¿Sigue siendo Europa útil para África?

Inventemos una nueva diplomacia. Europa se plantea la pregunta equivocada
europa africa

En lugar de preguntarse si todavía tiene un papel que desempeñar en África, haría mejor en reflexionar sobre la naturaleza de ese papel, su legitimidad y, sobre todo, su capacidad para adaptarse a un continente que cambia a gran velocidad.

La África actual ya no es el terreno de influencia que fue durante mucho tiempo para las cancillerías occidentales.Se está convirtiendo en un campo de arbitraje, donde las alianzas se construyen según una lógica de resultados y de futuro compartido.

En esta nueva situación, Europa parece estar buscando su rumbo. No se trata de negar los vínculos históricos, económicos y culturales —a menudo dolorosos— que unen a ambos bloques. Se trata de reconocer que esos vínculos ya no bastan para explicar la realidad. 

El lenguaje diplomático ya no funciona. Tampoco las visitas de cortesía. África mira ahora hacia Asia, las potencias del Golfo, Turquía y, en ocasiones, incluso hacia América Latina. Diversifica sus alianzas, elige a sus interlocutores. Y lo hace sin complejos. 

Y los mecanismos del soft power muestran sus límites: el Global Gateway, dotado con 300 000 millones de euros para contrarrestar la influencia de China y Estados Unidos en los países del Sur, prevé destinar 150 000 millones a África de aquí a 2027. Cabe preguntarse qué explica esta pérdida de influencia.

hassan alaui one africa forums
Hassan Alaoui, presidente de One África Forums durante la inauguración del África Spain Summit 2025 en Madrid.

Una relación que debe cambiar

Durante demasiado tiempo, Europa ha tratado a África como un espacio de ayuda, gestión migratoria o ajuste estructural. Rara vez como un socio estratégico en pie de igualdad. Los mecanismos de cooperación han permanecido encerrados en una lógica paternalista de «acompañamiento», con un lenguaje tecnocrático que no tiene en cuenta el auge de las aspiraciones africanas. El resultado: desconexión.

Mientras las capitales africanas buscan soluciones rápidas, eficaces y estructurantes, Bruselas sigue aferrada a modelos obsoletos, a menudo dictados por prioridades internas. Esta inercia es aún más problemática si se tiene en cuenta que otros actores están avanzando. 

China, los Emiratos Árabes Unidos y la India invierten, construyen, escuchan y forman. Ahí es donde se espera a Europa. Por ejemplo, en el plano económico, esta realidad es elocuente: el déficit anual de inversión en infraestructuras en África supera los 150 000 millones de dólares.

La paradoja es que Europa, gracias a su arraigo histórico y cultural, tiene todas las cartas en la mano. Sigue siendo el primer donante de ayuda pública al desarrollo (más del 40 % de la ayuda mundial) y, gracias a una reserva de más de 200 000 millones de euros, el primer inversor directo extranjero en el continente.

El Viejo Continente ya no puede contentarse con «vender» su proximidad histórica o sus valores. Debe «comprar» su lugar en la nueva arquitectura económica africana. En definitiva, sería erróneo afirmar que Europa está condenada al olvido.

En algunos países sigue siendo un inversor importante y un donante influyente. Cuenta con un capital diplomático, institucional y educativo nada desdeñable. Pero este capital se está erosionando, lenta pero seguramente, si no cambia el método. 

Para recuperar su lugar, Europa deberá transformarse. Abandonar la verticalidad. Renunciar a querer dirigir las dinámicas africanas. Aceptar negociar, compartir...