Diez años de sombras en Yemen obligan a Arabia Saudí a buscar luz en la diplomacia

- Fracasos estratégicos y el costo de la guerra
- La percepción de Irán y los hutíes
- Consecuencias internas y cambios recientes
- La guerra de Gaza y el futuro de los hutíes
Cuando el presidente yemení solicitó ayuda internacional en 2015 no imaginó que, diez años después, la guerra solo traería desgaste.
Con la premisa de derrocar a los hutíes liderados por Abdul Malik Al-Houthi, Arabia Saudí entró de lleno en la guerra con Yemen para la restauración del presidente reconocido por aquel entonces, Abd Rabbuh Mansur Al-Hadi.

“He pedido a nuestros hermanos que intervengan para salvar Yemen de una guerra civil y el colapso total”, señaló Abd Rabbuh Mansur Al-Hadi, presidente yemení reconoció mediante una carta al Consejo de Seguridad de la ONU en marzo de 2015.
Riad percibía a la que ahora es considerada una organización terrorista como una amenaza controlada por Irán, motivo suficiente para que Arabia Saudí, en alianza con Estados Unidos y Reino Unido, comenzara una incursión militar con la idea de solventar el conflicto en seis semanas, pero que acabó prolongándose por más de una década.
“No permitiremos que una milicia apoyada por Irán tome el control de Yemen”, señaló Adel Al-Jubeir, ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí en 2015, durante una conferencia de prensa en Washington en marzo de ese mismo año.

Si bien es cierto que la incursión rápida terminó por estancarse, durante las primeras etapas del conflicto, las fuerzas aliadas de Estados Unidos, Reino Unido y Arabia Saudí pudieron detener los avances hutíes hacia el sur del país.
Pero no fue hasta la toma de las ciudades de Adén y Mukalla, esta última en manos de los terroristas de Al-Qaeda, cuando la expansión militar liderada por Riad tuvo verdaderas consecuencias en la región. La detención de los hutíes será una de las pocas victorias que se anotaría la alianza saudí contra los hutíes.
“Estamos comprometidos con restaurar la estabilidad en Yemen, sin importar el tiempo que tome”, declaró Mohamed Bin Salman, príncipe heredero de Arabia Saudí, en una entrevista en la televisión nacional saudí durante las primeras fases del conflicto en mayo de 2016.

Fracasos estratégicos y el costo de la guerra
El conflicto está estancado. Tanto por el bando hutí como saudí las derrotas se consumaban a partes iguales; sin embargo, tras meses de conflicto, los hutíes consiguieron mantener el control de Saná, la capital de Yemen.
Mientras tanto, la devastación humanitaria no cesaba. Arabia Saudí y sus aliados atacaban con todo a la organización. Incursiones militares de todo tipo, sanciones y bloqueos internacionales estaban devastando a la población yemení, pero no a los hutíes. ¿Consecuencia? Más de 375.000 personas perderían la vida por hambre y enfermedades.

El destrozo estaba siendo total. En los primeros años de guerra, se calculó que el 70 % de la infraestructura estratégica de Yemen quedó aniquilada, sin embargo, la resistencia hutí comenzaba a hacer mella en el Gobierno saudí, ya que “ni por lo civil, ni por lo criminal” estaban logrando los objetivos planteados como motivo de la incursión.
“Nos enfrentamos a una agresión injusta, pero Yemen no se rendirá ante la coalición extranjera”, indicó Mohamed Ali Al-Houthi, líder hutí y figura clave del movimiento Ansar Allah, en su famoso discurso transmitido por Al-Masirah en abril de 2015.

La prolongación del conflicto comenzó a ser un verdadero quebradero de cabeza para las autoridades saudíes que, en 2023, ocho años desde que comenzara el conflicto, mediante la actuación de China trataron de restablecer las relaciones con Irán para poder poner fin a la guerra.
Estas reuniones con China sirvieron para que por primera vez se comenzara a valorar si el coste político y económico de la guerra merecía o no la pena. Como consecuencia, las relaciones con Yemen se situaron en un punto muerto que logró la desescalada militar y dio paso al diálogo y la vía diplomática.

La percepción de Irán y los hutíes
A pesar del acercamiento entre saudíes e iraníes que logró rebajar las tensiones, Riad nunca se bajó de su postura de que los hutíes eran un arma de Irán para desestabilizar la región. Incluso para muchos políticos de Arabia Saudí, los hutíes eran considerados unos “títeres en manos de la República Islámica de Irán”.
Una consideración que, si bien no es del todo cierta, no se alejaba de la realidad, ya que se demostró que era el Ejecutivo iraní quién estaba detrás del armamento y apoyo militar que recibían los hutíes para combatir con la alianza saudí.

