Opinión

La política exterior de China y la comunidad de futuro compartido

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En el año 2016, Wang Yi, ministro de Asuntos Exteriores de China señalaba en un discurso que «la diplomacia china continuará apoyando el desarrollo pacífico y la cooperación gana-gana, fomentará un contexto internacional favorable a la realización de los dos objetivos centenarios y al sueño chino de una gran renovación nacional y hará nuevas y mayores contribuciones a la paz, al desarrollo y al progreso de la humanidad»1. Acostumbrados durante años a tener un papel reducido en el escenario internacional, intentando no llamar la atención ante su desarrollo, las doctrinas de  Deng Xiaoping que aconsejaban prudencia, discreción y moderación han ido abandonándose en favor de conceptos que están más alineados con el nuevo estatus de China, reflejando el extraordinario cambio operado en el gigante asiático desde 1978.

Ante esta nueva posición en el escenario internacional, el liderazgo chino ha ido, desde 2013, pergeñando una serie de estrategias, planes, conceptos e ideas que, aunque son difusos, maleables, nebulosos y en constante cambio dan una vaga idea del tipo de sistema internacional al que China aspira y en el que sus intereses se encontrarán resguardados. La llegada de Xi Jinping a los puestos de secretario general del PCCh y de presidente de la Comisión Militar Central, en 2012; y un año más tarde a la presidencia de la República Popular de China ha acelerado el cambio en la política exterior china y la proliferación de conceptos como «comunidad de futuro compartido», la Iniciativa de la Franja y la Ruta o el «sueño chino de rejuvenecimiento nacional», entre otros.

El espectacular crecimiento de China en todos los aspectos del poder de un Estado y el crecimiento y la madurez de su economía, junto a la opacidad del Gobierno chino y la multiplicidad de conceptos abstractos de su política exterior, han vuelto a desempolvar las teorías de la amenaza china, llegando a ser calificada como una potencia revisionista y como un rival estratégico por Estados Unidos tras la victoria de Donald Trump en 2016. Uno de los nuevos conceptos lanzados por la dirigencia china es el de la «comunidad de futuro compartido». Esta va a ser una herramienta clave para conseguir la estabilidad necesaria y lograr el «sueño chino de rejuvenecimiento nacional» y es el vehículo a través del cual China va a comenzar a modelar el sistema regional, exportando su modelo de gobernanza y su modelo económico. Aunque todavía está en las fases iniciales, esta iniciativa tiene la capacidad de ir transformando y reconfigurando política y económicamente regiones como el Sudeste Asiático o Asia central integrándolas cada vez más en un sistema regional con China como núcleo.

La evolución de la política exterior china

La política exterior china se ha visto influida por varios elementos críticos en la historia moderna del país: el llamado «siglo de la humillación»; la creación, en 1921, del Partido Comunista de China; la instauración de la República Popular, en 1949; y el proceso de reformas que hicieron despegar a la economía china tras la muerte de Mao Tse-Tung. Durante el mandato de Hu Jintao y su primer ministro Wen Jiabao, se inauguró la política llamada heping fazhan o desarrollo pacífico que comenzaba a absorber el cambio que se estaba produciendo en el interior de China. Esta ya estaba dejando atrás el estado de subdesarrollo y estaba adquiriendo la conciencia de que ya no era un país más de la periferia, sino que comenzaba a ser una potencia en ascenso y ello entraba en contradicción con las tesis de Deng Xiaoping. En efecto, el crecimiento económico de China durante el mandato de Hu Jintao era ya muy difícil de ocultar. La crisis de 2008 puso de manifiesto la importancia cada vez mayor de China en la economía internacional (adelantando a Japón para situarse como segunda potencia económica) y los Juegos Olímpicos del mismo año lanzaron una imagen renovada de China convirtiéndose en el perfecto escaparate para relanzar su poder blando.

La política del desarrollo pacífico pretendía evitar que el desarrollo de China fuese visto como una amenaza por sus vecinos y, sobre todo, por Estados Unidos. Sin embargo, las acciones de China en el mar de la China meridional y alrededor de las islas Senkaku comenzaron a mostrar una cara cada vez más decidida de la diplomacia china que ya no sólo no evitaba la escalada de los conflictos, sino que no dudaba en mostrar su creciente poder militar a sus vecinos asiáticos. La nueva agenda de Hu Jintao, aunque expandía el enfoque de la política exterior china buscando una presencia cada vez mayor de China en Asia carecía todavía del enfoque global y más ambicioso que ha caracterizado al mandato de Xi Jinping.

