La artista María Primo expone en Casa Árabe su aproximación a las historias en torno a la principal arteria que da vida a Egipto, hoy amenazado por el deterioro de la crisis climática o el turismo de masas

El Nilo es más que un río

La antropóloga María Primo aprovechó su gran experiencia como cooperante en diversos proyectos relacionados con la ecología para, después de un periodo de investigación en Luxor, centrarse a fondo en el Nilo. Puso oído y ojos atentos a las muchas historias que aquel contiene: relatos mitológicos, mujeres faraonas, ladrones de tumbas, construcciones ancestrales y arquitectura vernácula. Especializada en fotografía, Primo plasma en imágenes esas historias en torno a la principal arteria que da vida a un Egipto que hoy cuenta ya con más de 105 millones de habitantes. Si se compara la presión que hoy sufre el gran río con la de hace apenas ochenta años, cuando Egipto apenas contaba con 15 millones de personas, es fácil colegir el peligro que acecha al Nilo.

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 En esa escucha, además de las historias antiguas, Primo también ha detectado las amenazas que se ciernen sobre el río, especialmente el impacto provocado por la crisis climática o el turismo de masas. Capítulo principal de los ingresos del país, el presidente Al-Sisi lo ha priorizado en las gigantescas inversiones en infraestructuras que está llevando a cabo, algo que, como en muchos otros lugares, empieza a estar seriamente cuestionado como uno de los grandes factores que contribuyen al acelerado deterioro del planeta.

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 En todo caso, y como señala la comisaria de la exposición, Blanca de la Torre, “la artista navega con agilidad entre distintas temporalidades que nos trasladan desde siglos remotos al presente, recupera fragmentos de la memoria del pasado egipcio haciendo uso de una sofisticada fusión entre mito y realidad, leyendas y episodios históricos”.

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Estructurada la exposición en bloques conceptuales, la artista se inspira en el Antiguo Egipto para desplazar el enfoque antropocéntrico y revelar cómo, ya entonces, su cosmovisión incluía la empatía hacia lo no humano: los árboles eran sagrados y los animales eran dioses. Esta voluntad animista queda reflejada en una serie de piezas de cerámica en las que realiza representaciones híbridas, realizadas por María Primo en Luxor y en España, conectando así nuestra tradición alfarera y nuestro sustrato cultural árabe. En esos platos ha inscrito inscripciones en árabe: “Nada está conectado a todo, todo está conectado a algo” y “Somos naturaleza, Dios es naturaleza, Dios es amor, la naturaleza ha muerto”.  

La cosmovisión egipcia del universo estaba presidida por la imagen del río central. El Nilo es así un símbolo espiritual representado por la figura de Hapy (Hep), un ser andrógino asociado con el origen de las aguas y con el fenómeno de la crecida anual.

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Como eje articulador, nos remite también a la figura de Hassan Fathy, pionero de la arquitectura sostenible, quién afirmaba que “una puerta no es solo una puerta, sino una frontera entre el mundo exterior e interior”. Fathy, conocido como el arquitecto de los pobres, desarrolló proyectos como el de Gourna, en Luxor, una propuesta utópica de pueblo que surge en 1940 para realojar a sus habitantes, mayoritariamente ladrones de tumbas, hoy día patrimonio de la UNESCO.

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Egipto es una pasión que se desata en cada visitante. Deslumbra por los vestigios de su historia, que muestran su grandeza. El problema es que los visitantes se han convertido en turistas y son legión. Combinar sus ventajas y su indudable contribución al desarrollo del país con el sostenimiento de su naturaleza es su gran reto, como también, al fin y a la postre, de todos los que vivimos en este planeta.