
Link al artículo original del IEEE:
https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2021/DIEEEO135_2021_SONVEL_Nord.pdf
Europa y en concreto la UE está atravesando una dura crisis energética, con precios de la luz al alza, arrastrados por el mercado del gas, que vive actualmente una época convulsa. En este contexto, Rusia ha aprovechado, como en ocasiones anteriores, para hacer valer sus intereses a través de su política energética, impulsando el polémico gasoducto Nord Stream 2. La situación ha vuelto a poner de manifiesto dos de las grandes carencias de la Unión Europea en el ámbito energético: su dependencia de las importaciones y su falta de consenso interno para una política energética comunitaria. Contando con sus compromisos medioambientales, la UE debe seguir buscando soluciones que le permitan cuidar sus intereses geopolíticos a la par que disponer de energía.
El mercado del gas está atravesando una grave crisis que ha motivado el alza de los precios de la luz ante la frustración de ciudadanos y empresas. Las causas de esta crisis son varios y diversos: el hecho de que muchos países europeos, firmantes del conocido como Pacto Verde Europeo, estén optando por las energías renovables y utilizando el gas como energía de último recurso ha hecho aumentar su demanda, a la par que se ha incrementado el coste de los derechos de emisión de CO2. Mientras, son ya muchos los países que están intentando «volver a la normalidad» y recuperarse de los estragos de la pandemia de la COVID-19, reactivando sus economías y consumiendo para ello cada vez más energía; destaca aquí el consumo de gas en Asia, con una creciente demanda en países como China o Japón. El clima tampoco ha ayudado, con un invierno muy frío y un verano muy cálido que han generado una disminución de las reservas de gas a nivel global debido al alto consumo energético1.
En el marco de esta crisis energética, se esperaba que Rusia, principal suministrador de gas de Europa, aumentara su oferta para aprovechar así la alta demanda. Sin embargo, no lo ha hecho y ha optado por presionar a la UE y lograr que acepte la puesta en marcha del polémico gasoducto Nord Stream 2. Los intentos rusos de aprovechar sus capacidades energéticas para influir en decisiones políticas o económicas a nivel internacional no son nuevos. Nord Stream 2 no es más que el último caso de la política llevada a cabo por Vladimir Putin para volver a posicionar a Rusia en lo más alto del panorama internacional, impulsada por sus recursos energéticos y en concreto por su gas.
Tras la Guerra de los Seis Días y el primer embargo petrolero por parte del mundo árabe a Occidente, la URSS no tardó en darse cuenta del potencial que tenían sus recursos energéticos para influir en sus vecinos europeos. Así, al igual que comenzó a nacer la idea de crear la que es hoy la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OPEP), Rusia, que en la actualidad es el primer suministrador de gas y petróleo no perteneciente a la organización, empezó a establecer su propia política energética2. Durante el embargo, la Unión Soviética ganó espacio en el mercado europeo exportando sus hidrocarburos y fue entonces cuando el canciller alemán, Willy Brandt, logró un acercamiento entre su país y la URSS, en lo que se conoce como «política de cambio a través del acercamiento»3. Durante la siguiente década Alemania y Rusia colaboraron en la construcción de una red de gasoductos bajo el acuerdo conocido como gas for pipes (gas a cambio de gasoductos) y, a principios de los setenta, ya fluía el gas ruso hasta Alemania4. Comenzó así a extenderse la influencia rusa en lo que es hoy territorio de la UE, incluso pese a la oposición estadounidense.
Ya en los años noventa, Vladimir Putin vio clara la oportunidad que ofrecía el gas a Rusia y ha defendido siempre que la producción energética nacional debe ser el punto de partida para la reaparición de Rusia como una potencia de alcance mundial5. No es baladí, considerando que Rusia fue en 2020 el segundo productor de gas6 y el tercer productor de petróleo del mundo7, además de contar con amplias reservas de ambos recursos8.
Consciente del poder de sus recursos, Rusia valora la importancia de la política energética y cuenta con su propia estrategia, que incluye además de influir en la política internacional, ampliar el concepto de seguridad energética, como dejó claro ya en 2006 en la Cumbre del G8 en San Petersburgo, exigiendo la seguridad energética no solo de los países importadores, sino también de los exportadores de recursos energéticos9.