Con Xi Jinping, la política exterior china ha sufrido un cambio notable fruto no solo de las mayores capacidades políticas, militares o económicas que posee China, sino también por la acumulación de poder en manos del presidente chino2. Desde el 2012, Xi Jinping inició una senda de centralización del poder en su persona eliminando los frenos establecidos en el sistema político y jurídico chino para evitar una repetición del culto a la personalidad que caracterizó el periodo maoísta. El tradicional liderazgo colectivo ha dado paso a una presencia cada vez mayor de la figura de Xi Jinping reforzada tras su campaña contra la corrupción que desbancó a varios rivales políticos (Bo Xilai, entre otros) y permitió su sustitución en los puestos clave por partidarios leales a Xi. En marzo de 2018, Xi Jinping dio otro paso más para reforzar su posición al votar el parlamento chino a favor de abolir los límites presidenciales permitiendo a Xi desembarazarse de los límites temporales de la presidencia. Esto le ha dado la posibilidad de dar un giro importante a las bases de la estrategia exterior china abandonando la política de Deng Xiaoping del Tao Guang Yan Hui por la del Fen Fa You Wei (aspirar al éxito) sin temer por su posición. Según Xuetong Yan, esta apuesta por política del Fen Fa You Wei significa que «la política exterior china ya no está enfocada en mantener un perfil bajo, sino que se basa en comenzar a mostrar (y usar) sus capacidades aspirando al liderazgo, especialmente en la región [Asia]».3

Durante sus primeros años Xi Jinping comenzó a elaborar su estrategia política en el interior y en el exterior. Uno de sus primeros elementos fue la denominada «estrategia de los cuatro movimientos integrales». Estos están dirigidos a:

  1. Acabar la construcción de una sociedad moderadamente próspera.
  2. Profundizar en las reformas.
  3. Avanzar en la construcción de una gobernanza basada en normas.
  4. Fortalecer la disciplina del partido.

El primero de estos movimientos dio paso a lo que hoy conocemos como «el sueño chino» que posee una vertiente interna y externa que pasamos a analizar en el siguiente epígrafe.

La vertiente interna y externa del sueño chino

Desde que Xi Jinping asumiera el cargo de secretario general del PCC, uno de los eslóganes más repetidos ha sido el del «sueño chino». La primera vez que este concepto fue utilizado fue en noviembre de 2012 durante una visita de Xi Jinping al Museo Histórico Nacional donde declaró que «llevar a cabo el rejuvenecimiento de la nación china es el más grande de los sueños chinos»4. Este concepto ha ido cobrando importancia hasta situarse como el objetivo principal del mandato de Xi Jinping, reforzado en 2014 con su discurso en la Conferencia Central sobre Asuntos Exteriores. Como ocurre con muchos otros conceptos inmediatamente han proliferado las interpretaciones respecto de lo que significa el sueño chino que van desde las más pesimistas que entienden este sueño como una amenaza al orden liberal y como la voluntad china de conseguir una posición hegemónica en el sistema internacional hasta las más benévolas que entienden el sueño chino como una oportunidad de ampliar la cooperación entre los países, fomentar el crecimiento de todas las economías y evitar las luchas entre potencias debido al pacifismo inherente en el concepto. Independientemente de las intenciones que unos y otros pretendan ver tras el sueño chino, este puede dividirse en unos objetivos internos y otros externos. Los objetivos internos del sueño chino son dos:

En primer lugar, el próximo año 2021, coincidiendo con el centenario de la fundación del Partido Comunista de China, Xi Jinping se propuso «construir una sociedad moderadamente próspera en todos sus aspectos» para lo que es necesario duplicar el PIB y la renta per cápita de la población rural y urbana del año 2010 en 2020. Este objetivo, atendiendo a las fuentes oficiales chinas ya habría sido conseguido5. En segundo lugar, en 29 años, Xi Jinping, coincidiendo con otro centenario, esta vez el dela fundación de la República Popular, pretende construir «un país socialista moderno próspero, fuerte, democrático, culturalmente avanzado y armonioso».

Los objetivos básicos de desarrollo económico interno, fundamento de la legitimidad del PCCh no han cambiado desde la época de Deng Xiaoping, lo que sí ha cambiado es la actitud de China frente al escenario exterior. Deng comprendió que, para conseguir que China iniciase su despegue económico, esta necesitaba de una coyuntura internacional estable, buenas relaciones con las principales potencias y con sus vecinos. China pretendía así aprovechar la estructura del sistema económico internacional para desarrollarse internamente sin plantearse la posibilidad de modificar un sistema en cuya construcción no había participado y cuyas bases eran contrarias al sistema político chino. Con Xi Jinping, el enfoque aunque parecido es diferente puesto que si bien es cierto que China se ha postulado en estos últimos años como un defensor del libre comercio y de la apertura económica frente al proteccionismo, no es menos cierto que las intenciones chinas de modificar varios pilares importantes de las estructura institucional global y regional son cada vez más evidentes, dejando de lado la actitud pasiva para dar muestras de una voluntad cada vez mayor de situar a China como un creador de normas e instituciones.

