El colapso financiero de Gaza la deja a merced del mercado negro

En medio de la guerra y tras meses de asedio, la población gazatí se ha visto forzada a depender de los comerciantes de crisis como única vía de supervivencia, debido a la destrucción de la infraestructura financiera en Gaza y la falta de liquidez. Las redes de cambistas y los corredores de dinero se han expandido y son quienes controlan el flujo de efectivo del enclave, imponiendo sus comisiones abusivas. Los corredores operan tanto públicamente como de manera confidencial y, en muchos casos, son la única forma de comprar los artículos esenciales.
El desplome económico y el colapso bancario de la Franja de Gaza se suma al sufrimiento generalizado provocado por el conflicto en curso. La guerra ha golpeado duramente a las necesidades básicas de la población, en especial a la alimentación, la sanidad y el combustible.

Sin acceso a los bancos, los gazatíes confían en las amplias redes de corredores de efectivo para cubrir sus gastos diarios, lo que ha provocado que las comisiones de las transacciones se hayan incrementado en un 40 %. El limitado efectivo que queda en circulación ya no tiene el valor que tenía antes. Además, los palestinos emplean la moneda israelí, el shekel, en la mayoría de las transacciones y dependen del abastecimiento por parte de Israel.
Inflación y desempleo
A esto se le añade la elevada inflación y el alto nivel de desempleo que intensifican la angustia financiera. De esta manera, la escasez de solvencia para enfrentar las necesidades urgentes ha empujado a muchas familias a vender sus activos para comprar bienes fundamentales. La tasa de inflación de 2024 ascendió a un 230 % de acuerdo con los datos del Banco Mundial y, aunque descendió brevemente durante el alto al fuego, aumentó de nuevo con la activación del conflicto. Además, el índice de desempleo se elevaba en 2024 al 80 % de la población, una cifra que se prevé que seguirá aumentando en 2025.
Según los expertos, la crisis de efectivo en Gaza se debe a que, con los sueldos reducidos y el dinero restringido en los bancos, la gente debe pagar sumas más elevadas para movilizar el efectivo, en un ambiente sumido en la codicia. Israel también ha prohibido la entrada de efectivo al comienzo del enfrentamiento, para controlar la capacidad militar y política de Hamás, y muchas familias pudientes huyeron de Gaza y retiraron su dinero.

La preocupación en el sistema financiero de Gaza ha generado que las empresas extranjeras que venden bienes a la ciudad procedan a exigir pagos en efectivo. La oferta monetaria se ha reducido, pero la desesperación se ha ampliado, lo que ha producido que las comisiones de los corredores hayan aumentado un 5 % desde el inicio de la guerra, en octubre de 2023. En la actualidad, los ciudadanos gazatíes que necesitan dinero realizan una transferencia electrónica a un corredor y luego reciben una pequeña parte del importe transferido en billetes físicos.
El dinero es cada vez más frágil y los billetes en buen estado escasean, lo que dificulta los negocios con los comerciantes. Esto ha propiciado la aparición de un nuevo negocio: la reparación de billetes, que cuesta entre uno y tres dólares.
Azúcar a 100 dólares
Las familias sobreviven gracias a sus últimos ahorros, que gastan en alimentos y combustible, que después de la guerra han ascendido a precios impensables. El azúcar se vende a entre 80 y 100 dólares el kilo, y el litro de gasolina llega a los 25 dólares. Cuando las familias no tienen más liquidez, se ven obligadas a recurrir a la ayuda humanitaria que llega con cuentagotas al territorio de Gaza, debido a las restricciones impuestas por los israelíes.
La falta de datos impide monitorizar la situación financiera real del enclave, y los expertos y observadores tampoco tienen claro si las actividades de los corredores de efectivo resultan beneficiosas o no para Hamás, como afirman los analistas israelíes.

El director de Pal-Think for Strategic Studies, Omar Shaban, ha afirmado que la guerra dificulta determinar el funcionamiento de la actividad económica de la Franja, afirmando que actualmente se opera como una especie de mafia y con tasas exorbitantes en comparación con la situación que se vive. En ausencia de los servicios bancarios oficiales, los habitantes se someten a una doble situación de inestabilidad, encontrándose sumidos en un entorno de violencia armada y extorsión por parte de medios informales que se lucran del sentimiento de desesperación y precariedad.