Opinión

Ucrania y el Ejército ruso: primeras impresiones

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Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace.

Indiscutiblemente, es muy pronto para extraer conclusiones sólidas sobre la eficacia real del Ejército ruso en Ucrania. Más aún cuando la información disponible es claramente sesgada, gracias al dominio en ese campo de los ucranianos. No obstante, algunas de las informaciones que nos llegan resultan coherentes con lo que sabíamos previamente del ejército ruso, o con las tendencias históricas y la cultura militar de estas fuerzas. En consecuencia, y con todas las reservas posibles, es factible apuntar algunas conclusiones, siempre con carácter provisional y advirtiendo al lector que este análisis tiene las lógicas lagunas que se derivan de la falta de información fiable y completa.

La doctrina rusa

Todos los ejércitos se configuran alrededor de una doctrina, entendida como la manera correcta (para cada ejército) de conducir el combate. Esta doctrina se codifica, mejor o peor, en una serie de manuales que, muy frecuentemente, son de difícil lectura y comprensión, y no siempre son ampliamente difundidos. Sin embargo, los soldados que se incorporan a las unidades aprenden pronto a hacer las cosas como siempre, y ese como siempre no es más que la aplicación de la doctrina vigente, en una suerte de transmisión oral y casi consuetudinaria. La doctrina determina la organización, la forma de desplegar, las características de sus materiales e incluso su número y composición, llegando a condicionar hasta el sistema educativo.

La doctrina soviético-rusa mantiene una notable continuidad: la actual doctrina rusa es una evolución de la soviética. Así, la doctrina actual del Ejército ruso sigue siendo heredera de la «batalla en profundidad» de Tujaschevski, Triandafilov, Svechin, Issersson…, desarrollada en los años 30 y empleada con éxito en la Gran Guerra Patria (la Segunda Guerra Mundial), acontecimiento reivindicado todavía hoy. Posteriormente, los soviéticos la fueron actualizando y refinando, pero sin cambiar las ideas fundamentales que la componen.

En su concepto original, la «batalla en profundidad» se explica en el manual PU-36, documento fundamental en la historia doctrinal soviético-rusa. Toda la concepción doctrinal del PU-36 nacía de la consideración de que los ejércitos creados tras la revolución industrial eran excesivamente grandes como para ser destruidos en una sola batalla decisiva (un Austerlitz o un Borodino modernos), en consecuencia, la destrucción del Ejército enemigo solo podía obtenerse mediante una serie de batallas simultáneas o secuenciales, pero en todo caso dirigidas a un fin único y, por lo tanto, concebidas y ejecutadas bajo un mando también único. Este es el origen del concepto de «arte operacional». El despliegue de estos enormes ejércitos implicaba que las fuerzas situadas en la línea de contacto (el frente) no son más que la superficie de un sistema más amplio y complejo, en el que, además, los elementos vitales (artillería de campaña, puestos de mando, sistema logístico...) se encuentran situados muy alejados de la línea de contacto. Sin embargo, para alcanzar el colapso enemigo, es imperativa la destrucción de estos elementos vitales (si solo se actúa sobre las fuerzas en contacto, el resultado es una «guerra de desgaste», muy larga y poco decisiva, como ocurrió en el frente occidental de la Primera Guerra Mundial). Por ello es necesario destruir esos elementos situados en la profundidad del despliegue, al mismo tiempo que se anula la acción ofensiva de los elementos en contacto. Si el flanco enemigo se apoya en la costa, es posible emplear también medios navales para actuar sobre la profundidad del despliegue (fuegos y desembarcos). Para ejecutar esta doctrina, son necesarios una serie de medios: fuegos de largo alcance (artillería y aviación) y fuerzas aerotransportadas para neutralizar/destruir los elementos críticos situados en profundidad, infantería y artillería para mantener estable el frente, más artillería para romper el frente enemigo y caballería/medios acorazados para penetrar en la profundidad del despliegue enemigo y destruir esos elementos críticos o para ocupar puntos clave en el terreno... La necesidad de emplear medios aéreos (para reconocimiento, para ejecutar fuegos en profundidad y para emplear fuerzas aerotransportadas) hacía imprescindible que el jefe operacional tuviese autoridad sobre las fuerzas terrestres y aéreas (y, en su caso, navales), lo que hace que el nivel operacional sea necesariamente conjunto. La doctrina actual soviética tiene continuidades y rupturas sobre lo contemplado en el PU-36. La principal ruptura es el hecho de que los ejércitos modernos son mucho más pequeños, por lo que no cabe excluir una batalla decisiva. La principal continuidad es la concepción del enemigo como un sistema complejo, compuesto por mucho más que las fuerzas armadas en presencia, y, como entonces, dependiente de una serie de sistemas críticos situados físicamente alejados de las fuerzas desplegadas (caso hoy de los satélites, o las comunicaciones por internet), pero también de una opinión pública muy vulnerable a la manipulación informativa. En consecuencia, la doctrina rusa actual sigue siendo omnicomprensiva y busca atacar al enemigo «en toda la profundidad de su despliegue», sea esta profundidad física o ligada a otros dominios (como el informativo).

