Opinión

Armonía interreligiosa

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Estos días corren por los medios mensajes que, desafortunadamente por el comportamiento de facciones religiosas fanáticas, difunden que “el Islam no dice que todos los hombres sean iguales a la vista de Dios”.

Según el Santo Corán, la salvación no puede ser monopolizada por ninguna religion. La cuestión de la Salvación, por inocente que pueda parecer en el conjunto, es importante en cuanto a su potencial contra la paz en el mundo interreligioso. Es bien distinto que una religión declare que los que buscan ser redimidos de Satanás y conseguir la Salvación han de apresurarse por llegar al paraíso seguro de dicha religión, donde encontrarán la Salvación y la liberación eterna del pecado; a que la misma religión declare a continuación, que quienes no hayan buscado refugio en su doctrina serán condenados eternamente sin remisión: por mucho que hagan por agradar a Dios, por mucho que amen a su Creador y a Su creación, por más que intenten llevar una vida de pureza y piedad, serán condenados con absoluta certeza al Fuego eterno. Siempre que tal punto de vista rígido, intolerante y estricto se expresa con lenguaje provocativo, como suelen proferir los fanáticos religiosos, se producen revueltas violentas.

Un gran número de gente con inclinación religiosa, tanto cultos como analfabetos, tienden a reaccionar violentamente cuando sienten que su sensibilidad religiosa es ofendida. Desdichadamente esta última parece ser la actitud de los clérigos de casi todas las religiones frente a quienes no comulgan con su fe. Incluso el Islam es presentado por la mayor parte de sus eruditos medievales como la única puerta de la Salvación en el sentido de que todos los descendientes de Adán que han vivido fuera del ámbito del Islam tienen negada la Salvación. El Cristianismo no ofrece un punto de vista diferente, como tampoco lo ofrece ninguna otra religión a nuestro entender. Pero permítanme asegurar a los lectores que la atribución de este punto de vista intolerante y estricto al Islam no tiene justificación.

El Santo Corán ofrece un relato completamente diferente que ofrecer a este respecto. Según el Santo Corán, la Salvación no puede ser monopolizada por ninguna religión del mundo. Incluso si se revelan nuevas verdades y nacen nuevas eras de luz, quienes viven una vida de ignorancia sin ser culpables de ello, y quienes tratan de llevar una vida de sinceridad aunque hayan heredado falsas ideologías, a éstos Dios no les negará la Salvación.

Los siguientes versículos del Santo Corán recogen esta creencia:

“Para cada pueblo Hemos señalado modos de adoración que observan; que no diputen, pues, contigo respecto del modo islámico de adoración; y llama a tu pueblo a tu Señor”. (C. 22: Al Hall: 68) 

En otro versículo, declara el Santo Corán en el mismo contexto: 

“En verdad, quienes han creído en Muhammad, y los judíos, y los sabeos, y los cristianos: quienes creen en Al-lah y en el Ultimo Día y hacen buenas obras, sobre ellos no recaerá el temor ni serán afligidos” (C.5: Al-Maidah: 70).

Déjenme recordarles que, aunque, el Pueblo del Libro, es un término que se aplica a judíos y cristianos, tiene en potencia, un ámbito de aplicación más amplio. En el contexto de la afirmación coránica de que "no hay pueblo en el mundo al que no hayamos enviado un Mensajero" y versículos similares mencionados anteriormente, no queda duda de que no se trata únicamente de los pueblos del Antiguo Testamento y del Evangelio (la Torá y el Inyil) a quienes fue concedido el Libro, sino que ciertamente, otros Libros fueron revelados para el beneficio de la humanidad. Por lo tanto, todas las religiones que han declarado estar basadas en la revelación Divina han de ser incluidas entre el Pueblo del Libro. 

Asimismo, el Santo Corán emplea el término “Sabi” que arroja luz adicional sobre el tema y despeja la duda. “Sabi” es un término empleado por los árabes que se aplica a los seguidores de todas las religiones no-árabes y no-semíticas que poseen sus propios Libros revelados. Así pues, todos los seguidores de las religiones basadas en revelación Divina, siempre que no hayan rechazado de manera genuina el reconocimiento de la luz de una nueva religión y se han adherido con sinceridad y honestidad a los valores de su religión ancestral, nada habrán de temer de Dios y no les será negada la Salvación.

El Santo Corán, al hablar de cualquier grupo de entre los creyentes: judíos, cristianos y sabeos, promete: 
“Tendrán su recompensa de su Señor, ningún temor les sobrecogerá, ni se afligirán (C.2: Al-Baqarah: 63)”. 

Para prevenir a los musulmanes censurar indiscriminadamente a los que no pertenecen al Islam, el Santo Corán declara enfáticamente: 

“No todos ellos son iguales. Entre las gentes del Libro hay un grupo que cumple su alianza; recitan la palabra de Al-lah durante las horas de la noche y se postran ante El. Creen en Allah y en el Ultimo Día, ordenan lo que es bueno y prohíben lo malo y rivalizan entre ellos en las buenas obras. Y estos están entre los justos. Y de sus buenas acciones no se les negará la debida recompensa; y Al-lah conoce bien a los que se protegen contra el mal (C.3: Al-Imran: 114-116)”.

Existe hoy día un gran malentendido originado en las recientes disputas políticas entre los judíos y los musulmanes, que afirma que según el Islam, todos los judíos serán condenados al infierno. Es algo completamente falso a la luz del versículo anteriormente recogido del Santo Corán y a la luz del versículo siguiente: 

“Del pueblo de Moisés hay un grupo que exhorta a las gentes con la verdad y establece la justicia (C.7: Al-A'raf: 160)”
Queremos concluir que el Santo Corán declara en términos nada ambiguos que no son sólo los musulmanes quienes permanecen firmemente sobre la verdad y quienes encomiendan y dispensan justicia y virtud entre los seguidores de otros cultos. Existen también otras gentes que están en la misma situación

Refiriéndose a las religiones del mundo en general, el Santo Corán declara: 

“Entre los que hemos creado hay gentes que guían a los hombres con la verdad y hacen justicia con ella (C.7: Al-A'raf: 182)”.
Busquemos, pues, lo que nos une y no lo que nos diferencia para huir de las polarizaciones en las que nos quieren sumir los fanatismos religiosos.