Perspectivas optimistas para los indicadores de desempeño económico árabe en 2025

- Factores determinantes del crecimiento
- Desafíos y desigualdades
- Comercio exterior y reservas
- Diferencias entre países
- Siria: el comienzo de una nueva era
- Transformación en el norte de África
Las últimas previsiones de la Corporación Árabe de Garantía de Crédito a la Inversión y a la Exportación (Dhaman) confirman que el rendimiento general de la economía árabe será positivo para el año 2025, con una tasa de crecimiento esperada del 4,1%. Estas proyecciones ofrecen un panorama alentador para los responsables de la toma de decisiones políticas y monetarias, pese a los desafíos geopolíticos y las incertidumbres globales que persisten.
Este optimismo contrasta con el pronóstico del Banco Mundial, que preveía un crecimiento del 3,3% para la región de Oriente Medio y el Norte de África (MENA, por sus siglas en inglés). La diferencia se explica en parte por las expectativas de una mejora en los ingresos procedentes de las exportaciones de petróleo, gas y otros bienes y servicios, a pesar de la inestabilidad política.
El PIB árabe creció un 1,8% en 2024, superando los 3,6 billones de dólares, concentrándose en cinco países clave: Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Egipto, Irak y Argelia, que representaron más del 72% del crecimiento total de la región.
Factores determinantes del crecimiento
El informe destaca que el crecimiento del PIB en 2025 se verá impulsado por el desempeño de 14 economías árabes, incluidas nueve productoras de petróleo, que aportan más del 78% del PIB regional. Sin embargo, las proyecciones están sujetas a factores externos, como la guerra entre Israel y Hamás, las tensiones en Oriente Medio y las guerras comerciales globales.
El impacto de estos conflictos se refleja en los mayores costos de transporte marítimo: los volúmenes de tránsito en el mar Rojo disminuyeron más del 40% el año pasado, según datos del Fondo Monetario Internacional.

Desafíos y desigualdades
El Fondo Monetario Internacional prevé que los indicadores económicos árabes varíen en su desempeño durante 2024, debido a una reducción del 4% en la producción de petróleo y una caída del 1% en los precios globales del crudo. Además, persisten disparidades entre los países de la región.
El PIB per cápita en los países árabes mejoró un 1,2% en 2024, alcanzando los 7.557 dólares, y se espera que aumente un 1% más en 2025. No obstante, la paridad de poder adquisitivo revela una realidad diferente: mientras que el promedio regional alcanzó los 19.000 dólares, persisten amplias brechas entre los países.
La población de la región creció un 2%, superando los 467 millones de personas a finales del año pasado, mientras que la tasa media de desempleo se mantuvo elevada en un 9,7%. En cuanto a la inflación, los precios al consumidor aumentaron un 12% en 2024, aunque se espera una moderación al 8,5% en 2025.

Comercio exterior y reservas
El valor del comercio exterior árabe de bienes y servicios aumentó un 3,6%, superando los 3,3 billones de dólares, impulsado por un incremento del 1% en las exportaciones y más del 7% en las importaciones. A pesar de ello, el superávit comercial combinado de los países árabes disminuyó un 33%, situándose en aproximadamente 177.000 millones de dólares.
Las reservas de divisas crecieron un 3,7%, alcanzando los 1,2 billones de dólares, suficientes para cubrir las importaciones durante más de ocho meses. Se espera que estas reservas crezcan ligeramente un 1,2% en 2025, aunque su cobertura de importaciones disminuirá.
El crecimiento económico árabe para 2025 se proyecta positivo, con expectativas de una mayor estabilidad en la región y una mejora en los ingresos por exportaciones. No obstante, los desafíos geopolíticos, el cambio climático y la deuda externa continúan siendo factores que podrían afectar el desempeño económico. La región enfrenta el reto de traducir estos indicadores en mejoras tangibles para sus ciudadanos, reduciendo las desigualdades y fomentando la estabilidad económica a largo plazo.

Diferencias entre países
Por otro lado, según destaca el think tank catarí Middle East Council on Global Affairs, 2025 podría ser “un año crucial para la transformación del futuro de la región”. No obstante, de acuerdo con Tarik M. Yousef, los factores que impulsan la inseguridad e inestabilidad geopolítica en el mundo árabe generarán en 2025 otro año de resultados económicos moderados para la región en su conjunto, pero especialmente en los países frágiles, las zonas de conflicto y sus alrededores.
“Como resultado, la divergencia en el desempeño económico —a nivel agregado y en una serie de indicadores de desarrollo e institucionales— entre las economías del Golfo, más seguras, dinámicas y orientadas al exterior, y las regiones del Levante y el Magreb, mayormente estancadas, centradas en el interior y vulnerables, persistirá en los próximos años”, explica.
También destaca que una mayor competencia entre Estados Unidos y China favorecería a los estados del Golfo, “políticamente más estables, con mayor riqueza en recursos y con mayor resiliencia institucional, que han mantenido fuertes relaciones con Estados Unidos y las han equilibrado cada vez más con China”.