Durante su discurso de noviembre de 2014, Xi Jinping presentó su proyecto internacional y su visión de la posición de China en el mundo declarando que «al considerar todos los factores, podemos ver que China está todavía en un importante periodo de oportunidad estratégica para su aventura de desarrollo en el que todavía se puede conseguir mucho. Nuestra principal oportunidad descansa en el desarrollo constante y en el crecimiento de su fuerza. Por otro lado, debemos tener en cuenta de los numerosos riesgos y desafíos y apagar hábilmente las crisis potenciales convirtiéndolas en oportunidades para el desarrollo de China», continuó señalando Xi que «debemos buscar la comprensión y el apoyo de otros países al sueño chino, cuyos resultados son la paz, el desarrollo, la cooperación y los beneficios mutuos. Lo que buscamos es el bienestar tanto del pueblo chino como de los pueblos del resto de países». De esta manera, el sueño chino se plantea en diferentes términos en función de la audiencia a la que China se dirige. Para la audiencia interna se trata de desarrollo puro de las capacidades económicas chinas para beneficio de los ciudadanos chinos. Para la audiencia extranjera el sueño chino tiene la misión de crear una imagen de China como un actor responsable dentro de la comunidad internacional que gracias a su poder económico (y militar) es capaz de presentarse como un líder que puede y quiere mantener la estabilidad sin caer en los defectos de las grandes potencias y sin perder su carácter benigno.

A fin de sostener esta imagen Xi Jinping señaló que «debemos promocionar la diplomacia de vecinos y convertir las áreas cercanas a China en una comunidad de destino común, debemos basar nuestra diplomacia con los vecinos en los principios de amistad, sinceridad, beneficio mutuo e inclusividad, promocionando la amistad y la asociación con nuestros vecinos, fomentar un medio ambiente vecinal amigable, seguro y próspero y apoyar la cooperación gana-gana y la conectividad con nuestros vecinos». La estrategia china, sin embargo, no se dirige únicamente a sus vecinos, sino que con Xi Jinping se han sentado las bases de la relación entre las grandes potencias de manera diferente en base a un «nuevo modelo de relaciones entre grandes países» que está dirigida a «gestionar de forma correcta las relaciones con otros grandes países, construyendo una estructura sólida y estable entre grandes países»6.

De acuerdo con Chen Xiangyang, este discurso se ha convertido en un manifiesto para asegurar el sueño chino, añadiendo que este concepto es la forma que tiene Xi de decir «que China, un país socialista en vías de desarrollo, se ha convertido ya en un gran país preparado para asumir su lugar en el mundo»7. El sueño chino aparece, así como la culminación de las aspiraciones internacionales de China, como una estrategia dirigida a borrar la experiencia del siglo de la humillación, devolviendo a China la posición de hegemonía política en Asia y su importancia económica a nivel global que tenía antes de la intromisión de Occidente en Asia. Según Xi Jinping, el futuro «será una era que verá a China moverse más cerca de escenario central, haciendo cada vez mayores contribuciones a la Humanidad»8.

Dentro del discurso sobresalen con fuerza propia los conceptos de «nuevo tipo de relaciones internacionales» (xinxing guoji guanxi - 新型国际关系) y de «nuevo modelo de relaciones entre grandes países» (xinxing daguo guanxi - 新型大国关系)9. El primero está dirigido a la comunidad internacional y pretende dar una imagen positiva del crecimiento chino y trasladar la idea de que este no solo es compatible con el crecimiento económico en su vecindario, sino que es necesario para sus vecinos, creando una relación de mutuo beneficio en el que tanto China como sus vecinos saldrían ganando. Tras este principio de nuevas relaciones internacionales se esconde la intención de China de evitar ser considerada como una potencia revisionista y que sus acciones sean vistas como amenazadoras para sus vecinos. Al mostrar la benevolencia y armonía de las sucesivas dinastías chinas a lo largo de los siglos, los líderes chinos pretenden subrayar las ventajas que puede aportar una pax sinica a Asia y al resto del mundo. De esta manera, el sueño chino no sería únicamente de China, sino que sería un sueño compartido por el resto de la comunidad internacional. En palabras de Xi, «el sueño del pueblo chino está fuertemente conectado con los sueños de otras naciones; el sueño chino solo se puede realizar en un ambiente internacional pacífico y bajo un orden internacional estable»10.

