Europa, escenario de la zona gris

La guerra entre Rusia y Ucrania ha servido entre otras cosas para poner de relieve y despertar el interés sobre asuntos que, hasta no hace mucho, o bien pasaban desapercibidos para el común de la población por ser considerados problemas menores o, en el peor de los casos, eran fruto de la “fantasía” de quien alertaba sobre ellos.
Uno de estos temas es el concepto de conflicto en la zona gris, que deriva directamente de lo que se ha venido conociendo como “guerra híbrida”.
En los últimos meses, tanto políticos como medios de comunicación han calificado de “guerra híbrida” los incendios sospechosos y sorpresivos sucedidos en almacenes, en instalaciones eléctricas que paralizan la actividad de aeropuertos fundamentales y a bordo de aviones, el corte de cables submarinos de electricidad e Internet, la interferencia de GPS, las operaciones cibernéticas contra infraestructuras civiles críticas, la destrucción física por “causas accidentales” de complejos industriales relacionados con el ámbito de la defensa y las acusaciones de operaciones de influencia e interferencia electoral.
Las llamadas “amenazas híbridas” o “ataques híbridos”, así como las acusaciones de uso de apoderados para proyectar poder mientras se intenta ocultar la atribución y la responsabilidad jurídica y política, son un síntoma de una evolución preocupante, especialmente en Europa. El entorno geopolítico actual se caracteriza por el aumento de las tensiones entre Estados, un ámbito de seguridad militarizado, la inestabilidad dentro de los países, la proyección de poder a través de una serie de medidas encubiertas y coercitivas y, a escala mundial, un número cada vez mayor de enfrentamientos armados.

Es importante tener en cuenta que cuando nos adentramos en el estudio de los conflictos, a pesar de que haya quien se empeñe en descubrir todo tipo de novedades, vendiéndolas como innovaciones determinantes, por lo general, como suele decirse coloquialmente, “no hay nada nuevo bajo el sol”. Y por desgracia, cuando se trata de matar o atacar al prójimo, el hombre ha aplicado ya casi todas las formas posibles. Lo que podemos observar, sin embargo, es la adaptación de las viejas formas de hacer la guerra a las características o las especificidades del momento en cuestión, con sus avances tecnológicos, sus diferencias culturales, su cambiante moralidad o las nuevas normas. Porque tampoco hemos de olvidarlo, incluso la guerra tiene sus normas, aunque a veces, para algunos contendientes, o para todos, en mayor o menor grado, son poco más que una referencia.
El concepto de “zona gris” ha ganado relevancia en el panorama geopolítico actual, en gran medida por la inestimable ayuda del altavoz mediático siempre ávido de novedades. A modo de resumen, se puede describir esta idea como un espacio ambiguo entre las situaciones de paz y guerra. Sin embargo, no podemos ser tan simplistas, y la situación actual requiere que dediquemos algo más de tiempo y atención a éste.
En un momento en el que la tensión geopolítica no deja de crecer en diferentes áreas, términos como “amenazas híbridas”, “zona gris” y “guerra de proxies” se utilizan con frecuencia para describir operaciones que podemos considerar indeterminadas o confusas, refiriéndonos de ese modo a que discurren sobre los límites entre la paz y el conflicto armado o a que la imposibilidad real o autoimpuesta de su atribución las mantienen en ese limbo al que hemos denominado “zona gris”. Desde los ciberataques contra infraestructuras civiles hasta la destrucción de cables submarinos, pasando por los daños o destrucción “accidentales” en instalaciones de empresas críticas en sectores como el energético o el de la defensa estos actos que también se suelen calificar como acciones de “guerra híbrida” plantean muchas interrogantes sobre sus implicaciones jurídicas y políticas.

Para entender a qué nos estamos refiriendo es importante definir qué es la zona gris. Este concepto se define como el espacio de confrontación entre dos actores, ya sean estatales o no, que se sitúa por debajo del umbral de la guerra declarada, pero por encima de la competencia normal y pacífica.
Del párrafo anterior hemos de sacar una conclusión muy importante: no sólo los Estados operan en la zona gris. Hay otros actores que disponen de las necesarias capacidades y que de hecho lo están haciendo, aunque nosotros nos centraremos en figuras estatales.