Esta doctrina, extraordinariamente similar a la blitzkrieg alemana, tiene un grave inconveniente para los rusos: necesita que los jefes, a todos los niveles, ejerzan una gran iniciativa, para lo que precisan una elevada preparación y la necesaria autoridad para aprovechar las oportunidades que se presentan en el campo de batalla. Los alemanes confiaban en encontrar un punto débil en el despliegue enemigo, y en explotarlo inmediatamente para romper el frente enemigo. Después, debían avanzar en la retaguardia enemiga, intentando cortar las líneas de alimentación logística del enemigo y destruir o desorganizar su sistema de mando y control. Puesto que el lugar donde aparecería el punto débil era imprevisible, el planeamiento era necesariamente muy poco detallado, confiando en el buen criterio de los jefes ejecutantes para conseguir el efecto último deseado por su mando. Un buen ejemplo de este proceder es la ruptura del frente italiano en la batalla de Caporetto, tan pronto como en 1917, por el joven teniente Rommel y perfectamente descrita en su libro La infantería al ataque1.

Sin embargo, la cultura del Ejército ruso sigue siendo soviética (la iniciativa y el apartarse del estricto cumplimiento de las órdenes es un camino que lleva, antes o después, a Siberia). Es importante recordar que el sistema soviético se basaba en planes centralizados diseñados al nivel más alto, y ejecutados sin cuestionarlos por los subordinados a todos los niveles. Cualquier cambio en la ejecución del plan podía entenderse como una crítica o una falta de confianza en la jerarquía que había diseñado el plan, algo mortalmente peligroso… La solución soviética para ejecutar la doctrina de la «batalla en profundidad» con un Ejército absolutamente centralizado y sin iniciativa fue la abundancia de medios: donde los alemanes buscaban un punto débil, los soviéticos lo creaban, mediante la artillería de campaña (ya decía Stalin que la artillería era el dios de la guerra), explotando la ruptura con contingentes masivos de carros e infantería sobre vehículos, siguiendo un plan rígido, pero con medios suficientes para superar cualquier resistencia…

La aviación soviética actuaba de forma similar a la Luftwaffe, en el sentido de que era una especie de «artillería volante», dedicada en exclusiva al apoyo a las fuerzas terrestres. Sin embargo, igual que las fuerzas terrestres, se atiene estrictamente al plan aprobado. Como consecuencia, muchas de las misiones que ejercía la Luftwaffe estaban fuera del alcance de la aviación roja: puesto que el momento y el lugar en que se producirían los posibles contraataques enemigos era difícilmente previsible, la aviación roja rara vez era capaz de intervenir frente a ellos, pues esa actuación implicaba una modificación del plan. Por los mismos motivos, tampoco era capaz de reaccionar rápidamente en caso de situaciones imprevistas (una resistencia mayor que la esperada o la aparición de fuerzas no previstas en el plan inicial).