El segundo principio de «nuevo modelo de relaciones entre grandes países» está enfocado esencialmente en los Estados Unidos. En 2010, cuando Barack Obama inició su política del pivot to Asia, quedó claro a los dirigentes chinos que la política de mantenimiento de un perfil bajo no era ya adecuada para gestionar las relaciones con Estados Unidos. El ascenso de China, evidente para todo el mundo, comenzaba a crear fricciones y el esfuerzo que hacía China en encubrirlo no hizo, sino alimentar la teoría de la amenaza china. Sin ningún tipo de ventaja aparente se hacía necesario cambiar de posición para contrarrestar las cada vez mayores sospechas hacia China.

El nuevo modelo de relaciones entre grandes países pretende dejar de lado todas las teorías y debates que han abundado en los últimos años en torno a la conocida como trampa de Tucídides que planteó Graham Allison, en la que señalaba que en 12 de las 16 ocasiones en las que ha habido una potencia emergente que ha desafiado a una potencia hegemónica el resultado final fue una guerra11. Para despejar la posibilidad de una guerra entre grandes países (nótese que la diplomacia china evita utilizar la palabra potencia), China ha utilizado su historia para demostrar que su ascenso es benigno, utilizando principios filosóficos de los clásicos chinos que consideran que «la armonía es lo más valioso», «la paz y la armonía deben prevalecer» y que «todos los hombre bajo el cielo son hermanos», basándose en que los países pueden aprender del pasado y señalando que hay que alejarse del determinismo histórico, en otras palabras, el ascenso de China no tiene que llevar a una guerra con Estados Unidos y es compatible con la existencia de dos o más potencias en el sistema internacional o con la existencia de dos sistemas internacionales separados.

A través de la política de aspirar al éxito (Fen Fa You Wei), Xi Jinping pretende situar a China en la primera fila del sistema internacional. Como hemos visto, los principios que rigen la vertiente externa del sueño chino no están solamente dirigidos a regular las relaciones con EE. UU. El nuevo modelo de relaciones internacionales supone el reconocimiento de Pekín de que la continuidad del crecimiento de China requiere un mayor esfuerzo a la hora de crear y modelar una estructura institucional capaz de dar una mayor solidez y credibilidad a ese sueño chino. Esa mayor solidez también debe verse acompañada de una búsqueda de países aliados que sostengan y apoyen el proyecto hegemónico de Pekín y que habiliten un medio ambiente propicio a sus intereses. De ahí el interés de Xi Jinping por crear asociaciones con múltiples países cuyo objetivo, según el ministro de Asuntos Exteriores de China, es «comprometerse a consultarse mutuamente y comprenderse mutuamente; crear una arquitectura de seguridad cuya base sea la igualdad, la justicia, la contribución conjunta y los beneficios compartidos; promover un desarrollo abierto, innovador e inclusivo que beneficie a todos; incrementar los intercambios entre civilizaciones para aumentar la armonía, la inclusividad y el respeto a las diferencias y construir un ecosistema que ponga a la madre naturaleza y al desarrollo verde en primer lugar». Estos serían los pilares de una «comunidad de futuro compartido» que pasamos a analizar a continuación.

La «comunidad de futuro compartido»

El desplazamiento del centro de gravedad del océano Atlántico hacia el océano Pacífico y el océano Índico; y el retraimiento de Estados Unidos de su tradicional papel como líder de la comunidad internacional, desde el año 2017, han abierto una ventana de oportunidad a Xi Jinping para comenzar a esbozar el tipo de sistema internacional en el que China tendría una posición predominante, en el que sus intereses vitales estuviesen garantizados y en el que la continuidad del Partido Comunista de China fuese indiscutida. En su discurso en el 19º Congreso Nacional, Xi Jinping reconoció la existencia de una serie de dinámicas dentro de las cuales están «los cambios en el sistema de gobernanza global y en el orden internacional» haciendo un llamamiento a la «construcción de una comunidad de futuro compartido»12. Esta «comunidad  de futuro compartido» (ren lei ming yun gong tong ti - 人类命运共同体) es la última modificación realizada al concepto anteriormente llamado «comunidad de destino común». La comunidad de futuro compartido, como vertiente externa del sueño chino, es uno de los conceptos más importantes en la diplomacia china. Tan importante es que fue inscrito en la Constitución en el año 2018. Como indicó Cui Tiankai, embajador de China en Washington, «China ha tomado una decisión inamovible: estamos trabajando para construir una comunidad de futuro común para la Humanidad. Esto está en el centro de la política exterior de China y ha sido incorporado en la constitución del Partido Comunista de China y en la de la República Popular de China»13. Esta comunidad sería un elemento básico para promover la evolución del sistema de gobernanza global gracias «al ascenso de la influencia internacional de China, su habilidad para inspirar y poder para modelar»14.

