Javier Cercas: “Ni estoy ni voy a estar en las redes sociales, salvo que cambien radicalmente”

Javier Cercas es el único novelista español invitado a la Feria Internacional del Libro de Sharjah, donde defendió la independencia y la libertad en la escritura, “aunque hay que conquistarla”. Atalayar no quiso perder la ocasión de charlar con él 
<p>Cercas posa en el hotel Pullman antes de comenzar la entrevista&nbsp;- PHOTO/ANTONIA CORTÉS</p>
Javier Cercas posa en el hotel Pullman antes de comenzar la entrevista - PHOTO/ANTONIA CORTÉS

A Javier Cercas no lo vamos a encontrar en las redes sociales, pero lo que tampoco esperábamos era verlo en Sharjah.

El escritor visitaba por primera vez los Emiratos Árabes para participar en la Feria Internacional del Libro (SIBF). Formó parte de un panel en el que intervinieron los escritores Alí Bader (Irak), Ibrahim Abdel Meguid (Egipto), Abdelilah Benarfa (Marruecos) y la emiratí Eman al-Yousuf. Atalayar aprovechó la oportunidad de hablar con este escritor que el día 24 de noviembre dará su discurso de ingreso en la Real Academia Española, donde ocupa el asiento R, vacante tras la muerte del también escritor Javier Marías.

Relajado en el hall del Hotel Pullman, aunque a la espera de escaparse a Dubái, Cercas, como hizo en su intervención, defendió la importancia de la independencia y la libertad del escritor, hasta el punto de afirmar que dejará de escribir el día en que lo haga pensando en que va a quedar mal o molestar a alguien, una libertad que no es fácil y “que se conquista”. Con él hablamos de muchas cosas, como de su rechazo a las redes sociales, en las que ni está ni va a estar, “salvo que cambien radicalmente”, y es que sus motivos tiene; del éxito de Soldados de Salamina ,“que casi me aplasta”; de sus preguntas sin respuestas; de sus obsesiones; de los regalos de la vida como su ingreso en la RAE; de los bulos y mentiras; y de cómo un ateo, él, viajó con el papa Francisco a un país budista, viaje que, junto a otros misterios de la vida recoge en su próxima novela, un libro, afirma, “que ningún otro escritor podría haber escrito”: El loco de Dios en Mongolia. ¿Y quién es ese loco? Los lectores lo sabrán a partir de abril.

El novelista se mostró encantado en su primera vista a Emiratos Árabes - PHOTO/ANTONIA CORTÉS
El novelista se mostró encantado en su primera vista a Emiratos Árabes - PHOTO/ANTONIA CORTÉS

Es el único novelista español en el programa de esta feria, ¿cómo llegó Javier Cercas hasta Sharjah? 

Y europeos creo que sólo estamos el búlgaro Georgi Gospodinov y yo. Estoy en Sharjah porque me invitaron; ya lo habían hecho en otra ocasión, pero no pude venir. Esta vez sí, y con mi hijo. Todos los astros se confabularon. Estoy feliz, no había visitado este país y me parece sorprendente. Las conversaciones con la gente, con escritores árabes, son muy interesantes. Es cierto que es otro mundo, pero en el fondo, aunque las situaciones son distintas, las preocupaciones son las mismas; las cosas superficiales son diferentes, pero las más profundas, no. 

Ha participado en un panel con escritores árabes sobre la libertad en la escritura. ¿El escritor tiene libertad o el país donde esté marca?

Cada país es distinto y eso marca. No es lo mismo escribir en un país democrático que en otro que no lo es. Pero la libertad se conquista, no se puede escribir con libertad total si se hace pensando en lo que va a decir el gobierno, el director de tu periódico o tu mamá. Por tanto, no basta con vivir en un país democrático, aunque es muy importante saber que no vas a ir a la cárcel por meterte con las autoridades.

¿Habla de autocensura?

