Argelia inicia una transición política “sui generis”

Por Pedro Canales
Las recientes elecciones presidenciales que han reconducido Abdelaziz Buteflika por cuarta vez a la Jefatura del Estado, están generando un movimiento de fondo en la sociedad cada día más crítico con el actual sistema político, al que se reclama un cambio profundo. Mientras el Gobierno de Abdelmalek Sellal y la Presidencia se esfuerzan en hacer proclamas aperturistas, el conjunto de fuerzas de la oposición, desde los moderados que apoyaron al candidato rival Ali Benflis hasta los radicales de la Alianza Nacional por el Cambio, pasando por la Coordinadora por las Libertades, además de los cada día más numerosos movimientos de la sociedad civil, muestran su disconformidad con la situación política actual. “En Argelia las elecciones son una mera formalidad, afirma el exjefe de Gobierno Sid Ahmed Ghozali, porque en los 13 comicios presidenciales, legislativos, regionales y locales realizados en el periodo de Buteflika desde 1999, todos los elegidos son designados de antemano”. Para el que fue considerado durante tres decenios como el factótum del entramado petrolífero argelino, lo que hay en Argelia “es inmovilismo por la sencilla razón de que no han cambiado los que deciden”.
En el tablero político argelino podemos situar por una parte al propio Gobierno que dirige Abdelmalek Sellal y a los diversos agrupamientos de la oposición. El Ejecutivo, provisional hasta que se celebren las futuras elecciones legislativas, que ha sido el principal beneficiario del continuismo institucional, admite que es necesaria una transición, y declara su intención de poner en marcha un plan de reformas a todos los niveles, inspirado por el presidente Abdelaziz Buteflika, comenzando por una reforma de la Constitución, que Buteflika quiere “profunda”. Lejos de aferrarse al inmovilismo y lanzarse en una temida venganza contra quienes no le apoyaron para su cuarto mandato presidencial, Abdelaziz Buteflika, desde su silla de ruedas y con una salud muy tocada, reitera su propósito de “promover la concertación y el diálogo con todos los actores de la vida nacional”. El presidente y su Gobierno hablan de “reforzar la cohesión nacional” y “avanzar en la reconciliación, buena gobernanza y edificación del Estado de derecho basado en la promoción de los valores democráticos”. Los partidos del bloque presidencial y gubernamental, el FLN (Frente de Liberación Nacional), el RND (Reagrupación Nacional Democrática), y varias formaciones minoritarias, así como personalidades independientes, esperan llevarse la parte del león en la redacción de la nueva Carta Magna prometida por Buteflika, y en el reparto de puestos de la alta Administración y las instituciones del Estado renovadas.
Tres condiciones
El proceso de transición política que comienza a vislumbrarse, sin embargo, sólo culminará cuando se cumplan al menos tres condiciones:
1: Relevo generacional. Las principales cabezas visibles del país, Presidencia, Gobierno, Administración, Fuerzas de seguridad, están dirigidas por miembros de la generación de la Guerra de liberación o de la Independencia, todos ellos septuagenarios u octogenarios.
2: Delimitación clara del papel de las Fuerzas Armadas y de los servicios de inteligencia, fuera del ámbito político interno.
3: Afirmación del Estado de derecho, del régimen de libertades y derechos democráticos.
En esta tesitura se sitúan los diferentes sectores de la oposición, esquemáticamente de la siguiente manera:
El bloque Fuerzas del Cambio. Lo constituye un conjunto de siete partidos que han sostenido al candidato rival de Buteflika, Ali Benflis. Adoptan una posición “pacífica y negociadora” cara a la transición, pero rechazan la mano tendida por el régimen para discutir la nueva Constitución. Para este bloque opositor, “la crisis política y el estancamiento institucional en Argelia, son debidos a una crisis de legitimidad y de funcionamiento de las instituciones”. Para este bloque, “la verdadera tarea nacional prioritaria es la del cambio democrático”, que comprende “la vuelta a la legitimidad de las instituciones, así como su capacitación para ejercer realmente sus misiones constitucionales”. El polo Fuerzas del Cambio habla pues de un “proceso político global, ordenado y consensual como marco para resolver la crisis en todas sus dimensiones”.
La Coordinación por las libertades y la transición democrática (CLTD) sostiene una posición más intransigente, si bien dentro del marco de la vía pacífica y el diálogo negociador. Lo forman los partidos políticos y personalidades que llamaron al boicot de las elecciones por no considerarlas ni transparentes, ni democráticas. En el mismo se encuentran un grupo de partidos islamistas como el MSP, Enahda y Al Adala; el RCD (Reagrupación por la Cultura y la Democracia); Jil el Yadid, que lidera el intelectual Sofiane Djilali; y personalidades independientes como el exprimer ministro Ahmed Benbitur.