Este concepto de «seguridad energética» ampliado a los exportadores lo consigue Rusia priorizando los acuerdos bilaterales antes que los multilaterales y a través de requisitos como la exigencia de contratos a largo plazo con su compañía nacional, Gazprom, la obligación incluida en estos contratos de «consumir el 85 % del gas contratado o pagarlo», la prohibición de reexportaciones o la vinculación de los precios del gas y el petróleo, como explica Isabel Gacho Carmona10.
Son numerosos los ejemplos que demuestran cómo se ha entendido siempre este asunto. Así, Rusia se ha mostrado más favorable con países que han aceptado contar con infraestructura rusa, como es el caso de Bielorrusia o Armenia, y se ha mostrado más hostil con países como Lituania, Ucrania o Georgia, que se han acercado a la esfera de la OTAN y han adoptado una posición prooccidental11.
En 2008, la guerra entre rusos y georgianos por Osetia del Sur y Abjasia tuvo su componente energético. Tras el desmoronamiento de la Unión Soviética, Estados Unidos, con el fin de evitar la influencia rusa en la región de Europa del este, animó a Georgia a vender sus recursos energéticos a Europa a través del nuevo oleoducto BTC (oleoducto que une Bakú, Tiblisi y Ceyhan evitando el territorio ruso), además de promover la inclusión de la exrepública soviética en la OTAN. Putin no tardó en aprovechar el conflicto en ambas regiones georgianas para restablecer su control de la zona y de sus recursos e impulsar también sus relaciones bilaterales con otros Estados, ganando el apoyo de Alemania e Italia y evitando el enfrentamiento con Francia12.
El mismo año la República Checa sufrió diversas caídas y problemáticas en el suministro de petróleo ruso precisamente poco después de que los checos acordaran con Estados Unidos la instalación en su territorio de un radar que formaba parte del sistema de Misiles Antiaéreos de EE. UU.13. Años después, en 2012, Rusia volvía a dejar claras sus intenciones y en negociaciones bilaterales con Moldavia condicionaba una rebaja en el precio del gas del 30 % a que los moldavos olvidaran su intención de firmar un acuerdo comercial y energético con la UE14.
A este riesgo lo llaman Amineh y Crijns-Graus «escasez estructural», es decir, la falta de oferta de energía provocada a propósito por un gran exportador energético con el objetivo de lograr sus propios propósitos15.
Si hay alguien a quien Rusia aplique esta política energética de divisiones e impulso de sus propios intereses es sin duda al bloque de la Unión Europea, su mayor cliente en el mercado del gas.
La Unión Europea importa el 40 % de su gas, el 30 % de su petróleo y el 25 % de su carbón de Rusia16. La situación de dependencia energética es aún más clara para países como Finlandia o Lituania, donde las importaciones de gas ruso representaron el 90 % de su energía17.
Actualmente Rusia suministra gas a Europa a través de tres vías: el gasoducto que atraviesa Bielorrusia y Polonia (Yamal-Europe), la ruta de Ucrania y Nord Stream (1 y quizá 2 en el futuro)18. Con todas ellas ha dejado claro Rusia en algún momento sus intenciones políticas.
En cuanto al gasoducto Yamal-Europe, aunque actualmente Bielorrusia y Rusia han mejorado mucho sus relaciones (tanto que recientemente han firmado diversos acuerdos para una mayor integración entre ambos países19), lo cierto es que entre 2006 y 2007, la segunda amenazó a la primera con cortar el suministro de gas si no alcanzaban ambos países un acuerdo sobre las tarifas y precios del gas20.
La ruta de Ucrania sufrió sus primeras desventuras en 200621; Gazprom ofreció a los ucranianos mantener los antiguos precios (más bajos de lo habitual dado que Ucrania era una república exsoviética) a cambio de poder controlar la red de gasoductos ucraniana y así acceder directamente al mercado europeo. Ucrania, sin embargo, se negó, y tampoco aceptó el nuevo precio exigido por Gazprom, por lo que la compañía rusa acabó cortando el suministro de gas; Ucrania reaccionó reteniendo el gas ruso en su territorio, trasladando la falta de suministro al principal cliente final del gas ruso, la UE. Entre 2013 y 2014, Rusia y Ucrania mantuvieron de nuevo importantes litigios en cuanto a los precios del gas transportado por la ruta ucraniana; con una guerra híbrida de por medio, motivaciones políticas de fondo y una Ucrania dividida entre los proeuropeos y los prorrusos, Rusia terminó recurriendo a su estrategia habitual, cortando el suministro de gas a Ucrania para perjudicar al gobierno ucraniano y presionar de paso a la UE para que dejara de intentar atraer a Ucrania a su área de influencia22. El conflicto acabó teniendo como consecuencia la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia y desde entonces la relación entre Rusia y la UE es tensa, incluso con Estados tradicionalmente amigos de los rusos como Alemania23.
