
Faltan pocos días para las elecciones estadounidenses. En los debates, los temas principales han sido la brutalidad policial hacia los afroamericanos y el control de la COVID-19.
Si bien estos temas son relevantes, se ha hablado poco de política exterior, en particular del impacto que Trump ha tenido en este campo. También han estado ausente temas como la política nuclear, donde EUA y Rusia están negociando la extensión de New START- el cual expira en febrero de 2021-, o Afganistán, donde Estados Unidos se comprometió a retirar todas sus tropas para mayo de 2021, después de negociar con los talibanes. Ambos puntos no son baladíes, pues serán los primeros retos a los que se enfrentará el ganador de las elecciones. Ambos, además, con consecuencias para la reputación de los Estados Unidos.
Para responder a esta pregunta no estaría mal recordar lo que se decía en 2016 -antes de las elecciones- sobre las consecuencias de la llegada de Trump al poder. En su edición del 16 de Julio de 2016, el semanal británico The Economist predecía lo siguiente: “Gane o pierda en noviembre, Donald Trump tiene el poder de remodelar América para que se parezca más al lugar disfuncional y en declive que él clama que es.”1 Visto ahora podemos decir que The Economist acertó, especialmente este año con el desastroso control por parte de EUA del COVID y la ausencia de liderazgo estadounidense frente a la pandemia.
El seminario también alertaba sobre la impulsividad de Trump y su falta de autocontrol: “El aspecto más preocupante de una presidencia de Trump, es que una persona con su pobre autocontrol y temperamento defectuoso tenga que tomar decisiones rápidas en seguridad nacional- con el ejército, la marina y la fuerza aérea más poderosa del mundo a su mando y los códigos nucleares a su disposición.”2Aquí acertaron a medias, pues Trump ha hecho de Twitter una herramienta para crear sustos, pero no ha llegado a descargar toda la fuerza del poderío militar y nuclear de los Estados Unidos.
Aunque su impulsividad no haya provocado la Tercera Guerra Mundial, Trump ha logrado en cuatro años cosas que en el 2016 parecían impensables: Se ha convertido en el primer presidente americano en reunirse con el líder de Corea del Norte, ha sido el primer presidente americano que ha llegado a un acuerdo con un grupo terrorista (los talibanes) y en Oriente Medio, ha dinamitado décadas de consenso en política internacional al reconocer a Jerusalén como capital de Israel y ser el padrino del establecimiento de relaciones entre Emiratos Árabes Unidos y Israel.
Las consecuencias de estas tres acciones en conjunto han sido la erosión de la (ya maltrecha) credibilidad de los EUA como el garante de la seguridad de sus aliados (en el caso de Corea del Norte y Afganistán) y la degradación de la capacidad de los EUA como un moderador fiable para resolver el conflicto árabe-israelí.
Trump también ha mancillado la imagen de los Estados Unidos al demostrar poco interés en la defensa de los derechos humanos. Esto se vio en el caso de la muerte del periodista saudí Jamal Khashoggi en octubre de 2018. La tibia respuesta estadounidense a su asesinato por Arabia Saudí y la descripción de Trump del príncipe Mohamed Bin Salman como un buen tipo, enviaron el mensaje de que los EUA están más interesados por los recursos (petróleo) y la geopolítica (rivalidad con Irán) que en los abusos en materia de derechos humanos. Si bien es cierto que el historial de los EUA en derechos humanos internacionalmente es pobre- especialmente si tenemos en consideración que no ha firmado o ratificado seis tratados internacionales en este campo- y su apoyo durante la Guerra Fría a regímenes que violaban los derechos humanos, la conducta de Trump no sólo debilita el apoyo americano a estos derechos, sino también la lucha por la democracia en aquellos países aliados de los EUA con regímenes autoritarios.
Una de sus primeras decisiones fue retirar a Estados Unidos del Acuerdo Nuclear Iraní. Esta decisión ha aumentado la hostilidad de Irán, como se vio el año pasado con los incidentes con petroleros en el crucial Estrecho de Ormuz. Además, Irán decidió volver al estatus quo anterior al acuerdo, a pesar de los esfuerzos (infructuosos) de la Unión Europea de salvarlo. El caso iraní demuestra los riesgos que la reelección de Trump puede suscitar en avivar tensiones en sitios complicados. Irán que en el 2015- cuando se firmó el acuerdo- parecía abierto a negociar con Occidente para salvar su economía, ha vuelto a la retórica agresiva como consecuencia de una decisión de Trump. ¿Ocurrirá lo mismo con New START?
Si bien es cierto que, en esta área, lo más relevante es la “guerra” comercial con China, con el 5G, Tik Tok y los aranceles como actores principales, Trump ha desechado acuerdos comerciales, como el TTP y NAFTA. La consecuencia más clara de estas decisiones es la pérdida de confianza en Estados Unidos como un actor fiable en acuerdos internacionales. ¿Qué país querría ahora mismo firmar un acuerdo comercial con Estados Unidos sabiendo que los EUA pueden retirarse de él por sorpresa? Si Biden gana, quien sea nombrado Secretario de Comercio tendrá la ardua tarea de restaurar la confianza de países vecinos y aliados en la fiabilidad de Estados Unidos como un socio comercial.
De los aliados de Estados Unidos, hay dos que destacan. Mohamed Bin Salman y Benjamín Netanyahu. El primero ha visto como Trump no objetó al asesinato de Jamal Khashoggi y como- al contrario que otras administraciones- no se cuestiona los derechos humanos en Arabia Saudí.
Pero es Netanyahu quien quizás más ha aprovechado estos cuatro años con Trump. Bajo su mandato, el sueño sionista del Gran Israel ha dado grandes pasos. A los ya mencionados reconocimientos de Jerusalén y la paz con Emiratos, se suma el reconocimiento por parte norteamericana de la soberanía israelí en los Altos del Golán. The Economist- en su edición del 8 de septiembre de 2018- describía la ilusión de Netanyahu así: “Este es el sueño del Señor Netanyahu: negociar con un líder mundial sin el estorbo de hablar sobre la ocupación.”3 Como hemos visto, sueño cumplido, pues Trump no se preocupó por informar a los palestinos de sus decisiones.
En conclusión, estos cuatro años de Trump han estado marcados por lo nunca visto y el desmantelamiento de acuerdos. En lo que se refiere a lo nunca visto, será recordado como el primer presidente que negoció con Corea del Norte y un grupo terrorista (los talibanes) y aquel que cambió- probablemente para siempre- décadas de consenso internacional sobre el estatus de Palestina e Israel. En su faceta de desmantelar acuerdos internacionales, las retiradas del acuerdo nuclear iraní, NAFTA y TTP, demuestran que Trump es alérgico a acuerdos multilaterales que bajo su punto de vista debilitan la imagen de los Estados Unidos. Sin embargo, más daño han hecho las retiradas de Trump de estos acuerdos para los intereses norteamericanos, que el hecho de estar en ellos. Su imagen en el mundo ha salido dañada, mientras que socios tradicionales como Japón y Canadá, han visto cómo se les ha dado la espalda.
El 3 de noviembre conoceremos si tendremos que analizar cuatro años más de Trump en política exterior o no. Ese día se sabrá si todo seguirá como hemos descrito o Biden impondrá cambios.
1-The dividing of America”, The Economist (London), 16-22 July 2016, p. 10.
2-“The dividing of America”, The Economist (London), 16-22 July 2016, p.10.
3-“Nothing to talk about”, The Economist (London), 8-14 September 2018, pp 30-31.