Javier Rioyo: “Tras Tánger, la puerta que no quiero cerrar es la de la curiosidad”

El periodista, cineasta y escritor Javier Rioyo, tras casi cinco años dirigiendo el Instituto Cervantes en Tánger, nos habla del mito de esta ciudad, de lo que fue y significó, de la evolución que está experimentando y de las grandes posibilidades de desarrollo que tiene
Javier Rioyo - PHOTO/ATALAYAR/GUILLERMO LÓPEZ
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Nueva York, Lisboa y Tánger. Estas han sido las ciudades en las que Javier Rioyo ha dirigido el Instituto Cervantes en los últimos años y después de una larga trayectoria como periodista, guionista, cineasta y escritor. En la ciudad marroquí, la que protagonizó su documental “Tánger, la vieja dama”, lleva casi cinco años, un tiempo en el que ha establecido una estrecha relación con las autoridades locales, ha organizado interesantes eventos, ha abierto una sede en Larache, ha extendido el español y se ha involucrado con la ciudadanía, motivos por los que recibió la Medalla de la ciudad. Entre la nostalgia de lo que fue y los grandes cambios que ha experimentado este rincón marroquí desde el que se ve la costa gaditana, Rioyo cuenta a Atalayar la influencia española, su increíble crecimiento, y sus proyectos futuros que podrían llevarle a rodar de nuevo en Tánger.

Casi cinco años en el Instituto Cervantes de Tánger. ¿Se irá con la tarea hecha, con los objetivos cumplidos?

Soy hiperactivo y tengo un elevado juicio crítico, por eso siempre creo que se pueden hacer las cosas mejor y más. Pero sí, estoy contento. Cuando llegué, el centro tenía un funcionamiento normal, a un ritmo adecuado, pero creo que le pegué un buen acelerón a pesar de la pandemia y del momento de relaciones difíciles a nivel político entre España y Marruecos. 

Vi que lo que había en Tánger histórica, cultural y socialmente era de gran afinidad con España y el mundo español. Somos el país que más ha influenciado en Marruecos y en Tánger hay una población mayoritaria española. No olvidemos la posición geográfica y el sello español en Tánger, que ha sido importantísimo durante el siglo XIX y parte del XX. En los años 40-50 había 45.000 españoles, con la feria de Sevilla, plaza de toros, cines y teatros españoles, cafés, bares… Conocía muy bien Tánger, por mi propia curiosidad, por lo que había sido culturalmente, por la construcción del mito, porque rodé un documental… Cuando me ofrecieron Tánger o Nápoles, elegí Tánger.

La ciudad italiana también es muy atractiva, ¿por qué Tánger?

Por muchas razones, sentimentales y personales, también porque quería estar cerca de España. Además, porque pensé que podía recuperar todo lo que me habían contado tantos tangerinos y españoles. Tánger está lleno de escritores, cineastas, actores, periodistas, artistas… quería que todo renaciera, que se viera de nuevo, sin hacer ningún tipo de colonialismo, sino hacer esa aportación a la ciudad, que participara de lo que fue y entendiera que todo cambia y las ciudades también. En principio, me iba a Nápoles. Fui incluso a buscar casa. Llovía, habían quitado algunos vuelos, no sé, sentí que debía ir a Tánger. 

Javie Rioyo - PHOTO/ATALAYAR/GUILLERMO LÓPEZ 
Javie Rioyo - PHOTO/ATALAYAR/GUILLERMO LÓPEZ 

En este sentido, ¿qué papel juega el Instituto Cervantes en la sociedad tangerina?

El Instituto Cervantes es muy importante allí donde está, unas veces con más acierto y otras con menos. Sin duda, es un referente histórico de la ciudad. Se fundó en los 90. Fue heredero de la biblioteca española, el casino español, un centro cultural, incluso la sede del Banco Exterior. El Cervantes en Tánger es un lugar de referencia, de visitas. Con los años aumentaron el número de alumnos, el uso de las bibliotecas, y se recuperó la residencia de estudiantes cerca del Instituto y del Colegio Español. 

Actualmente, tiene dos sedes, en la calle Bélgica y en la avenida Sidi Mohamed Ben Abdellah. En una de ellas, hay una sala de arte, decidí invertir para mejorar las instalaciones como la iluminación; hicimos también una cocina para impartir clases de gastronomía española. En estos años, he visto cómo el interés por el Instituto Cervantes crecía no sólo por parte de los tangerinos sino también de los alrededores. Todo esto me llevó a ver la posibilidad de abrir una sede en Larache, ciudad de gran belleza y mucho pasado español, pero que estaba abandonada. Alquilamos un edificio histórico con unas condiciones muy buenas, un colegio que lo llevaban unas monjas españolas. El resultado fue magnífico, se pasó de cero a todo. Ofrecimos cursos, actividades, la biblioteca…

Teniendo en cuenta ese pasado español, la cercanía, ¿por qué nos ha comido el terreno el francés?

