Dimite al frente del PJD el islamista Saad Eddine El Othmani tras la debacle electoral

El Ministerio del Interior marroquí prohibió en 2016 la publicación de sondeos o encuestas electorales con el objetivo de “preservar la credibilidad y transparencia del proceso”. Aunque lo más probable es que ninguna hubiera sido capaz de predecir el revés de proporciones históricas que han supuesto los comicios para los islamistas moderados del Partido Justicia y Desarrollo (PJD). La formación, que cargaba con el cartel de favorita, ha perdido 113 escaños en la Cámara de Representantes y ha visto diluida su implantación territorial con la pérdida de numerosas alcaldías.
El partido ha pasado de ocupar 125 escaños a conseguir tan solo 12 en un lapso de cinco años, compartiendo la octava posición de la Cámara Baja con fuerzas irrelevantes. Ni siquiera el hasta ahora primer ministro, Saad Eddine El Othmani, ha obtenido representación parlamentaria. Se ha quedado sin plaza en mitad de una metamorfosis que ha convertido al PJD en un ente insustancial en el tablero político marroquí. El resultado pone fin a una década de dominio islamista en el país norteafricano.
Los hechos acaecidos en las últimas horas han puesto contra las cuerdas a Saad Eddine Othmani. El ya ex primer ministro ha anunciado este jueves su dimisión de la secretaría general del partido tras los pésimos resultados y la avalancha de críticas dentro y fuera de su formación. La cúpula del partido, figuras próximas al propio Othmani, han secundado la decisión de su jefe y también han decidido abandonar sus puestos dentro del organigrama del PJD.

Abdelilá Benkirán, quien fuera jefe del Ejecutivo entre 2011 y 2017 al frente del Partido Justicia y Desarrollo, ha entrado en escena para exigir la dimisión de Saaeddine Othmani como líder de la formación islamista. “En estas condiciones difíciles, el secretario general debe asumir sus responsabilidades y dimitir”, ha sentenciado a través de sus perfiles en redes sociales. A pesar de no ostentar ningún cargo orgánico dentro del partido, Benkirán conserva la autoridad que le otorga haber sido la figura política más popular y respetada del país. Era el único capaz de congregar a 20.000 personas en un mitin y seducirles con su oratoria.
En marzo de este año, Benkirán suspendió su militancia del partido por las profundas discrepancias con el Gobierno. Un Gobierno dirigido por su propio partido. Además, el carismático líder islamista venía de abandonar la jefatura del Ejecutivo en 2017 después de ganar los últimos comicios. El dilatado bloqueo institucional, un periodo de cinco meses sin formar gabinete, fue el motivo que empujó al monarca Mohamed VI a despojarle de su cargo y nombrar a Saad Eddine El Othmani como reemplazo.
Cuatro años después de la abrupta salida de Benkirán, el peor de los escenarios auguraba una pérdida de 40 escaños para los islamistas. La aprobación en mayo de una controvertida ley electoral que modificaba el escrutinio y la eliminación del número mínimo de votos para obtener representación en el Parlamento perjudicaron al PJD. Las medidas iban destinadas a atomizar el Parlamento y reducir la autoridad de la institución, adujeron los partidos mayoritarios de la Cámara. No obstante, el más pesimista de los pronósticos se ha quedado corto.

El partido, de tan solo 14 años de historia, llevaba una década gobernando de forma ininterrumpida en Marruecos, respaldado en su mayoría por las clases medias residentes en zonas urbanas. En esta ocasión, el electorado no ha correspondido. La formación viene exponiéndose en los últimos meses a un periodo de desgaste y divisiones internas provocadas por la ejecución de una serie de medidas impopulares entre sus militantes, como la normalización de las relaciones con Israel, la legalización del cannabis con uso terapéutico o la regularización del francés en la educación primaria.
Benkirán echó un capote a su sucesor en el tema de las relaciones con el Estado judío. El ex primer ministro declaró que aquella era “una decisión tomada por Su Majestad”, en alusión a Mohamed VI, y agregó que el monarca siempre toma “decisiones adecuadas”. Un testimonio que sorprendió a propios y extraños, ya que es notoria la tensa coexistencia del líder islamista con el rey de Marruecos. Además, el grueso de la formación defiende la causa palestina. Por el contrario, Benkirán no fue tan comprensivo con la regulación del cannabis, una medida que voló los puentes de su relación con El Othmani.
El pésimo resultado de los islamistas contrastó con el auge de la Agrupación Nacional Independiente (RNI). La formación liderada por el magnate y hasta el momento ministro de Agricultura, Aziz Akhannouch, registró una subida de 60 puntos, obteniendo un resultado de 97 escaños en el Parlamento. Aunque lejos de la mayoría absoluta, en su mano está ahora la formación de Gobierno. El RNI tendrá que pactar con otras formaciones, sin embargo, la cabeza del Ejecutivo será suya. Es previsible que Akhannouch ejerza como primer ministro a pesar de haberse postulado ‘a priori’ para la Alcaldía de Agadir.

