Un domingo en el Zoco

José María Bartol Espinosa       

Todos los jueves y domingos las jebelias que vienen del campo con sus productos frescos montan el zoco en la parte baja de la calle Sidi Buiman, ocupan toda la acera hasta la curva frente a la verja y escalinata del Hotel Villa de France.  Es un bullicioso mercado que imagino se instalará en muchos otros barrios de Tánger los mismos días u otros de la semana.

    Bajo a éste porque me queda a 200 metros de casa. Suelo comprar a un joven barbudo que luce siempre camisetas del Barça en sus múltiples equipaciones, es madrugador y se instala en la esquina repartiendo productos como un pulpo mientras va pesando y sumando en voz alta, la que supongo es su madre se aposenta como una reina en una diminuta y sufridora banqueta con el sombrero del campo y es la que trinca la pasta y da los cambios.

    Esta misma esquina junto al poste de la parada de taxis el resto de los días de la semana está ocupada por macetas. Estanterías floreadas a diferente altura llenas de tiestos con flores y plantas: jazmines, geranios, potos, crotons, margaritas, rosales, palmeras enanas,  luisas, siemprevivas, petunias, romeros, begoñas, cañas de bambú, pequeñas araucarias,  hortensias, claveles… de todas las plantas afines al dulce clima tangerino.

    Mediados febrero dejan de verse los ramilletes de cebolletas y las mandarinas empiezan a ahuecarse  aunque las naranjas en plena temporada continúan maravillosas. Las acelgas dejan de venir en manojos pequeños y  ahora tienen las hojas y pencas de gran tamaño  con algunos boquetes de los caracoles y otras larvas. Los ramos de apio son jóvenes como perejiles gigantes y carecen de tallos gruesos, se amontonan los bulbos de hinojos floreados. Los limones se apilan haciendo una torreta con seis de ellos junto a la montaña de perejil y cilantro que las jebelias te ofrecen generosamente mezclado junto con paquetes encintados de seis o siete guindillas gigantes de las que no siempre pican y en ocasiones con diferente intensidad. Las patatas de dos colores según sean para fritas o para tajines y demás guisos, hay capazos gigantescos con patatas pequeñitas de esas que adornan los platos al horno, las alcachofas demasiado abiertas ya pero dejando su buen sabor en cualquier guiso, me dice un abuelo que son muy buenas para los gases del cuerpo (¿) siempre que me dicen esto nadie explica si son buenas para eliminarlos interiormente o para salir botando de las flatulencias intempestivas. También existen cestas con paja que contienen huevos beldi de gallinas del campo, son pequeños pero de sabor delicioso, ahora se pueden comprar, con los rigores del verano no son recomendables. Las mismas jebelias venden el queso fresco que mantienen en sus moldes de juncos secos y arpilleras, me encantan los quesos en casi todas sus versiones pero jamás he comprado éstos frescos, no sé porqué siempre recuerdo que un hermano de mi amigo Fernando Castellanos murió de fiebres de Malta y la depresión y tristeza de Fernando casi se lo lleva a él también.

    En éste zoco de quita y pon, hay algunas cosas que jamás se ven, chirimoyas, aguacates, brócoli, cosas así no se venden en top manta, solo en las tiendas coquetas del mercado interior del Zoco Grande, cuando a mi tendero le compro manzanas ácidas, la majestuosa Granny Smith y me pide treintaytantos dírhams el kilo,  le digo : “reali besaf” (muy caras), agudamente siempre me responde lo mismo : claro, vienen de España. Y con esto me calla.

    Entro en el mercado de pescados, aunque es domingo el día de más surtido, se nota que los barcos no han salido, hace temporal por todo el Estrecho, los pescadores no lo  ratifican porque es como decir que mucho producto es viejo, al menos de dos días. Aun con todo, la oferta es variadísima, a como la lubina? 120 dh. ¡alaaaa! Los precios fluctúan según la demanda especialmente la forastera, me decido por una pescadilla grande que tiene las agallas rojas de vivas, 50 dh. El kilo, pido una con el dedo y me responden, un kilo? No, una solo, ésta, la señalo, “ana aichu uajid” (vivo solo)me veo obligado a repetir de vez en cuando, cada vez que me quieren cargar el puesto entero a cuestas, total 20 dh. abierta para la plancha y la cabeza cortada por si me encuentro a “ojosverdes” al volver a casa, aunque últimamente no la veo mucho.

