La respuesta del Islam a problemas del mundo contemporáneo (43)

La respuesta del Islam a problemas del mundo contemporáneo (43)

LA PAZ ECONÓMICA

Seguimos desarrollando el tema de “La Paz Económica”, enlazando con la entrega 42.

Pueden consultar las referencias del Sagrado Corán en https://www.ahmadiyya-islam.org/es/coran/

Prohibición de la acumulación de riqueza

El Islam rechaza cualquier tipo de explotación e injusticia, como la acumulación de riqueza, capital, mercancías y provisiones que ponen en una espiral a los precios y acaban en una inflación general. El Santo Corán expone:

LA PAZ ECONÓMICA
 

“¡Oh vosotros, los que creéis! En verdad que muchos de los sacerdotes y monjes devoran los bienes de los hombres por falsos medios, y apartan a los hombres del camino de Al’lah. Pero a quienes atesoran el oro y la plata, y no lo gastan en el camino de Al’lah, dales la noticia de un doloroso castigo. En el día en que ese tesoro sea calentado en el fuego del Infierno, y sus frentes, sus costados y sus espaldas sean marcados con él, diciéndoseles: “Esto es lo que atesorasteis para vosotros; probad ahora lo que habéis atesorado”. (9:34-35)

Por otro lado, el Islam concede libertad a cada individuo para obtener dinero de forma lícita, dentro del código islámico de conducta económica. De este modo, se contempla la libertad y los derechos de los individuos a poseer propiedades y establecer empresas privadas.

Al diseñar las economías de sus respectivos países, el foco de atención de la mayoría de los gobiernos se centra en la forma en que los ciudadanos consiguen su sustento. Se exigen impuestos sobre el saldo facturado, los beneficios del negocio y del comercio y el sueldo de los empleados. Conseguido esto, se produce una escasa interferencia en los aspectos financieros del individuo. En general, el interés nacional se centra en los ingresos, y no tiene interés para la mayoría de los Estados saber cómo y en qué gasta cada individuo sus ganancias o sus ahorros. Si así lo desea, un individuo puede arrojar sus ingresos o su riqueza a una alcantarilla. Puede llevar un estilo de vida de extravagancia o derroche, o, a pesar de su riqueza, si así lo desea, vivir con dureza. No es asunto del Estado interferir en la forma en que cada uno pretende gastar o emplear su dinero.

Sin embargo, ésta es un área donde sí interviene la religión, y, mediante la amonestación o el consejo, no sólo inculca a las personas cómo deberían ganar el pan de cada día, sino que también les guía en cómo se debe gastar o no lo que han ganado. La mayoría de los mandamientos que se refieren al desembolso, son normas elementales morales y espirituales. Por ejemplo, cuando el Islam prohíbe gastar en bebidas alcohólicas, en los juegos de azar y en la persecución de distintos tipos de placer, aunque tales mandamientos no pretendan conformar directamente un presupuesto de gastos, son un derivado de las enseñanzas morales y espirituales de una religión. En las economías capitalistas, estos mandatos se consideran una injerencia en la intimidad y una interferencia en los derechos del individuo para gastar como él o ella deseen. Pero esta actitud no es nueva en el hombre.

Según el Santo Corán, pueblos y civilizaciones anteriores mostraron exactamente la misma actitud hacia la religión, que terminaba, a veces, en un debate sobre la justificación de las religiones para inmiscuirse en los asuntos personales de cada cual. Cuando Shuaib (lpD), un antiguo profeta, intentó educar al pueblo de Midian sobre cómo gastar de la mejor forma su riqueza y de qué debían abstenerse, fue reprendido por sus gentes:

“¡Oh vosotros, los que creéis! En verdad que muchos de los sacerdotes y monjes devoran los bienes de los hombres por falsos medios, y apartan a los hombres del camino de Al’lah. Pero a quienes atesoran el oro y la plata, y no lo gastan en el camino de Al’lah, dales la noticia de un doloroso castigo. En el día en que ese tesoro sea calentado en el fuego del Infierno, y sus frentes, sus costados y sus espaldas sean marcados con él, diciéndoseles: “Esto es lo que atesorasteis para vosotros; probad ahora lo que habéis atesorado”. (9:34-35) Por otro lado, el Islam concede libertad a cada individuo para obtener dinero de forma lícita, dentro del código islámico de conducta económica. De este modo, se contempla la libertad y los derechos de los individuos a poseer propiedades y establecer empresas privadas. Al diseñar las economías de sus respectivos países, el foco de atención de la mayoría de los gobiernos se centra en la forma en que los ciudadanos consiguen su sustento. Se exigen impuestos sobre el saldo facturado, los beneficios del negocio y del comercio y el sueldo de los empleados. Conseguido esto, se produce una escasa interferencia en los aspectos financieros del individuo. En general, el interés nacional se centra en los ingresos, y no tiene interés para la mayoría de los Estados saber cómo y en qué gasta cada individuo sus ganancias o sus ahorros. Si así lo desea, un individuo puede arrojar sus ingresos o su riqueza a una alcantarilla. Puede llevar un estilo de vida de extravagancia o derroche, o, a pesar de su riqueza, si así lo desea, vivir con dureza. No es asunto del Estado interferir en la forma en que cada uno pretende gastar o emplear su dinero. Sin embargo, ésta es un área donde sí interviene la religión, y, mediante la amonestación o el consejo, no sólo inculca a las personas cómo deberían ganar el pan de cada día, sino que también les guía en cómo se debe gastar o no lo que han ganado. La mayoría de los mandamientos que se refieren al desembolso, son normas elementales morales y espirituales. Por e