La publicación PU-36 subrayaba la necesidad de evitar que, tras la ruptura del frente, el enemigo pudiera reorganizarse y crear un nuevo frente defensivo. Por ello, el ejército rojo no detiene su avance nunca, salvo que sea imprescindible. Esto implica que, en general, las unidades del ejército rojo no relevan a sus fuerzas en ofensiva: las unidades de primera línea atacan hasta que son destruidas, momento en el que las unidades de segunda línea «pasan por encima» de ellas y continúan el ataque. Por ello, la logística es relativamente escasa: no se planea reabastecer a fuerzas que se consideran destruidas tras el primer ataque. De esta característica nace el antiguo concepto OTAN de follow-on forces attack (FOFA): si se destruían las unidades en segunda línea, el avance soviético sería muy corto, por el propio desgaste de las unidades de primera línea y por su limitado alcance logístico. Esta mentalidad soviética implica también que las unidades se consideran consumibles, de donde nace también la disposición soviética a sufrir pérdidas mucho más severas de lo que acostumbramos en Occidente.

En mi opinión, en Ucrania, los rusos han iniciado un plan coherente con los postulados de la «batalla en profundidad»: un ataque simultáneo sobre todo el dispositivo enemigo, geográfica y funcionalmente (intentan cercar al ejército ucraniano en el este con una pinza en el norte en dirección Jarkov-Poltava y otra desde Crimea, para unirse con la anterior y cerrar el cerco; y destruir el nivel político en el oeste, tomando Kiev). De la misma forma, no han esperado a alcanzar la superioridad aérea para atacar (la doctrina pide «ataque simultáneo»). El mismo Tujaschevski habría aprobado el plan.

La ejecución del plan

Entonces, ¿qué ha fallado?

Aparte de la inesperada resistencia ucraniana, la ejecución de la «batalla en profundidad» sin iniciativa en los escalones subordinados requiere al Ejército rojo: es decir, una masa enorme de fuerzas. En una conversación entre Tujaschevski y Voroshilov (comisario del pueblo a cargo de la defensa), este último decía que «preferiría un ejército de cincuenta divisiones a pie y a caballo que uno de cinco divisiones mecanizadas» como las que proponía Tujaschevski. Este le respondió que lo que hacía falta entonces era un ejército de cincuenta divisiones mecanizadas. En aquella época (los años 30), Fuller, De Gaulle, Guderian… defendían la necesidad de ejércitos mecanizados. El elevado precio de los medios y su complejidad implicaban la necesidad de que fuesen pequeños y profesionales. Los pensadores soviéticos creían que esa preferencia respondía al miedo de las burguesías capitalistas a un ejército popular que pudiera hacer una revolución, y que era posible crear un gran ejército mecanizado (dedicando suficientes recursos) y con tropa de reemplazo (simplificando al máximo las tareas y con la aplicación rígida e inflexible de procedimientos). El Ejército Rojo fue el resultado de estas ideas. Por eso los soviéticos podían aplicar la «batalla en profundidad», disponiendo de una cantidad enorme de fuerzas, que les permitía ser fuertes en todas partes y disponer de los nutridos segundos escalones operacionales que requería su doctrina... Da la impresión de que, en Ucrania, los rusos han hecho un plan a escala soviética (lo que han estudiado de memoria en sus academias), y han olvidado que ahora tienen un ejército ruso: pequeño y pobre.

En efecto, el ejército ruso no es el ejército rojo. El éxito soviético en la Segunda Guerra Mundial, donde, tras la debacle de 1941, aplicaron con éxito las ideas recogidas en la PU-36, ocurrió «a pesar del sistema», no gracias a él, y se basaba en el masivo tamaño de las fuerzas empleadas. Con la paz de la Guerra Fría, el sistema soviético se fue enraizando cada vez más: el ejército rojo funcionaba con procedimientos cada vez más rígidos, con un control absolutamente centralizado y sin ningún margen para la iniciativa (es interesante a ese respecto estudiar sus operaciones en los 80 en Afganistán, como se relata en el libro Ghost Wars, de Steve Coll)2. La caída de la Unión Soviética no hizo sino agudizar esa crisis, difícilmente reversible: después de cincuenta años de crear una cultura de obediencia ciega al plan y de huir de la iniciativa, cambiarla es casi imposible en pocos años. La guerra de Chechenia mostró pronto las graves carencias del ejército ruso. Putin ha intentado mejorar la situación del ejército, dando poder a técnicos muy competentes… en su campo, que no es necesariamente el militar (caso del ministro de Defensa, Shoigu).

