La ola reaccionaria frente a la inmigración ilegal en Europa está basada más en proteger sus fronteras bajo la premisa de “defender al Viejo Continente de la entrada de traficantes y terroristas” que del intento de salvar las vidas de miles almas que lo único que buscan es el bienestar. Sujetos al mantra del peso demográfico, las políticas occidentales han cumplido más de una década de fracasos legislativos y trámites que no han hecho realidad ni las voluntades de los afectados ni los anhelos de los proponentes.

La migración local siempre ha formado parte de África, ya sea del campo a la ciudad, de un estado a otro o de una región a otra. Esta migración ha moldeado las ciudades y los paisajes del continente, y ha alterado sus sociedades.
El relato falso de la inseguridad se cae por su propio peso. Solo el 8,4% de la inmigración africana y oriental cruza las fronteras europeas, ya sea por tierra o mar.
Aunque la salud es una de las razones de la migración, también puede deteriorarse, entonces, ¿cómo y por qué la gente migró hacia y desde África? ¿Qué beneficios trae la migración, ya sea que ocurra en el continente africano o en otro lugar, para las naciones que la reciben? Preguntas que en Bruselas nadie se plantea, ni nadie responde.

Políticas fallidas
La Unión Europea (UE) y sus Estados miembros están intensificando sus esfuerzos para crear una política de inmigración europea eficiente, compasiva y segura. Establecer las prioridades estratégicas es una responsabilidad clave del Consejo Europeo en este trabajo. El Consejo de la UE establece las estrategias y mandatos para las negociaciones con naciones fuera de la Unión en base a estas prioridades. También aprueba leyes y establece programas particulares. El Consejo y el Consejo Europeo se han unido en los últimos años para forjar una respuesta sólida a la presión de la inmigración.
“El nuevo Pacto sobre Migración es la prueba de que cada vez se pretende más construir muros y reforzar vallas”, Evgenia Thanou, directora general de Médicos del Mundo Grecia.
Según Frederico Soda, director de gestión de emergencias de la Organización internacional de Migración de las Naciones Unidas, “es obvio que el enfoque actual en el Mediterráneo no es viable, y los países deben unirse y abordar las brechas en las operaciones de búsqueda y rescate, evacuaciones rápidas y rutas regulares seguras”. Los Estados miembros de la Unión Europea deben trabajar juntos más estrechamente, mostrar solidaridad y compartir la responsabilidad para abordar la crisis, según Gillian Triggs, Alta Comisionada Asistente para la Protección de ACNUR.

Si se confirma la muerte de unas 800 personas, el hundimiento del barco pesquero frente a las costas de Grecia será uno de los desastres marítimos más mortíferos que se hayan registrado en los últimos años. La UE ha estado tomando medidas para mejorar su control de las fronteras exteriores y los flujos migratorios desde que la crisis migratoria alcanzó su punto máximo en 2015, cuando estaba en su peor momento.
Tras el naufragio, Eric Mamer, portavoz de la Comisión Europea, reconoció que la gestión de la migración es ineficaz y que las instituciones comunitarias deben “llegar a un acuerdo sobre un enfoque global y coherente”. Defendió, antes de asumir que hasta ahora han fracasado: “¿Ya lo hemos logrado? Por supuesto que no. Debemos trabajar con los Estados miembros para asegurarnos de que tenemos las operaciones y medidas operativas más efectivas posibles. Continuamos el trabajo como debe hacerse”.
Las poblaciones humanas se han reubicado en áreas con más recursos (reales o simbólicos), como lo demuestra la historia de la especie. Las estructuras de la economía global han producido áreas masivas de pobreza depravada en África. El resto del mundo no puede seguir actuando como si esto no fuera un problema. Deben abordarse las causas profundas de la injusticia, la pobreza y la violencia, comenzando por Europa.

Flujos migratorios
La migración es ya un proceso demográfico común que afecta a todas las áreas geográficas del planeta, a cualquier período histórico, al propio ser humano desde sus inicios y, sin embargo, en los últimos 15 años, el número de inmigrantes ha aumentado constantemente y se ha vuelto más notorio. Por otro lado, aspectos del proyecto migratorio también han ido cambiando para adaptarse a un nuevo entorno que cambia continuamente.
La globalización progresiva no es el único factor que contribuye al aumento de la migración en todo el mundo y a la interconexión de las diversas áreas geográficas del mundo; es una dinámica que reacciona a varios factores. Entre las causas se incluyen la guerra, la violencia, la desigualdad o la pobreza, entre otras cosas que motivan el dejar su país de origen y buscar una nueva vida. Cabe decir, que hay 740 millones de migrantes internacionales en el mundo y 232 millones internos, según la OIM (Organización Internacional de la Migración).

Para llegar a Europa el flujo de inmigrantes con paso del tiempo ha moldeado diferentes recorridos: la ruta de África Occidental, la ruta del Mediterráneo Oeste, la ruta Mediterránea Central (la más mortífera de todas), la ruta del Mediterráneo Este, la ruta del Oeste de los Balcanes, la ruta circular de Albania y Grecia y la ruta de Europa del Este (en auge debido a la guerra de Rusia y Ucrania).