Las características esenciales de las acciones en este ámbito son las siguientes:
- Ambigüedad: las acciones en la zona gris suelen ser ambiguas, contribuyen a difuminar o hacer difícilmente distinguible la línea que separa a paz de la guerra.
- Gradualismo: las acciones se desarrollan en forma de escalada, no se busca propinar un golpe contundente y definitivo. Se trata de ir aumentando la gravedad de los efectos de las diferentes acciones de manera gradual.
- Negación: una máxima principal es que los diferentes actores siempre negarán, al menos de manera pública y abierta, la participación directa en las acciones. Esa incertidumbre, aunque en cierto modo esté rodeada de certeza, es uno de los efectos buscados y más eficaces.
- Multidimensionalidad: las acciones en la zona gris se llevan a cabo en todos los dominios, terrestre, marítimo, cognitivo, etc. así como en todos los ámbitos: militar, económico, político...
- Objetivos a largo plazo: las acciones realizadas en este campo están siempre orientadas a la consecución de objetivos a largo plazo.

Como ya se ha señalado, los conflictos en la zona gris no tienen que ser protagonizados necesariamente por actores estatales, aunque nosotros nos estemos centrando en ellos en este momento y, como es de prever, en uno muy concreto. Sin embargo, las motivaciones, no por diversas son diferentes de unos a otros. Estas pueden ser muy variadas, pero vamos a relacionar algunas de las más comunes:
- La búsqueda de la expansión territorial o el incremento de la influencia geopolítica: en este caso, esto no se lograría sólo operando en la zona gris, pero las acciones tendrían como objetivo preparar el terreno y “ablandar” al adversario, incluso influenciando en su población para crear las condiciones óptimas que permitan acciones en los dominios tradicionales más rápidas y efectivas.
- Desestabilizar a un adversario: este tipo de acciones pueden tener como finalidad más que el propio daño físico o material atacar las bases sociales o políticas de un país o una sociedad, de tal modo que dejen de ser un enemigo factible, o bien que lo sitúen en posición de ser manipulable.
- Proteger intereses económicos o estratégicos: si ciertas acciones dañan el tejido industrial o productivo de un adversario de tal manera que tenga un impacto en su economía puede que el atacante tenga como objetivo hacerse con sus mercados, o con su acceso a recursos.
- Promover una ideología o narrativa: las acciones en la zona gris, especialmente las de influencia, suelen tener como objetivo actuar mediante la utilización de grupos afines para la diseminación de mensajes que apoyen determinadas ideologías, bien sea para influir en la vida política del adversario, para posicionar su sociedad a favor o en contra de determinados asuntos (la energía nuclear por ejemplo) que acaben teniendo un impacto mayor en otras esferas como la económica, o bien para reforzar la imagen propia, ya sea de un modo general o bien sobre un suceso concreto.
Si nos fijamos atentamente en estas causas veremos cómo en cierto modo todas están relacionadas entre sí; no son excluyentes.
En el siguiente punto relacionaremos algunos tipos de acciones concretas, y lo importante es que, si miramos a nuestro alrededor, nos deberían hacer pensar. Porque no todo lo que sucede es casual, y no decimos esto con ánimo de ser “conspiranoicos”, término tan de moda actualmente, sino pretendiendo que se conozca la realidad. Y sobre todo que entendamos dos cosas. En primer lugar, que, aunque las balas dejen de silbar en el Este de Europa, eso no significa que el conflicto haya terminado y que Rusia, el causante de esta guerra, y verdadero maestro en operar en la zona gris, dé todo por perdido y por enterradas sus aspiraciones. Seguirá persiguiéndolas, pero de otro modo. Y, en segundo lugar, que no sólo es Rusia quien se mueve en este terreno.