Así, pese a tener ideas doctrinales muy claras (el concepto RUK, que bautizamos en Occidente como A2/AD, sin comprenderlo en su conjunto, por ejemplo)3 y teniendo la capacidad de modificar la estructura y los medios de su ejército para estar en condiciones de aplicarlas (basta ver la capacidad de fuegos de la brigada rusa actual en comparación con las nuestras, su potente defensa antiaérea o sus medios de EW), su efectividad en combate es limitada. En realidad, el ejército ruso no se ha enfrentado a un enemigo de entidad suficiente como para analizar sus capacidades militares reales en un conflicto de alta intensidad (Georgia fue poco más que una escaramuza frente a un enemigo muy débil).

El Ejército ruso tiene otras limitaciones: por un lado, mezcla tropa profesional con tropa de reemplazo (con un año de servicio militar), pero lo hace de una manera muy específica. El primer batallón de maniobra de cada brigada/regimiento es de tropa profesional, lo mismo que la primera batería de los grupos de artillería de cada brigada (antiaérea, de campaña o contracarro), y la primera compañía de las unidades de apoyo. El resto, se nutren de tropa de reemplazo, con algunas posiciones críticas (tiradores de carro de combate, apuntadores de piezas de artillería…) ocupadas por profesionales. Las limitaciones de presupuesto hacen que el adiestramiento se concentre en las unidades profesionales y sea mucho menor en las de reemplazo. Así, cada brigada es, en realidad, un grupo táctico sobre la base de un batallón de infantería/caballería, una batería de campaña, otra antiaérea, otra contracarro, una compañía de transmisiones… Es decir, un Battalion Task Group (BTG), que es lo que están empleando en Ucrania. Sin embargo, esta organización implica que los puestos de mando de brigada o los de la artillería, se nutren también de tropa de reemplazo, lo que hace que, si se decide no emplear tropa de reemplazo en la operación, el nivel brigada no existe, y, en consecuencia, que los BTG carezcan de elementos esenciales de su artillería (radares de contrabatería, puestos de mando de grupo, medios de integración de la artillería antiaérea en el sistema de defensa aérea…) y de apoyos clave procedentes de su brigada (en logística, transmisiones y UAV). De la misma forma, las unidades logísticas reciben esencialmente tropa de reemplazo. Algo similar ocurre a nivel división. Así, los puestos de mando de las grandes unidades ejército rusas (estos ejércitos en realidad equivaldrían casi a nuestras divisiones o a un pequeño cuerpo de ejército, pues se componen, en la mayoría de los casos, de dos reducidas divisiones de unos 10.000 efectivos, más ciertos apoyos) acaban controlando directamente un número variable de BTG, sin escalones de mando intermedios. Y, siguiendo la costumbre rusa, cada BTG espera un plan detallado de su misión. Esto satura a los PC de las GU Ejército, y exige un gran esfuerzo de planeamiento que necesita tiempo4.

El único cuartel general que tiene una plantilla numerosa es precisamente el de la gran unidad Ejército. En caso de guerra, cada cuartel general de distrito militar, la organización militar básica de tiempo de paz se reorganiza para generar el puesto de mando de una gran unidad ejército. Puesto que es un cuartel general con responsabilidades cotidianas en tiempo de paz, sus plantillas están relativamente completas. A cambio, gran parte de su personal carece de experiencia en el desempeño de sus funciones en el seno del puesto de mando de tiempo de guerra.

Las limitaciones presupuestarias hacen que, salvo el ejercicio anual Zapad, el ejército ruso rara vez ejecuta ejercicios de entidad superior a BTG, por lo que el empleo de los apoyos de brigada y división se practica muy poco. Algo similar ocurre con la coordinación aire-tierra, que se realiza normalmente a nivel gran unidad ejército.