Podríamos considerar a la «comunidad de futuro compartido» como la gran estrategia que China ha escogido para modelar progresivamente el sistema global y regional. Esta gran estrategia tiene dos pilares principales: uno de carácter político y otro de carácter económico. Con el primero, China va a exportar su modelo de gobernanza fomentando el autoritarismo en el exterior. Con el segundo, China va a exportar su modelo de desarrollo económico. Ambos tienen como objetivo final el de crear un escenario global con unos rasgos más próximos a China, generando un entorno más propicio a los intereses nacionales chinos y a la continuidad del PCCh. Este último es un interés vital para la dirigencia china, ya que, tal y como se señaló en el último Congreso Nacional, «el Partido sigue siendo y será la columna vertebral de la nación y un poderoso núcleo de liderazgo».15

Como se verá en este epígrafe, el público objetivo de esta comunidad de futuro compartido son los países en desarrollo. China, que se considera todavía un país en desarrollo, se situaría a la cabeza de esta agrupación y fomentaría el desarrollo de estos países a través de la Iniciativa del Cinturón y la Ruta reduciendo la brecha entre países del norte y del sur mediante «la asistencia a países en vías de desarrollo, especialmente a los países menos desarrollados»16. Estar a la cabeza de los países en vías de desarrollo le permite a China promover una serie de cambios graduales en el sistema internacional alegando, al igual que muchos países asiáticos, africanos y latinoamericanos, que el sistema actual no es inclusivo por estar creado y sostenido por Occidente y por discriminar a los países en desarrollo cuya presencia y cuyos intereses no se ven protegidos. Tal y como señaló Jiang Zemin, «el viejo orden político y económico internacional, que es injusto e irracional, todavía debe cambiar de forma fundamental»17. China ha entendido que, si quiere modificar el sistema internacional «de forma fundamental», deberá hacerlo acompañado por aquellos países que se consideran relegados a la periferia del sistema por el núcleo occidental y así acabar con su hegemonía. Se ve aquí un cierto parecido con la política exterior maoísta y su visión de China como líder antiimperialista y guía de los países menos desarrollados.

Esta «comunidad de futuro compartido» se encuentra todavía en una fase inicial de desarrollo, lo que impide dar una visión clara y nítida de sus contornos. Hasta ahora se ha caracterizado, a falta de una mayor concreción, por una serie de rasgos dirigidos a favorecer su aceptación paulatina por el resto de actores.

En primer lugar, la «comunidad de futuro compartido» es un término flexible que ha ido variando con el paso de los años. En un primer momento, este proyecto, como ya dijimos, se denominaba «comunidad de destino común» y estaba enfocado exclusivamente en la relación bilateral entre la República Popular de China y la República de China (Taiwán). Con el tiempo el proyecto ha evolucionado a la vez que han evolucionado tanto las capacidades como las ambiciones de China. Geográficamente, la «comunidad de futuro compartido» está dirigida, sobre todo, a las áreas próximas a China que han sido tradicionalmente sus áreas de influencia y expansión: el sudeste asiático y Asia central. Según Pang Zhongyin, las áreas próximas se han convertido en una prioridad crítica para la política exterior de Pekín18. Aunque estas áreas sean las preferenciales en el proyecto, otras regiones como África o América Latina también son zonas importantes, pero por ser áreas más alejadas y con mayores diferencias culturales no tienen tanta relevancia como las zonas asiáticas. En tercer lugar, sobre el papel, el proyecto chino es igualitario subrayando los principios de «respeto mutuo, equilibrio, justicia», su preferencia por un sistema en el que prevalezcan los 5 principios de la coexistencia pacífica y que «cree una globalización económica más abierta, inclusiva y equilibrada para que los beneficios sean compartidos por todos»19. En la práctica, el sistema está totalmente desequilibrado dada la evidente diferencia del peso político, militar y económico de China respecto de sus vecinos.

Una de las grandes ventajas del proyecto es la inclusividad. Durante años, China ha denunciado los esfuerzos de Estados Unidos por exportar su modelo interno y por la utilización de las instituciones internacionales para conseguir cambios en los sistemas políticos y económicos. Las intervenciones en Oriente Medio y en Libia o la condicionalidad de la ayuda del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial serían ejemplos de este afán por inmiscuirse en los asuntos internos de los países. La comunidad de futuro compartido ha sido diseñada, precisamente, para dar acomodo a una serie de países que, por sus sistemas no democráticos, no son aceptados en el orden liberal; o que, por su sistema económico, no pueden acceder a la ayuda de las instituciones financieras internacionales. China pretende así postularse como la defensora de un orden diverso que respeta las diferencias entre diversos modelos alternativos al orden liberal, democrático y de economía de mercado existente hoy en día. En quinto lugar, la promoción de la «comunidad de futuro compartido» se realiza a través de una pluralidad de vías y canales ya sean institucionales (Banco Asiático para la Inversión en Infraestructuras), foros multilaterales (Lancang-Mekong Cooperation), proyectos bilaterales (acuerdos comerciales) o a través de la formación y educación de funcionarios o el intercambio de estudiantes. Finalmente, teniendo en cuenta que la comunidad está todavía en una fase embrionaria, esta carece de una estructura centralizada que dé visibilidad y coherencia a todos los proyectos.

