Miles de personas se encuentran en peligro de pobreza extrema mientras el grupo paramilitar Hizbulá despliega un gran arsenal de ayuda médica para combatir el virus

La COVID-19 multiplica la inestabilidad política y económica del Líbano

photo_camera AP/ZEINA KARAM - La gente hace cola frente a un banco en Beirut, Líbano, en medio de una crisis financiera y un bloqueo impuesto por el Gobierno para ayudar a detener la propagación del coronavirus

La pandemia de la COVID-19 ha acentuado una crisis económica ya devastadora y ha expuesto las deficiencias en los sistemas de protección social de Líbano. El país, ya paralizado por la larga crisis política, económica y regional, enfrenta consecuencias catastróficas de la pandemia del coronavirus. Con 677 casos de contagios y 21 muertes en una población de siete millones de personas, el aumento de los casos preocupa, sobre todo, por la falta de medios y de personal en el sistema sanitario.

Según Human Rights Watch, “el bloqueo para frenar la propagación de la COVID-19 ha agravado la pobreza y las dificultades económicas desenfrenadas en el Líbano antes de que llegara el virus”. Millones de los residentes en el Líbano corren en el riesgo de pasar hambre debido a las medidas de cierre relacionadas con la pandemia.

Un vehículo municipal y un oficial dirigen un camión cisterna rociando desinfectante como precaución contra el coronavirus, en Beirut, Líbano, el 2 de abril de 2020

El pasado 15 de marzo, el Gobierno libanés instó a la gente a quedarse en casa hasta, de momento, el 26 de abril. El 1 de abril, el gabinete anunció que distribuiría 400.000 libras libanesas (unos 250 dólares) a las familias más vulnerables, pero no han ofrecido muchos detalles al respecto. El Ejecutivo también anunció el desembolso de 75.000 millones de libras libanesas, unos 28 millones de dólares, para hacer frente a la crisis económica y social derivada de la propagación de la pandemia.

Para Líbano, la doble conmoción del coronavirus y los bajos precios del petróleo se suma la crisis financiera que, desde que estallaran las manifestaciones masivas del año pasado, asola al país. Ya en 2019, el Banco Mundial predijo que la porción de la población del Líbano por debajo de umbral de pobreza aumentaría del 30 al 50% en 2020. La crisis económica existente, que condujo a protestas nacionales de varios meses a partir de octubre, ha dejado a la mayoría de la población con escasos medios para hacer frente a las dificultades adicionales.

Empleados de una empresa de salud pública libanesa con equipo de protección en Beirut, el 24 de marzo de 2020

Asimismo, cabe destacar que en Líbano más del 80% de los trabajadores tienen empleos precarios informales y estacionales con salarios cercanos al umbral de la pobreza. La libra libanesa se ha depreciado alrededor del 50% frente al dólar estadounidense y los bancos han impuesto controles de capital que han impedido las transferencias y restringido los retiros de efectivo en dólares.

Esta evaluación de la libra libanesa ha aumentado drásticamente los precios de productos básicos como alimentos y medicamentos. Según recoge Human Rights Watch, el precio de una canasta de alimentos que contiene productos básicos que debería durar dos semanas para una familia aumentó en más del 25%, desde las 80.000 libras libanesas a 108.000 (70 euros).

El Programa nacional de emergencia de focalización en la pobreza es la principal respuesta oficial ante la crisis, pero los expertos han criticado el programa como inadecuado, ya que no está llegando a los más necesitados.

Voluntarios de Hizbulá clasificando la ayuda alimentaria que será distribuida durante la pandemia del coronavirus, en un centro de los suburbios del sur de Beirut, el 31 de marzo de 2020
Sin remesas, la crisis se agrava

Otro punto importante para tener en cuenta son las remesas. Líbano cuenta con un gran número de personas nacionales en otros países que generalmente envían dinero a casa. Hasta julio de 2019, las remesas totales para ese año habían alcanzado máximos de 3.500 millones de dólares. Generalmente, el envío de remesas se hace a través de empresas de servicios monetarios como Western Union, o se transportan físicamente. Pero al no haber vuelos que lleguen desde Europa o los países del Golfo, ha habido una interrupción importante en la entrada de remesas.

Tradicionalmente, la llegada de remesas ha sido una importante fuente de ingresos para los países en crisis. Pero el recorte en las entradas pone en jaque la economía, no solo de muchas familias, sino también del país. Según cifras de Morgan Stanley, se espera que el PIB del Líbano se contraiga de los 55.000 millones de dólares en 2018 a los 34.400 millones este año.

Un hombre pasa frente a un cartel que muestra consejos para ayudar a la gente a saber cómo prevenir la propagación del coronavirus, en Beirut, Líbano, el 1 de abril de 2020

A finales de marzo, el Banco Central de Líbano emitió un comunicado que permitía a los bancos extender los préstamos a cinco años sin intereses, y aunque el Gobierno libanés ha extendido los plazos para pagar impuestos y facturas de servicios públicos, no ha tomado ninguna medida para suspender los pagos de alquileres o hipotecas.

El Fondo Monetario Internacional ha dicho que pondrá a disposición hasta un billón de dólares en fondos de emergencia para los países que luchan para hacer frente al impacto económico de la COVID-19. El Banco Mundial ya aprobó la reasignación de 40 millones de dólares de un proyecto existente para aumentar la capacidad del sistema de salud de Líbano frente al virus.

Personal de enfermería atiende a un paciente con coronavirus en la UCI del Centro Médico Universitario del Hospital Saint George, en el distrito de Ashrafieh oriental de Beirut, el 2 de abril de 2020
Hizbulá aprovecha la oportunidad

En toda esta crisis sanitaria, social y económica, el grupo paramilitar Hizbulá se ha convertido en un protagonista inesperado. Con el sistema de salud pública de Líbano desbordado, la organización ha contribuido con decenas de miles de médicos y voluntarios, así como ambulancias y equipos para luchar contra la COVID-19. Más de 100 ambulancias, varias de ellas con respiradores; mascarillas con el logo de la organización paramilitar; más de 25.000 personas movilizadas, casi 300 médicos, más de 500 enfermeras, son los números que, según medios locales, ha puesto Hizbulá a disposición del pueblo libanés para hacer frente al coronavirus.

Aunque la organización parece tratar de ayudar al país en un momento de crisis sin precedentes, cabe recordar que su naturaleza es más destructiva que creativa, generando violencia e inestabilidad allí donde operan. Su objetivo, ahora, no sería otro que lograr nuevos adeptos a través de la práctica de “ayuda social”, también entendido como la organización de actividades “humanitarias” para lavar su imagen.

Miembros de la Sociedad Islámica de Salud, un brazo del grupo militante de Hizbulá apoyado por Irán, se preparan para rociar desinfectante como precaución contra el coronavirus, en un suburbio del sur de Beirut

Por su parte, el Gobierno libanés ha agradecido cualquier ayuda que pueda obtener contra la amenaza del coronavirus. Temiendo que los hospitales se vean abrumados, el Ejecutivo cerró las escuelas a finales de febrero y también prohibió los vuelos desde los centros de infección como China, Irán e Italia el 11 de marzo, antes de cerrar por completo el aeropuerto el 18 del mismo mes.

Es probable que la pandemia acentúe la inestabilidad política de Líbano, alimente el conflicto entre las facciones rivales políticas y agrave las ya de por sí altas tensiones entre los ciudadanos libaneses.

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