Los batallones rusos solo tienen una sección de apoyo logístico, con capacidades muy limitadas en mantenimiento y abastecimiento. El primer escalón logístico digno de ese nombre aparece en el nivel brigada, que dispone de un batallón de mantenimiento y otro de abastecimiento. Esto implica que los BTG, si no son reforzados por su brigada, tienen muy poca capacidad para recuperar vehículos averiados o para reabastecerse5.

Las brigadas rusas disponen, en teoría, de una compañía de UAV, con tres equipos de tres aparatos, en general, Orlan-10. Estos UAV operan en grupos de dos o tres, con uno de ellos volando a una altura de 1.000 o 1.500 m, en misión ISTAR (Intelligence, Surveillance, Target Acquisition and Surveillance — inteligencia, vigilancia, adquisición de objetivos y reconocimiento), otro actúa como escolta electrónica portando equipos de guerra electrónica, y, en caso necesario, otro vuela retrasado y a mayor altura, ejerciendo como relé para ampliar el alcance del conjunto. En teoría, los UAV deben preceder el avance de las unidades de su brigada, proporcionando información6.

El ejército ruso no tiene suboficiales en el sentido occidental del término7. En general, los suboficiales son tropa profesional seleccionada, que hace un breve curso para ser sargento. Su preparación es muy limitada. Las unidades basadas en tropa de reemplazo no tienen suboficiales al mando, sino que los suboficiales profesionales ocupan aquellas posiciones que requieren ciertos conocimientos técnicos, lo que no implica que ocupen posiciones de mando. En consecuencia, las funciones que en nuestro Ejército hacen los suboficiales o los cabos 1.º se realizan en el ejército ruso por tenientes y tenientes primeros. Esto hace que puedan dedicar muy poco tiempo a la instrucción de su unidad. Las novatadas son habituales y muy duras, llegando a suponer un problema de nivel incluso político. Como consecuencia, la cohesión de las pequeñas unidades de tropa de reemplazo es muy baja, y su adiestramiento muy escaso.

Por su parte, la fuerza aérea rusa tiene experiencia en combate real, adquirida en Siria. Sin embargo, en ese teatro no hay amenazas reales para sus aviones (ni aéreas ni antiaéreas). Por otra parte, en Siria los rusos han empleado fundamentalmente armas no guiadas (solo un 5 % de los ataques han empleado armas guiadas). Este escaso uso de armas inteligentes (inferior al utilizado por la Coalición contra Sadam Hussein en 1991, conflicto en que los aliados emplearon un 10 % de armas guiadas) implica una experiencia limitada en su empleo, pero también puede ser el síntoma de una escasa disponibilidad de este tipo de armas, que, por otro lado, son muy costosas.

En mi opinión, muchas de las dificultades que han encontrado las tropas rusas en Ucrania derivan directamente de las mencionadas características del ejército ruso.

Aparentemente, el presidente Putin asumía que no habría una oposición real al avance ruso, por lo que las fases iniciales de la campaña se dirigieron a destruir la fuerza aérea ucraniana, al tiempo que las tropas terrestres realizaban un veloz avance para tomar Kiev y para cercar al grueso del ejército ucraniano en el Este del país. Sin embargo, la fuerza aérea ucraniana —probablemente con información procedente de Estados Unidos— dispersó previamente sus aparatos, reduciendo mucho su vulnerabilidad. Por otra parte, los ataques rusos se dirigieron contra las zonas de aparcamiento de los aviones y contra determinadas instalaciones clave, como los depósitos de combustible, pero respetando las infraestructuras más lentas de reconstruir, como las pistas. Esto parece indicar una cierta voluntad de mantener las bases ucranianas en estado de poder ser utilizadas por los aviones rusos tras su ocupación. Las medidas preventivas de los ucranianos redujeron la efectividad de los ataques rusos, que, por otra parte, no reiteraron sus ataques, quizá porque el plan original no contemplaba esa reiteración… Así, la fuerza aérea ucraniana continúa volando, aunque muy limitada por la superioridad aérea rusa.