La fuerza de centroderecha, conocida por su logo como “El Partido de la Paloma”, viene de ser el socio junior de la coalición de Gobierno con 37 escaños. La pequeña formación cuenta entre sus filas con perfiles tecnócratas, reconocidos empresarios y altos funcionarios del Estado. En este sentido, la cabeza visible del RNI guarda una estrecha relación con el rey Mohamed VI, por lo que el Palacio Real estaría satisfecho con el resultado arrojado por las urnas.
“No venimos a luchar contra otro partido, una ideología o una corriente”, declaró el nuevo jefe del Gobierno tras conocer los resultados. Con su eslogan de campaña “Te meceres algo mejor” escrito en árabe marroquí en lugar del árabe tradicional, el RNI sedujo a los votantes desencantados con la clase política y consiguió desbancar al PJD de sus teóricos centros de poder. El partido plantea un robustecimiento del sector público, con destacadas propuestas en materia sanitaria y apuestas por las políticas de natalidad. Al tiempo, la formación tratará de liberalizar y dinamizar las instituciones.
Por su parte, el secretario general y candidato del Partido de la Autenticidad y la Modernidad (PAM), Abdellatif Ouahbi, aseguró que el resultado de las elecciones constituye “una victoria para la democracia, nuestras tradiciones y el modelo marroquí”. El líder de la segunda fuerza del Parlamento anunció que en los próximos días mantendría una reunión con el núcleo duro del partido para evaluar los resultados y dar comienzo a las negociaciones. En cualquier caso, Mohamed VI controla los “ministerios de soberanía”, las carteras de Interior y Exteriores, Defensa y Asuntos Islámicos. También mantiene la potestad de designar al primer ministro. El resto está en juego.

El titular de la cartera de Interior, Abdelouafi Laftit, declaró que la jornada electoral se había producido sin incidentes y en un ambiente de completa normalidad y la Embajada de Estados Unidos en Rabat felicitó a Marruecos por el desarrollo de la votación. Sin embargo, la formación islamista denunció fraude electoral, vinculado a una serie de irregularidades, compra de votos y agresiones contra los apoderados del PJD en las inmediaciones de los colegios electorales. Habrá que esperar, en todo caso, a las conclusiones de los observadores internacionales sobre el terreno, que se pronunciarán en los próximos días.
La tasa de participación subió ocho puntos hasta situarse en el 50,35% a nivel nacional. Un total de 8,7 de los 17 millones y medio de los marroquíes inscritos ejercieron su derecho a voto. La afluencia de ciudadanos a los colegios electorales fue, como es habitual, masiva en las provincias sureñas, donde la tasa de participación alcanzó el 66,94% en la región de El Aaiún-Saguía el-Hamra, el 63,76% en la región de Guelmim-Río Noun y el 58,30% en la región de Río de Oro-La Güera. Todo ello teniendo en cuenta la situación epidemiológica.
La momentánea desaparición del PJD podría pasar factura a Marruecos, según algunos expertos. El partido ha construido una fuerte estructura, insondable aún para el resto de las fuerzas políticas actuales. Además, la formación ha integrado en el sistema al sector islamista que, sin representación, puede verse huérfano y buscar otras opciones más allá de las vallas constitucionales impuestas en Marruecos. De alguna manera, el PJD ha aportado cierta legitimidad y estabilidad al país, y su desintegración podría afectar al Reino alauí. Se abre una nueva etapa.