Todas estas características de la «comunidad de futuro compartido» pretenden facilitar la incorporación de los países en vías de desarrollo a las iniciativas chinas, puesto que cuantos más Estados se suban al tren más facilidad tendrá China para modelar el sistema internacional y promover sus políticas, ya que, como señala Pang Zhongying, «ese  futuro  compartido  implica  la  exportación  del  ‘modelo  chino’.  Por  ello,  la exportación de este “modelo chino” es un elemento indispensable de la comunidad de futuro compartido»20.

¿A qué se refiere con ese «modelo chino»? En palabras de Xi Jinping, «el modelo chino para un mejor sistema de gobierno social ofrece una nueva opción para otros países y naciones que quieren acelerar su desarrollo a la vez que preservan su independencia. Y ofrece sabiduría y un enfoque chinos a la hora de solucionar los problemas a los que se enfrenta la humanidad». Ese sistema de Gobierno basado en el autoritarismo y en la primacía del Estado en la economía se conjuga con una dosis de valores chinos heredados de su tradición confuciana y legalista.

Un detallado informe de las actividades de Pekín, elaborado por Elizabeth C. Economy, señala los esfuerzos de China por promover en Asia, África y América Latina su modelo político «ofreciendo entrenamiento de defensa para el Ejército, entrenamiento económico para los ministros y entrenamiento de justicia para la policía, también hay lecciones muy específicas sobre qué herramientas utilizar para suprimir a los disidentes y cómo promover la inversión extranjera a la vez que se accede y retiene la tecnología extranjera». Continúa señalando las actividades chinas en África centrándose en Etiopía donde el PCCh ha estado entrenando al Frente Democrático Revolucionario Popular Etíope «a la hora de desarrollar su estructura, fortalecer su trabajo ideológico y su sistema de propaganda». También ha exportado su modelo de ley de ciberseguridad a Tanzania y Zimbabue y ha formado a los mandos del Movimiento Popular de Liberación Sudanés en materia de «industrias de transporte, sanidad y cultura, sus esfuerzos de reducción de la pobreza y sobre cómo gestionar la opinión pública y construir un partido»21.

El modelo de desarrollo chino es otro producto que China está exportando con el fin de modelar el sistema regional. Desde el inicio de las reformas de Deng Xiaoping, los sucesivos líderes chinos han ido creando un modelo económico calificado como socialismo con características chinas que es según Xi Jinping «la garantía del progreso y el desarrollo de la China moderna»22. Este socialismo con características chinas comenzó a gestarse durante los años 70 cuando fue surgiendo de forma progresiva una economía de mercado fuertemente intervenida por el Estado en la que se hizo aceptable el enriquecimiento bajo el lema «ser rico es glorioso». Así, el mercado comenzó a jugar un papel cada vez más importante dentro de la economía china conjugándose el libre mercado, la liberalización de la economía y la privatización de sectores económicos, manteniendo el Estado un papel esencial en el proceso y garantizando que este mantuviese el control político y económico mediante una serie de empresas estatales23.

La crisis de 2008 supuso un duro golpe para las economías occidentales cuyo modelo económico, alineado con lo que se vino a llamar el Consenso de Washington, vino acompañado de crisis económicas en América y Europa, siendo la más importante la crisis financiera de 2008. Pronto surgió entre los académicos la idea de un modelo alternativo basado en los éxitos conseguidos por los países asiáticos, llegando a hablarse de un Consenso de Pekín, término acuñado por Joshua Cooper Ramo. En este contexto, Xi Jinping en Astana y en Yakarta uno de los proyectos más ambiciosos de la diplomacia china: la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés).

La BRI comprende 5 eslabones para conseguir una mayor integración entre las economías de los países participantes:

  • Coordinación en materia de políticas.
  • Conectividad en materia de infraestructuras.
  • Cooperación en cadenas de suministro y facilidades para la inversión.
  • Integración financiera.
  • Cooperación e intercambio cultural.

