Los paladines del siglo XXI

Fuerza antiterrorista

Consideraciones sobre el uso político de las fuerzas especiales en la actualidad. Sin lugar a duda, la Gran Guerra de este siglo es la Guerra Global contra el Terrorismo (GWOT por su acrónimo en inglés), que el año que viene cumplirá diez años. 

Sus consecuencias sociales las vivimos día a día: Los controles de seguridad en los aeropuertos y el aumento de la vigilancia ya sea de manera abierta con cámaras de seguridad o de manera discreta con la recolección de datos. 

Políticamente, este conflicto ha provocado el caos en Oriente Medio, con Afganistán e Iraq como ejemplos elocuentes y para, más inri -como se ha visto en Afganistán- con los “malos” siendo reconocidos como interlocutores en procesos de paz. 

Militarmente, este conflicto trae dos novedades. La primera es que, por primera vez, una guerra de dimensiones globales es luchada no entre estados, sino entre estados y actores no estatales. Desde Filipinas hasta el Sahel, los grupos a batir no se caracterizan por controlar y gestionar territorios. En el Sahel, por ejemplo, los diversos grupos salafistas operan en un gran área de terreno, moviéndose de un lugar a otro. La única excepción fue el Califato del Estado Islámico de Siria e Iraq entre 2014 y 2019. Como resultado, lo que podríamos llamar la Tercera Guerra Mundial, no se caracteriza, al contrario que sus predecesoras, por unas líneas del frente precisas. 

La segunda concierne a los soldados que luchan en ellas. Si en el caso de los terroristas distinguimos a los que luchan en grupos, ya sea Al Qaeda, los Talibanes o Daesh y a los lobos solitarios, en el caso del “mundo libre”, esta guerra no está siendo luchada por flotas o divisiones, sino por grupos de soldados altamente entrenados y escasos en número: las Fuerzas Especiales (FE). 

La cultura popular se ha encargado de mitificar a estos soldados, que en el imaginario colectivo se asocian con Rambo y el Equipo A. Sin embargo, cuando se hablan de ellos, ya sea por el fallecimiento de algún miembro o la entrega de la más alta recompensa militar a uno (como ocurrió hace poco en Estados Unidos), vemos que estos soldados se parecen a cualquier otro físicamente y son parcos a la hora de describir sus actos. Como resultado, se podría llegar a la conclusión de que no hay nada de relevante en estos soldados que merite la consideración popular y de los expertos. 

Pero antes de discernir si esto es cierto o no, hemos de responder las siguientes preguntas: ¿Qué son las fuerzas especiales? ¿Cuáles son sus misiones? y quizás lo más relevante ,¿qué rol juegan en el tablero político y militar?

Sería bueno empezar diciendo que, en el ámbito teórico, no hay una definición estándar de qué son este tipo de unidades. Si alguien lee la literatura sobre el tema, encontrará que no hay armonía de pensamiento. Desde aquellos que abogan que son las misiones lo que definen a estas unidades (como aboga William McRaven, antiguo Seal y comandante del Mando de Operaciones de Estados Unidos durante la operación que acabó con la vida de Bin Laden), a aquellos que argumentan que son los soldados y la tecnología que usan lo que los define como "Especiales". 

Otra escuela de pensamiento, de la que Alastair Finlan -profesor de Estudios de Guerra en la Universidad de Defensa de Suecia- es su máximo exponente, argumenta que hay que estudiar el impacto que estas unidades tienen en el campo de batalla para definirlas. 