A pesar de los aranceles y las guerras comerciales, el Golfo estaría en una posición más fuerte en relación con el resto del mundo árabe, ya que han desarrollado sólidas relaciones políticas e institucionales con el gobierno estadounidense y poseen la capacidad de negociación financiera y política necesaria para negociar acuerdos bilaterales.
En cambio, tal y como recuerda Yousef, los países del Levante y el Magreb, más dependientes de la Unión Europea, sufren vínculos más estrechos con un bloque con bajo rendimiento económico, falta de confianza política, que se enfrenta a crecientes vulnerabilidades geopolíticas y que, cada vez más, ven las relaciones con estas regiones a través de un prisma limitado de seguridad energética y fronteriza.

“La enorme transformación actual e Arabia Saudí y las ambiciosas visiones a largo plazo anunciadas por otros países del Golfo deben entenderse, en parte, como una respuesta a los riesgos y oportunidades emergentes en una economía mundial en constante cambio. En otras partes de la región, los gobiernos están preocupados por la estabilidad económica a corto plazo o por intentar la recuperación posconflicto”, añade.

Siria: el comienzo de una nueva era
El pasado 8 de diciembre, el régimen sirio de Assad colapsó tras 54 años de brutal gobierno autoritario y un devastador conflicto de 14 años que cobró la vida de más de 500.000 personas y desplazó al 60 % de la población.
Ante este panorama, se ha establecido un gobierno interino para supervisar las operaciones del Estado mientras avanza el proceso de transición política. Ahmed al-Sharaa, líder de facto del país, ha señalado que podrían pasar hasta cuatro años antes de celebrar elecciones, un período necesario para consolidar las diversas regiones del país, facilitar el retorno de los refugiados, promover un diálogo nacional, negociar y redactar una nueva constitución, así como realizar un censo de población.
Además, se requieren medidas urgentes en el ámbito económico. Entre 2011 y 2023, la economía siria se contrajo hasta en un 80 %; casi 5 millones de refugiados huyeron del país; la infraestructura quedó destruida; y las instituciones se atrofiaron. La tasa de pobreza alcanzó el 90 %, y los sirios tenían acceso limitado a la electricidad y otros servicios básicos.

Para 2025, la atención debe centrarse en la prestación de asistencia humanitaria y el lanzamiento de iniciativas de recuperación y reconstrucción económica. Se espera que la actividad económica aumente a medida que las personas regresen a sus hogares y los negocios reabran. Sin embargo, para que los refugiados deseen regresar, necesitan seguridad, oportunidades económicas y servicios esenciales como la electricidad.
En este sentido, Siria ha comenzado a recibir asistencia para restablecer estos servicios básicos, pero también requiere apoyo para mejorar las condiciones económicas y fomentar la inversión empresarial a fin de crear los empleos necesarios.
Mientras tanto, las principales prioridades serán garantizar la seguridad y encaminar a Siria hacia la recuperación económica y social. La definición de prioridades será clave, y la comunidad internacional deberá asumir un rol constructivo en este delicado proceso.

Transformación en el norte de África
Mientras Oriente Medio enfrenta la inestabilidad y los conflictos en Siria, Gaza y Yemen, en el norte de África se desarrolla una transformación más discreta. Aunque suele quedar en segundo plano ante la turbulencia de sus vecinos del este, el Magreb sigue siendo una región de gran relevancia y un referente para el mundo árabe. Su futuro está profundamente entrelazado con las dinámicas globales y tendrá una gran repercusión.
Tal y como escribe Dalia Ghanem en Middle East Council on Global Affairs, el Norte de África se enfrenta a “un conjunto único de desafíos mientras busca un delicado equilibrio entre reforma, desarrollo y estabilidad”.
Una población joven y en expansión, una ubicación geográfica estratégica y la riqueza de sus recursos naturales brindan al Magreb un enorme potencial de crecimiento y desarrollo. Sin embargo, aprovechar estas oportunidades exige un liderazgo visionario, una gobernanza firme y la implementación de políticas económicas.

A pesar de las oportunidades, la región, y en concreto cada país, debe hacer frente a una serie de desafíos.
En Marruecos, por ejemplo, pese a la estabilidad política prevalece, las sequías recurrentes están afectando al crecimiento económico, por lo que el Gobierno ha impulsado políticas para hacer frente a este reto.
Argelia, tal y como destaca Ghanem, “a pesar de su aparente estabilidad, se enfrenta a los desafíos de un relevo generacional y a las crecientes demandas de una mayor participación política”.

La estabilidad de Egipto se ve amenazada por una economía frágil que debe lidiar con una alta inflación, la devaluación de la moneda y la dificultad de atraer suficiente inversión extranjera.
En Túnez la inestabilidad política y la erosión de la democracia tienen un efecto directo en la economía, al igual que en Libia, donde las décadas de conflictos obstaculizan el desarrollo económico.