Por Amina Adib
Foto: Una zona golpeada por la desertificación en el sur de Marruecos.
Las autoridades marroquíes decidieron hace casi una década tomar el toro por los cuernos y hacer frente a la desertificación que sufren muchas zonas del país. La estrategia de Marruecos contra este grave fenómeno que afecta a muchos países mediterráneos de las dos riberas, empezó en 2005 y en 2015 concluirá la primera etapa. El Gobierno de Abdelilah Benkirane está razonablemente satisfecho de los avances que ha logrado el país en esta materia, aunque todavía queda mucho por hacer. Pero por lo menos Marruecos se ha dotado de los instrumentos legales y técnicos para plantar cara a un fenómeno ecológico devastador. Así lo dijo esta semana Lahbib Choubani, ministro encargado de las Relaciones con el Parlamento y la Sociedad Civil. La estrategia gubernamental, según explicó Choubani, ha permitido proteger 5.300 dunas de arena en todo el país, lo que significa el 17% de la superficie prevista por el programa. Este programa de 10 años, que tiene un presupuesto de 450 millones de dirhams (unos 42 millones de euros, ha permitido también la preservación de 280 hectáreas de tierras en estado de desertificación, y mejoras en otras 40.000 hectáreas. Paralelamente y en el marco de la misma política, el Gobierno ha podido mejorar la ordenación de las cuencas hidrográficas y la salud de la masa forestal del país. En este sentido, cabe destacar la gran labor que llevan a cabo las autoridades en el bosque de Mamora, considerado el mayor alcornocal del mundo, situado sobre la llanura atlántica en las afueras de Rabat. Este bosque ocupa una superficie de más de 131.000 hectáreas en las tierras que se extienden de Rabat hacia el norte y el este; es una zona ocupada esencialmente por alcornoques. Establecido sobre una superficie arenosa, este bosque sufrió durante mucho tiempo del pastoreo excesivo, pues para la población local el bosque es mucho más que un lugar de ocio: es su fuente principal de subsistencia. Además del pastoreo, la leña es otra fuente de ingresos o simple combustible para muchos habitantes de la zona. Hay otros factores que impiden la regeneración natural de este alcornocal como su cercanía a las aglomeraciones urbanas, la recogida masiva de las bellotas y hasta la tala clandestina de los árboles llevada a cabo por bandas ilegales.
Medidas de regeneración
Estos factores, según la agencia Efe, complican cada vez más la regeneración natural del bosque de alcornoques, que además son árboles que requieren muchos años para crecer; una situación agravada por los problemas de desertificación, los continuos períodos de sequía que sufrió la zona en la última década y ciertas enfermedades parasitarias causadas por orugas e insectos. La multiplicación de amenazas contra Mamora, considerado no solo el pulmón de la zona sino también un lugar de recreación para las ciudades limítrofes de Rabat, Salé y Kenitra, hizo que las autoridades marroquíes multiplicasen una serie de medidas para salvar a esta masa boscosa. El Alto Comisariado de Aguas, Bosques y Lucha contra la Desertificación puso en marcha un programa decenal 2005-2014 por un valor de 280 millones de dirhams (26 millones de euros) que consiste en la rehabilitación del bosque y la regeneración de unas 20.000 hectáreas de alcornoques. La puesta en marcha de este programa pasa por una preparación del suelo que se caracteriza por ser arenoso y la siembra provocada de bellotas, además del tratamiento fitosanitario de los árboles. El Alto Comisariado cercó varios espacios de alcornoques que sometió a un minucioso control de las diferentes etapas de crecimiento de los árboles en los primeros 10 años. Para compensar a los lugareños cuyo medio de ingreso principal era el bosque, el Alto Comisariado destina anualmente 250 dirhams (unos 23 euros) por cada hectárea de alcornoques cercada como indemnización para forraje. Marruecos dispone de un 15 % de la superficie mundial de alcornocales repartidas entre Mamora (la más grande), el bosque de Bab Azhar en la región del Rif y los alcornocales de la llanura central cerca de Jemiset y Jenifra. Sin embargo, el país magrebí solo contribuye entre 4 y 6% en la producción mundial de corchos (entre 12.000 y 15.000 toneladas), con un ingreso medio que fue en 2013 de 61 millones de dirhams (5,4 millones de euros), usados principalmente por una docena de fábricas de tapones, arandelas y paneles de aislamiento.