Una mujer diferente en la Italia mussoliniana

“La cartera”, ganadora del Premio Bancarella, que otorgan los libreros independientes italianos, narra la historia de la primera mujer que osó ir contra lo establecido y se convirtió en la primera repartidora de cartas en la Italia de los años treinta

La escritora Francesca Giannone, nacida en la región de Apulia, encontró un buen día una tarjeta de visita en un cajón de la casa familiar, con un texto escueto: Anna Allavena. Cartera. Resultó ser su propia bisabuela. De sus indagaciones averiguó que la mujer tuvo una historia extraordinaria.  

Así nació “La Cartera” (Duomo Ediciones, 464 págs), en las que novela treinta años de una saga familiar apasionante y conmovedora, con la Italia mussoliniana de los años treinta en fondo, la peripecia divisiva y transformadora de la II Guerra Mundial y los grandes cambios políticos y sociales operados tras el final de aquel trauma.  

La trama se desarrolla en Lizzanello, un pueblecito de unos pocos miles de almas situado en la comarca de Salento, en el sur de la península itálica. En su plaza mayor se detiene un autobús de línea, del que baja una pareja: él, Carlo, es un genuino hijo del sur; ella, Anna, su esposa, nacida en el norte, está triste y preocupada ante las muchas incertidumbres que se le presentan en una tierra desconocida.  

Incluso treinta años después de aquel día, para la gente del pueblo Anna seguirá siendo “la forastera”, la diferente, la que no va a la iglesia, la que no se pasea por el pueblo ni se interesa por los chismes que nutren las conversaciones diarias de sus habitantes.  Anna, orgullosa y esquiva, no se doblegará nunca a las leyes no escritas que oprimen a las mujeres del mediodía italiano. Lo conseguirá gracias al amor que siente por su marido, un amor cuya fuerza advierte con claridad el hermano mayor de Carlo, Antonio, que se enamora de Anna en el mismo instante en que la ve por primera vez. Más tarde hará algo entonces revolucionario: se presentará al concurso para ocupar un puesto en la Oficina de Correos. “La cartera”, como Anna quiere que la llamen, se convertirá en el hilo invisible que une a los habitantes del pueblo y sus historias. Primero a pie y después en bicicleta, orgullosa de su uniforme y de su gorra, cambiará la vida en Lizzanello.  

Para los lectores no solo italianos sino de todo el sur de Europa, la novela, escrita con una prosa tan elegante como delicada, destila sabores y aromas propios, sazonados con las diarias luchas políticas y sindicales, los secretos y las pasiones que experimenta todo ser humano junto con el entorno que le circunda.  

En aquella Italia oscura, como también lo fueran la España y la Grecia de aquel mismo tiempo, cada país con su propia peripecia, son años en los que hacía falta mucho coraje para cuestionar de palabra y obra las normas tradicionales que regían los comportamientos de las personas, especialmente sus tendencias sexuales. Las historias de amor son por lo tanto más complejas si cabe, tanto más cuanto que emergen diferentes tipos de amor, como el filial y el amistoso, además del romántico.  

Y, en fin, para que nada falte, la cocina recorre la novela como expresión cultural y personal. Hacer pesto, siguiendo la receta de la familia, ayuda a la protagonista a recordar a su tierra natal, además de a construir lazos con esa nueva familia. Para quienes consideran la comida un ingrediente fundamental de la vida, la autora describe con detalle los platos que se degustan en las reuniones familiares. Eso sí, otorgando a la elaboración del pesto un carácter de ritual sagrado y poderoso.  

Francesca Giannone se ha imbuido tanto de su propia narración que se ha reinstalado para vivir en Lizzanello, en donde además de preparar su nueva novela, cultiva su otra gran pasión, la pintura, siempre con un tema favorito y central: las mujeres.