Washington ha acusado a Rusia en repetidas ocasiones de injerencia electoral y ataques cibernéticos. Sin embargo, el presidente Vladimir Putin señala que “se trata solo de acusaciones infundadas”. A pesar de ello, actualmente Rusia está sujeta a sanciones por sus “campañas de ciberespionaje, intentos de influir en las elecciones y otras agresiones”.
Sin ir más lejos, el miércoles 7 de julio, la compañía estadounidense Kaseya sufrió recientes ciberataques que han afectado a más de 1.500 empresas internacionales, incluyendo escuelas y guarderías (Nueva Zelanda). La compañía de ciberseguridad Huntress Labs, definió el ataque como “colosal y devastador”, aunque causó un “daño mínimo” a Estados Unidos, según afirmó el presidente, Joe Biden.
El grupo REvil, vinculado con Rusia, es señalado como responsable. A pesar de la falta de certeza respecto a la atribución del ataque a Putin, “Jen Psaki, portavoz de la Casa Blanca, aseguró que si el Gobierno ruso no puede o no quiere tomar medidas contra los actores criminales que residen en Rusia, tomarán medidas o se reservarán el derecho de actuar por su cuenta”. (Atalayar)
“Pese a las declaraciones desde Moscú con la intención de desligarse del ciberataque, este suceso podría tensar todavía más las relaciones entre Estados Unidos y Rusia.

Además de este reciente ataque, el 1 de julio, los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos acusan al Ejército ruso del robo de direcciones de correo electrónico e información, que afectó a agencias en todo el mundo, pero sobre todo a Parlamentos de países europeos. Mismo grupo que intervino durante la campaña a las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2016, según publica la BBC.
La última escena protagonizada por Rusia tuvo lugar ayer, 8 de julio. Pedro Sánchez visitaba las tropas españolas destinadas en la base aérea de la OTAN en Šiauliai (Lituania). La rueda de prensa del presidente del Gobierno español y el presidente lituano Gitanas Nausėda, fue interrumpida debido a la presencia de dos aviones rusos Su-24 que sobrevolaban ese mismo lugar.
La gravedad de este acontecimiento fue la violación del espacio aéreo de la República báltica por las tropas rusas, actos catalogados como frecuentes. Tras enviar dos cazas españoles a la búsqueda de los aviones rusos, la comparecencia continuó unos minutos después sin incidentes.

Después de los disparos de advertencia rusos al destructor británico HMS Defender, los Ejércitos de otros países miembros de la OTAN han comenzado maniobras militares en el mar Negro en la misión Sea Breeze 2021. Entre los países que participan se encuentran Japón, España, Israel, Italia, Francia y Marruecos. Para Estados Unidos, el gran número de participantes en el ejercicio demuestra el “compromiso compartido de garantizar el libre acceso a las aguas internacionales”.
Además de los enfrentamientos electrónicos, Estados Unidos se ha unido a las operaciones llevadas a cabo en esta región que, desde la crisis de Ucrania, se ha convertido en un foco de tensiones entre la OTAN y Rusia. Sobre todo, tras el incidente entre Rusia y Reino Unido en la costa de Crimea. El buque británico había navegado hasta tres kilómetros por aguas reclamadas por Rusia y había sido intimidado por las tropas rusas tras avisarle de que se usaría armamento si rebasaba la frontera de la Federación Rusa.
El mar Negro separa ambas regiones, bañando las costas de varios miembros de la OTAN, como Bulgaria, Rumania y Turquía. Por lo tanto, es un punto de encuentro entre las tropas rusas y las occidentales. Según explica Mark Simakovsky, miembro del Atlantic Council, este mar “crea el potencial de una explosión en la tensión entre Estados Unidos y Rusia”.

La relación entre estos dos países nos muestra una situación conflictiva que se retroalimenta constantemente. Por un lado, Rusia no cesa sus campañas cibernéticas para desestabilizar los países occidentales y a sus vecinos de Europa del Este. Por otra parte, los Estados miembros de la OTAN, liderados por Estados Unidos, responden ante las amenazas rusas apoyando y defendiendo a los países miembros, y sobre todo a las repúblicas bálticas —Estonia, Letonia y Lituania—, incluyendo los países del Este, Rumanía, Bulgaria, Eslovaquia y Eslovenia.
Además, tras la adhesión del último miembro, Macedonia del Norte, en marzo de 2020 a la Organización Atlántica, Georgia es un potencial futuro miembro de la organización. Este país “se convirtió en aspirante en 2017 y desde entonces ha desarrollado maniobras conjuntas con países de la organización. Además, tal y como señala EFE, más del 70% de los ciudadanos del país apoyan el ingreso en la OTAN, y más después de la guerra ruso-georgiana de 2008”.

Sin embargo, a Rusia no le conviene este acercamiento que supondría una injerencia mayor de la OTAN en el mar Negro, que como hemos analizado anteriormente, es un lugar estratégico entre ambas regiones.
A pesar de esta incertidumbre constante en cuanto a las relaciones entre Rusia y los países de Europa, incluyendo a su “representante”, Estados Unidos; ambos líderes políticos, Joe Biden y Vladimir Putin, mantienen reuniones en los momentos de mayor tensión que restablecen las relaciones diplomáticas, o más bien, rebajan las tensiones incesantes: Ucrania, Bielorrusia, las maniobras rusas en el Ártico, el encarcelamiento del opositor Alexei Navalny, los ciberataques y la interferencia rusa en las elecciones, entre muchas otras cuestiones.