La autocensura es un hecho, por eso digo que la libertad se conquista. Hay que pelear por ella. Escribir con libertad significa decir cosas incluso contra ti mismo, contra tus propias ideas, contra tus propios pensamientos. La literatura es explorar más allá de las convenciones, de lo que todos aceptamos. Sin ello, no existe la literatura de verdad.

Asistentes a la charla de Javier Cercas - PHOTO/ANTONIA CORTÉS
Asistentes a la charla de Javier Cercas - PHOTO/ANTONIA CORTÉS

En su intervención, diferenció entre escribir novelas y artículos. Usted hace las dos cosas. ¿Dónde están los límites de esa libertad?

Intenté explicar en el debate que son cosas distintas, incluso diré que casi son personajes distintos. El que escribe los artículos es el ciudadano con sus opiniones; yo las tengo como cualquier persona, y las escribo en un periódico. El articulista tiende a trabajar con lo racional; el novelista casi siempre trabaja con lo irracional, con los impulsos, con los instintos. En la novela das rienda suelta a todo, a la parte más oscura que todos tenemos, y quien diga que no la tiene, miente.

¿Hay algún artículo con el que se ha sentido realmente incómodo o ha decidido no seguir escribiendo?

Reconozco que algunos de mis artículos han organizado revuelos considerables que no me había planteado, pero te aseguro que nunca he buscado la polémica. Yo he escrito incluso en contra del gobierno al que he votado, hablando de esa libertad que se conquista. El día que empiece a escribir sobre algo pensando que voy a quedar mal o en quién se va a sentir molesto dejo de hacerlo. Al escribir, sabemos que, a veces, lo que uno piensa puede ser incómodo para determinadas personas, pero si honestamente es tu pensamiento, tienes que decirlo. La literatura es por definición incomoda. La que es simplemente agradable no va a ir más allá.

La mejor literatura casi siempre pone en jaque nuestras convicciones más profundas. El que escribe mis artículos es el ciudadano; y el que escribe mis novelas es mi yo auténtico, que es más complejo que el ciudadano, pues involucra mis pasiones, mis sueños, mis frustraciones, mi verdad, lo que he vivido y también lo que no he vivido y me gustaría vivir. En mis artículos están mis opiniones, que son menos importantes; en las novelas, las cosas más serias.

Por lo que cuenta, ¿se siente más novelista que articulista? 

Me tomo muy en serio mis artículos, los escribo y reescribo muchísimo. Son muy importantes, pero lo esencial son mis libros. He recibido muchos premios periodísticos y me siento un impostor. No es lo mismo escribir en la prensa, que es lo que hago, que ser periodista. Mis artículos se parecen más, si me permites y sin ser pedante, a pequeños “ensayuelos” que a artículos periodísticos. En mis novelas puedo mandar a la mierda al mundo, incluso lo hago; en los artículos procuro no hacerlo; en las novelas puedo matar a gente, desahogarme de mil maneras, y soy yo, mi parte maldita, mi parte irracional que es tan importante como la racional.

El periodista está más pendiente de lo inmediato. Yo escribo en un suplemento dominical y entrego los artículos 3 semanas antes de publicarse, aunque hay veces que lo esencial no cambia tanto. En mi último artículo “Cómo acabar de una vez por todas con la antipolítica”, Trump no había ganado las elecciones, yo no lo menciono, pero es obvio que estamos en ese escenario. Nada cambia de un día para otro, todo obedece a procesos largos y profundos. En este sentido, los análisis que se hacen, con perdón, me parecen superficiales.

El 24 de noviembre, se celebra la ceremonia de ingreso en la RAE de Cercas - PHOTO/ANTONIA CORTÉS
El 24 de noviembre, se celebra la ceremonia de ingreso en la RAE de Cercas - PHOTO/ANTONIA CORTÉS

La guerra de Ucrania o la de Israel en Gaza son ejemplos de lo que expresa… 

En ambos casos hay que entender que esto viene de muy atrás, si no se ve así, no se entiende lo que está pasando. Yo intento estar pendiente del día a día. Para mí, el periodismo es dificilísimo, muy complicado. Sinceramente, yo sería incapaz.

