Estados Unidos endurece las condiciones a Irán para retomar el acuerdo nuclear

Natural de Brooklyn, Barry Rosen viajó por primera vez a Irán en 1967 para una estancia de dos años como voluntario del Cuerpo de Paz. La nación persa atravesaba entonces un periodo de aparente estabilidad marcado por la coronación del Shah Mohammad Reza Pahlaví. Un emperador próximo a Occidente que intentó modernizar el país cuyo reinado no hizo sino azuzar el descontento y ampliar la brecha de desigualdad, irritando a los religiosos y creando un caldo de cultivo perfecto para el estallido revolucionario.
Rosen volvería a Irán una década después, esta vez como agregado de prensa de la Embajada de Estados Unidos. Aquel país que consideraba su segunda casa había cambiado y los tiempos de decorados boyantes se habían convertido a todas luces en una atroz dictadura. Los constantes rumores de alzamiento contra el Emperador hacían presagiar una revolución inminente. Y cuando estalló, Rosen se encontraba en el peor lugar posible: la Embajada estadounidense. El marcado antiamericanismo de los revolucionarios se volvería en contra del edificio y sus inquilinos.
Barry Rosen sería una de las 52 personas retenidas a la fuerza por un nutrido grupo de estudiantes iraníes durante 444 días. El secuestro de la Embajada constituiría uno de los acontecimientos históricos más destacados de la segunda mitad del siglo XX, y el propio Rosen acabaría siendo uno de los protagonistas de la denominada crisis de los rehenes. Allí sería sometido a constantes amenazas, simulacros de ejecución y torturas. Una experiencia que le vincularía de por vida a la causa de los rehenes.

41 años después de su liberación, Rosen ha reaparecido para defender a los que atraviesan una situación similar a la que él mismo experimentó. Hoy, al frente de Hostage US, una fundación que garantiza que “los rehenes estadounidenses, los detenidos por error y sus familias reciban el apoyo y la orientación que necesitan para sobrevivir al desafío de un secuestro”, el diplomático ha influido en las negociaciones nucleares en Viena.
“Voy a iniciar una huelga de hambre para exigir la liberación de todos los rehenes retenidos por Irán”, anunció a través de Twitter. Después de cinco días sin ingerir alimentos y vagando por las calles de la capital austríaca, el diplomático de 77 años puso fin a su huelga de hambre antes de conseguir su cometido: que Estados Unidos pusiera como condición para reactivar el JCPOA la liberación de cuatro ciudadanos estadounidenses que Washington asegura tener como rehenes en Irán.
El enviado especial de Estados Unidos para Irán, Robert Malley, mantuvo un encuentro con Rosen donde reconoció sus demandas y le instó a abandonar la huelga de hambre. En este sentido, Malley reconoció que la liberación de los ciudadanos extranjeros retenidos en Irán, a pesar de ser una cuestión paralela a las negociaciones en Viena, constituye uno de los ejes vertebrales para la reactivación del acuerdo nuclear.

Al ser preguntado por la cuestión, el diplomático reconoció que ambas cuestiones “están separadas”, pero para Washington sería complicado reanudar el pacto de 2015 “mientras cuatro estadounidenses inocentes están retenidos como rehenes por Irán”. Malley reconoció a Reuters que es “poco probable” que Estados Unidos alcance un acuerdo con la República Islámica en esta situación. Una nueva condición que, hasta el momento, había sido excluida de las negociaciones.
Tanto es así que el equipo legal del empresario iraní-estadounidense Siamak Namazi, uno de los detenidos en Irán, reveló a Reuters que altos cargos de la Administración Biden han reiterado a los abogados que la reactivación del JCPOA y la liberación de los rehenes son causas independientes que deben ser negociadas por vías paralelas. Un hecho que revela el cambio de parecer, orientado a ejercer presión sobre Teherán.
La Guardia Revolucionaria iraní ha detenido a decenas de personas extranjeras o con doble nacionalidad, en su mayoría acusadas de espionaje. Entre los rehenes se encuentran Robert Levinson, un agente retirado del FBI detenido mientras trabajaba para la CIA en Irán; Jason Rezaian, periodista del Washington Post de origen iraní; Amir Hekmati, un ex infante de marina nacido en Arizona; y Saeed Abedini, un pastor cristiano. Y a esta lista se añaden otros ciudadanos británicos, franceses, alemanes, austriacos y suecos.

A pesar de la escasa probabilidad de reanudar el acuerdo a juicio del principal negociador estadounidense, el ministro de Exteriores iraní, Saeed Khatibzadeh, mostró una perspectiva radicalmente opuesta del estado de las negociaciones en Viena: “Durante el último mes el proceso ha estado avanzando de forma constante y lenta y estamos ahora más cerca que nunca de lograr un acuerdo”, trasladó el jefe de la diplomacia persa.
Eso sí, Khatibzadeh rechazó de plano las exigencias de Washington para la liberación de los ciudadanos estadounidenses, alegando que los presos han sido juzgados por tribunales competentes por haber cometido delitos. Y devolvió el envite mostrando su preocupación por la situación de los iraníes en territorio estadounidense: “Nuestros ciudadanos han sido hechos rehenes en Estados Unidos a causa de las sanciones ilegales”.

Las delegaciones han celebrado hasta la fecha ocho rondas de negociaciones. La llegada a la presidencia de Ebrahim Raisí, el exjefe de la judicatura iraní y principal exponente de la línea dura del régimen, llevó las conversaciones de vuelta a la casilla de inicio y desbarató algunos puntos preliminares acordados. Sin embargo, la fluidez ha sido la tónica general de estas últimas semanas y el resto de los miembros –Alemania, Francia, Reino Unido, China y Rusia– ven próxima la reanudación del JCPOA.
Irán continúa negándose a mantener reuniones directas con Estados Unidos, y los mensajes entre ambas delegaciones deben ser transmitidos por intermediarios. Preguntado por si Washington y Teherán celebrarían encuentros bilaterales, Robert Malley declaró no saber nada al respecto, pero que “acogerían con agrado” la decisión. Un síntoma de que, pese a los equilibrios de poder mostrados con la cuestión de los rehenes, las negociaciones siguen en marcha.