Atentado en Rusia: cui prodest scelus, is fecit

Imagen de los exteriores del centro comercial de Moscú donde más de 130 personas fueron asesinadas por supuestos terroristas del Daesh
Terrorist attack in Moscow. Shopping center surrounded by ambulances and military vehicles

Por poder, ha sido cualquiera. Cualquiera con recursos, ambición y un poderoso motivo.
El problema es que no todo es posible por mucho que se diga, no todo vale, no por razones morales, sino por estrellarse contra una realidad testaruda.

Matar a alguien es relativamente sencillo, poner una bomba es algo más sofisticado, pero al alcance de muchos. Organizar un atentado no es tarea anodina y, sin embargo, tampoco ajena a alguien que no haya recibido una preparación adecuada. Basta con salir a la calle con un cuchillo o, ya puestos, un matasuegras, y atizar al primero que aparezca.

No, esto es otra cosa. Lo de Rusia es tan diferente como tradicional. Eso sí, por aquello de ser profesionales, vamos con las teorías. No ha sido Ucrania, no le beneficia, y que nadie se olvide de lo más obvio, cui prodest scelus, is fecit. Para los rusos más extremistas, o los que desean intoxicar al personal, o ambos, Zelenski bien podría haber ordenado la ejecución de la matanza.

Los analistas de verdad, los que no hablan con los medios de comunicación y a los que escuchan los que mandan, saben que Ucrania no tiene ningún motivo para planear esa orgía de sangre por la sencilla razón de que no desea soliviantar a una población rusa harta de una guerra en la que Rusia ya ha perdido cerca de medio millón de hombres.

¿Qué hay de los yankees? La CIA lleva toda una existencia desestabilizando al ogro ruso, y viceversa. El servicio de inteligencia estadounidense no quiere, ni promueve, ni preconiza, no obstante, el desmoronamiento del país más extenso del mundo porque el Tío Sam ya tiene identificado a su principal y mayor enemigo, y este no tiene rasgos eslavos, sino que se encuentra más al este y cuya capital es Pekín.

Hablando de capitales, Moscú es la que mayor densidad policial del mundo posee, y esto es verídico por dos motivos: en primer lugar, Rusia está en guerra contra Ucrania. En segundo lugar, y esto es lo relevante de verdad, Rusia es un país paranoico y siempre lo ha apostado todo al rojo, es decir, el comunismo, lo que significa el estricto y draconiano control de sus fronteras, personal diplomático, periodistas extranjeros y agentes de todo tipo, incluso los procedentes de países aliados como Cuba o Venezuela.

El Kremlin sabe quién y dónde están los susceptibles de clavar un cuchillo, pegar un tiro o poner una bomba, por la sencilla razón de que están convencidos de que les va la vida en ello.

Si el lugar elegido ha sido un centro comercial en una ciudad dormitorio de Moscú, no ha sido por la incapacidad de atentar en Moscú debido al control policial de la capital. No se trata de seguridad, como tampoco tiene que ver con la facilidad. No, de lo que se trataba era de dejar escapar a los autores de la matanza. ¿Por qué? Para que no hablen.

Los terroristas del ISIS no escapan, no buscan salidas de emergencia ni elaboran planes B. Los activistas del ISIS aceptan sus misiones como un billete de ida porque saben que no van a volver. Si, en verdad, el plan hubiese salido de la mente calenturienta de un jefe de batallón del ISIS, el ataque habría tenido lugar en Moscú, San Petersburgo u otra ciudad grande y simbólica, y los miembros del comando habrían muerto a tiro limpio o se habrían inmolado apretando un botón conectado a dos kilos de dinamita.

Hay más alternativas, concretamente tres. La primera, la más chabacana, tendría el aroma local, interno, un asunto entre bandas locales, un ajuste de cuentas de la mafia. El problema, claro, es que el Kremlin conserva las riendas de todo el poder estatal, así como del inframundo criminal, porque Putin es el auténtico líder del conglomerado mafioso.

Podríamos pensar que se trata de una pelea entre dos capos intermedios, o la voluntad de cobrar un seguro, pero el modus operandi habría sido otro.

En segundo lugar, muy apetitosa, es la opción china. Recientemente, bulo o no, la prensa internacional publicaba un plan militar ruso para bombardear china cuando las cosas se pongan realmente feas. Los dirigentes chinos son tan paranoicos o más que los rusos y también leen los periódicos.

El atentado podría ser la respuesta de China, un aviso a navegantes. Como los agentes chinos no pasan desapercibidos en una ciudad occidental por razones evidentes, cuando el gobierno quiere matar, subcontrata, y es ahí donde el papel del ISIS podría ser comprensible.

Por último, queda la propia Rusia. Es un país tan chabacano y chapucero como brillante en cuanto a seguridad se refiere. Aquellos que crean a pies juntillas que el Kremlin no está al tanto de los movimientos de operadores extranjeros, especialmente británicos, estadounidenses e islamistas de todo tipo, en su propio suelo, está borracho, miente, o las dos cosas.

Claro que Estados Unidos o Gran Bretaña podrían organizar un atentado, pero se abstienen de hacerlo porque no les interesa y tendrían que rendir cuentas, cosa que no sucede en Rusia. Mientras el FSB sonsaca informaciones vitales por el mundo, el MVD controla y peina el territorio ruso.

Entonces, cui prodest scelus, is fecit. ¿Y bien? Pues Putin, sólo Putin. El presidente está inmerso en una guerra impopular con unas bajas desastrosas y una economía de guerra que ha arruinado aún más a la población rusa. Hay más. Putin ha ordenado eliminar o dejado morir a su principal rival y única alternativa real y realista, Alexéi Navalny.

Putin ha ganado las elecciones rusas con un resultado que daría vergüenza a cualquier dirigente búlgaro o rumano de la Guerra Fría. La suya es una huida hacia adelante, como Pedro Sánchez, pero con misiles nucleares, gas, petróleo y una cultura de la violencia que corre por sus venas.

Contratar, manipular y utilizar a unos terroristas musulmanes a cambio de no se sabe qué es el pan nuestro de cada día de los servicios de inteligencia rusos desde hace mucho más tiempo de que Putin llegara al poder, y él ha mamado de la misma teta que hace de Rusia un país rodeado de enemigos que nadie comprende y todos maltratan.

A estas horas, los supuestos autores detenidos con sorprendente rapidez camino de Ucrania, según dicen las autoridades rusas, solo pueden servir de bichos expiatorios, algo parecido a lo que ocurrió con los que  apretaron el gatillo para matar a Kennedy. Eso es un dato interesante para recomponer la operación, pero, a la postre, irrelevante. Lo peor, lo más pestilente, es que no hay nada nuevo.

Rusia es tan virulenta como previsible, y todavía los hay que se extrañan cuando algo así se produce en un contexto sucio, pero tan difícil de analizar, porque la Historia es recalcitrante y aporta los datos necesarios.

Así pues, cui prodest scelus, is fecit, porque la vida no vale nada para él, ni siquiera la de un compatriota.

Lo único que merece la pena es el poder al que se ha atornillado y sólo abandonará por la fuerza o con los pies por delante.


Pedro Lasuén es autor de las novelas Tal Vez, Ǫuizá y A lo Mejor.