Dejemos la actualidad. Nos vamos 20 años atrás, al éxito de Soldados de Salamina (2001). ¿Ha ocurrido lo que pensó que pasaría a raíz de entonces?

Aquello fue una sorpresa total para mí. Nunca imaginé que iba a ser un escritor profesional, jamás. Pensé que iba a ser un profesor de universidad, que para mí era fantástico, que escribía novelas, nada más. Lo que pasó con Soldados de Salamina fue un despropósito. Cuando ocurrió sentí felicidad y también mucha perplejidad.

Manuel Vilas salió del mundo de “la invisibilidad”, como él comenta, a raíz de publicar Ordesa. Soldados de Salamina era su cuarta novela, pero no se le conocía. ¿Hay explicación a la llegada del éxito?

Adoro a Manuel. Fuimos compañeros en el Premio Planeta, él quedo finalista con Alegría. De mi libro se vendieron 2 millones, fue descomunal. Manuel ya tenía cierto renombre, a mí no me conocía nadie. Yo le había leído antes de Ordesa. Creo que la diferencia con Vilas es que él tenía el deseo, absolutamente legítimo, de tener muchos lectores, de ser escritor, cuando a mí ni se me pasaba por la cabeza.

Yo vivía en mi mundo, no conocía a escritores, estaba en la universidad, satisfecho con mis clases, y lo que sí quería era escribir. Creo que Vilas lo vivió de manera más sana, más feliz, mucho mejor que yo. Para mí fue tan descomunal e inesperado el éxito que estuvo a punto de aplastarme. De hecho, tardé en escribir el siguiente libro que, además, fue más triste y hablaba de eso. De no existir, pasé a existir demasiado.

Cuando uno se hace famoso ¿realmente cambia o es la gente la que deja de tratarte como lo había hecho antes?

Los famosos son los futbolistas no los escritores (ríe). En mi caso, y no quiero ser vanidoso, sin ninguna duda, fue lo segundo. Yo era exactamente el mismo.

El escritor español, en los anuncios luminosos de la SIBF - PHOTO/ANTONIA CORTÉS
El escritor español, en los anuncios luminosos de la SIBF - PHOTO/ANTONIA CORTÉS

¿Envidia?

Tengo 62 años. La envidia existe. Entonces, era muy ingenuo, sin experiencia en el mundo literario, aunque tenía casi 40 años. Mi mundo era la universidad en Estados Unidos, Barcelona, Gerona… Yo no cambié nada, ni el lugar donde vivía, ni la familia, ni el trabajo… y, de pronto, sentí que algo cambió alrededor. Surgieron enemigos cuando no los había tenido en mi vida. ¿Envidia? Claro que existe, y mi error, dentro de esa ingenuidad, fue sentir vergüenza ajena al pensar que alguien podía envidiarme.  

Viéndolo con perspectiva, las cosas fueron de la mejor forma que podían haber ido, porque, sinceramente, pensé que me aplastaba lo que estaba ocurriendo, pero pude seguir escribiendo. Hay más casos de los que pensamos de escritores que tras tener un éxito excesivo dejan de escribir.

¿Por la presión o por pensar que no se va a conseguir otra obra tan buena?

La presión me la ponía yo. Sé que ningún libro mío va a tener la repercusión que tuvo Soldados de Salamina, cuando nadie me conocía. Hay escritores que se pasan la vida odiando el libro que les dio la fama como Flaubert con Madame Bovary. Yo estoy encantado, y creo que mi último libro es tan bueno o más.

Siguió publicando y ganó premios como el Nacional de Narrativa o el Planeta. De sus libros, por la historia, algún personaje, el momento, por cómo ha disfrutado… ¿cuál elegiría?

