Opinión

La maldición polisaria

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La literatura de suspense está repleta de maldiciones de ultratumba como hilo conductor de todo relato misterioso. Y la breve historia del aprendiz de dictador, Pedro Castillo, sabe a maldición polisaria.

El secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, felicitó este miércoles a Dina Boluarte como nueva presidenta de Perú en sustitución de Pedro Castillo, destituido por el Congreso del país.

El ya expresidente peruano, Pedro Castillo, marxista-leninista-maoísta, surgió de las urnas democráticamente para intentar dar, este mismo miércoles, un autogolpe de Estado cerrando el Congreso de los diputados en contra de los preceptos constitucionales.

En efecto, mientras se preparaba la tercera moción de censura, Castillo se apresuró a dar un discurso previo, confesando sus errores alegando su inexperiencia en el cargo. Al tiempo daba su golpe de Estado anunciando a la Nación las medidas de disolver temporalmente el Congreso de la República e instaurar un Gobierno de emergencia excepcional con el fin de elaborar una nueva Constitución. 

Asimismo, ordenó el toque de queda a nivel nacional a partir de la noche del mismo miércoles, además de anunciar una reorganización del sistema judicial, del Poder Judicial, del Ministerio Público, de la Junta Nacional de Justicia (JNJ) y del Tribunal Constitucional (TC).

Con este autogolpe de Estado, Pedro Castillo se autoproclamaba oficialmente dictador absoluto del Perú con intención de confeccionar una Constitución a su medida. Es de este modo que intentó cumplir, estrictamente, con el típico manual totalitarista venezolano, nicaragüense, o de la Junta militar argelina y, últimamente, del presidente golpista Kais Saied de Túnez. 

El caso es que Perú era ingobernable con este populista. Tres mociones de censura y ocho crisis de Gobierno en un año. La última fue la del ministro de Exteriores Rodríguez Mackay, quien dimitía cuando Castillo anunció, con ligereza propia de novatos, en su cuenta de Twitter el restablecimiento de relaciones con el grupo terrorista proiraní del Polisario.

Los populistas utilizan la democracia como medio para después alcanzar el poder, desmontarlo todo con el fin de perpetuarse al estilo cubano y sembrar conspiraciones acá y allá como la tinta del pulpo para desviar la atención de la comunidad internacional. Las posturas ideológicas de estos totalitaristas, además de tener poco recorrido, no hacen más que reforzar la marroquinidad del Sáhara Occidental.

Ya habíamos advertido de este golpe, cuando dijimos en su momento (en el artículo de opinión Pedro Castillo. Palabra de maestro), que estos populistas se aferran al poder como lapas y que al final de sus mandatos, intentarán dar un golpe. Y así fue.

Afortunadamente, esta vez Pedro Castillo fracasó en su intento. Fue destituido fulminantemente por el Parlamento y detenido en la comisaría de la séptima región de Lima. De esta manera, el Congreso de la República restablecía el orden constitucional, tomando juramento a la vicepresidenta Dina Boluarte, en presencia de los legisladores y representantes del Ministerio Público, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.

Pedro Castillo, quien ya fue acusado formalmente el pasado mes de octubre, por la Fiscalía del país, de liderar una organización criminal en el seno de su Gobierno, acaba de ser denunciado por el Procurador General del Estado por presunta comisión de los delitos de sedición, abuso de autoridad y grave perturbación del orden público.

El caso peruano es un claro aviso a los populistas latinoamericanos que intentan romper la convivencia democrática y quebrar las relaciones internacionales por una ideología a todas luces contraria al derecho internacional.

La nueva presidenta, la ultraizquierdista Dina Boluarte, debe enderezar el país en la senda democrática, lejos del populismo, recuperar la confianza de la comunidad internacional, así como la de los mercados.

Howard Carter y su séquito profanaron la tumba de Tutankamón y la maldición se cebó con ellos, uno a uno, de manera implacable, según narra la leyenda.

Pedro Castillo intentó resucitar la momia polisaria y acabó en una mazmorra por rebelión. El Frente Polisario siempre ha sido un gafe. Allí tenemos el ejemplo de Argelia que no levanta cabeza desde hace 47 años pese a su cotizado gas.