Opinión

Economía de guerra o el “Milagro de las Provincias del Sur”

photo_camera Atalayar_Rey de Marruecos Mohamed VI

La economía de guerra trata de ajustar la política económica de un país a un contexto bélico. Durante la pandemia de la COVID-19, este término ha tomado mucha fuerza. Los países que han implementado políticas económicas de la guerra han salido más fortalecidos que antes del conflicto como fue el caso de los EEUU, Japón y Corea del Sur. Tal hipótesis parece confirmarse para Marruecos en el conflicto bélico (1975-1991), instigado por Argelia a través del Polisario, en la región marroquí del Sáhara.

El análisis de datos económicos de los contendientes explica cómo el Reino de Marruecos, con Hassan II y después con Mohamed VI, aplicaría una economía de la guerra ajustando la política económica al contexto bélico y por qué Argelia ha descuidado este proceso.

A raíz de la guerra, Marruecos tuvo que afrontar varios desafíos. Por un lado, tenía que crear infraestructuras para un territorio adicional de 266.000 km2 y generar riqueza a su respectiva población y, por otro, tenía que multiplicar su gasto militar en defensa de su soberanía. Todo ello obligaría al Reino a poner diversas políticas económicas afrontar las hostilidades desatadas en 1975.

La activación de la economía de la guerra implicaría, para Marruecos, serios ajustes macroeconómicos con importantes recortes presupuestarios, suspensión de las subvenciones a productos básicos como el aceite, la harina, el azúcar, el butano y, sobre todo, la congelación de los salarios públicos. La población marroquí fue víctima de un endeudamiento del 111,90% del PNB en 1984, en plena guerra. Fue también el año de las protestas sociales por todo el Reino, y con graves consecuencias.

Mientras los ajustes se producían, la inflación, que liga mal con el endeudamiento, empeoraba por el trasvase de la producción agrícola con el fin de abastecer las Provincias del Sur, ya que en un primer momento se intentó racionalizar la demanda interna sin menoscabar las exportaciones agrícolas y evitar caer en la autarquía.

Pues las exportaciones, el turismo y las transferencias de los marroquíes residentes en el extranjero eran activos vitales. Para ello, Hassan II, a través de los planes quinquenales, multiplicaría la capacidad agrícola y sus industrias derivadas aumentando tierras de cultivo, construyendo presas y canalizaciones de regadío, además de establecer ventajosas medidas de atracción de la inversión extranjera.

El coste de la guerra fue considerable para Marruecos. La deuda externa, según datos del Banco Mundial, pasaría del 29,78% en 1975 al 71,90% del PNB en 1991, año del alto el fuego. Por otro lado, Argelia, parte del conflicto, aunque pretendía engañar a la opinión pública internacional de que el conflicto se dirimía entre Marruecos y el Polisario, se engañó a sí misma y no pudo activar el “modo guerra”, ya que fiaba su destino a los hidrocarburos, cuyas fluctuaciones acabarían hundiendo su economía.

La deuda externa argelina pasó del 30,12% en 1975 al 66% en 1991, este nivel de deuda contradice su crecimiento, que fue de -1,2% frente al 7.2% de Marruecos, en el mismo año 1991. Lo que explicaría el aumento del gasto militar argelino y su total implicación en la guerra. De hecho, en 2019, Argelia lideraba el ranking africano en compra de armamento con un 6% del PIB frente a tan sólo el 3% de Marruecos.

Durante el reinado de Mohamed VI, la economía de la guerra tomaría un impulso revolucionario. La deuda externa bajaría hasta el 22,75% en 2008, para ir aumentando sin pasar los niveles de tolerancia, acompañada de un continuo crecimiento del 4% de media entre 2005-2019, y del 2,78% de Argelia, teniendo en cuenta que la media de la Zona euro fue del 1,17% sobre la misma serie temporal.

La deuda marroquí sufragaría tanto el gasto en defensa como el crecimiento del país alauí. Los sectores tradicionales de la economía marroquí triplicarían sus capacidades productivas y de exportación. Es de destacar la industrialización del país con empresas automovilísticas, aeroespaciales, militares y de energías renovables. El país se dotaría de modernas infraestructuras desde Tánger hasta El Güera, con autovías, presas, puertos pesqueros y mercantiles, tren de alta velocidad, vivienda, telecomunicaciones, infraestructuras turísticas, etc. 

En el ranking Doing Business de 2020, Marruecos se situaría en el puesto 53 por detrás de Bélgica (46) y por delante de Italia (58), mientras Argelia ocuparía el puesto 157 de 190 países. El Reino es uno de los países más estables de África, con un entorno político, económico y jurídico de alta seguridad. Lo que explica la afluencia de la inversión extranjera al país, la cual ha permitido a la vez la transferencia de tecnología y la creación de nuevos empleos.

Marruecos, sin salir aún de la guerra, sigue en plena expansión económica, salvando el parón pandémico de la COVID-19. Con la economía de la guerra, el país ha conseguido un despegue económico espectacular, sin precedentes, y con importantes avances en la democratización del mismo. Podríamos hablar del “Milagro de las Provincias del Sur”. Fue el caso de EEUU y Japón tras la II Guerra Mundial, y más concretamente el caso de Corea del Sur, uno de los países más pobres del sudeste asiático que, después de la Guerra de Corea, experimentó un auge económico conocido como el “Milagro del río Han”.

Como corolario, Argelia esperaba que la guerra provocaría el desgaste político, económico y social del Reino de Marruecos. Sin embargo, ha conseguido el efecto contrario. Y lo peor, es que Argelia está hundida en la miseria y a punto de colapsar. Prueba de la falta de liquidez, las nóminas de los funcionarios públicos, del mes de abril de 2021, se han cobrado con retraso, a mediados de mes tras varias protestas.

Es lo que ocurre cuando los militares, además de hacer guerra sucia, se dedican también a hacer política.