Es complicado, porque los libros son como hijos. La palabra disfrutar es escasa, es más una pasión que involucra placer, dolor, intensidad, momentos de depresión… Es como cuando te enamoras, todo es muy intenso. Mira sí, me quedo con El castillo de Barbazul, final de la trilogía Terra Alta (Planeta 2019). Lo elijo porque es de una gran sencillez, que era lo que buscaba y, para mí, lo más difícil. También El inquilino, libro que en su día nadie leyó, aunque ahora esté traducido a muchas lenguas. Lo escribí con gran energía y alegría, no tenía 30 años, vivía solo en la parte de arriba de una casa de dos pisos, era como un loft, entraba un sol extraordinario... Es una novela breve que al releerla me encantó y de la que guardo un buen recuerdo.

Javier Cercas charla con el escritor iraquí Ali Bader - PHOTO/ANTONIA CORTÉS
Javier Cercas charla con el escritor iraquí Ali Bader - PHOTO/ANTONIA CORTÉS

Si cogemos Las leyes de la frontera y Anatomía de un instante son dos libros que podrían ser de dos autores. ¿Se le puede encasillar como escritor? 

Te agradezco el comentario, porque detesto el escritor que se repite a sí mismo. Las leyes de la frontera es un libro que quiero mucho, porque está muy próximo a mi experiencia personal. Es cierto que hay veces que las obsesiones siempre son las mismas y que lo que cambia son las formas de tratarlas.

¿Y cuáles son esas obsesiones? 

(Silencio). Yo me hago preguntas. Se me considera un escritor político, pero no lo soy. La literatura tiene una dimensión donde lo moral, lo ético y lo estético son las mismas cosas, no hay ética sin estética. Yo me pregunto muchas veces ¿en qué consiste la decencia? (ríe).

¿Y tiene la respuesta?

No, no la tengo, por eso escribo, si la tuviera no escribiría, viviría.  Escribo en busca de respuestas, que es la propia búsqueda de la respuesta. No tengo respuestas claras, unívocas, taxativas, sino contradictorias, poliédricas. El propio libro es la respuesta. Hay una dimensión épica en mis libros, la épica se asocia a los héroes y el heroísmo es una forma de excelencia moral. La excelencia ética es como la santidad…y me pregunto ¿qué es eso? Tanto en Las leyes de la frontera como en Anatomía de un instante encontramos preguntas sobre en qué consiste estar bien, qué es mejor y peor, qué es actuar bien y qué es actuar mal, lo complejo de actuar…

¿Podemos decir que es un buscador y un inconformista?

Es que eso es lo que es un novelista. No se puede ser un buen escritor si no se es un inconformista. Escribimos para saber y eso es la búsqueda del conocimiento, que es también la búsqueda de placer y de verdad.  

Ocupa el sillón R de la Real Academia Española, que fue de Javier Marías, a propuesta, entre otros, de Vargas Llosa. ¿Quién hubiera sido su candidato? ¿Sobre qué versará su discurso de ingreso? 

El 24 de noviembre se celebra la ceremonia de ingreso en la RAE. Hablaré sobre “Malentendidos de la modernidad. Un manifiesto”. Qué poco académico ¿verdad? (ríe).

Fue otra gran sorpresa. Honestamente ni se me había pasado por la cabeza. Es cierto que me propuso Vargas Llosa y otras dos personas, pero es el protocolo de la RAE. Admiro a Vargas Llosa, lo llevo leyendo toda la vida, él fue mi descubridor. Cuando me llamó el director para decírmelo, le dije que estaba muy agradecido, pero que no era la persona indicada. Puse muchas objeciones, pero me las fue tumbando todas. Hay un escritor francés del siglo XVII, La Rochefoucauld, que decía que quien rechaza un elogio es porque quiere dos. Entonces pensé, yo, que soy orgulloso, pero no soberbio, que debía aceptarlo. Aunque la gente no me crea, nunca he buscado ni dicho nada.