Quedaría pues la ruta del Nord Stream y su potencial añadido Nord Stream 2.
Dados los antecedentes en la política energética rusa, han sido muchos los que han acusado a Rusia de no querer colaborar para acabar con la crisis energética con el fin de impulsar sus propios intereses y en concreto la puesta en marcha de Nord Stream 2. El consejero de Seguridad Nacional de EE. UU. y el ministro de Defensa de Reino Unido24 han afirmado que Rusia azuza la crisis energética no aumentando su oferta gasística a propósito; incluso la Agencia Internacional de la Energía publicaba en septiembre una estimación en la que consideraba que Rusia podría hacer más para incrementar la disponibilidad de gas en Europa25.
Nord Stream 2 es un gasoducto que pretende, ni más ni menos, que duplicar la capacidad del ya existente Nord Stream 1. Precisamente Nord Stream 1 comenzó a construirse en 2006 y se terminó en 2012, permitiendo a Rusia llevar el gas del noroeste de su territorio directamente hasta Alemania atravesando el mar Báltico. Poco después de concluir con éxito Nord Stream 1 Alemania concedía los permisos necesarios para construir el Nord Stream 2, terminado recientemente y que inyectaría 55 000 millones de metros cúbicos de gas al año al mercado europeo26.
Los rusos defienden no solo la viabilidad del Nord Stream 2, sino los beneficios que traería a la seguridad energética europea, dañada según Rusia por las «interrupciones en el suministro causadas por Ucrania y su falta de mantenimiento de las infraestructuras de gas»27. Rusia señala además que se trataría de una ruta más directa y que permitiría además que los Estados europeos occidentales también accedieran al gas ruso. Las motivaciones rusas tras el Nord Stream 2 son principalmente tres: mantener a la UE como su principal importador energético (y, por tanto, su mayor dependiente), ganar clientes entre los países occidentales de la UE y dejar de depender de Ucrania para el tránsito de su gas, poniendo fin también a la tasa que cobra Ucrania a Rusia por permitir en tránsito de su gas (tasas que pueden alcanzar hasta el 3 % del PIB ucraniano)28. Rusia ya había intentado en 2007 evitar el territorio ucraniano para trasladar su gas con el proyecto South Stream, gasoducto que saldría de Rusia y recorrería Bulgaria, Serbia, Hungría, Eslovenia e Italia pero que finalmente no tuvo éxito debido a la oposición europea al mismo29.
Por su parte, en el Foro de Energía de Moscú en octubre, el presidente ruso Vladimir Putin afirmó que Rusia había cumplido de manera impecable con sus obligaciones con todos sus socios30 y que el problema de la crisis energética que está viviendo Europa se debe a decisiones europeas, como la eliminación de su mix energético la energía nuclear o el gas natural o la imposición de tasas sobre las emisiones de carbono31. Desde Gazprom, empresa nacional rusa encargada de la explotación gasística del país, también responsabilizan a Europa y señalan que han aumentado su suministro de gas a Alemania (+ 28,2 %), Italia (+16,3 %), Finlandia (+15,3 %), Grecia (+12,9 %) y Polonia (+10 %)32.
Al margen de los defensores y opositores al proyecto de Nord Stream 2, también hay expertos que apuntan a que Rusia no ha aumentado su oferta de gas porque necesita reabastecer sus propios inventarios de gas. Un duro invierno y la pandemia del COVID- 19 parecen ser los causantes de que Gazprom haya optado por dirigir parte de su producción a su propio almacenamiento doméstico. De hecho, el ministro de Energía ruso33 señaló en octubre que las reservas de gas rusas estarían completas a principios de noviembre y no antes.
La Agencia Federal de Redes de Alemania recibió en septiembre la documentación final para dar su visto bueno al Nord Stream 2. Sin embargo, aún quedan escollos importantes para que este proyecto salga adelante.