Estos eslabones se van a desarrollar a lo largo de 5 corredores estratégicos. El New Eurasian Land Bridge que une por tierra la parte occidental de China con Europa a través de Kazajistán y Rusia; mientras que por mar une los puertos chinos de Rizhao y Lianyungang con los puertos europeos de Rotterdam y Amberes; el China-Mongolia- Russia Economic Corridor; el China-Central and Western Asia Economic Corridor que une China con el Mediterráneo y la península Arábiga; el China-Pakistan Economic Corridor y el China-Indochina Peninsula Economic Corridor que une China con Singapur. A su vez, la ruta marítima pretende conectar a China con los puertos asiáticos del océano Índico, con África oriental y con el Mediterráneo. Para llevar a cabo todos estos proyectos China ha fomentado la creación de una serie de instituciones financieras como el Nuevo Banco de Desarrollo (ligado a los BRICS), el Banco Asiático para la Inversión en Infraestructura o el Fondo de la Ruta de la Seda lo que ayudará a facilitar los esfuerzos por modelar paulatinamente la integración económica regional en Asia24.

La iniciativa tiene además de un componente económico una importante carga geopolítica puesto que el punto final del proyecto es la completa integración de Asia en la economía china atrayendo además a la economía europea y africana. Como señala el Plan de Acción de la BRI, entre los fines de la iniciativa están el de «integrar las estrategias de desarrollo de los países miembros de la BRI» y el de «trabajar conjuntamente y avanzar hacia los objetivos de mutuo beneficio y de seguridad común», siendo ambos objetivos indispensables para la «comunidad de futuro compartido». También la economía china se va a beneficiar de una mayor internacionalización de sus empresas estatales y de su divisa. Las empresas estatales chinas tienen un papel clave bien sea construyendo como licitadores únicos las infraestructuras o a través de empresas conjuntas con socios locales. Uno de los puntos del Plan de Acción declara la intención de «promover la participación de empresas chinas en la construcción de infraestructuras a lo largo de la BRI y la realización de inversiones». También prevé el plan un mayor papel del renminbi en el sistema financiero asiático al promover «la cooperación financiera y esforzarse enconstruir un sistema de divisas, de inversión, de financiación y de información crediticia estable en Asia y apoyar los esfuerzos de los gobiernos, sus empresas e instituciones financieras con buena calificación crediticia a emitir bonos en renminbis»25. Otro elemento que va a fortalecer la estrategia de Pekín es la entrada en vigor el pasado 15 de noviembre del Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP). Este acuerdo, que ha creado el mayor bloque comercial, agrupa a 15 naciones asiáticas y es un factor indispensable a la hora de acercar cada vez más las economías de Asia oriental. El acuerdo, aunque promovido por la ASEAN, va a impulsar tanto la integración económica de sus integrantes con la economía china como el liderazgo de Pekín en Asia, sobre todo tras la salida de India de las negociaciones comerciales. Todo ello va a ir aproximando a muchas economías asiáticas a Pekín formando poco a poco un bloque económico con China como centro26.

En definitiva, la «comunidad de futuro compartido» va a ser un vehículo para la exportación del modelo político y económico de China expandiendo la influencia de China en Eurasia y en África y a la vez un medio para «atenuar las preocupaciones de otros países, especialmente los desarrollados, respecto del ascenso de China manteniendo un ambiente internacional favorable para el esfuerzo de China para el rejuvenecimiento de la nación»27. En el caso de que fructifiquen los esfuerzos de Pekín para reconfigurar el mapa político y económico de Asia, se produciría una modificación notable del sistema internacional, ya que China dejaría de ser un país en la periferia del sistema occidental. Ese nuevo sistema asiático estaría conformado por una periferia de países dependientes económica y políticamente de Pekín que es donde se hallaría el verdadero centro de poder, reconstruyendo la configuración histórica del orden asiático antes de la llegada de los europeos.

El excepcionalismo chino

Al presentar la «comunidad de futuro compartido» a las audiencias extranjeras, los líderes chinos recurren siempre al excepcionalismo chino señalando las virtudes que han caracterizado al Gobierno chino a lo largo de la historia fruto de una cultura milenaria que ha buscado la armonía, la cooperación y la benevolencia hacia sus ciudadanos y sus vecinos28 Wang Yi, ministro de Asuntos Exteriores, señaló que «la comunidad de futuro compartido está enraizada en la distinguida civilización china y en la gran conducta de la diplomacia china»29. La comunidad de futuro compartido está imbuida por una serie de principios derivados del confucianismo tales como «la armonía tiene un valor sin parangón», «conseguir prosperidad universal en todo el mundo» o «la unidad del hombre y la naturaleza»30. Durante el Gobierno de Hu Jintao, China lanzó el concepto de «mundo armónico» y con la llegada de Xi Jinping los nuevos conceptos lanzados por la diplomacia china cada vez más utilizan términos y conceptos que evocan los clásicos del pensamiento chino. Los teóricos chinos llevan años realizando una fusión entre las diversas ideas clásicas y modernas, el filósofo Gan Yang realizó una presentación en la Tsinghua University en la que abogaba por una unificación de las tres tradiciones en la Nueva Era. Estas tres tradiciones serían la tradición clásica confuciana, la tradición comunista de Mao Tse-Tung y las ideas reformistas de Deng Xiaoping31. Lejos ya de los ataques a los que era sometida la figura de Confucio, los dirigentes chinos han ido extrayendo de los pensadores clásicos los principios necesarios para justificar en el interior la continuidad del PCCh al frente del poder en China y para presentar en el exterior una imagen benévola del poder chino evitando la utilización de principios occidentales para modelar el sistema regional.

