China acelera su control global de minerales estratégicos

Ante el endurecimiento del clima geopolítico
Minas - PHOTO/PIXABAY
Minas - PHOTO/PIXABAY
  1. Oleada de inversiones internacionales 
  2. Ventana de oportunidad 
  3. Riesgos para Occidente 

En los últimos dos años, la República Popular de China ha registrado la mayor ola de compras de yacimientos en el extranjero desde 2013, una carrera contrarreloj impulsada tanto por la urgencia de asegurar suministros como por el endurecimiento del clima geopolítico en Canadá, Estados Unidos y otros mercados tradicionales.

Oleada de inversiones internacionales 

Según datos de 2023 recogidos por The Economist, las empresas chinas desembolsaron alrededor de 16.000 millones de dólares en proyectos mineros internacionales, sin contar las participaciones minoritarias. Entre los acuerdos más destacados figuraron 5.000 millones en una mina de cobre en Afganistán, 1.000 millones en una explotación aurífera en Ghana y un compromiso de inversión de otros 5.000 millones en Zambia a lo largo de cinco años. Además, adquirieron participación en Tampakan, el mayor yacimiento de cobre de Filipinas.

El cobre se ha convertido en uno de los principales objetivos de estas inversiones, dado su uso generalizado en la construcción, la industria y los vehículos eléctricos. De hecho, más de la mitad del capital que China dedicó a la minería foránea en 2023 fue a proyectos de cobre. Pero no es el único recurso en su punto de mira: los minerales críticos (litio, cobalto, níquel, etc.) también acaparan buena parte de las operaciones.

La República Democrática del Congo (RDC) se ha situado en el centro de esa estrategia, ya que alberga cerca de 6 millones de toneladas de las 11 totales de cobalto que existen en el planeta. Además, sus vetas de cobre tienen una calidad cuatro veces superior a la media mundial. La RDC es también rica en tierras raras y otros elementos vitales, por lo que no sorprende que los inversores chinos dominen allí el escenario minero.

Aún así, China continúa diversificando y ampliando sus inversiones. Un estudio conjunto de universidades de China y Australia reveló que, bajo la Iniciativa de la Franja y la Ruta, las inversiones mineras chinas alcanzaron en 2024 los 21.000 millones de dólares, el nivel más alto desde el lanzamiento de la iniciativa en 2013. 

Tampoco hay indicios de que esta oleada de compras vaya a aflojar pronto. Pese a la creciente preocupación en Occidente por el dominio chino en estos sectores, las grandes compañías de ese país siguen apostando fuerte por hacerse con nuevos activos. Como explicaba Michael Sherb, de Appian Capital Advisory, los grupos chinos saben que “tienen una ventana de oportunidad a corto plazo” y se apresuran a cerrar adquisiciones antes de que la geopolítica complique aún más el panorama.

De cara al futuro, los analistas prevén que la actividad de fusiones y adquisiciones mineras procedentes de China se mantenga a niveles elevados. Entre las operaciones recientes que ejemplifican esta tendencia están los 1.200 millones de dólares que Zijin Mining pagó por una mina de oro en Kazajistán y los 420 millones que el grupo Baiyin Nonferrous invirtió en la mina brasileña Vale Verde. Con estos movimientos, Pekín refuerza su posición como principal motor de la transición energética y tecnológica global.

Mineros en la mina Bayan Obo, que contiene minerales de tierras raras, en Mongolia Interior, China - REUTERS/ ARCHIVO
Mineros en la mina Bayan Obo, que contiene minerales de tierras raras, en Mongolia Interior, China - REUTERS/ ARCHIVO

Ventana de oportunidad 

Expertos que hablaron con el Financial Times coinciden en que las firmas chinas operan contra reloj. Según Michael Sherb, fundador de Appian Capital Advisory, estos grupos son conscientes de que “solo cuentan con una ventana de oportunidad limitada… por eso intentan cerrar el máximo posible de fusiones y adquisiciones antes de que la situación geopolítica se complique”. Esa “geopolítica” alude a la creciente desconfianza que muestran los gobiernos de Europa y Norteamérica hacia Pekín, un clima que está endureciendo las normas de inversión, pese a que Europa valora estrechar la colaboración con China en el ámbito de la transición energética.

Fomentar la rivalidad entre CMOC, MMG, Zijin y otras firmas multiplica la velocidad y el alcance de sus fusiones.Al permitir que varios grupos chinos pujen simultáneamente, el Gobierno presiona al alza los precios de licitación y afina su mejor oferta. Además, estas compañías aceptan menores márgenes y operan en zonas políticamente frágiles —donde multinacionales occidentales no arriesgan capital—, garantizando así la adjudicación de proyectos. Este modelo erosiona la capacidad de negociación de los Estados anfitriones, que acaban cediendo el control de proyectos estratégicos a empresas con respaldo estatal casi ilimitado.

Por último, este patrón de expansión no es aislado: forma parte de una estrategia nacional china más amplia de transición hacia industrias de alta tecnología. Como señaló Christoph Nedopil, director del Griffith Asia Institute, el giro hacia sectores como las baterías para vehículos eléctricos y la energía renovable está empujando a las empresas chinas a buscar control directo sobre los insumos clave. La Iniciativa de la Franja y la Ruta, aunque centrada en infraestructura, ha facilitado este movimiento, y las inversiones mineras siguen siendo una prioridad en esa hoja de ruta geoeconómica.

Riesgos para Occidente 

El dominio chino en extracción y procesado crea un “punto único de fallo” en la economía global. Si Pekín sufre una crisis interna —sanitaria, política o económica— que afecte sus refinerías, todo el mercado de baterías y alta tecnología sufrirá un corte de suministros. Además, su poder de fijar precios en etapas clave del procesamiento (grafito, electrodos, cátodos) limita la capacidad de respuesta de otros actores. Occidente y economías emergentes deben invertir urgentemente en diversificar fuentes, incentivar el reciclaje y apoyar proyectos propios de refinería; de lo contrario, quedarán a merced de decisiones puramente políticas de Pekín.

Solo una estrategia coordinada y multidimensional puede acabar con el riesgo respecto al acceso a minerales críticos. Subsidios a la minería local funcionan a corto plazo, pero sin alianzas con proveedores alternativos (Suramérica, África, India) y sin inversión en capacidad de refinado, Occidente no logra romper el monopolio chino. Al mismo tiempo, la promoción del reciclaje y la investigación en sustitutos químico tecnológicos reduce la presión sobre yacimientos. Gobiernos y empresas deben diseñar un plan de acción que combine incentivos fiscales, acuerdos de cooperación regional y programas de innovación en materiales para asegurar cadenas de suministro más resilientes y competitivas.