Los vídeos publicados en internet —con todas las reservas que implica la «guerra de la información» que existe alrededor de ese conflicto— muestran frecuentemente aviones de alta tecnología (Su-30 o Su-34) lanzando bombas de gravedad, lo que les obliga a entrar dentro del alcance de las defensas antiaéreas ucranianas. A título de comparación, en los 78 días de bombardeos sobre Kosovo (38.000 salidas aéreas)8, no hay evidencia de que los aviones de la OTAN entrasen en el alcance de la artillería antiaérea serbia (quizá lo hicieron de forma excepcional). Pero, lanzar bombas de gravedad implica volar muy bajo, para tener un mínimo de precisión. Además de ello, esas imágenes muestran aviones rusos que no lanzan bengalas, procedimiento normal cuando, por alguna razón, tienen que entrar en alcance de los misiles antiaéreos de guía infrarroja, como los Stinger o los Igla. Ambas circunstancias podrían indicar una muy temprana escasez de armas guiadas y de elementos básicos como las bengalas.

Como era previsible, el avance terrestre ha puesto de manifiesto las limitaciones de la organización en BTG: los apoyos de brigada apenas se han utilizado, de forma que los batallones rusos han tenido graves problemas de logística (tanto de abastecimiento como de mantenimiento y recuperación de vehículos); los UAV Orlan-10 se han utilizado muy poco, en apariencia, por lo que los rusos han avanzado sin medios de reconocimiento aéreo. Ante las imágenes de los carros rusos destruidos por las armas contracarro ligeras de la infantería ucraniana, ya hay algunas voces que pregonan que «el carro ha muerto»9. En realidad, los carros rusos no son más vulnerables hoy frente a los misiles contracarro que en la Segunda Guerra Mundial, cuando se enfrentaban a las barreras de cañones anticarro de la Wehrmacht. Lo que se echa en falta en el ejército ruso es precisamente el enfoque interarmas: como en la Segunda Guerra Mundial, un adecuado reconocimiento a vanguardia de las columnas acorazadas (hoy más sencillo gracias a los UAV) y el recurso a la artillería de campaña cuando se detectan las armas contracarro enemigas deberían poder solucionar —hoy como entonces— esta nueva vulnerabilidad.

Por otra parte, la potente artillería antiaérea rusa se ha empleado en baterías aisladas, sin medios de coordinación y de integración en el sistema de defensa aérea. Las baterías antiaéreas rusas no están diseñadas ni entrenadas para actuar de forma aislada, sino siempre integradas y bajo las órdenes del PC de su Grupo. Si estos PC no se han activado, las baterías antiaéreas simplemente no han desplegado (nadie les ha ordenado cómo y dónde hacerlo), lo que explicaría las imágenes de columnas de vehículos rusos moviéndose por carreteras sin protección antiaérea o las de sistemas avanzados (como el Tunguska) moviéndose en convoy o capturados en grupo (su despliegue táctico sería en lanzadores aislados, separados varios kilómetros entre ellos).

El limitado tamaño de la fuerza disponible hace además que la segunda línea de unidades, fundamental para mantener el impulso inicial, simplemente no exista. En consecuencia, agotados los recursos logísticos iniciales, no hay una unidad a retaguardia que permita continuar las operaciones. El ejército ruso carece de medios para mantener el ritmo sostenido de operaciones que era una de las características esenciales de la
«batalla en profundidad».

La entidad de los BTG y el número de ellos disponible los hace simplemente incapaces de tomar una ciudad de cierta entidad. Como ejemplo, en la segunda batalla de Faluya (Irak), los norteamericanos emplearon unos 18.000 soldados para tomar una ciudad de 321.000 habitantes, defendida por unos 5.000 milicianos, empleando un mes y medio. Kiev tiene 3.000.000 de habitantes, y su guarnición es muchísimo más numerosa que la de Faluya. Járkov tiene un millón y medio. Es fácil deducir que las escasas fuerzas rusas (el total de los efectivos rusos en Ucrania parece estar en torno a los 180.000 hombres) resulta insuficiente para tomar ninguna ciudad de cierto tamaño.

