Argelia no consigue frenar la desertificación industrial

Por Ahmed Brahim
Foto: La factoría de Renault en Oued Tlelat, cerca de la localidad argelina de Orán.
 
Argelia es una potencia económica en el Magreb y el conjunto del continente africano. Este gran país de casi 40 millones de habitantes es uno de los principales productores de hidrocarburos en África. Esta condición es una fortaleza pero también  una debilidad para la economía argelina, que es dependiente de las exportaciones de gas y petróleo y carece de un tejido industrial potente y diversificado. El economista Ali Dib comenta para Atalayar que “Argelia es un gigante con pies de barro, tiene una economía que depende en gran medida del Estado y un mercado con reglas del juego que no están claras. Durante demasiados años los dirigentes argelinos han potenciado una economía muy burocrática y de renta, clientelista y poco productiva y competitiva”. La opinión de Dib la comparten muchos economistas en Argelia, pero también responsables políticos del Estado que son conscientes de que el enorme potencial de desarrollo que tiene el país se ve frenado por normas, prácticas y mentalidades del pasado. Las consecuencias de esta política “errónea”, según Ali Dib, es la “desindustrialización” del país norteafricano. Argelia no tiene, salvo en el caso de los hidrocarburos,  una gran industria pesada y parte de la que tenía ha desaparecido; este sector apenas representa el 5% del PIB. Las pequeñas y medianas industrias tienen muchas dificultades para sobrevivir en una economía de mercado intervenida por el Estado, el ahorro nacional es insuficiente y las inversiones extranjeras se enfrentan a trabas legales que limitan su papel. Por ello, en el seno de la clase dirigente, el sector más lúcido intenta imponer al resto sus ideas y objetivos en materia de reindustrialización. Este sector y algunos empresarios modernos creen que la reindustrialización pasa por atraer el capital extranjero y la transferencia de tecnología y promover la actividad sin trabas burocráticas de los hombres de negocios dinámicos y de  los emprendedores nacionales. “No hay otra vía si queremos frenar el desierto industrial en Argelia”, piensa Ali Dib. “La otra vía –advierte Dib- es el subdesarrollo, la dependencia extranjera y de los hidrocarburos y una economía de renta al servio de clanes”. 
 
Esfuerzos y riesgos
El Gobierno de Abdelmalek Sellal ha hecho grandes esfuerzos para atraer las inversiones de grandes multinacionales occidentales, como Renault. La compañía francesa inauguró este lunes pasado su primera factoría en Argelia, cerca de la ciudad de Orán. En una primera etapa, Renault fabricará 25.000 vehículos al año. La fábrica de Oued Tlelat es el resultado laborioso de una negociación económica entre Argelia y Francia que teóricamente beneficia a los dos países, pero a Renault en particular y probablemente a muchas pequeñas y medianas empresas argelinas que quieran hacer negocios en torno a esta gran operación del sector automovilístico francés. Las autoridades argelinas lograron acuerdos con otras empresas extranjeras de la automoción, como la compañía alemana Mercedes-Benz, que empezó a producir sus primeros vehículos militares  4x4 en la factoría de Tiaret (noroeste del país),  y la sociedad china Faw, que firmó un protocolo con las autoridades argelinas hace un año para construir una planta de ensamblaje con una capacidad de producción de 10.000 unidades al año. Pero  “en todas estas operaciones, Argelia corre un riesgo: verse en la obligación de aceptar las condiciones impuestas por las multinacionales para invertir en el país y crear puestos de trabajo. No está claro que Argelia haya salido ganando, el futuro nos lo dirá”, opina el economista Ali Dib. Algunos observadores económicos y políticos y medios de comunicación no entienden, por ejemplo, por qué motivos  la negociación con Renault la llevó a cabo un exministro de Industria argelino, Mohamed Benmeradi, y no representantes del mundo empresarial. Según un comentarista del diario ‘El Watan’, “el único objetivo del exministro ha sido aplicar instrucciones del Gobierno y no negociar un plan de viabilidad económica y empresarial para nuestro país”.  “La voluntad de Argelia está muy clara y la hemos asumido”, dijo el primer ministro Sellal en la inauguración de la factoría de Renault en Orán. 
 
