Fascinante Sir Richard Burton

Antonio Gallego Roca

Pie de foto: Portada del libro dedicado a Sir Richard Burton, aventurero británico del siglo XIX

La granadina editorial Almed - ideada por Jeronimo Paéz - acaba de publicar  la biografía titulada El diablo manda, dedicada a uno los aventureros más admirados del siglo XIX nacido en Torquay (Reino Unido). Escritor, militar, místico, científico, explorador, diplomático y agente secreto del gobierno británico, Burton es el paradigma del erudito aventurero convertido en leyenda viva para sus propios contemporáneos. Fue el primer occidental en ver la Piedra Sagrada de La Meca y en hacer el peregrinaje (ataviado con el disfraz completo) de La Meca a Medina, además de ser cazador de tesoros y espía durante la guerra de Crimea.

El mérito de esta cuidadísima biografía es de la autora Fawn M. Brodie, antigua profesora de la Universidad de California (UCLA) y biógrafa de Thomas Jefferson.

Las 469 páginas de este libro se beben con avidez mientras se contempla el mar y se imaginan esas aventuras y viajes posibles, aún a pesar del mundo tan informatizado en el que vivimos, dándonos el aire fresco que poco a poco nos roba la virtualidad. Burton fue el primer europeo que se adentró en la ciudad prohibida de Harar (Somalia) y fue descubridor del Lago Tanganika,  llamado así por su significado, lugar de encuentro de las aguas…..no es raro entonces que nos haga soñar con sus místicas aventuras.

Investigador empedernido de la vida sexual de africanos y orientales, el inglés parece haber vivido un matrimonio feliz con Isabel Burton, personaje muy citado en la obra y que exclama en un momento de su vida ¡Que maldición es el corazón! La mujer de Burton habla de tres tipos de matrimonio: por ambición, por amor y el de ser compañera y esposa, compartiendo una vida de viajes, aventuras y peligro, ver y aprender con el amor glorificándolo todo…

Burton, una mente sin prejuicios e idealizado por Isabel, quien decía que tenía “el pelo negro, la piel tostada, frente inteligente, cejas sagaces, ojos negros y misteriosos de largas pestañas”, es un soldado y un hombre que está acostumbrado a mandar y a que le obedezcan, además de un caballero en todo el sentido de la palabra.

El gnosticismo le atraía, frecuentó la práctica islámica y parece ser que acabó más bien entregado a los misterios del sufismo, pero no sin dejar de suponer que la idea de un Dios resultaba fuera de lugar. Había visto la piedra negra de La Meca y supuso que era un aerolito. El explorador autócrata odiaba la esclavitud, el héroe victoriano creía en los beneficios de la poligamia, tras la vía erótica del täntra, apareciendo el Burton sufí. En conjunto, sus contemporáneos le odiaron bastante. Es de suponer que su gran cinismo le libró de recibir más ofensas. Pasada ya la juventud, casarse con la bella y católica Isabel Arundell fue una de sus más arriesgadas peripecias. Para entonces ya estaba muy cansado y alcohólico. Ocupaba puestos diplomáticos secundarios, como el de cónsul en el entonces puesto del imperio austrohúngaro, la isla de Fernando Poo y Trieste, donde muere.

Escribió poquísimo sobre sus familiares y mucho sobre sus maravillas en sus descubrimientos mundanos. Se refirió en cierto momento a la crueldad del africano en general, considerando que “en él la crueldad parece ser una necesaria forma de vida, y su mayor disfrute siempre está relacionado con infligir dolor y causar la muerte, casi no puedo creer que esta anormal crueldad sea la mera consecuencia de la falta de civilización; creo que es consecuencia de un desarrollo ininterrumpido que deja al hombre toda la ferocidad del depredador, la inconsciente crueldad del niño”.

Burton asume el impacto de África como un nuevo amanecer en la mañana de la vida, describe ese momento feliz de partir hacia tierras desconocidas, olvidar la rutina y la esclavitud del hogar. Es al mundo como Henry Morton Stanley, David Livingstone, Sir Samuel Baker o su admirado y a veces odiado  John Hanning Speke que cansado de la vida había ido a África a encontrar la muerte.

Maestro del disfraz, supo de cetrería y escribió desafortunados informes sobre los burdeles homosexuales de Karachi.

Podría escribir mucho sobre Sir Richard, os recomiendo leer esta biografía que es atractiva y pondera nuevamente el libro en la mano, no en un ordenador. Admiro profundamente a este hombre al que los beduinos le llamaban ¨Hermano León¨ y a quien inventaron una canción en su honor:

¡Mashalla¡ ¡Mashalla¡ ¡Por fin hemos visto un hombre!

¡Convirtamos a nuestro cónsul en nuestro jeque!….

¡Sigámosle por todo el mundo!

Herido en la cara, atravesado por una lanza, su alta estatura imponía…

Una anécdota curiosa, es que al volver de su periplo a La Meca, se examinó para ser traductor de lenguas árabes para el ejército, pero fallaría el examen. No por estar él errado, sino porque los traductores del ejército poseían una noción totalmente irreal del árabe contemporáneo de aquella época, algo que Burton entendía mejor que nadie en Europa. El interés de Burton por la sexualidad le llevó a realizar mediciones de la longitud de los penes de los habitantes de varias regiones que incluyó en sus libros de viajes.

Termino esta nota reiterando mi fascinación por Sir Richard Burton y con una sincera felicitación a la editorial Almed, cuyas sugerentes publicaciones pueden consultarse en la web www.almed.net.

Seguiría escribiendo de Burton hasta el infinito…