En Marruecos, es cierto que el francés nos comió el terreno, pero en Tánger es distinto. En esta ciudad han crecido mucho las academias de español. Tenemos un idioma muy potente en el mundo; el español es necesario. Es cierto que por razones políticas y administrativas el francés es el idioma de uso, pero en Tánger nunca se olvidó el español. Y, aunque parezca una tontería no lo es, se ve mucho la televisión en español, las series, el fútbol… Sin duda, el Instituto Cervantes es fundamental para la enseñanza del español.

¿Existe, entonces, inquietud por aprender y recuperar el español?

La demostración de que el centro de Larache está funcionando tan bien está en las ganas de mejorar el español y acercarse culturalmente a España. 

No olvidemos que Al-Ándalus es parte de su historia. También está la migración judía sefardí que se instaló en el norte de Marruecos y en esta ciudad. La presencia cultural y comercial de los judíos fue y es muy importante. Por ejemplo, el cine Alcázar donde se proyectaban películas españolas, que era de una familia judía, y que estaba medio abandonado, fue vendido y se ha recuperado. Está en el centro de la ciudad. El Instituto Cervantes participó también, abrimos la programación con el director de fotografía José Luis Alcaine, que no olvida su origen, nació en Tetuán, y empezó a amar el cine viendo películas sin censura españolas, francesas, italianas, americanas. Hicimos un ciclo de cine maravilloso. Hemos hecho muchas cosas en colaboración con las instituciones locales. Estoy muy satisfecho porque me han dado la “Medalla de la Ciudad de Tánger”. Un día me llamó el alcalde y me lo comunicó. Tuve claro que la colaboración era buena y necesaria. La ciudad ha mejorado muchísimo, pero faltaba espíritu de programación de actividades que potenciara el vínculo entre las dos culturas existentes. Tánger es diferente al resto de ciudades marroquíes. No olvidemos esa cercanía. Desde mi terraza se ve Trafalgar, Zahara… Esa colaboración tenía que existir.

Javier Rioyo - PHOTO/ATALAYAR/GUILLERMO LÓPEZ
Javier Rioyo - PHOTO/ATALAYAR/GUILLERMO LÓPEZ

¿Y qué más destacaría de esa colaboración?

De las actividades programadas, el éxito mayor siempre lo ha tenido el flamenco. Algo tiene de la música marroquí. También la presentación de libros, películas locales, debates, charlas, cursos de cocina…, pero como el flamenco, nada. En Navidad organizamos una zambomba jerezana y el éxito fue tremendo, se quedó pequeño el espacio y fuimos a la catedral, que es española, y tenemos obispo. El proyecto más importante de Tánger, cuando era el punto de negocios, intrigas e intereses, fue la catedral. Entonces, el Marqués de Comillas llamó a un joven arquitecto llamado Gaudí para que hiciera el proyecto de la catedral. Los franciscanos tenían un gran poder, el padre Lerchundi estuvo más de 30 años en Marruecos. Al final, el proyecto de Gaudí les pareció muy moderno y no se hizo. En Tánger hay mucha arquitectura española.

Cuando rodó el documental, “Tánger, esa vieja dama” (2001), junto a José Luis López Linares, ¿pensó que viviría allí?

Ni de coña (ríe). Se me ocurrió este documental porque siempre he estado rodeado de amigos relacionados con Tánger: Eduardo Haro Tecglen, que fue director del diario España, Carmen Laforet, a la que admiraba mucho, el novelista Ramón Buenaventura, el pintor José Hernández, Gloria Berrocal, Diego Galán… y no olvido a Emilio Sanz de Soto…, él era un nostálgico de Tánger, fue asesor del documental y el que me presentó a una persona increíble: Pepe Carleton. Quise hacer el ejercicio de acercarme a los tangerinos. Cuando ves las fotos en Tánger de la época, a Truman Capote con Paul Bowles y su esposa Jane, con la aristocracia norteamericana, ves un mundo que parece irreal, pero era real. Ahora se ha convertido en la mitificación-mistificación exagerada.

¿Qué queda del Tánger de entonces en el Tánger de ahora?

Cuando se hizo el documental tuvo más que ver con la recreación nostálgica de un tiempo que ya no es. El Tánger de ahora no tiene nada que ver; queda el recuerdo, pero ni los hoteles ni los cafés, ni las tabernas son lo que eran, son otra cosa, quizá mejor, pero otro mundo. Cuando el documental, Ramón Buenaventura decía: “Yo nací en una ciudad que ya no existe, en un país que todavía no era”. No olvidemos que el Marruecos de hoy no se conforma hasta 1956. Pepe Hernández también decía que lo único que tenía de su Tánger era un poco de tierra en el cementerio. Les queda la idea de cómo fue su infancia, su juventud, el clima, los aromas, las tabernas, los cafés elegantes…de ese mundo en un Tánger con mucho dinero, negocios, porque era libre de impuestos. 