Sin embargo, no se logró demostrar nunca que fueran los iraníes quienes controlaban al completo la organización, un hecho que fue clave en las conversaciones mediadas por China para que Arabia Saudí frenase la incursión militar.
Los hutíes, liderados por Abdul Malik Al-Houthi,, siempre aludieron a que su objetivo era defender los intereses de Yemen, no los de Irán. En especial, los hutíes querían lograr el control sobre las tribus yemeníes y lograr el poder. Aunque, de forma paradójica, las incursiones militares de Arabia Saudí tuvieron un efecto totalmente contrario: unir aún más a yemeníes e iraníes.
Consecuencias internas y cambios recientes
Además de la consolidación de los hutíes en Yemen, el espectro político del país quedó totalmente fragmentado, en lo que se consideran los peores años en la historia de la política yemení. Con el Parlamento fracturado, un presidente que no puede ejercer su poder y con rebeldes y tribus controlando diferentes facciones y territorios del país, el Gobierno legítimo se quedó sin autoridad real.
La huida de la mayoría de los miembros del Gobierno a Riad, capital de Arabia Saudí, generó controversias puesto que una parte de ellos se quedaron en Adén, ciudad desde la que el Gobierno mandaba y ordenaba las operaciones militares de sus aliados durante los años de incursión militar.

“El conflicto en Yemen no tiene solución militar. Solo el diálogo puede abrir la puerta a la paz”, Martin Griffiths, enviado especial de la ONU para Yemen, durante un discurso ante el Consejo de Seguridad de la ONU, 2018.
Unos hechos que degeneraron en conflictos internos muy severos que alcanzaron tintes internacionales, debido a la influencia de tantos países en el conflicto, que terminó con profundas divisiones internas y finalizó con la pérdida de la soberanía de algunos territorios del país por parte del Gobierno central.
Cierto es que las conversaciones entre los Gobiernos de Irán y Arabia Saudí ayudaron a reducir las tensiones a nivel regional y también a nivel global. Hasta tal punto, que ambos dejaron de rivalizar por los hutíes priorizando así proyectos nacionales de ambos países como la Vision2030 de Arabia Saudí.

La guerra de Gaza y el futuro de los hutíes
La incursión de Hamás en Israel el 7 de octubre de 2023, que acabó con la vida de más de 1.200 personas y el secuestro de más de 250, cambió por completo el tablero de juego. De nuevo, una organización apoyada por Irán ponía en jaque los intereses de la región.
Sin embargo, los hutíes, conocedores de las consecuencias, contuvieron su apoyo a Hamás hasta que Israel y Estados Unidos oficializaron la entrada de estos en la lista de organizaciones terroristas.
A partir de ahí, las hostilidades comenzaron mediante el lanzamiento de misiles desde posiciones yemeníes a Israel que terminaron con la muerte de varios líderes terroristas. Pero para las autoridades saudíes estos actos no deberían llevar a la guerra como en 2015, y decidieron no tomar acciones militares contra los hutíes, sino que se postularon como la solución diplomática al conflicto, tal y como China actuó en el pasado.

“Lo que comenzó como una intervención prometida de seis semanas, se convirtió en una década de destrucción para Yemen”, Afrah Nasser, investigadora y periodista yemení, para el Centro Árabe en Washington en 2023.
No obstante, desde el bando hutí, fuertemente unido a Irán como consecuencia de la guerra, se ha obtenido un fuerte protagonismo en la región que les ha permitido poder bombardear barcos en el mar Rojo e incluso forzar a Estados Unidos a realizar la mayor incursión naval desde el Desembarco de Normandía que ha costado más de 1.000 millones de dólares al Ejecutivo de Donald Trump, principal interesado en terminar con la organización terrorista, puesto que sería un duro golpe geopolítico y económico a Irán, una de las principales amenazas norteamericanas a día de hoy.

Ante esto, los hutíes han comenzado a diversificar sus alianzas con la búsqueda de nuevos actores internacionales que rivalicen con Estados Unidos, como Irak, Rusia, Somalia, alejándose incluso de los tentáculos de la política iraní. Esto se ha traducido en que, hoy en día, los hutíes son una organización militar independiente con bastante poder y con total legitimidad gubernamental para poder actuar en cualquier frente.