    Existen especies que jamás se ven en el mercado de Tánger, por ejemplo el salmón aquí no existe, el pulpo lo habré visto un par de veces en los muchos años de residencia, siempre crudo y gigante como si se hubiese colado cual intruso en las redes de los barcos, pero nada te hace pensar en lo que falta pues el surtido es tan inmenso que te centras en lo que hay. Veamos : de los azules, hay sardinas, boquerones, emperador al que aquí llaman aguja-palá recordándome como lo llamaban mi madre y me abuela en Ceuta, por supuesto –ahora que hablo de Ceuta, hay caballas, jureles… de los blancos, empezando por los voraces tenemos besugos, dorada, pargo, sargo, sanpedro,… seguimos con merluzas, congrio, rodaballo, lubina, pescadillas, pijotas, cinta o sable, rape, cabrachos, salmonetes, rayas, meros, cazones, … calamares, sepias, chopitos, almejas de tres tipos, gambas siempre blanca, carabineros, cigalas, langostas, bogavantes, langostinos, centollos, percebes y  mejillones de Muley Bouselan, dicen…. y al menos media docena de otros pescados que jamás he comprado y ni sé como se llaman. Todo un paraíso de la mar, todo fresco pescado la tarde noche anterior y casi todo se vende en el zoco o se reparte más barato en top manta a las puertas y calle anexa por la tarde o se lleva a hospitales, asilos, colegios y centros de internados u organismos similares me imagino a precios de saldo, porque los buenos restaurantes ya se han surtido los primeros en las primeras horas enviando sus comandas.

    Los viernes, víspera de mucha oferta de la mar, apenas funciona el mercado de pescado, la tradición hace que en todos los hogares se coma el célebre cus-cus, y sabido es que se hace con carnes,  la mayoría de los puestos permanecen cerrados y los que abrieron, antes de las 11 están acabando con las ultimas cajas de sardinas y algún resto del día anterior es de suponer.

    El horrible viento de éstos días ha volcado y roto un macetón que contenía una palmera en la terraza del noroeste de mi casa, ha puesto todo perdido de cascotes cerámicos , tierra y agua, he tenido que cobijar las otras hacia la fachada y sujetar con cuerdas  las del manzano y papiro cuyas esbeltas ramas se mueven como bandada de pajarillos asustados al son del ponientazo. Ayer llovió fuerte, cuando se junta el agua con el viento me toca un poco de fregona para recoger la que se cuela por el portalón de la terraza, y eso que coloco trapos.

     Hoy, día de los enamorados, no creo que ninguno se acerque por ferry, el trafico  del estrecho está interrumpido y los borreguitos de la mar han trocado por una gigantesca carga de caballería blanca rolando hacia levante

    El pasado sábado preparé una paella para dos amigos que vinieron a casa, había en el zoco unos impresionantes gambones rosados, solo hay de vez en cuando, esos que son de tamaño más grande que los langostinos sin llegar a los carabineros y que tienen un inconfundible sabor que los diferencia de toda la familia de crustáceos decapoda. Recuerdo haberlos tomado exquisitos por la zona de Rosas en Gerona, estaban a 200 dh el kgr. Con un gentil cuarto donde entraron 10 uds. el chaval que dirige el puesto cuando el platillo de mi compra ya ha bajado, siempre añade algo más, es para que vuelva y allí me tiene casi siempre. Un calamar mediano 30 dh y otro cuarto de almejas 25 dh. me apañé para el arroz, caldeando con una rodaja huesuda de cazón que luego desmigué en el guiso.  La paella, salio exquisita como de costumbre.

    Al pasar junto a la popular mezquita de Sidi Bou Abid, le doy el dirham de rigor a la señora de chilaba purpura apagada que siempre me encuentro sentada en el escalón de la puerta, élla me saluda sonriendo mientras musita “tanjagui”.

    Antes, hace 15 o 20 años, las fresas desaparecían fuera de temporada, ahora las hay todo el año y son autóctonas por supuesto, a pesar del clima benigno y la fama del norte del Gharb con los cultivos en Larache y Mouley Bouselan, hay mucha cooperativa donde han entrado empresas de Huelva expertos en fresales y estoy seguro que todos estos fresones de tamaño uniforme a 7 dh. El kilo y con aceptable sabor son de invernaderos la mayor parte, lo cierto es que no saben como antaño, tienen el corazón demasiado blanco y han perdido aroma.

    Es condición “sinequanon” ir de compras al zoco con moneda fraccionada, resulta una odisea soltar un billete de 100 para pagar un kilo de tomates, dos cebollas y un manojo de espinacas, te quedas con la bolsa en situación de espera mientras tu billete se pasea por los puestos de alrededor (lá mahandichi sarf), no tengo cambio suelta la del sombrero, con un poco de suerte retorna cambiado. Si entregas uno de 200 dirhams te puedes morir.  Es recomendable gastar -al menos- la mitad de la moneda que entregas, si les das un billete de 20 dh. para hacerte con un manojo de perejil y cilantro  que vale un dírham, te pueden hasta decir que te lo lleves gratis si les has comprado cualquier otra cosita a la vecina. En fin, es la vida del Zoco.

    Hace varios días que la señora a quien compro la torta de pan no está en su rincón del interior del mercado de verduras, mi amigo José María y yo coincidimos en que ésta buena mujer, de joven debió ser muy bella, el tendero de enfrente mientras me despacha dos aguacates, me dice que está enferma. En Tánger, en cuanto la temperatura baja de los 15 grados aunque sea un par de días, se dispara la población griposa, catarrosa y del moco colgando.

Es que, nunca se puede tener todo.