Primero, la posición alemana no es tan favorable a este proyecto como lo ha sido en ocasiones anteriores. Originalmente, Alemania apostó por el Nord Stream 2 por dos motivos: para cubrir su demanda creciente de gas y para convertirse en un hub energético a nivel europeo, permitiendo a los alemanes exportar gas a otros europeos y ganar aún más peso en la UE. Al margen quedaban en este caso otros factores que sí tuvieron peso en Nord Stream 1, como la implicación personal del entonces Canciller alemán Gerhard Schröder, quien pasó a formar parte del consejo de administración del proyecto una vez perdió las elecciones contra Angela Merkel34. Sin embargo, desde lo ocurrido con Crimea, Merkel dio un giro a la política alemana, reconociendo ya en 2018 que Nord Stream 2 no era simplemente un proyecto comercial y avisando de que Alemania propondría más sanciones a Rusia si esta aprovechaba el Nord Stream 2 como arma contra Ucrania35.
Segundo, diversos países europeos se oponen, aunque por diferentes motivos. Así, mientras Polonia se niega a una mayor dependencia del gas ruso, Ucrania lo que no puede permitir es que ese gas ruso deje de atravesar su territorio, lo que le privaría de las tasas que le cobra a Rusia y le restaría poder en el mercado energético36.
Tercero, la Comisión Europea, que también debería aprobar el proyecto para que este entrara en funcionamiento, ha sido clara señalando que no considera Nord Stream 2 un proyecto favorable a los intereses europeos37. El Parlamento Europeo fue también claro condenando el proyecto y considerándolo una «amenaza para la seguridad energética europea»38. Lo que, es más, en 2019 se aprobó en el seno de la UE una enmienda a la Directiva del Gas de 2009 que tenía como objetivo claro obstaculizar el progreso de Nord Stream 2. La enmienda obliga a que todos los gasoductos off-shore que conectan con la UE cumplan con las reglas de liberalización de mercado que impone la UE, en contra de los intereses de Gazprom39.
En su lucha contra el Nord Stream 2 la UE ha encontrado un aliado algo inesperado dada su posición geográfica, si bien prácticamente tradicional ya en los enfrentamientos con Rusia: EE. UU. Ya durante el mandato de Obama Estados Unidos mostró su rechazo al proyecto, argumentando que era una forma de incrementar la dependencia energética de Europa de Rusia y que permitiría a Rusia extender su influencia en Europa del este (en clara contraposición a los intereses de la OTAN). Sin negar el riesgo que esto supondría, Trump fue más claro señalando otra de las motivaciones estadounidenses, señalando a Europa la conveniencia de importar más gas natural licuado procedente de Estados Unidos, principal productor mundial de hidrocarburos desde el año 2015 gracias al fracking y el shale gas40.
Republicanos y Demócratas aprobaron juntos la ley Proteger la Seguridad Energética Europea (PEES, por sus siglas en inglés), y acordaron sancionar a todas aquellas empresas que colaboraran en la instalación del gasoducto41.
La actuación estadounidense provocó la ira de Berlín y en su primera reunión con el nuevo presidente de EE. UU. Joe Biden, Angela Merkel exigió a EE. UU. la culminación del gasoducto. Biden42, representando esta vez a un EE. UU. alejado en los últimos año de Europa y con una alianza transatlántica desgastada, tuvo que aceptar la conclusión del proyecto con tal de mantener los lazos con Alemania y sus aliados europeos.
Más allá del Nord Stream 2, suenan rumores de que Gazprom ya planea un Nord Stream 343, Rusia continúa obstaculizando el proyecto Nabucco para impedir la posible competencia de suministros energéticos provenientes de Asia Central y ha conseguido firmar un acuerdo de abastecimiento con Hungría, a quien suministrará su gas no a través de Ucrania sino del gasoducto Turkish Stream, incluso aunque esto ha supuesto un claro empeoramiento de las relaciones entre Ucrania y Hungría44.
