurre en el propio Reino Unido, tal ritual solo se ha cumplido dos veces: la primera en 1957, cuando Isabel II inauguró el Parlamento canadiense, y esta misma semana de 2025, en que lo ha hecho su hijo Carlos III, acompañado por la reina Camila. 

Si los destinatarios evidentes del discurso de media hora del Rey eran los diputados elegidos en las últimas elecciones, el Gobierno encabezado por el primer ministro Mark Carney y, por supuesto, el pueblo canadiense, había otro destinatario principal: el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que aún no se ha retractado de sus ambiciones de anexionarse Canadá y convertirlo en el estado número 51 de la Unión. 

Redactado en gran parte el discurso del monarca por el propio Gobierno canadiense, al igual que sucede en Londres, Carlos III se ha reafirmado como símbolo de la identidad de Canadá, al proclamar su admiración por la misma, lo que ha expresado tanto en inglés como en francés, los dos idiomas oficiales del país, señalando además que “esa identidad única está reconocida en todo el mundo por su valentía y su sacrificio en defensa de sus valores, y por la diversidad y bondad de sus ciudadanos”. 

Como jefe del Estado, aunque sin atribuciones ejecutivas, Carlos III reconoció en los diputados a los legítimos representantes de las comunidades que pueblan el segundo país más extenso del mundo, sólo por detrás de Rusia, pero por delante de Estados Unidos, China y Brasil. El monarca hizo así hincapié en la “extraordinaria riqueza de culturas, lenguas y perspectivas” de la federación canadiense. 

“El Norte verdadero es fuerte y libre” es el lema de un país cuyo nombre deriva de la palabra iroquesa “kanata”, que define un asentamiento o conjunto de chozas. Ese lema ha reforzado con esta visita el soberanismo del país y su adhesión al Rey, como símbolo y encarnación de su fortaleza institucional. Fue el primer ministro Mark Carney, que también fuera gobernador del Banco de Inglaterra entre 2013 y 2020, el que propuso a Carlos III inaugurar la legislatura canadiense, tras la reunión que tuvo en el Despacho Oval de la Casa Blanca con Donald Trump. Carney le espetó al presidente que Canadá nunca será una estrella más en la bandera estadounidense. A lo que Trump le respondió que “nunca dijera nunca”.

Ahora, Carlos III ha venido a decirle a Trump que Canadá ya tiene un jefe de Estado, lo que tendrá ocasión de reiterárselo en Londres el propio rey, si Trump acepta la invitación que el monarca le hizo llegar oficialmente en carta que le entregó personalmente el “premier” británico Keir Starmer. 

Los medios nacionales del país reconocen que la visita del Rey ha conseguido, entre otras cosas, que las fuerzas políticas de la izquierda reivindiquen la solidez de su Monarquía parlamentaria como un refugio institucional frente a amenazas inéditas que llegan del exterior. Tanto más cuanto que el propio Carlos III calificó de “momento crítico” el actual a la hora de defender conceptos como “democracia, pluralismo, imperio de la ley, autodeterminación y libertad”.