Una de las ideas más relevantes del pensamiento clásico chino aplicado a las relaciones internacionales es el concepto del Tianxia (todo bajo el cielo). Como ya hemos señalado, durante siglos China fue la potencia hegemónica en Asia y el principal motor de la economía global. En el interior del país, los emperadores chinos se denominaban hijos del cielo y gobernaban legitimados por su benevolencia hacia sus ciudadanos, haciendo prosperar la economía y protegiendo a la nación. En el exterior, los emperadores estaban en la cúspide de un sistema jerárquicamente organizado en el que China era el centro y cuyo «sistema de creencias era éticamente correcto y debía ser seguido por todos los pueblos»32. Para entrar dentro de este sistema sinocéntrico, los países vecinos debían enviar periódicamente embajadas con mercancías locales y rendir pleitesía al emperador. A cambio, los países accedían al mercado chino y el Gobierno se veía legítimamente reconocido por China. Ese sistema aseguraba, supuestamente, la estabilidad al evitar las luchas entre Estados y garantizaba la prosperidad a través del comercio alcanzándose así el Tianxia Datong (la gran armonía bajo el cielo).

Como se puede observar, la dinámica de la política exterior china y el concepto de «comunidad de futuro compartido» tienen un relativo parecido con el sistema que hemos descrito. El peso cada vez mayor de China en la economía mundial y la creciente dependencia económica de sus vecinos, su poder militar e influencia política junto con una mayor confianza de la dirigencia china en su capacidad para situar al país al frente del sistema parece dirigir a la región a una versión moderna del Tianxia. Esto supondría la práctica compartimentación del mundo en dos sistemas normativos: el orden liberal que conocemos hoy en día centrado en Occidente con Estados Unidos a la cabeza y un orden autoritario con China como centro político, securitario y económico.

Conclusión

Como se ha podido ver a lo largo del documento, la política exterior china ha ido variando en función de las dinámicas internas y externas del país y cada líder ha ido ajustando la posición del país en la comunidad internacional en función de las capacidades políticas y económicas en cada momento. La visión de Xi Jinping se corresponde con una coyuntura internacional en la que China es ya la segunda potencia mundial a nivel político y económico ejerciendo una influencia notable sobre todo su vecindario y siendo un actor insoslayable que tener en cuenta para la resolución de numerosos problemas globales como el cambio climático, la regulación del ciberespacio o la desnuclearización de la península coreana.

La comunidad de futuro compartido, uno de los emblemas del pensamiento de Xi Jinping ya es un elemento central de la política exterior china y de la estrategia a largo plazo del PCCh. El éxito de la estrategia va a depender de la capacidad que tenga Pekín de atraer a los países asiáticos, africanos y latinoamericanos bajo el paraguas de la comunidad y de la habilidad para exportar su modelo económico y de gobernanza. También dependerá de la firmeza y la coherencia de las estrategias de los países más interesados en mantener el actual orden internacional liberal a nivel global y regional con Estados Unidos a la cabeza, sin olvidar la importancia de Japón.

En el caso de que la construcción de esa comunidad de futuro compartido llegase a buen puerto, en ningún caso significará la recreación del sistema tributario de hace dos o más siglos o una hegemonía global, pero sí el establecimiento de un sistema jerárquico cuyo núcleo sería Pekín, una región asiática fuertemente integrada en la economía china y varias zonas periféricas más o menos próximas a China en función de su grado de adaptación al modelo chino y su respeto a los intereses vitales de Pekín. Lo más probable es que ese sistema jerárquico deba convivir con el actual orden liberal dividiendo el mundo en dos sistemas compartimentados con diversos principios políticos, sistemas económicos, sistemas securitarios e incluso dos Internets.

A estas alturas, ya queda claro que China no va a conformarse con un puesto secundario en el sistema internacional. También queda claro que China no va a convertirse en una democracia liberal con una economía de mercado. Tras un siglo de humillación y cuando se cumplan los 100 años de la proclamación de la República Popular de China, Xi Jinping pretende, con la «comunidad de futuro compartido», situar al país en una posición internacional preeminente y cerrar el ciclo de la hegemonía estadounidense.

Borja Llandres Cuesta/Abogado y analista de riesgo político

BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS A PIE DE PÁGINA
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