El califa de esta comunidad islámica perseguida en numerosos países del mundo musulmán, Hazrat Mirza Masroor Ahmad, apela a la paz internacional para evitar un conflicto nuclear

La comunidad ahmadía inaugura en Londres la mezquita más grande de Europa

photo_camera PHOTO/MTA - El complejo de la mezquita Baitul Futuh, la más grande de Europa

El suelo comenzó a temblar en cuanto se corrió la voz de que el califa estaba dirigiendo la oración. Decenas de fieles irrumpieron en el haram de la mezquita de Baitul Futuh (La casa de las victorias, en árabe), la más grande de Europa occidental y el lugar de culto reservado para la comunidad musulmana ahmadía en Morden, un barrio de la localidad de Merton situado en el suroeste de Londres. Los miembros de este grupo minoritario del islam acudían una vez más a cumplir con su liturgia. Pero esta ocasión era especial, su líder volvía a estar entre ellos. 

Hazrat Mirza Masroor Ahmad apareció antes de lo esperado. El califa ahmadí orquestó el último rezo del día antes del comienzo del Simposio Nacional por la Paz, un acontecimiento señalado en el calendario de la comunidad. “El acto promueve una comprensión más profunda del islam y de otras religiones, y pretende inspirar un esfuerzo concertado en favor de una paz duradera”, explicaba la organización sobre un evento que llevaba cuatro años sin celebrarse como consecuencia de la pandemia y que congregó el sábado a más medio millar de personas.

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Los ahmadíes exhibieron unidad desde Londres, ciudad en la que reside el califa desde que fuera elegido hace dos décadas como líder de la comunidad tras el fallecimiento de su predecesor, Mirza Tahir Ahmad. Las continuas presiones del régimen pakistaní del general Muhammad Zia-ul-Haq con la conocida Ordenanza XX –que de facto despojaba a los ahmadíes de la práctica del islam– obligaron a Masroor y a muchos de los suyos a abandonar el país, donde la persecución contra este grupo minoritario es sistemática. Su influencia, sin embargo, no ha hecho más que crecer en todo este tiempo. 

La ocasión revestía mayor importancia porque, además, la comunidad ahmadía inauguraba el edificio administrativo que rodea la mezquita. Adeeb Butt es uno de los centenares de voluntarios ahmadíes que dedican estos días sus esfuerzos a la comunidad. En concreto, este estudiante de Teología nacido en Alemania pero afincado en la capital de Reino Unido se encarga de mostrar las nuevas instalaciones. “El diseño y la construcción se iniciaron tras el devastador incendio de septiembre de 2015”, relata a los visitantes. En aquel suceso, aparentemente provocado por un cortocircuito, no hubo víctimas mortales ni heridos.

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Adeeb, como muchos otros jóvenes, dedica en exclusiva siete años de su vida a formarse para poder ocupar cargos de responsabilidad en un futuro en el seno de la comunidad. El compromiso y la disciplina aquí son innegociables. También lo es la abnegación. El proyecto para reconstruir el edificio costó 20 millones de libras, unos 22 millones y medio de euros al cambio. Un montante abonado en su totalidad por los fieles a través de donaciones.

El califa pide paz

Un fuerte aparato de seguridad vigila de cerca los pasos de Masroor. El quinto jalifa de la comunidad fundada en 1889 por Hazrat Mirza Ghulam Ahmad está habituado a dirigirse a los suyos. Lo hace todos los viernes desde Londres, en discursos que son retransmitidos en directo a través de una red mundial de televisión, MTA International, y seguidos en decenas de países. Esta vez, sin embargo, le escuchan muchas más personas de lo habitual. No solo miembros de la comunidad ahmadía, sino también personalidades destacadas de la sociedad civil y la clase política.

“Un verdadero musulmán vive de forma pacífica. El islam jamás ha promovido un conflicto de agresión por motivos geopolíticos. El Corán dice que cuando dos naciones entran en conflicto, la comunidad internacional debe mediar para buscar la paz”, añadió Masroor, que no dudó en condenar la invasión rusa de Ucrania. Aunque al mismo tiempo instó a “mantener abiertos” los canales de comunicación con el Kremlin.

En su discurso en clave política, en realidad más propio de un estadista que de un líder espiritual, el califa se mostró en contra de imponer sanciones contra Rusia, a las que considera un “bloqueo” para el desarrollo. Llamó a los países occidentales a no buscar la venganza. “Si no, ¿qué incentivos tendrá Rusia para la paz?”, se preguntó, antes de alertar de que el mundo se aproxima hacia el abismo por la elevada probabilidad de que estalle una guerra nuclear.

En esta misma línea se pronunció el que fuera alcalde de Hiroshima, Tadatoshi Akiba. El japonés, uno de los galardonados con el Premio Musulmán Ahmadía para el Fomento de la Paz, que reconoce la contribución de organizaciones y particulares, advirtió de las consecuencias que provocó la bomba nuclear en la ciudad donde gobernó entre 1999 y 2011. “No debemos dejar que ocurra de nuevo”, dijo en alusión a esta tragedia, mientras mostraba a los asistentes una imagen de la tragedia que retrató el periodista norteamericano John Hersey en su reportaje titulado 'Hiroshima'.

Antes de la intervención del califa, el momento más esperado de la noche, habían desfilado por la tribuna un puñado de personalidades de la política británica en una ceremonia que introdujo el secretario nacional de Asuntos Exteriores de la comunidad ahmadía. Este leyó un mensaje dedicado por el primer ministro Rishi Sunak. El primero en hacerlo fue el diputado Sir Ed Davey, líder de los Liberal Demócratas, quien denunció la invasión rusa de Ucrania y recordó las tragedias humanitarias que se producen en otras latitudes, en concreto la guerra de Yemen, que lleva ocho años en activo.

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Intervino después el titular de la cartera de Ciencia, Innovación y Tecnología del Gobierno británico, Paul Sculley, quien quiso destacar el papel de la comunidad musulmana ahmadí como freno para el radicalismo islámico, el mismo movimiento que les persigue desde hace más de un siglo y medio en países como Pakistán o Bangladesh. Por último, pronunció un discurso la diputada laborista Fleur Anderson, quien instó a conocer y difundir a la persecución a la que están sometidos los musulmanes ahmadíes por el resto de las corrientes del islam, por las que son considerados herejes. Para Anderson, la paz necesita “ser construida cada día”.

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