Por Sevilla pasó la ONU, pero no Trump

Un compendio de buenos deseos e intenciones, como casi siempre que la ONU organiza sus multitudinarias cumbres, pero que al no contener medidas vinculantes es más que probable que no reporten beneficio alguno a los menesterosos, objeto y pretexto principal para la organización de los fastos onusianos en Sevilla.
La capital andaluza reunió a más de 13.000 delegados de 187 países, incluidas unas cuantas decenas de jefes de Estado y de Gobierno, y bastantes centenares de banqueros, bancarios, empresarios, además de agencias y organizaciones cuya razón de ser es precisamente la promoción y canalización de los fondos internacionales que permitan equilibrar las enormes desigualdades existentes entre los 8.000 millones de seres humanos que pueblan nuestro planeta.
El acontecimiento, concebido además por el presidente Pedro Sánchez, como rampa de relanzamiento de su maltrecha imagen internacional, no sólo no sirvió para tal objetivo, sino que, por el contrario, fue el escaparate ante los ojos de todo el mundo de la descomposición de su Gobierno, la fosa séptica que anega de inmundicia al Partido Socialista y, lo más grave, la decadencia de un país en el que los servicios públicos han dejado de funcionar. Lo que el presidente del Grupo Larra, Agustín Valladolid, califica de “corrosiva aleación que componen la corrupción y el palmario deterioro de los servicios públicos”.
Muchos delegados que acudían a Sevilla fueron víctimas del desmadre de una red ferroviaria en la que España (supuesta aún cuarta potencia económica de la Unión Europea) está a la cola continental en inversiones para conservación y mantenimiento. Para completar el cuadro, las caóticas imágenes de Barajas, con miles de pasajeros perdiendo aviones, acabaron de echar por los suelos la imagen de un país con su principal fuente de ingresos en el turismo y que quiere codearse con los mayores, pero que aún no ha explicado por qué su territorio continental se quedó a oscuras el 28 de abril.
Si, además, a eso se une que, mientras presentas los grandes objetivos de la Conferencia Onusiana ingresa en prisión tu mayor persona de confianza, a la que encargaste el trabajo de pactar con delincuentes fugados y exterroristas convictos haciendo pagar a todo el país el onerosísimo precio a cambio de poder e impunidad, estaba cantado que el foro onusiano de Sevilla no pasaría a los anales de los grandes hitos de la historia. Tan consciente de ello era Sánchez que ordenó se desmontara todo el andamiaje previsto para la tradicional foto de familia de los mandatarios asistentes, aprovechando la cena de gala.
Autoerigido también Sánchez en el paladín mundial frente al presidente norteamericano, el presidente no podía contar obviamente con la decisiva presencia de Estados Unidos, hasta ayer mismo el principal financiador de todos los grandes programas de desarrollo internacionales. La cancelación de la USAID, su agencia de cooperación internacional, que era la mayor del mundo, ha supuesto ya que la brecha de recursos para financiar el desarrollo se haya elevado a los 4,3 billones de dólares, con más de 50 países a punto de declarar su colapso financiero. ACNUR, UNICEF o la OMS han tenido que cancelar gran parte de sus programas, y no parece que los restantes socios contribuyentes, empezando por los europeos, vayan a colmar el vacío dejado por la ausencia norteamericana.
Pero, no fue Trump el único en desertar de la cumbre de Sevilla. Su política de recortes al desarrollo ha sido emulada también por Alemania, Reino Unido y Francia. Bien es verdad que el presidente Emmanuel Macron sí se dignó darse una vuelta por el foro sevillano, aunque en el caso del jefe del Estado galo hay que tomarlo como uno más de sus desesperados intentos por no desaparecer de los medios de información internacionales, ya que los franceses no hacen más que confirmar en todas las encuestas y sondeos que cada vez le respaldan menos.

La coincidencia del final de la cumbre de Sevilla con la aprobación en Washington del programa presupuestario de Donald Trump es asimismo la constatación de la sideral distancia que separa cada vez más a Europa de Estados Unidos, y a éstos de los países en desarrollo, al menos en la política seguida con ellos hasta ahora. La firma sancionadora de esta decisiva ley por el presidente el día conmemorativo de la independencia de Estados Unidos, es a todas luces una declaración de intenciones. Quizá no desaparezca, pero el envidiado sueño americano será en adelante otra cosa.
Desde luego, Sevilla será un punto de inflexión, pero no como lo enuncia el ministro de Economía español, Carlos Cuerpo, de alumbrar una arquitectura financiera nueva para el desarrollo. La Europa llamada en teoría a liderar ese nuevo panorama, tendrá primero que ver cómo y de qué manera saca los fondos para cumplir con su compromiso adquirido con la OTAN de llegar a invertir un 5 % de su PIB en defensa y seguridad. Con una deuda exterior gigantesca, Europa tendrá muy difícil combinar su afamado Estado del Bienestar con sus proclamas en favor de los países menos desarrollados, aun cuando sea cada vez más consciente de que financiar el desarrollo no es caridad, sino inversión en seguridad, estabilidad y futuro compartido. Por lo demás, apelar una vez más, y van…, al compromiso de destinar el 0,7 % del PIB al desarrollo, y - ¡toma innovación! - “implantar un nuevo impuesto a los ricos” para ello, suena a música no precisamente celestial.
Hacer comprender a los ciudadanos que su propio bienestar depende en gran parte de hacer que los más pobres de este mundo globalizado también lo disfruten, no sería difícil; no son idiotas. El problema surge de tratarlos no como verdaderos ciudadanos sino como meros votantes, o sea como depositadores de un sufragio cada cuatro o cinco años para luego hacer lo que me dé la gana una vez encaramado al poder. Si les acostumbras al subsidio, la paguita y a que la vagancia, la falta de esfuerzo y la ausencia de productividad no tienen consecuencias, resultará un trabajo hercúleo, a quién le toque, cambiarles el registro mental para convencerles de que su paguita no es una dádiva del gobierno, máxime cuando, además, ese gasto corriente, como las pensiones, van a cuenta de una deuda que no hace más que crecer de manera descomunal (España ya va por los 1,667 billones de euros).
En positivo: A pesar de los atascos y molestias, Sevilla logró más que un notable en términos de organización de grandes eventos. Tanto que, el presidente de la Junta de Andalucía se ofreció al secretario general de la ONU para albergar de manera permanente eventos de esta envergadura. Desde luego habría que equiparar la modernidad del equipamiento de los policías desplazados para salvaguardar la seguridad con la ración alimenticia que se les dispensó, más propia de un país tercermundista por su escasez y calidad. Pero, eso parece que depende del Ministerio del Interior, o sea del Gobierno.