Las acciones más comunes en la zona gris suelen ser:
- Ciberataques: este campo es prácticamente infinito, y podemos encontrar desde ataques a infraestructuras críticas que causen interrupciones en suministros básicos generando caos hasta el robo de datos y propiedad intelectual que pueden utilizarse después para operaciones de influencia, chantajes, operaciones de fuentes de inteligencia clásica o incluso para obtener fondos con los que financiar otras operaciones.
- Operaciones de Información (INFOOPS): todos estamos al tanto de innumerables campañas de desinformación en redes sociales, difundiendo noticias falsas, medias verdades, en definitiva, trastocando la información real con la finalidad de manipular a la opinión pública. Los avances en Inteligencia Artificial hacen que las posibilidades en esta área sean cada vez mayores y más difíciles de identificar. Esto incluye, cómo no, ataques a medios de comunicación convencionales para socavar su credibilidad. No obstante, y aunque las redes sean un modo muy fácil para llevar a cabo estas campañas, no debemos pensar que sólo se orquestan a través de estos canales. Cualquier medio que nos permita difundir información es susceptible de ser utilizado. Es por ello por lo que la financiación de medios de comunicación sea algo común, así como el uso de determinados “think tanks” y expertos para generar informes y análisis que respalden los intereses de un Estado o actor no estatal.
- Acciones de presión económica: desde la imposición de sanciones a países o individuos hasta la denegación de acceso a ciertos servicios por los motivos más variados, con la finalidad de influir en su comportamiento. También podemos observar acciones para influir en los mercados o directamente manipularlos, teniendo como objetivo empresas concretas o incluso la estructura económica de un Estado. Y dentro de estas podemos incluir el capítulo de inversiones estratégicas en sectores clave a través de terceros, de tal modo que se obtenga una vez más capacidad de influencia o control sobre activos clave para la economía, la industria, la política o incluso la defensa.
- Apoyo encubierto a actores no estatales: este tipo de acciones no son nuevas. La Unión Soviética las usó de manera frecuente durante la Guerra Fría. Es más, a más de un lector les resultarán familiares por la cercanía en el tiempo de alguna de ellas. Pueden incluir el apoyo a grupos rebeldes, terroristas o separatistas, proporcionándoles apoyo financiero, militar o logístico, siempre con la finalidad de desestabilizar un país. También es frecuente el apoyo a organizaciones criminales, actividades ilegales como el tráfico de drogas o armas son también vectores muy útiles para provocar descontento, tensiones, influir en la sociedad…en definitiva hacerla tambalear y, en no pocas ocasiones, obtener financiación para otras actividades. De ese modo, siempre es mucho más difícil identificar quien está detrás.
- Operaciones de sabotaje: este tipo de acciones más directas buscan tener un impacto mediático y dañar ciertos sectores productivos o infraestructuras críticas, de nuevo buscando crear el caos y el descontento.

Como vemos, toda la panoplia de acciones mencionadas en mayor o menor medida nos son familiares, y todas ellas tienen un elemento común, fundamental para operar en la zona gris: la negación plausible. Se trata de la imposibilidad casi total de atribuirles un autor real. Y, aun en el caso de que de alguna manera esta atribución sea posible, que la víctima no pueda reconocerlo, pues de hacerlo se estaría obligando a tomar acciones de represalia que podrían llevar a una escalada que, a tenor de la acción original, pudiera ser vista como algo desproporcionado. Evidentemente es un juego muy peligroso, pero precisamente de ahí obtiene su nombre, de esa indefinición que hace que se “juegue”, empleando términos futbolísticos, “por la banda”.

Lo importante, hemos de resaltar una vez más, es que miremos a nuestro alrededor con una mirada más amplia, tratando de entender que cuando un actor estatal de peso como es Rusia no logra sus objetivos de un modo, siempre buscará una alternativa y que, aunque por ahora el enfrentamiento directo no sea una opción, no dudará en seguir actuando para crear las condiciones adecuadas que le permitan llegar a ese choque en condiciones muy ventajosas. La nueva política de defensa y seguridad que se está planteando en Europa, si logramos que se materialice, será algo muy positivo, pero debemos estar preparados para la lucha en esa zona gris, lucha que, como muchos habrán deducido durante su lectura, hace tiempo que ya ha comenzado y a la que nadie, ningún país, empresa, medio de comunicación o individuo, puede ser ajeno.