Meses después de que el régimen talibán se hiciera de nuevo con el poder en Afganistán, el deseo de sus ciudadanos por querer huir va en aumento. Los traficantes de personas se han hecho acopio de esta situación y han duplicado y triplicado los precios que deben pagar aquellos que quieran cruzar la frontera.
La rápida toma de control por parte de los talibanes provocó el éxodo masivo de afganos obligados a escapar de la violencia y pobreza. Algunos países vecinos como Pakistán e Irán cerraron sus fronteras, a lo que se le suma la dificultad de obtener un pasaporte o visado.

Todo esto ha motivado que una cantidad considerable de personas se hayan visto obligadas a recurrir a los contrabandistas. Muchos se embarcan en viajes peligrosos a través de parajes desérticos y montañosos, o incluso a través de túneles que van por debajo de los muros fronterizos. Otros han optado por usar identidades falsas y evitar su deportación.
El Centro para la Migración Mixta asegura que las tarifas ya se dispararon debido a la COVID-19. Las restricciones de movimiento y la lucha por salir del país son las razones principales que han provocado la subida de los precios. Los traficantes de personas ahora cobran entre 140 y 190 dólares a los afganos para llegar a Pakistán, mientras que en 2020 esa tasa era de 90 dólares.

Los precios varían, a su vez, según el destino, la duración y la dificultad de la ruta. La riqueza y el origen étnico de la persona que realiza el viaje también condicionan las tarifas que se ven obligadas a pagar. En Irán, los contrabandistas están cobrando entre 360 y 400 dólares cuando ese trayecto antes tenía un costo de 250 dólares.
La Fundación Thomson Reuters ha puesto de manifiesto que los precios son mucho más altos que los expuestos por el Centro de Migración Mixta. Una mujer tuvo que pagar 1.000 dólares por viajar a Islamabad, capital de Pakistán, con sus dos hijos. A estos elevados precios se les suman los sobornos a las autoridades paquistaníes para evitar ser deportados.

El Norwegian Refugee Council informó el pasado noviembre que unos 5.000 refugiados afganos huyen cada día a Irán. El régimen talibán se beneficia de estos traslados ya que los contrabandistas les pagan unos 10 dólares por cada recogida que hacen desde Zaranj (sudoeste de Afganistán) hasta el país iraní.
Ismail Lali, un periodista afgano de 28 años, se vio obligado a huir de su país y, para ello, tuvo que pagar 700 dólares a un contrabandista para que lo llevara a Quetta, ciudad de Pakistán. Sus amigos afirman que para realizar ese mismo viaje hay que pagar ahora 800 dólares.

La crisis económica y la grave sequía que asola Afganistán ha provocado que los agricultores sucumban a la desesperación y colaboren con los contrabandistas para poder alimentar a sus familias. Abdullah Mohammadi, experto del Centro para la Migración Mixta, defiende que “las redes criminales se aprovechan porque pueden recurrir a estas personas para expandir sus operaciones”.
Shafiqa Sy, fiscal general afgana, se vio obligada a huir de Kabul con su madre y sus siete hermanos. Tanto Sy como su familia son hazara, una minoría chií duramente perseguida por los talibanes en su último mandato. La fiscal era, a su vez, una gran defensora de los derechos de las mujeres y colaboró en los juicios contra varios miembros de este movimiento.
Un donante extranjero pagó por su salida 5.000 dólares a un contrabandista. Los hazara también son perseguidos por Al-Qaeda y el Estado Islámico, por lo que evitan las rutas tradicionales a través de Pakistán a pesar de ser menos peligrosa. Los nuevos implican escalar y cavar túneles para pasar por debajo de vallas y muros.

La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) ha instado a los países a mantener sus fronteras abiertas ya que se espera que algunos refugiados se trasladen a Turquía y Europa desde Pakistán e Irán. Además, defiende que se detengan las deportaciones debido al peligro que pueden correr si regresan a su país de origen.
Para ello, ha destinado un fondo de 623 millones de dólares para los países a los que huyen los ciudadanos. Esta situación ha favorecido que los afganos conformen una de las poblaciones refugiadas de mayor tamaño en todo el mundo. El pasado año, tres millones de personas fueron desplazadas dentro del país, de los cuales más del 65% son mujeres y niños.