Se han cumplido ya más de dos semanas en las que la tensión entre Francia y varios países de mayoría musulmana no ha dejado de aumentar. Declaraciones de parte de responsables políticos de Pakistán, Irán y Turquía, además de anuncios de distribuidoras de alimentación para retirar productos franceses de las estanterías de Kuwait, Qatar y Jordania, no han hecho sino avivar el fuego.
El inicio de la tensión actual se sitúa en el asesinato del profesor francés Samuel Paty a manos de un joven islamista radicalizado de 18 años, tras mostrar caricaturas de Mahoma en una de sus clases. Así, se perfilaron los dos polos en disputa: Emmanuel Macron, por un lado, aludiendo a la libertad de expresión y, por otro, los países antes nombrados condenando la difusión de caricaturas de su profeta por blasfemia al islam. Así, los responsables de estos países han alentado a la población que no adquiera productos franceses.
El boicot ha estado liderado, principalmente, por Turquía y seguido en las calles de varios países como Indonesia, Libia y Bangladesh, entre otros. Este último, llegando a congregar a más de 35.000 islamistas del grupo fundamentalista Hefazat-e-Islam este pasado lunes 2 de noviembre.
Sin embargo, desde Atalayar nos hemos querido preguntar la relevancia de un posible boicot a las importaciones francesas en estos países de Oriente Próximo y Asia y cuán dañino pueda ser para la economía francesa o para la suya propia.

Como ya adelantábamos anteriormente, Turquía ha sido la principal impulsora del boicot a los productos franceses. Pero, ¿qué relevancia tiene cada una de las dos economías en la otra?
La Unión Europea (UE) es el principal socio de Ankara: representa el 43,22% de las exportaciones totales de Turquía y el 31,79% de las importaciones. Alemania es el país europeo del que más importaciones recibe y Francia el tercero. Sin embargo, este último baja al octavo puesto si se contabilizan otros países no pertenecientes la UE. Los principales productos franceses presentes en Turquía, para datos de 2018, estaban relacionados con el sector del transporte, la maquinaria y la electricidad. Así, las importaciones francesas en Turquía supusieron un total de 7.000 millones de dólares, un 3,32% de las importaciones totales.

En cambio, si nos fijamos en Francia, la relevancia que Turquía tiene en su economía es mucho menor. Si bien la economía turca depende en un 3,32% de los productos franceses, Francia lo hace en un porcentaje menor: un 1,24% de las importaciones totales contabilizadas en el país europeo. Francia, al igual que Turquía, tiene el foco puesto en Europa y en su principal socio, Alemania, aunque con una dependencia mayor, en torno al 60%.
Sin embargo, el punto a destacar aquí reside en una mayor dependencia de Turquía hacia Francia que viceversa. Aun así este es el caso particular de Turquía y a pesar de ser el país que más presión haya hecho en dirección al boicot de los productos franceses, no es el único. Pasemos, entonces, a analizar el conjunto de naciones situadas en el norte de África y Oriente Próximo, región con mayor concentración de países de mayoría musulmana.

Si nuevamente se pusiera el foco en las importaciones de esta región, se podría comprobar que Europa y Asia central ocupan un puesto privilegiado con un volumen total de 255.000 millones de dólares. El caso que aquí interesa es la relevancia de Francia en la región y, por el lado de las importaciones, Francia es el noveno país que provee a la región. La situación también resulta favorable para Francia en este caso pues la región importa más de lo que exporta al país europeo.
Así, este grupo de economías depende, en términos generales, de ciertos productos franceses que se basan en su mayor parte en maquinaria y electricidad, productos químicos y transporte, según recoge el Banco Mundial.

Con ello lo que se pretende transmitir es el mayor impacto que pueda tener en economías del mundo musulmán frente al impacto en Francia. Aun así, la región supone un mercado de cerca de 550 millones de personas y la patronal francesa no quiere renunciar a tal magnitud, siendo la cuarta región donde terminan sus exportaciones. En esta línea, la patronal mostró su preocupación y apoyo a Macron, además de pedir a las empresas francesas resistir al boicot, según recogió EFE el pasado 26 de octubre.
Lo destacable de los datos recogidos de la región norafricana y de Oriente Próximo es la cercanía entre Francia y Turquía. Del primero se sabe que para datos de 2018 importó un valor de 25.000 millones de dólares en mercancías y servicios, mientras que el segundo 22.000 millones. Asegurándose así el 9º y 10º puesto, respectivamente.
El recorrido de la influencia de Ankara en el último tiempo se ha visto aumentada en países vecinos y de la región. La política del presidente Recep Tayyip Erdogan de participar en incursiones militares en países como Irak (2008, 2015), Siria (2016, 2017 y 2018) y Libia (2019), además del afán por crear bases militares en el Golfo y en África, puede que sea explicativo del enfrentamiento actual con París. De manera que si el boicot fuera efectivo en la totalidad de países de mayoría musulmana la influencia de Francia caería para así aumentar la de Ankara.

Sin embargo, de todo ello nada se puede asegurar. Y más con las últimas declaraciones de mano del ministro de Exteriores de Emiratos Árabes Unidos (EAU), Anwar Gargash. "Hay que escuchar lo que realmente dijo Macron en su discurso: no quiere la inclusión en guetos de los musulmanes en Occidente y tiene toda la razón", afirmaba en una entrevista al diario alemán Die Welt. Otros países como Mauritania y Marruecos, ambos con una fuerte presencia francesa en sus transacciones comerciales –más el segundo que el primero–, han mostrado su indignación y crítica a las acciones tomadas pero sin mencionar al país galo, ni promover un boicot a sus productos.
Así, toda una diversidad de respuestas que hace difícil qué esperar de las tensiones actuales. No hay que olvidar que ninguna restricción ha sido impuesta por parte de los gobiernos de ningún país a los productos franceses. Solo se habla de un boicot en manos de los ciudadanos. Sin embargo, no se puede subestimar el poder del conjunto de consumidores y empresarios y el efecto que puedan tener finalmente sobre la importación francesa.