¿Y, ahora, qué?

¿Quiere decir esto que el Ejército ruso ha fracasado? En realidad, no, aunque es cierto que es muy difícil que venza. Pero lo ha sido desde el principio: simplemente, el ejército ruso es demasiado pequeño para invadir Ucrania. Es importante no olvidar que «ejércitos pequeños implican operaciones pequeñas». Sin embargo, como decía nuestro viejo amigo Clausewitz, la victoria se alcanza cuando el enemigo asume que ha sido derrotado. Es decir, que la victoria de los rusos podría producirse si los ucranianos deciden rendirse. Hoy en día, esto no parece probable, aunque no es descartable un desfondamiento del ejército ucraniano o que la presión militar lleve a un acuerdo de paz favorable a los rusos. En realidad, hay muy poca información sobre las pérdidas ucranianas, pero deben ser importantes.

En cualquier caso, si Ucrania resiste, el ejército ruso deberá cambiar de planes. En ese caso, muy probablemente, los rusos aplicarán las medidas que suelen emplear los ejércitos cuando les faltan tropas: el apoyo de fuegos. Así, es previsible que la abundante artillería rusa comience a hacerse mucho más presente que hasta ahora en el campo de batalla. Por otra parte, la escasez demostrada de armas guiadas implica la necesidad de gran cantidad de munición convencional y también un grado muy elevado de «daños colaterales». Muy malas noticias para la población ucraniana.

Otro efecto destacado de las acciones hasta ahora ha sido la contención con que los soldados rusos han tratado a la población civil ucraniana, al menos en los primeros días de la ofensiva. Pese a episodios más o menos cómicos, hay pocas evidencias gráficas confirmadas de que los soldados rusos hayan disparado deliberadamente sobre civiles ucranianos (aunque las autoridades ucranianas les acusan de hacerlo regularmente). El empleo masivo de artillería contra las ciudades hace que el sufrimiento de la población civil vaya a ser mayor. Además, el comportamiento de las tropas rusas con respecto a la población civil podría cambiar radicalmente conforme aumente la frustración de Putin y, con ella, la presión sobre sus tropas. Esta presión se sumará al natural desgaste de la moral conforme aumenten las pérdidas. Es importante recordar que, en el pasado, muchos ejércitos de tamaño inferior al necesario han recurrido a otro multiplicador de fuerzas: el terror. Esperemos que la conciencia de saber que las tropas rusas están bajo constante observación de la opinión pública mundial evite que recurran a ese procedimiento.

Finalmente, queda la mayor de las incógnitas: el recurso al arma nuclear. La doctrina nuclear soviética incluye el recurso al lanzamiento de un arma nuclear táctica (de potencia limitada, similar a las empleadas en Hiroshima y Nagasaki) contra un objetivo secundario, como «último aviso» antes de pasar a un empleo generalizado de armas nucleares. Es lo que los rusos denominan «escalar para desescalar» (y es la etapa final de los ejercicios anuales Zapad). Si esto ocurre, en ese mismo momento, estaremos en un mundo nuevo, en una situación sin precedentes.

Conclusiones

El ejército ruso es víctima de sus propias limitaciones doctrinales y organizativas. Por un lado, por intentar aplicar una doctrina de guerra de movimiento que requiere un personal bien preparado y con mucha iniciativa o una masa de tropas muy superior a la disponible. En ausencia de ambas características, la «batalla en profundidad» es inaplicable.

Por otra parte, las decisiones organizativas derivadas de la falta de presupuesto se han revelado muy perjudiciales. La brigada rusa es un sistema integrado, concebido para operar de una manera muy concreta, codificada en su doctrina. Dadas las limitaciones presupuestarias, en lugar de adiestrar brigadas completas, los jefes rusos han decidido priorizar determinados elementos de su sistema (las unidades de maniobra y, de entre los apoyos, alguna batería de armas) en perjuicio de otros. La postergación de los sistemas de mando y control y de la logística ha llevado a la ineficacia de las fuerzas desplegadas. En efecto, la obsesión por desplegar tantas fuerzas como sea posible en detrimento de la «cola logística» o de otros elementos clave (como los PC de artillería o los UAV) han destruido el carácter sistémico de la brigada —y del BTG—, que, al final, acaba siendo poco más que una agregación de medios descoordinados y con muy escasa autonomía. En efecto, las grandes unidades son sistemas complejos, cuya operación requiere la actuación coordinada de sus elementos constitutivos. Si pierde alguno de esos elementos o alguno de los nexos que permiten su integración, el resultado es un batiburrillo de medios sin capacidad de operar de forma armónica.