Si bien las crisis migratorias son atemporales, la inestabilidad de las regiones del sur del “Mare Nostrum” en las últimas décadas ha empujado a millones de familias a abandonar sus casas. Solo en la ruta central del Mediterráneo ha habido 6.779 inmigrantes ilegales en 2023, según estudios de Frontex; 1.799 por la ruta más oriental; y 587 a través de las fronteras que separan la península ibérica del norte de África.

Turquía, Grecia Ucrania y la hipocresía de Europa
Como si de peones en una partida de ajedrez se tratara, los refugiados sirios han sido durante años la moneda de cambio de la Unión Europea en su búsqueda de intereses frente a Turquía. Defenestrados por el norte de Europa, Grecia sirvió desinteresadamente como el escudo de la Unión. Mientras tanto la doble vara de medir de Bruselas salía a pasear. Si bien unos calificaban la llegada de los refugiados sirios como el fin de la cultura y sociedad occidental, a su vez eran los mismos que abanderaban los valores del lema “Welcome Refugees”.

Mientras en Europa -751 millones de habitantes- se rasgaban las vestiduras por acoger a cientos de miles de refugiados (0,7% del total); en Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto -243 millones de habitantes- se daba cobijo a más de 6 millones de refugiados, lo que significó el 48% del total; hecho que dejó en evidencia las carentes políticas de los líderes europeos. No permitir la entrada a los refugiados y, a su vez, quejarse de las miserias que sufrían en los campos donde eran reubicados, no es sino una prueba más de la hipocresía occidental, la cual llegó a su auge con la guerra de Rusia y Ucrania.
La presión sobre la región del Dombás por parte de Rusia provocó lo que se conoció como “la ola de refugiados más grande desde la segunda guerra mundial”.

La problemática que planteó Vladimir Putin a Europa no solo fue un golpe a la OTAN y a la estabilidad global, sino que también fue un golpe bajo a la moral de los lideres de Occidente. Mientras durante más de una década los Estados miembros rechazaban la entrada de refugiados sirios (y africanos), Putin en un solo movimiento dio jaque mate a la diplomacia europea. El mandatario ruso estaba obligando a los Gobiernos de Europa a acoger a los más de 6 millones de refugiados ucranianos. De esta manera el presidente ruso comprometió a Europa frente al mundo árabe y, sobre todo, frente a la Turquía de Erdogan quien se está demostrando un actor clave en la geopolítica y situación global.

Europa es consciente de estas tragedias porque a lo largo de su historia las ha vivido directa o indirectamente. Además, debido a un discurso que retrata a los ucranianos como personas “diferentes y vulnerables” con un sesgo de afinidad europea, la emergencia trae de vuelta los peores casos de discriminación; un preocupante doble rasero está oculto, y que da respuestas a por qué miles de africanos y asiáticos que todavía huyen de sus hogares para salvar sus vidas son relegados a un segundo plano en la narrativa que algunos medios y políticos occidentales han construido sobre la tragedia para suscitar simpatía por las víctimas ucranianas.

De la muerte de Aylan a la tragedia griega
La crueldad de la inmigración está aumentando. Si antes el canon de la inmigración según Naciones Unidas era el varón de mediana edad entre 20 y 30 años que viaja solo, ahora la realidad es totalmente diferente. Tal y como afirmaba el experto en Oriente Medio y corresponsal en Israel de ABC Mikel Ayestarán, las familias se parten y viajan a su suerte con la esperanza de que sus hijos puedan cruzar la frontera sin saber si les van a poder volver a ver.
La imagen del niño de 3 años sirio llamado Aylan Kurdi, cuyo cuerpo apareció en una playa turca después de un intento fallido de llegar a Grecia, inspiró a millones de personas en todo el mundo y una vez más llamó la atención sobre las tragedias humanas de quienes huyen para salvar sus vidas intentan a toca costa llegar a las orillas de Europa.

Para abordar la crisis de refugiados y migrantes que enfrenta Europa actualmente, el Alto Comisionado António Guterres describió una serie de principios fundamentales que deben guiar y apoyar todos los esfuerzos en esta dirección. Más de 300.000 personas ya habían arriesgado sus vidas para viajar a Europa cuando el cuerpo de Aylan apareció en la orilla. Más de 2.600 personas habían perecido en el intento solo en 2015; en el 2023 ya son 2.400.
A la conmoción y la indignación se sumaron las posteriores respuestas de los Gobiernos de la UE, para quienes los 700 muertos tienen un significado muy diferente porque se trata de inmigrantes africanos que intentan entrar ilegalmente en territorio europeo cerca de la isla italiana de Lampedusa. Los comentarios del primer ministro italiano de que la tragedia fue causada por traficantes de personas, en particular, parecen incomprensibles, rayando lo ofensivo.

Hay que ser ingenuo para pensar que acabar con los traficantes acaba con la escandalosa realidad que hace que miles, millones de personas estén dispuestas a jugarse la vida para llegar a un lugar que supuestamente les garantiza al menos una vida de dignidad. La trata de personas es un crimen atroz, pero hay que creer que ese es el problema.

Hay al menos un rayo de esperanza en los comentarios de Federica Mogherini, una italiana que se desempeña como ministra de Relaciones Exteriores de la UE: “Esta nueva tragedia ya es demasiado. La Unión Europea y sus Estados miembros ya no tienen derecho a una explicación”.

Tal vez algún día nos demos cuenta de que ser africano o inmigrante no despoja a uno de su humanidad o dignidad inherentes. Espero que podamos comenzar cuidando a nuestros propios migrantes.