Erdogan is in the Air

España vive desde hace un año aproximadamente una invasión cultural: la pasión turca. Las sobremesas y la noche están marcadas por series turcas que venden una imagen occidentalizada del país: mujeres sin pañuelo en la cabeza y con aspecto occidental, escenarios de ensueño y progreso moral (la serie ‘Love is in the Air’ fue multada porque los actores aparecieron en un jacuzzi, algo que para El Consejo Supremo de Radio y Televisión de Turquía contradecía las costumbres y tradiciones de la familia turca)1. 450 años después de Lepanto, Turquía parece haberse dado cuenta de que la mejor forma de subyugar a Occidente no era a través del poderío militar que era el Imperio Otomano sino a través del poder blando de la televisión.
Más allá del éxito televisivo que estas telenovelas tienen en España, es pertinente considerar otros aspectos sobre nuestro interés por Turquía. Por ejemplo, ¿qué piensan los turcos sobre España? y más importante aún, ¿qué implicaciones políticas hay en este interés inusitado sobre Turquía para España?
Empecemos por la primera pregunta. En julio, Fahrettin Altun, director de Comunicación de la Presidencia Turca, fue entrevistado por el periódico El Mundo coincidiendo con el aniversario del fallido golpe de Estado contra Erdogan en 20162. En ella aparte de criticar a la UE por dar cobijo a los que orquestaron el golpe de 2016 y por no cumplir con su parte del acuerdo sobre los refugiados de 2016, se refería a España en términos muy amistosos: “Vemos a España como un gran aliado en todos los ámbitos. El pueblo español comprende algunos de los desafíos a los que se enfrenta Turquía mejor que otras naciones europeas”.
Este mensaje tiene una doble lectura: por un lado, nos complace saber que Ankara tiene una buena visión sobre nosotros, algo que muy probablemente nos salve de tener las frágiles relaciones que viven Francia y Alemania con Turquía respecto a los comentarios de Erdogan sobre el trato dispensado a los musulmanes en ambos países y las críticas hacia la intervención turca en Siria en 2019 y la represión tras el ‘putsch’ de 2016. Clave en las buenas relaciones es el hecho de que España contribuye a la seguridad de Turquía a través de la vigilancia antimisiles de la frontera turco-siria en el marco de la misión Active Fence de la OTAN, muy probablemente del agrado de Turquía, que ve que es certero que nos perciba como un aliado fiable.
Sin embargo, ser bien vistos por Turquía también puede traer problemas en el plano diplomático, especialmente en lo que se refiere al clásico dilema sobre qué tiene más peso: la política exterior nacional o la de una organización. Me refiero a la primacía de nuestros intereses sobre aquellos de la Unión Europea, especialmente en lo referido a cómo enfrentarse a la muy previsible ola de refugiados afganos hacia Europa, los cuales han de pasar por Turquía. Es muy probable que Ankara no esté por repetir su papel de dique de contención de la UE como en 2016 algo que evidentemente resultará en roces con Bruselas, que le pedirá a Turquía que acoja a los refugiados afganos en su territorio. Aquí es donde entra en juego nuestra buena relación con Turquía. Es muy probable que Turquía intente por todos los medios persuadir a los países de la UE de que no pueden recoger a más refugiados pues supondrían una carga para un país que cuenta con cuatro millones de refugiados sirios y entre 120.000 y 140.000 afganos en situación irregular3. Es probable que Turquía le pida a España que influya para que consiga que la UE no convierta a su país otra vez en la cárcel de los refugiados que quieran llegar a la Unión. Ello nos pondría aliándonos con los países del Centro de Europa de la Unión, el conocido Grupo de Visegrado, hostiles también a la acogida de refugiados, pero también con conflictos con Bruselas respecto al control de la justicia y los derechos LGTBIQ, algo que probablemente no sería del agrado del actual Gobierno de coalición de izquierdas que muy seguramente vería con incomodidad estar en el mismo campo que unos países que no comparten los mismos valores que los promocionados por Madrid. También pondría en mal lugar a Josep Borrell, Alto Representante/vicepresidente para la Política Exterior de la Unión Europea, pues fue España quien luchó para que llegase al puesto. Complicarle su tarea minaría nuestra política exterior y muy probablemente resulte en una pérdida de influencia en la toma de decisiones comunitarias, algo que debilitaría nuestra capacidad de acción para intentar buscar una solución a problemas de política exterior que sí son relevantes para España como la inmigración irregular del continente africano o los acuerdos pesqueros con Marruecos.
En conclusión, las pasiones turcas que tanto interés despiertan en nuestras pantallas nos incitan a saber qué piensan los turcos sobre España, especialmente en el terreno político. Las buenas relaciones que mantenemos con Turquía nos salvan de tener las malas relaciones que otros países de nuestro entorno tienen con Ankara. Sin embargo, pueden transformarse en un obstáculo para los esfuerzos de España por contribuir a la política exterior de la Unión Europea, especialmente con los refugiados afganos que huyen de los talibanes. Turquía puede usarnos como caballo de Troya para su postura de no ser el guardián fronterizo de la Unión. Esto debilitaría nuestra capacidad de influencia en la política exterior de la Unión, lo cual nos privaría de la oportunidad de influir en asuntos que sí importan para España como la inmigración irregular africana o los acuerdos pesqueros con Marruecos.
Referencias:
1 - El éxito de las series turcas en España: de Divinity a Nova y el fenómeno de `Mujer`, Diez Minutos, mayo del 2021. El éxito de las series turcas en España: de Divinity a Nova (diezminutos.es)
2 - “La UE carece de una estrategia coherente para abordar la migración”, El Mundo, julio del 2021. "La UE carece de una estrategia coherente para abordar la migración" | Internacional (elmundo.es)
3 - Un viaje de más de 3000 kilómetros sorteando muros, montañas y ladrones, El País, agosto del 2021. Refugiados de Afganistán: Un viaje de más de 3.000 kilómetros sorteando muros, montañas y ladrones | Internacional | EL PAÍS (elpais.com)