Polonia se convierte en polo de atracción para extranjeros pobres

Paco Soto

Pie de foto: La mayoría de la sociedad polaca está en contra de recibir a extranjeros de Próximo Oriente y África.

Polonia sigue siendo un país fundamentalmente de emigrantes. Millones de ciudadanos de origen polaco -10 millones en Estados Unidos- viven en todos los continentes. Desde 1989, año en que cayó la dictadura comunista y Polonia se liberó del yugo soviético, unos 2.500.000 polacos han emigrado a diversos países europeos, sobre todo a Gran Bretaña, Irlanda y Alemania.

En España, el número de polacos censados es de unos 60.000, aunque, según fuentes diplomáticas del país centroeuropeo, la cifra real podría superar los 100.000 e incluso alcanzar los 120.000. En buena medida, el paro ha bajado considerablemente en Polonia en los últimos 15 años debido al gran número de ciudadanos de este país que han emigrado a otros lugares del planeta. Hubiera ocurrido lo mismo en España en los años más duros de la crisis económica si un millón y medio de españoles, por ejemplo, hubiesen decidido abandonar su país. Pero no ha ocurrido así, a pesar de lo que aseguran los demagogos y populistas, y España, como ha pasado en otros grandes países de la Unión Europea (UE) como Italia y Francia, sigue siendo un país fundamentalmente de inmigración, aunque una minoría de inmigrantes hayan regresado a sus lugares de origen o a países con mejor situación económica y que unas cuantas decenas de miles de jóvenes españoles hayan optado por países europeos y emergentes en busca de empleo.

En plena crisis migratoria en países miembros de la Unión Europea (UE) como Grecia, Hungría, Italia, España, Francia, Gran Bretaña y Alemania, y ajenos a esta alianza como Macedonia y Serbia, Polonia se ha convertido en un polo de atracción para inmigrantes y refugiados de territorios africanos y de Oriente Próxima en guerra o arrasados por la miseria y la violencia. Según informó la agencia EFE, unos 2.900 inmigrantes indocumentados llegaron a Polonia en los seis primeros meses del año en curso, casi el doble que en el mismo periodo de 2014, aunque la mayoría prosiguió su viaje hacia Europa occidental. En este sentido, la portavoz de la Policía de Fronteras de Polonia, Agnieszka Golias, explicó en el diario conservador ‘Rzeczpospolita’ que en los últimos meses ha aumentado el número de inmigrantes procedentes de Oriente Próximo y Medio y África.

Sin embargo, según Varsovia, la mayoría de los inmigrantes y refugiados ‘sin papeles’ que intentan entrar en territorio polaco provienen de antiguas repúblicas soviéticas, sobre todo de Ucrania desde hace un año, un país convulso e inestable donde grupos armados ubicados en el este del territorio y apoyados por Rusia intentan independizarse de Kiev. Siempre según Agnieszka Golias, “mientras que los inmigrantes ilegales que, por ejemplo, proceden de Ucrania vienen a Polonia para trabajar y ganar dinero, los extranjeros de países más lejanos usan Polonia como país de tránsito para llegar a Occidente”. En 2014, la Policía detectó a 4.300 inmigrantes ilegales, 800 personas más que en el año anterior. Aun así, el número de extranjeros documentados y ‘sin papeles’ en Polonia sigue siendo pequeño y muy pocos presentan demandas de asilo en el país centroeuropeo. Es una situación radicalmente diferente a la de países como Alemania y Suecia, que, además de ser de los más prósperos de la UE, suelen ser generosos con los demandantes de asilo. Polonia y muchos otros países rechazan las cuotas de refugiados en la UE propuestas por Bruselas.

Oposición a los musulmanes

A lo sumo las autoridades polacas estarían dispuesta a acoger a 2.000 inmigrantes a partir de 2017 en el marco del plan de la UE para reubicar a los refugiados, en su mayoría sirios, llegados a Italia y Grecia a través del Mediterráneo. El pasado mes de julio, la portavoz del Ministerio del Interior polaco, Malgorzata Wozniak, manifestó que “Polonia quiere mostrar así su solidaridad con otros países comunitarios”. El número de refugiados que Polonia aceptaría es menor que el propuesto el pasado mes de mayo por la Comisión Europea, que pidió a Varsovia acoger 2.659 inmigrantes llegados a Italia y Grecia, y 962 refugiados de los campamentos fuera de la UE. El Ministerio del Interior aseguró que la cifra de 2.000 refugiados se ajusta a las posibilidades reales del país centroeuropeo para integrar en su sociedad a estas personas desamparadas.

Otros países de la región son más restrictivos que Polonia. Es el caso de la vecina Eslovaquia, cuyo gobierno hizo saber recientemente que únicamente aceptará en su territorio a refugiados sirios de confesión cristiana y no más de 200. El primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, un antiguo comunista que se hizo socialdemócrata para sobrevivir políticamente y llegó a pactar con la extrema derecha, justificó la posición de su gobierno diciendo que entre los refugiados islámicos sería fácil que se filtraran terroristas. Chequia, Lituania, Letonia y Estonia son también muy reacios a aceptar extranjeros musulmanes. “Al fin de cuentas somos un espacio de cultura cristiana”, declaró el ministro de Asuntos Sociales de Estonia, el conservador Margus Tsahkna, para explicar su rechazo a los refugiados de religión musulmana.

En Chequia, ha surgido el ‘Bloque contra el Islam’, liderado por el profesor de Zoología Martin Konvicky, que ya ha reunido 145.000 firmas contra los inmigrantes islámicos. El presidente de este país, Milos Zeman, un político de izquierda que se lleva muy bien con el déspota Vladimir Putin,  también se pronunció en más de una ocasión en contra de recibir a inmigrantes procedentes de países del norte de África como Libia. “Los refugiados procedentes de un contexto cultural totalmente distinto no se sentirían nada bien en República Checa”, consideró Zeman. En Polonia, según un sondeo reciente, el 70% de los encuestados dijo estar en contra de recibir a extranjeros del Próximo Oriente y de África. En una encuesta similar llevada adelante en Letonia, un 55% se declaró en contra de que el país acoja a cualquier tipo de refugiados.

En Polonia, incluso la acogida de 50 familias cristianas procedentes de Siria ha provocado rechazo social en sectores sociales políticamente cercanos a la derecha radical, nacionalista y populista. La política del ultraconservador partido Ley y Justicia (PiS) Beata Szydlo recalcó: “Nosotros, los polacos, y el gobierno polaco deberíamos ser ante todo solidarios con los polacos que están en el exterior”. Pero también existe una Polonia digna y solidaria, representada por personas y colectivos laicos y religiosos como una asociación que agrupa a unas 60 organizaciones que piden una política de apertura hacia los refugiados. “Si llamamos a Polonia 'la cuna de la solidaridad', si decimos amar la libertad y los derechos humanos, deberíamos respaldar a las personas que no pueden regresar a su país”, señala la citada asociación.

Según la ONU, en 2013, residían en Polonia unas 660.000 extranjeros, el 1,7% de la población total, casi ocho veces menos que en España. En los siete primeros meses de este año han llegado a la UE cerca de 340.000 refugiados, mientras que en el mismo periodo del año pasado esa cifra se situó en torno a las 120.000 personas.