Necesidad de una estrategia
“Está muy bien decir que lo tenemos muy claro, pero creo que no hay que confundir la voluntad y los deseos con los hechos. Argelia tiene que liberalizar su economía, esto es evidente, pero tiene que tener una estrategia y unos objetivos para conseguirlo”, advierte Ali Dib. Además, en el sector de la automoción, cabe destacar que Argelia ya no controla el mercado nacional, esto lo hacen los concesionarios de marcas extranjeras que dictan las condiciones. Es más, el acuerdo de Argel con la Unión Europea (UE) favorece las importaciones  comunitarias y limita la competitividad de los productos argelinos, según denuncian algunos economistas. Para garantizar un mercado al futuro modelo ‘Symbol’ que Renault fabricará en la planta argelina, las autoridades locales tendrán que facilitar el crédito al consumo, probablemente a partir de 2015. “El principal beneficiario será Renault y los bancos argelinos se verán en la obligación de reorientar su política crediticia en función de los intereses de esta multinacional”, vaticina el comentarista de ‘El Watan’. En este contexto, no está claro que la  fábrica de  Renault de Oued Tlelat “marca el nacimiento de una industria del automóvil en Argelia”, como dijo a la agencia APS el presidente de SGO Equipements industriels et agricoles, Bachir Dehimi.  El Gobierno tampoco ha sido capaz de ofrecer unas condiciones atractivas a la inversión de la multinacional francesa, al dejar en manos del Estado el 51% del capital invertido en la factoría de Orán. Es cierto que el Gobierno ha respetado escrupulosamente la normativa vigente en materia de inversión foránea. “¿No sería más razonable cambiar la ley?”, se pregunta Ali Dib. Según un informe del Banco Mundial (BM), el clima de negocios en Argelia no es bueno. El país norteafricano ocupa el puesto número 154 sobre 189 Estados analizados por el BM. La situación de Argelia es mucho peor que en otros países del Magreb como Marruecos y Túnez. En resumidas cuentas, según el experto Ali Dib, “una política económica errónea está acentuando la desindustrialización acelerada de Argelia y convirtiendo a nuestro país en mero consumidor de lo que se produce fuera”.
 
Danone en Marruecos
Por otra parte, el grupo agroalimentario francés Danone adquirió una participación adicional del 21,75% del capital de la compañía marroquí Centrale Laitière por 278 millones de euros, según informó la empresa en un comunicado.  De esta manera, la participación de Danone en la empresa marroquí se eleva con esta nueva adquisición desde el 69,11% que poseía previamente hasta el 90,86%.  Danone se convirtió en 2013 en el principal accionista de Centrale Laitière tras invertir 543 millones de euros. Centrale Laitière es el productor líder en Marruecos con una cuota de mercado de casi el 60% y unas ventas de alrededor de 500 millones de euros en un marcado en rápido crecimiento. Danone y Centrale Laitière han sido socios en Marruecos desde 1953. Francia es el primer inversor en el país magrebí, España el segundo, y comparte con su vecino del Sur el primer puesto en materia comercial. Muchas empresas francesas de sectores muy diversos están instaladas en Marruecos y compiten con compañías españolas y de otros países europeos y occidentales, pero también con firmas de Estados árabes, principalmente del Golfo. Además de la faceta económica, Francia es también un aliado político y militar de Marruecos, aunque las relaciones diplomáticas entre París y Rabat atraviesen en estos momentos una etapa muy delicada, debido al afán de la Justicia gala de perseguir a presuntos violadores de los derechos humanos en el país magrebí. 
 

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