De Madrid al cielo y de Ceuta a la Luna: el lado humano de la historia

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Nos conmocionó como sociedad, para bien o para mal, según en qué lado de la sociedad te has circunscrito, el abrazo humano que dio la joven mostoleña, Luna, al joven “sin identidad conocida todavía”, como dicen algunos periodistas; aunque por el color de su piel todos suponemos que es del África negra denostada, marginada y muy a menudo expoliada.

Quizás este anonimato, indeseable en otros muchos casos, resulta ser la simbología de la desnudez humana de cualquier toxicidad rancia de la que emana el odio y la antipatía, sustentos vitales de algunos que, por respeto a Luna, no voy a mencionar. Es el símbolo de lo cientos de miles de anónimos con sus historias singulares e irrepetibles que entre el trajín del Mediterráneo y las rutas de la muerte han hallado en silencio, sin pena ni gloria, su destino final. Es, también, el anonimato de millones de pueblos africanos que sufren día a día la desdicha de haber nacido en un continente rico pero expoliado por los amos y dueños, nacionales e internacionales, de sus recursos y riquezas. Es el símbolo de la miseria más absoluta metamorfoseada en un hombre, polvoriento, desnudo, descalzo, exhausto, vamos lo que viene siendo África, que en un brillo de esperanza se echó al mar para buscar lo que imaginaba y que al final no pudo ser.  

El abrazo Lunático es una muestra sincera del lado más humano de la historia del Mediterráneo y de la nuestra como país, muy diferente a los de Europa, mestizo, multicultural y extremadamente sensible al sufrimiento ajeno. Es allí, desde la serenidad y la lucidez, donde quiero arrojar un poco de luz, sembrar un poco de conciencia en este mundo subversivo, lejos del conflicto diplomático, debate político y muchas veces de la bronca residual post electoral de determinados sectores de la clase que dice que ¡representan nuestros ideales! Ese lado humanista que debería caracterizarnos y que, lamentablemente, brilla por su ausencia en el debate socio-mediático. ¿Acaso no tuvieron que emigrar nuestros abuelos a África, que les abrió, tal y como lo hizo Luna, los brazos y les integró en sus sociedades, muchas de ellas todavía colonizadas, para salvarles el pellejo de una dictadura atroz que azotaba a una España histórica y socialmente apesadumbrada? Por si alguien todavía se halla despistado, le invito buscar, entre otras historias, el último viaje del barco Stanbrook que zarpó desde Alicante a Orán-Argelia. Además, ¿es que, en la actualidad, nuestros jóvenes no han tenido que marcharse a Alemania, Holanda, Reino Unido en busca de una vida mejor? No se agobien, nosotros miramos al norte tanto como ellos lo hacen desde el sur a nosotros. Ley de vida. 

Lo que nos recordó Luna es ese lado de la historia bonita, real y humana que caracteriza a la inmensa mayoría de nuestros pueblos del Mediterráneo, el crisol de las culturas, el punto de encuentro y el punto de partida.

Aquel negro en bañador del Sáhara africano no sabía que llegando a Ceuta acabaría pisando la Luna, tocó la tierra de Ceuta, pero allí le esperaba Luna con los brazos abiertos. No es efecto llamada a la inmigración ilegal “término que discuto seriamente”, sino es un efecto de llamada a la humanidad a la solidaridad, esa solidaridad a la que arrimamos el hombro con el prójimo, desde Carabanchel en Madrid, a la Rambla de Barcelona, pasando por el barrio de las tres mil viviendas en Sevilla.

Algunos ganan el cielo tras una larga vida de arduas obras bondadosas, pero Luna ganó lo que halla en la tierra, el cielo y la Luna juntos con un abrazo humano. Ese mismo abrazo que, después de un año de pandemia echamos tanto de menos. La generosidad de Luna debe ser enmarcada en un cuadro pintoresco en el museo más preciado del mundo, sí el museo de nuestros corazones y de nuestra memoria.

Gracias Luna por enseñarnos que, desde lo más alto de la benevolencia, podemos abrazar humildemente a los que nos necesitan. Necesitamos más gente como tú. Un refrán africano dice: “Cada persona tiene y representa un trozo de su propio nombre”. Por ello, gracias, chokran, thank you y Asante Sana (en suajili).

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