La crisis energética y las disputas alrededor del Nord Stream 2 han vuelto a poner de manifiesto la alta dependencia energética de la UE y la falta de acuerdos en su seno. En 2015, la Comisión publicó la Estrategia conocida como Unión de la Energía45, en la que se resaltaba el objetivo de lograr una unión energética a nivel comunitario que permitiera un suministro de energía «seguro, sostenible, competitivo y asequible». Recientemente, la presidenta de la Comisión Úrsula Von del Leyen señalaba a los medios46 que la Unión debe llevar a cabo una serie de medidas para mejorar su mercado energético, en concreto buscar otros proveedores de gas, evaluar el mercado eléctrico y la posibilidad de compras grupales de gas y acelerar las inversiones en energías renovables.
En cuanto a la primera medida, la diversificación de suministradores podría no ser una opción tan sencilla. Los descubrimientos de gas en el Mediterráneo Oriental entre 2009 y 2018 (yacimientos de Tamar, Leviatán, Afrodita, Zohr y Calypso) hicieron pensar inicialmente a la Unión Europea en una oportunidad para diversificar sus recursos energéticos y reducir así su dependencia de Rusia, pero actualmente las expectativas son mucho más bajas, tanto por la capacidad real de los gasoductos como por las dificultades en su explotación47. Una segunda opción para la diversificación podría ser Oriente Medio, la región más rica del mundo en términos energéticos; sin embargo, la alta demanda doméstica de petróleo y gas de estos mismos países y la inestabilidad de la región, dividida en términos políticos, económicos, sociales e incluso religiosos, exponen a los recursos de Oriente Medio a una alta volatilidad de precios. Por último, una tercera opción podría ser la apuesta por el GNL, o, mejor dicho, el incremento de las importaciones de gas natural licuado, pues la UE es ya el mayor consumidor de GNL del mundo. En este caso, quien tendría una oportunidad relevante sería España48, que cuenta con seis de las veinte plantas de regasificación que hay en Europa y unos suministros de gas altamente diversificados.
Respecto a la segunda medida, la evaluación del mercado eléctrico y de las compras conjuntas de gas, la UE sigue dividida. La crisis de precios vivida en estos últimos meses hizo que el pasado octubre la Comisión propusiera medidas a corto y medio plazo para una posible reforma del mercado energético49, pero no ha conseguido el acuerdo entre los Estados. Durante el Consejo Europeo también de octubre, Hungría y República Checa acusaron a la UE de ser la causante de la crisis energética y mientras países como Francia, Grecia, Rumanía o la República Checa, liderados por España, apostaron por las compras conjuntas de gas, poco después Austria, Países Bajos, Dinamarca, Finlandia, Estonia, Irlanda, Luxemburgo y Letonia, liderados por Alemania, se negaban a intervenir en el mercado del gas. Por el momento, esta vía también queda pues cerrada, a la espera de que la Comisión presente en noviembre sus nuevos análisis sobre el mercado del gas y la electricidad50.
Por último, la presidenta de la Comisión citaba como tercera medida el impulso de las energías renovables. Ante la alta dependencia energética, la dificultad de la diversificación y la escasez de acuerdos a nivel intraeuropeo, la UE ha optado por impulsar sobre todo una transición verde que la lleve a no depender de recursos fósiles importados como es el gas ruso. En 2019, la Comisión Europea presentó el Pacto Verde Europeo51, un programa que aspira a convertir a Europa en un continente climáticamente neutro en 2050 sin perder competitividad y garantizando la llamada transición justa para todos los ciudadanos y regiones europeas. A sabiendas de que, incluso pese a los importantes avances, la UE aún no está preparada para depender únicamente de energías renovables, las instituciones comunitarias están centrando sus esfuerzos en impulsar los objetivos verdes, que permitirán al bloque europeo reducir, de una vez por todas, su dependencia y vulnerabilidad energética.
La crisis energética ha puesto de relieve nuevamente la dependencia energética europea y cómo Rusia sigue utilizando su poder en el mercado del gas para promover sus propios intereses, en este caso la puesta en marcha del Nord Stream 2. Si bien la Unión Europea parece consciente del riesgo de depender de los recursos energéticos ajenos, mientras no alcance acuerdos a nivel comunitario, no podrá contar con una política energética sólida que le permita reducir sus importaciones de energía de países como Rusia.
Sonia Velázquez León, Analista de seguridad energética @SVelazquez1705
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4 Ibid.
5 Ibid.
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Disponible en: https://www.statista.com/statistics/264101/world-natural-gas-production-by-country/
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13 LIUHTO, Kari. “The EU-Russia gas connection: Pipes, politics and problems”, Electronic Publication of
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