Para Finlan, las Fuerzas Especiales juegan un papel importante estratégicamente. Esto es posible gracias a su habilidad para paralizar el liderazgo político de los beligerantes mediante el asesinato de sus líderes: “Estados que pierden de forma repentina su liderazgo sufren más que una pérdida temporal de liderazgo.1”  Como resultado, su impacto político es relevante, pues eliminando a los líderes enemigos se tiene el potencial de orientar el futuro de la guerra: “Las fuerzas especiales tienen la habilidad de llegar a la fuente de la guerra, traer lo político de vuelta al campo de batalla y directamente influenciar las más altas esferas de la toma de decisiones y sus acólitos.2

Terroristas encerrados
Para intentar descifrar este laberinto hemos de ver cómo han sido usadas estas unidades en la GWOT

Lo que nos encontramos cuando analizamos el uso de estas unidades es que las operaciones en las que más han destacado han sido la eliminación de los cabecillas de grupos terroristas. Los ejemplos más conocidos son la eliminación por parte de Estados Unidos de Osama Bin Laden y Al-Baghdadi. En ambos casos, la teoría de Finlan, del rol de las fuerzas especiales como verdugos de los cabecillas se cumple: Tanto al Al-Qaeda como Daesh han sido debilitadas como consecuencia de la pérdida de sus principales líderes. Sin embargo, ambas organizaciones no se han disuelto. Como resultado, podemos cuestionar hasta qué punto la idea de Finlan del uso estratégico de las fuerzas especiales como agentes paralizantes se cumple. Si las unidades de fuerzas especiales actúan como verdugos de líderes y por extensión paralizan al enemigo, es de esperar que el resultado final será la disolución del enemigo. Sin embargo, ambos grupos siguen estando presentes, con el potencial de inspirar a lobos solitarios para que cometan atentados o reorganizándose para atentar en grupo. 

Esto se observa cuando analizamos la evolución de la insurgencia en Iraq desde la invasión del 2003. En este teatro de operaciones, las fuerzas especiales arrestaron y neutralizaron o contribuyeron a neutralizar (como en el caso de Abu Musab al Zarqawi, jefe de Al-Qaeda en Iraq), a terroristas y sus acólitos. Esto no impidió que la insurgencia empeorara, mutándose hasta llegar a ser Daesh. Si bien es cierto que hubo otros factores que contribuyeron a que la situación en Iraq se descontrolara (sectarismo, incapacidad de crear un gobierno de unidad y abusos por parte de las fuerzas occidentales), no lo es menos que las fuerzas especiales no jugaron el rol decisivo que Finlan les atribuye como agentes paralizantes, pues si hubieran cumplido con su rol, Al-Qaeda en Iraq se habría disuelto, lo cual no sucedió.

Lo mismo se puede decir de Afganistán. En el 2001, la intervención de las fuerzas especiales norteamericanas fue clave para echar a los talibanes del poder. Desde entonces, y a pesar de la captura y ejecución de varios de sus líderes, los talibanes han acabado siendo reconocidos como interlocutores en un proceso de paz. Una vez más, esto debilita el argumento de que atacando a los líderes se consigue debilitar y por extensión acabar con los grupos terroristas. El caso de los talibanes demuestra que la resiliencia y reorganización son claves en la supervivencia de los grupos terroristas. 

En conclusión, la Guerra Global contra el Terrorismo está siendo peleada por las Fuerzas Especiales, escasas numéricamente pero altamente entrenadas. Académicamente hay discrepancias sobre cómo definirlas, desde aquellos que avocan que son las misiones lo que definen a estas unidades, a los que argumentan que es el entrenamiento y equipamiento de estas unidades lo que las hace especiales. Alastair Finlan, argumentaba que la métrica para definir a estas unidades es su rol en la guerra. En este caso, estas unidades juegan un rol estratégico crucial, ya que son capaces de neutralizar los liderazgos del enemigo, consiguiendo (teóricamente) su paralización, lo que da como resultado su colapso. Aplicada a la GWOT, hemos visto las ventajas y limitaciones de tal definición, pues si bien Al-Qaeda y Daesh han sido debilitadas con la eliminación de sus líderes, los casos de Iraq y Afganistán demuestran que tal teoría no cumplió sus objetivos, pues la violencia terrorista sigue azotando ambos países. 


Finlan, A. Special Forces, Strategy and the War on Terror: Warfare by other means (London, Routledge, 2007) p.18. 
2 Finlan, A. `A dangerous pathway? Toward a theory of special forces’, Comparative Strategy, 38:4 (2019), pp. 255-275. 

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