“Respondieron: “¡Oh, Shu’aib! ¿Te ordena por ventura tu oración que abandonemos lo que adoraron nuestros padres, o que dejemos de hacer con nuestros bienes lo que nos plazca? En verdad, eres muy inteligente y cuerdo”. (11:88)

Estilo de vida sencillo

El Islam aboga por un estilo sencillo de vida. Prohíbe el derroche y anima al gasto:

“Respondieron: “¡Oh, Shu’aib! ¿Te ordena por ventura tu oración que abandonemos lo que adoraron nuestros padres, o que dejemos de hacer con nuestros bienes lo que nos plazca? En verdad, eres muy inteligente y cuerdo”. (11:88) Estilo de vida sencillo El Islam aboga por un estilo sencillo de vida. Prohíbe el derroche y anima al gasto:

“Y no mantengas tu mano encadenada al cuello por extrema tacañería, ni la abras con total extravagancia, pues acabarás totalmente condenado y sin que te sirva de nada”. (17:30)

“Y da al pariente lo que se le debe, y también al menesteroso y al viajero, y no malgastes tus bienes con extravagancia. En verdad, los extravagantes son hermanos de los satánicos, y Satanás es desagradecido con su Señor”. (17:27-28)

“Y da al pariente lo que se le debe, y también al menesteroso y al viajero, y no malgastes tus bienes con extravagancia. En verdad, los extravagantes son hermanos de los satánicos, y Satanás es desagradecido con su Señor”. (17:27-28)

Gasto matrimonial

La costumbre de las ceremonias matrimoniales entre familias ricas y pobres puede ser un área susceptible que puede acarrear terribles angustias y aflicciones a padres pobres con hijas en edad de casarse.

Las esplendorosas recepciones de boda, con gran exhibición de pompa, opulencia y ostentación están rotundamente condenadas en el Islam. Observamos de hecho en los albores de la historia del Islam, que las ceremonias de boda eran tan sencillas, que parecían acontecimientos sin color a los ojos de muchos. Aunque influenciados por las costumbres y las tradiciones de las sociedades de los alrededores, se incorporaron muchas innovaciones y mala práctica en los estilos de bodas de los ricos, la forma ceremonial básica permanece exactamente igual: natural, sencilla y económica, tanto para el rico como para el pobre.

El anuncio del matrimonio, -el NIKAH-, se pronuncia principalmente en las mezquitas, en presencia de todos sin excepción, y donde ricos y pobres se reúnen por igual. La mezquita es una casa de adoración y no un lugar de exhibiciones fastuosas.

En lo que se refiere a las fiestas de recepción y otras expresiones de alegría afines, se advierte con firmeza a los ricos que toda fiesta en la que no sean invitados los pobres es maldita a los ojos de Dios. De este modo, entre los miembros ricos mejor vestidos de la sociedad, se encontrarán a los más pobremente vestidos, mezclados libremente con los pudientes: una gran ventana de observación y reflexión para el rico y una especial oportunidad para el pobre de probar algunas de las exquisiteces, frutos y platos de la gente acaudalada.

Aceptación de la invitación del menesteroso

Se aconseja con insistencia a las personas que ocupan altos cargos en el orden social, a que acepten la invitación de los más pobres, si éstos la extienden para que accedan a su humilde hogar. Naturalmente, no es una obligación para el rico, que puede tener sus propios compromisos y obligaciones ya establecidos, pero fue una constante práctica del Santo Fundador del Islam (lpbD) aceptar la invitación de los más pobres. Todos los que le aman como su Sagrado Maestro, se sienten orgullosamente influidos por este consejo.

Aunque en las sociedades modernas, aceptar estas invitaciones de forma sistemática implicaría que los ricos no tuvieran tiempo para otra cosa más que para compartir la comida con los pobres, es una práctica cuyo espíritu puede alentarse ocasionalmente aceptando este tipo de invitaciones.

La moderación en los hábitos de alimentación

“¡Oh, hijos de Adán! Engalanaos en cada momento y lugar de oración con la vestidura del temor de Al’lah; y comed y bebed, pero no superéis los límites; en verdad, Él no ama a quienes se extralimitan”. (7:32) El espacio no permite extenderme en la necesidad de hacerle la guerra al hambre, en la que uno de los pasos importantes es prevenir el desperdicio de los alimentos. No obstante, me referiré brevemente a este tema más adelante. (lpbD) – La paz y las bendiciones de Dios sean con él. (Continuaremos en la entrega 44, desarrollando “La Paz Económica” según las enseñanzas del Sagrado Corán)

“¡Oh, hijos de Adán! Engalanaos en cada momento y lugar de oración con la vestidura del temor de Al’lah; y comed y bebed, pero no superéis los límites; en verdad, Él no ama a quienes se extralimitan”. (7:32)

El espacio no permite extenderme en la necesidad de hacerle la guerra al hambre, en la que uno de los pasos importantes es prevenir el desperdicio de los alimentos. No obstante, me referiré brevemente a este tema más adelante.

(lpbD) – La paz y las bendiciones de Dios sean con él.

(Continuaremos en la entrega 44, desarrollando “La Paz Económica” según las enseñanzas del Sagrado Corán) 

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