Me siento muy honrado de ser miembro de la RAE. ¿A quién elegiría yo? Es difícil dar un nombre, hay tantos y no sólo escritores, sino historiadores de la literatura, arquitectos, cineastas, científicos, filólogos, lingüistas… La gente olvida que en la RAE hay muy pocos escritores… y yo soy el más joven.

De derecha a izquierda: los escritores Javier Cercas (España), Alí Bader (Irak), Ibrahim Abdel Meguid (Egipto), Abdelilah Benarfa (Marruecos) y la emiratí Eman al-Yousuf  - PHOTO/ANTONIA CORTÉS
De derecha a izquierda: los escritores Javier Cercas (España), Alí Bader (Irak), Ibrahim Abdel Meguid (Egipto), Abdelilah Benarfa (Marruecos) y la emiratí Eman al-Yousuf  - PHOTO/ANTONIA CORTÉS

Sin buscarlo, este sillón fue otro regalo más de la vida. ¿Se siente afortunado?

Soy ambicioso, pero en mi trabajo. Satisfacer mi ambición consiste en conseguir una buena frase, un buen párrafo, una buena página, y peleo a muerte conmigo mismo para conseguirla. Pero no con lo que no está a mi alcance. Los premios que me han otorgado, más fuera que en España, jamás los he buscado. Uno de los mejores libros del siglo XXI se titula Borges, lo escribió Adolfo Bioy Casares, su amigo.

El libro recoge sus conversaciones a lo largo de la vida y es extraordinario, divertidísimo, inteligentísimo… En un momento, le dice Borges que si le dan ese premio, que no se le ocurra decir que no ha hecho nada para que se lo den, que finja, que si no va a quedar fatal. Pues eso. Tengo tanto trabajo escribiendo y estando con mi familia, que no tengo tiempo para nada más. Voy a decir algo que no he dicho nunca, a mí me han dado más premios fuera de España que dentro, sobre todo, por toda mi obra, por eso, estoy muy contento de que sea la Academia quien, en cierto modo, me haga este primer reconocimiento, me siento muy honrado y agradecido. A veces es comprensible que fuera de tu país te aprecien más, sobre todo si te has convertido en una persona controvertida por las opiniones políticas, por los temas delicados de mis novelas como la guerra civil o la Transición… Todo ello genera enemistades y que la gente lance sobre mí mentiras, bulos…

¿Le afecta la situación, esos bulos? 

Quien diga que no le afecta, miente. Soy de carne y hueso, y aunque procuro no leer lo que se dice de mí, a veces, es inevitable. Si lanzan un bulo diciendo que dices que el Ejército debe invadir Cataluña al final te llega. Ni estoy ni voy a estar nunca en las redes sociales, al menos que cambien radicalmente. No digo que todo sea malo, pueden ser muy útiles, pero no para mí. Hemingway decía que nunca había que leer las críticas de los libros porque si te crees las buenas, hay que creer las malas. Yo sólo leo a dos o tres críticos. Me han acusado de todo y me afecta, porque afecta a mi familia, y, al final, te asustas.

Acabamos, ¿nos habla de su próxima novela? 

Sale en abril: El loco de Dios en Mongolia (Random House). Es un libro, y no va a sonar bien, que ningún escritor ha tenido la oportunidad de escribir. Una novela sin ficción, un thriller, como todos mis libros, con un enigma y alguien que quiere resolverlo, donde se mezclan los géneros: ensayo, autobiografía, crónica, libro de viajes… En un momento dado, por eso mi comentario anterior, me ofrecieron lo que no habían ofrecido antes a ningún escritor: entrar al Vaticano y hablar con quien yo quisiera. Soy ateo, pero, como todos los españoles, cristiano de cultura. Viajé a Mongolia con el papa Francisco, país budista, pero no cuento sólo el viaje, sino muchas cosas y en el centro el mayor enigma de la historia de la humanidad, ¿sabes cuál?: la resurrección de la carne y la vida eterna (ríe).