Marcar distancias
El CLTD marca sus distancias con el Gobierno y con el bloque Fuerzas del Cambio, y ha llegado a iniciar una discusión abierta con varios exdirigentes del Frente Islámico de Salvación (FIS) prohibido, como Ali Djeddi y Kamel Guemmazi, al igual que con otras personalidades como los exprimeros ministros Sid Ahmed Ghozali y Mulud Hamruche, y el veterano líder defensor de los derechos humanos Ali Yahia Abdenur. Este agrupamiento opositor reunirá su estado mayor el próximo 10 de Junio para fijar su “hoja de ruta” para la transición democrática, que prevé según varias fuentes “la constitución de un gobierno consensual para concretar la transición democrática, la gestión de asuntos corrientes y la instauración de la paz social”. La Coordinadora postula por la creación de una Autoridad independiente para organizar las futuras elecciones, y la elaboración de una futura Constitución consensuada que deberá aprobarse por referéndum.
El bloque de la Alianza Nacional por el Cambio (ANC) se puede considerar situado en el extremo del arco de quienes predican la vía pacífica para abordar la transición. El manifiesto de su proclamación ha sido firmado por personalidades procedentes de diversos horizontes, antiguos militantes del FIS como Murad Dhina y Anuar Haddam, exdirigentes del Frente de Fuerzas Socialistas como Karim Tabu y Samir Buakuir, el coordinador del Movimiento de Parados Tahar Belabbas, y universitarios de prestigio como el exministro de Economía Ghazi Hiduci. La ANC es partidaria de la presión en la calle “para instaurar el Estado de derecho y la democracia”. Si bien se presenta como un amplio frente “que respeta la especificidad y las orientaciones políticas y religiosas de cada uno”. Propósitos que algunos analistas políticos de peso como Rachid Grim, no le atribuyen mucha credibilidad. “Viene a ser -dice Grim- una repetición de la conferencia de San Egidio en Roma”, que pretendía acabar con la guerra interna y el terrorismo de los años 90, pero es sólo “una vitrina para redorar la imagen del FIS”.
La ANC no lo ve así y cree que ha llegado la hora para los ciudadanos digan “No al Estado policial, a la corrupción y al ahogamiento de las libertades”, y opten por “un cambio global, real y efectivo del sistema político”. Uno de sus promotores Murad Dhina, físico nuclear exiliado en Suiza y exdirigente del FIS, en una conferencia realizada días atrás en Paris, estimó que “hay que resolver de una vez por todas la cuestión del papel del Ejército en la política y el control democrático y efectivo de los servicios de seguridad”.
Sociedad civil
En cuanto a la incipiente sociedad civil ha emergido rápidamente desde el inicio de la llamada “primavera árabe”, y en la misma se encuentran varios movimientos sociales, los sindicatos autónomos, el Movimiento de Parados y el movimiento Basta ya (Barakat). Este último se autodefine como “una fuerza de proposición y de acción”, y arenga a sus seguidores a salir a las calles para proclamar su adhesión “al Estado republicano, al proyecto democrático y moderno del país, en base a los valores de la ciudadanía, la tolerancia, el dialogo, la paz y los derechos humanos universalmente reconocidos”. Como telón de fondo hay que señalar que la aparente abundancia de recursos minerales y financieros de que dispone Argelia, es por lo menos engañosa. Los efectos de la crisis internacional, el agotamiento de reservas y la creciente problemática social, muestran más bien la imagen de un “coloso con pies de arcilla”. El mal endémico que sufre el país es debido, según Ghozali, a que “el Presupuesto general del Estado depende al 80% de una sola riqueza, el petróleo”, y que se vive de las importaciones, “ya que la sociedad no produce nada, por causa de la pésima salud de las instituciones y del Gobierno”. Algo que todos, desde el Gobierno a la oposición quieren remediar, aunque varíen en sus dictámenes y en las causas que han llevado a ello.
La transición política en Argelia parece haberse iniciado ya, si bien las Fuerzas Armadas, la policía política y los servicios de espionaje siguen siendo la espada de Damocles para impedir “cualquier desbordamiento y atentado a la seguridad del Estado, y daño a los valores republicanos”, según sus propias palabras. Una manera de advertir frente a cualquier veleidad de Estado teocrático o ruptura de la unidad del país.