En aquella época, en Tánger, fue muy importante para la península el diario España, también durante la II Guerra Mundial. Fue una demostración de lo que podía haber sido España y no fue. En la redacción había falangistas, comunistas, socialistas, demócratas cristianos, liberales, anarquistas… Y eso se pudo hacer en aquel Tánger, una redacción plural propiciada por Corrochano, que fue director. 

Con la Tánger de hoy, me quedo con su evolución, con su singularidad, con su fuerza para crecer. Es una ciudad limpia, cuidada, con dinamismo, con ganas de hacer cosas y yo también tengo ganas de seguir haciéndolas. Su Medina, los barrios francés y español, que son menos conocidos… Ahora está Tánger Med, con muchas empresas españolas. Todas las ciudades cambian, como también ha cambiado Madrid.

Javier Rioyo - PHOTO/ATALAYAR/GUILLERMO LÓPEZ
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Una pluralidad que buscó en el documental “Extranjeros de sí mismos” sobre la guerra civil. Si rodara ahora, ¿qué personaje y época elegiría?

Sería interesante, y no lo descarto, un documental sobre el pintor José Tapiró, amigo de Fortuny, que murió en Tánger en 1913, donde vivió e instaló su estudio. Me interesa la gente, cómo han superado esa nostalgia y viven el Tánger de hoy, cómo se han adaptado. En esta ciudad tuvieron mucha importancia los judíos, se creó una destacada burguesía, pero todo cambió. Tengo amigos de tres y cuatro generaciones que guardan la memoria, pero se han adaptado a los nuevos tiempos. El Tánger que ha supervivido a la nostalgia, ese sería mi tema. Te confieso que estoy un poco harto de esas novelas que tratan el mito de Tánger, pero no saben recrearlo, hablan de referencias equivocadas. Hay novelas excelentes como “El año que viene en Tánger”, de Ramón Buenaventura; y otras, malísimas, y no daré nombres.

Otro gran personaje para un documental es Antonio Pérez y su curiosidad. De joven estudié en París, allí lo conocí, luego se fue a Cuenca, donde estuvo también con Saura. Siempre que puedo vuelvo a Cuenca, el Centro de Arte Contemporáneo es maravilloso. Un proyecto que sí voy a hacer es contar la historia de este país a través de Massiel; también la del mítico bar Cock en Madrid y su siglo de vida, no existía ni Chicote; y los primeros años de Dolores Ibárruri, hasta la guerra. En fin, que quiero seguir escribiendo, seguir haciendo películas, seguir…dando guerra.

Y de los personajes de sus documentales: Trotsky, Lorca, Buñuel, Enrique Herreros, Alberti… ¿Con cuál se queda?

Uno de los documentales que más me gusta y menos se ha visto es “Alberti para caminantes” (2003). Se lo ofrecieron a Garci, pero dijo que no quería dirigirlo; él lo produjo. Soy muy crítico conmigo y no me gusta ver mis cosas, pero, por circunstancias, lo vi recientemente y me gustaría retomarlo. La propiedad de la imagen la tiene María Asunción Mateo, su viuda, quiero hablar con ella, y espero que podamos llegar a un acuerdo y que se vuelva a ver.

Regresemos a Tánger, a uno de esos días en los que se necesita soledad y caminar. ¿Cuál es su recorrido?

Me gusta la Medina, pasear por la Kasbha. También el recorrido por la ciudad que se modernizó, la que crece en los años 20, 30, 40, alrededor del bulevar, bajando hacia el camino de la playa, lo que era el viejo barrio español, por la iglesia del Sagrado Corazón, donde hicimos un homenaje a José Luis Sampedro, y se puede ver una capilla con obra de un pintor maravilloso, casi olvidado, Julio Ramis, al que Miró admiró, que fue profesor en el Instituto Tánger. 

Al lado está la galería Kent de arte contemporáneo, que es de una marroquí española, y tiene esa mezcla de las dos culturas. Iría hacia el viejo puerto y caminaría hacia el zoco chico, que es como Sol en el Madrid los años 20, lleno de cafés y gente, subiría despacito por la Medina y bajaría por la calle Italia, que guarda mucho sabor. Me pararía en los últimos bares y tabernas como Cosmopolita que es muy pequeñaja, con su cartel de toros, o Casa Pepe. Mi recorrido es de nostalgia española sin ejercicio nostálgico, sino viendo lo que se puede recuperar todavía. 

Javier Rioyo - PHOTO/ATALAYAR/GUILLERMO LÓPEZ
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Al cerrar la puerta del Instituto Cervantes en Tánger, ¿qué otra puerta quiere abrir? 

La puerta que he tenido siempre abierta, desde que recuerdo, desde jovencito, y no quiero cerrar es la de la curiosidad.