El arte de Sudán se refugia en Madrid

Casa Árabe acoge una exposición con las obras que abandonaron el país antes de que estallara la aún inacabada tercera guerra civil sudanesa 

Se cumple ya un año desde que estallaran las hostilidades entre el general Abdel Fatah al-Burhan, líder de las Fuerzas Armadas de Sudán (FAS) y ejerciente como jefe de Estado de hecho, y el general Mohamed Hamdan Dagalo, apodado “Hemedti”, comandante de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).  

Ambos ocupaban también los puestos de presidente y vicepresidente, respectivamente, del Consejo Soberano de Sudán, encargado de traspasar el poder a un Gobierno de civiles, conforme a un acuerdo formal programado para el 6 de abril de 2023. Aquel trato no solo se incumplió, sino que también los dos generales iniciaron una guerra civil, que comenzó con la sublevación de Dagalo al asaltar los aeropuertos de Jartum y Merowe.  

Esta guerra civil que asola al país, y cuya peor consecuencia es la hambruna que amenaza a 18 millones de personas a pesar de sus riquezas naturales en oro y petróleo, se venía fraguando desde la dictadura de Omar al-Bashir, quién privilegió a los militares fomentando de paso la rivalidad entre Burhan y Dagalo, con ánimo de permanecer él mismo como árbitro y anular cualquier intento de sublevación parcial.  

Pocos días antes de que se desataran las turbulencias aquel 15 de abril de 2023, varios de los mejores artistas contemporáneos de Sudán lograron sacar del país algunas de sus obras, que han terminado encontrando refugio en el sur de Europa, primero en Lisboa, y ahora en Casa Árabe de Madrid.  

Son nombres que hay que escribir y recordar, porque cada uno de ellos contiene su historia, dentro de un gran esfuerzo colectivo por afirmar que, incluso cuando se arrancan vidas y hogares a una comunidad, la voz y la expresión de un pueblo no pueden silenciarse.  

Waleed Mohammed, Yasmeen Abdullah, Reem al-Jeally, Miska Mohammed, Mohamed A. Otaybi, Rashid Diab, Eltayeb Dawelbait, Tariq Nasre y Bakri Moaz representan la eclosión del arte de Sudán.  

La memoria colectiva de Sudán tiene, en efecto, muchas historias que contar y muchas de ellas con finales abiertos. La guerra en el oeste, que comenzó en 2003, y la historia de Sudán del Sur, que se independizó en 2011, son dos parteaguas que estratifican el imaginario actual.  

Fue un verdadero hito que, tras el levantamiento popular que condujo al derrocamiento del presidente Omar al-Bashir en 2019, Jartum viera multiplicarse el número de galerías que promocionaban la obra de artistas sudaneses. El arte pop-up se desarrolló y proliferó por todo el país. Lo más significativo de aquellos artistas fueron los asombrosos murales de la revolución, considerados emblema cultural de aquella efímera efervescencia que terminaría amargamente con el estallido de esta última guerra el pasado año.  

La exposición que ahora se exhibe en Casa Árabe de Madrid se denomina “Agitación en el Nilo”, y hace honor cumplidamente a todas esas turbulencias desatadas prácticamente sin descanso en la historia de Sudán desde su independencia.  

Comisariada por Rahiem Shadad y Antonio Pinto Ribeiro, con la coordinación a cargo de Karim Hauser, la muestra nos describe la identidad árabo-africana de Sudán, en su diversidad de etnias, creencias y lenguas. Jartum, donde el caudaloso Nilo Azul se encuentra con el tranquilo y sutil Nilo Blanco, es también donde estas culturas encuentran una localidad que las unifica. Es donde la identidad se vuelve metafísica y surge una inteligente individualidad contemporánea.  

La historia moderna y contemporánea de Sudán ha sido una sucesión de agitadas turbulencias. Desde las democracias fallidas hasta la dictadura militar que duró treinta años, las jóvenes generaciones no han sido testigos o no pueden recordar un Sudán con libertad de expresión, ni un liderazgo que respetara sus opciones. En ese contexto, la revolución de 2018-2019 provocó una explosión de aspiraciones colectivas, reivindicaciones y patriotismo. La identidad se convirtió en causa y lucha y el panorama artístico experimentó un estallido posrrevolucionario. Una pequeña parte de ese arte es el que ahora ha encontrado refugio en Madrid, y que ya evocará para siempre el exilio forzado de sus creadores.