La delgada línea de la convergencia bélica: las batallas de Israel contra Hamás, Hezbolá e Irán

Las operaciones militares de Israel en Gaza, inicialmente diseñadas para destruir a Hamás y liberar a sus rehenes tomados este mes hace un año, y luego ahora la creciente confrontación con Hezbolá en el sur del Líbano, especialmente cuando las fuerzas terrestres comiencen sus operaciones.
Este escenario forzaría al país hebreo a un conflicto en tres frentes: una batalla prolongada y aparentemente insoluble en Gaza y un enfrentamiento potencialmente más complejo con Hezbolá, un poderoso apoderado de Irán, en el Líbano, y una guerra más directa con la República Islámica cuando Israel busque represalias por los misiles disparados contra ellos. La posibilidad de que estos conflictos converjan en una confrontación única y prolongada aumenta lo que está en juego para la estabilidad regional y complica la perspectiva de encontrar un camino hacia la paz.
Históricamente, Israel ha abordado estos conflictos con una mentalidad militar, tratando de asegurar sus fronteras y eliminar las amenazas mediante ataques decisivos y operaciones terrestres. La noción de “ganar” la paz militarmente en escenarios aislados ha guiado a menudo la política, ya sea aplastando a Hamás en el enclave palestino -independientemente del coste civil- o neutralizando la presencia de las milicias de Hezbolá en el sur del Líbano, o en todo el Líbano si se expanden aún más.
Sin embargo, a medida que estos conflictos se prolongan, las fronteras entre ellos comienzan a difuminarse y cada vez resulta más evidente que una victoria en un ámbito está incompleta sin una resolución en los otros. De hecho, intentar abordar cada conflicto de forma aislada podría reforzar inadvertidamente las conexiones entre ellos, haciendo que la situación general sea más difícil de desenmarañar.
No se puede subestimar el papel de Teherán en estos conflictos. Aunque su apoyo a Hezbolá y a la causa palestina no es nuevo, la implicación más directa de Irán en los últimos años ha intensificado la situación. El suministro de material militar, inteligencia y apoyo a la planificación estratégica de Hamás por parte de Teherán representa un cambio significativo.
Lo que antes era un apoyo indirecto se ha convertido ahora en una participación más directa en la planificación operativa y la ejecución de acciones militantes contra Israel. Por ejemplo, el embajador de Irán en el Líbano resultó herido en la explosión de un localizador en Israel con los explosivos incorporados a los artefactos utilizados por la organización terrorista de Hezbolá. Esta mayor implicación refleja las ambiciones regionales más amplias de Irán y su deseo de fusionar estos conflictos en uno en el que pueda ser el estandarte de la lucha contra Israel. La implicación de los ayatolás exacerba la complejidad de estos conflictos y desafía la capacidad de Tel Aviv para contenerlos dentro de fronteras distintas.
Esta creciente maraña de conflictos supone un serio desafío para cualquier solución diplomática. Los esfuerzos por negociar la paz suelen centrarse en abordar los agravios específicos de cada conflicto. Por ejemplo, las negociaciones con Hamás podrían girar en torno al alivio económico para Gaza, mientras que las conversaciones con Beirut podrían centrarse en la creación de un sistema estable no influido por Hezbolá e Irán.
Sin embargo, dado que estos conflictos se entrecruzan, los enfoques diplomáticos que los tratan como entidades separadas corren el riesgo de quedarse cortos. Cada conflicto tiene unas dimensiones históricas, políticas y sociales distintas, pero a medida que se solapan cada vez más, abordar uno sin implicar a los otros resulta menos viable.
Desde una perspectiva estratégica, se plantea la siguiente pregunta: ¿es posible garantizar la paz en alguno de estos conflictos sin abordar los demás? Históricamente, la respuesta se ha inclinado hacia un enfoque compartimentado, en el que las victorias militares en ámbitos específicos se consideraban pasos hacia una paz más amplia. Sin embargo, este enfoque es cada vez menos factible a medida que los diversos escenarios de conflicto se fusionan en una lucha regional más compleja.
La interconexión de estos conflictos sugiere que una resolución puramente militar en un área -ya sea derrotando a Hamás en Gaza o frenando a Hezbolá en el Líbano- no traerá una paz duradera si no se aborda la dinámica regional subyacente.
Lo que complica aún más las cosas es el marco internacional de estos conflictos. Si nos referimos a ellos como "el conflicto de Oriente Medio", corremos el riesgo de simplificar en exceso las cuestiones que nos ocupan. Este término general no tiene en cuenta las distintas causas, actores y motivaciones que impulsan cada conflicto. El conflicto palestino-israelí, la dinámica entre Israel y Hezbolá en el Líbano y el papel de Irán como agitador regional son cuestiones distintas que requieren soluciones específicas.
A medida que se desarrollan estos conflictos, el camino hacia una paz, aunque sea temporal, se hace cada vez más difícil. Cuanto más se prolonguen estos enfrentamientos sin solución, más arraigados estarán los ciclos de violencia y más difícil será separarlos en conflictos manejables.
Por lo tanto, los esfuerzos diplomáticos deben orientarse hacia un enfoque más holístico, que reconozca la interconexión de estas luchas pero que también aprecie sus complejidades individuales. Sin un enfoque de este tipo, cualquier intento de negociar la paz será incompleto, dejando a la región vulnerable a nuevas escaladas y garantizando que los conflictos permanezcan, si no empeoran, a largo plazo.