De la economía de los recursos a la economía del valor añadido: ¿afronta África sus paradojas?

- El ciclo de las materias primas: una trampa para el desarrollo
- ¡Cread valor aquí!
- ¿Qué estrategia de desarrollo?
En Development Economics, de Malcolm Gillis y Dwights Perkins, el crecimiento se divide en dos grupos: países que obtienen su crecimiento de los recursos naturales y otros que lo obtienen del llamado crecimiento económico moderno impulsado por la industrialización
Estas dos doctrinas, desde todos los puntos de vista de nuestras llamadas economías modernas, cambian la forma en que percibimos el desarrollo. A menudo se nos ha dicho que África es rica. Rica en su suelo, rica en su subsuelo, rica en su juventud. Una tierra llena de promesas, llena de recursos, llena de potencial. Pero si miramos bien, esta riqueza proclamada no vale nada.
Porque, ¿de qué sirve tener petróleo si se importa gasolina? ¿De qué sirve ser el primer productor mundial de cacao si nunca producimos una tableta de chocolate? Décadas de crecimiento basado en las exportaciones empiezan a mostrar sus límites. Sobre todo, en una economía global ultra competitiva, crea dependencia en lugar de dinamismo local. Enriquece a los actores externos y deja a los productores a merced de los precios internacionales. Así que la cuestión ya no es si África debe cambiar de modelo. La única pregunta real es: ¿cuándo pasamos a una economía de valor añadido?

El ciclo de las materias primas: una trampa para el desarrollo
Durante 60 años, el continente se ha integrado en la economía mundial por la estrecha puerta de los recursos naturales. Extraemos, exportamos, esperamos beneficios indirectos. Pero las cifras son tozudas. El PIB crece, pero la transformación industrial sigue siendo marginal. El empleo sigue siendo informal. La fiscalidad sigue siendo baja. La dependencia tecnológica empeora. La trampa es triple.
En primer lugar, económica: las exportaciones de materias primas no crean ni empleo masivo ni valor duradero. Por último, estratégica: convierte a África en un eslabón débil de las cadenas de valor mundiales. Nuestra premisa no es negar los recursos. Se trata de convertirlos en parte de un ecosistema productivo. Convertir la bauxita guineana en una industria del aluminio. El algodón burkinés en una industria textil. El cobalto congoleño en una soberanía tecnológica.
¡Cread valor aquí!
Transformarse localmente es mucho más que una elección de sentido común. Es una declaración de soberanía. Significa decidir que la riqueza creada por nuestras materias primas debe canalizarse hacia nuestras regiones, nuestras empresas y nuestras universidades. Significa apostar por el capital humano, por la innovación, por subir de categoría.
Esto implica algunos cambios importantes: una política industrial voluntarista, incentivos fiscales inteligentes, un apoyo masivo a las PYME locales, una reforma educativa orientada hacia las profesiones del mañana. Y, sobre todo, una voluntad política clara de apoyar la producción local en lugar de las importaciones subvencionadas, y de apostar por el talento local en lugar de buscar salvadores extranjeros. Crear valor localmente significa afirmar que no estamos condenados a vender materias primas como nuestros abuelos, sino que somos capaces de producir, diseñar y exportar de otra manera.

¿Qué estrategia de desarrollo?
Las estanterías de las bibliotecas están repletas de estudios que muestran cómo una nación puede desarrollarse aumentando sus ahorros e inversiones, o intensificando sus esfuerzos de exportación. Otra escuela de pensamiento sugiere que el desarrollo puede lograrse reciclando a las élites existentes, haciendo hincapié en la planificación central... ¿Y si el desarrollo y el crecimiento fueran ante todo una cuestión de doctrina?
Si nos fijamos en países como Corea del Sur y Tailandia, en comparación con ciertos países africanos, estos países han sido capaces de trazar una visión del desarrollo. Han conseguido pasar de un crecimiento basado en los recursos naturales a un crecimiento económico basado en la tecnología. Parece que África sigue atrapada en esta economía extractiva. Después de 60 años buscando un modelo, ¿se está planteando África las preguntas adecuadas?