Nuevas amenazas en la carrera tecnológica entre China y Estados Unidos

Hemos visto cómo estas medidas se desmoronaban a medida que terceros países desviaban los envíos de tecnología para ayudar a China a eludir las sanciones, o por algo tan simple como que espías chinos introdujeran de contrabando en el país algunos de los chips más avanzados del mundo para hacer progresar sus sistemas militares.
Incluso ahora, los países están ofreciendo los chips más avanzados restringidos a la exportación como servicios en la nube, dando a China y a las empresas chinas acceso a su potencia informática única.
Sin embargo, puede estar surgiendo un nuevo nivel de incumplimiento de las sanciones. Estados Unidos ha acusado recientemente a Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. (TSMC), el principal productor de chips del mundo, de eludir los controles de exportación estadounidenses y ayudar a Huawei, el principal gigante tecnológico chino, a diseñar y fabricar chips para aplicaciones de inteligencia artificial y teléfonos inteligentes.
Si estas afirmaciones son ciertas, los avances de China podrían tener consecuencias de gran alcance, no sólo para el suministro mundial de chips, sino también para impulsar el progreso tecnológico de China en robótica, vehículos eléctricos, inteligencia artificial y para impulsar su transición militar de una década.
A medida que Huawei y otras empresas chinas se equipan con instrumentos esenciales para la fabricación de chips, existe la preocupación de que puedan inundar el mercado con productos más baratos para hacerse con el control de la cadena de suministro de tecnologías de chips que quedan fuera de las sanciones estadounidenses. Por extensión, podrían afianzarse en la cadena de suministro en general, una estrategia proactiva para esquivar futuras restricciones.
Este desarrollo representa un cambio radical no sólo porque la empresa insignia de Taiwán, con sus fábricas más avanzadas en Taiwán (una razón clave para los compromisos de defensa de EE. UU. contra una invasión china), está supuestamente involucrada, sino también porque una empresa multinacional masiva profundamente entrelazada con los esfuerzos de EE. UU. para avanzar en sus industrias comerciales y militares podría sentirse libre para actuar de tal manera. Las acciones de TSMC no son el primer caso de una gran empresa no china que viola las sanciones y pone en peligro su línea de negocio, y, probablemente, no será el último. El año pasado, Seagate Technology, la empresa de almacenamiento informático, fue multada con 300 millones de dólares por enviar discos duros a Huawei en violación de las normas de exportación.
Si se descubre que TSMC ha violado los controles a la exportación, podría enfrentarse a sanciones sustanciales, incluidas fuertes multas y posibles restricciones de acceso a la tecnología estadounidense, una medida con implicaciones de gran alcance para la industria mundial de semiconductores.
Las posibles sanciones contra TSMC también ponen en duda su acceso a la financiación en virtud de la Ley CHIPS estadounidense. En abril, TSMC recibió 6.600 millones de dólares para apoyar su inversión de más de 65.000 millones de dólares en la construcción de fábricas de semiconductores en Arizona, inversiones fundamentales para la estrategia estadounidense de reforzar la producción nacional de chips y reducir la dependencia de proveedores extranjeros. Dado el papel crucial de TSMC en las ambiciones de semiconductores de Estados Unidos, revocar su financiación parece improbable, y TSMC y otras empresas fundamentales para la economía estadounidense lo saben. Este escenario plantea serias preocupaciones sobre lo que significa que empresas extranjeras indispensables puedan eludir las repercusiones simplemente porque el desarrollo de un país depende de ellas.
El caso de TSMC pone de relieve una paradoja preocupante: a medida que las naciones dependen cada vez más de empresas extranjeras clave para el avance tecnológico, estas corporaciones adquieren el poder de socavar las medidas de seguridad nacional en un esfuerzo por jugar a ambos lados de la batalla tecnológica y geopolítica. Estas acciones pondrán en el punto de mira la forma en que el próximo presidente de EE. UU. atacará no sólo a China, sino también a aliados, adversarios y empresas que hacen negocios en EE. UU. y que facilitan la evasión de sanciones.