Por otra parte, no debe sorprendernos que los generales rusos hayan diseñado una operación soviética con medios rusos. En todos los ejércitos modernos existe la tendencia a planear como se nos ha enseñado (con una doctrina derivada de la existente en la Primera Guerra Mundial, con ejércitos de millones de hombres), pero con muchas menos tropas. Y muchas veces nos engañamos a nosotros mismos pensando que lo que hace cuarenta años necesitaba una división, hoy puede hacerlo un batallón… Pero, en realidad, los medios de una división de hace cuarenta años no son tan diferentes de los que tenemos hoy: la primera versión del carro Leopard 2 es de los años 70, el obús M- 109 es de 1963… En consecuencia, es engañoso suponer que con una unidad veinte veces menor podemos hacer lo mismo. Creo que el aparente fracaso ruso en Ucrania es una prueba de ello. A ver si aprendemos en Occidente y escarmentamos en cabeza ajena.

El final de esta historia no está escrito. Pero, aunque el ejército ruso sea mucho mayor y más potente que el ucraniano, sus capacidades siguen siendo objetivamente insuficientes para ocupar Ucrania (incluso, para tomar las grandes ciudades). Ante el descrédito político que implicaría una derrota, es previsible que Putin intente mantener la presión militar con una operación mucho más tradicional: infantería y artillería, sin armas guiadas y con escaso apoyo aéreo, con tropa de reemplazo, para intentar tomar alguna de las grandes ciudades ucranianas (Kiev, Járkov…) como baza negociadora. Si Ucrania no se desfonda, esto implicaría una larga guerra, que aumentará la presión sobre la castigada economía rusa y un elevado número de bajas (rusas y ucranianas), lo que tendrá un importante efecto sobre la opinión pública en ambos países.

Carlos Javier Frías Sánchez, GB (Artillería)

Referencias:

1 ROMMEL, Erwin. La infantería al ataque. Tempus, Madrid, 2009 (primera edición en alemán en 1937)

2 COLL, Steve. Ghost Wars: The Secret History of the CIA, Afghanistan, and Bin Laden from the Soviet 
Invasion to September 10, 2001. Penguin Books, London, 2004.

3 FRÍAS SÁNCHEZ, Carlos Javier. El campo de batalla futuro… que ya es presente. Documento Marco 
07/2021, IEEE, Madrid, 19 mayo de 2021. IEEE - El campo de batalla futuro… que quizá es presente.-
Carlos Javier Frías Sánchez

4 GRESSEL, Gustav. «Combined farces: Russia’s early military failures in Ukraine», European Council of 
Foreign Relations. 15 de marzo de 2022. Disponible en: Combined farces: Russia’s early military failures 
in Ukraine – European Council on Foreign Relations (ampproject.org)

5 MANRIQUE MONTOJO, Fernando. «Las Brigadas Mecanizadas rusas», Revista Ejército, n.º 947. Marzo 
de 2020, pp. 24-31. Disponible en: https://ejercito.defensa.gob.es/Galerias/multimedia/revistaejercito/2020/947/accesible/revista_Ejercito_947_marzo_2020.pdf

6 EURASIA. «UAV use in the Russian Armed Forces». Disponible en: file:///C:/Users/cfria/Downloads/2018-
06-01%20UAV%20Use%20in%20the%20Russian%20Armed%20Forces%20(Bartles).pdf

7 BARTLES, Charles K. «Russian Armed Forces. Enlisted professionals», NCO Journal. 11 de marzo de 
2019. Disponible en: https://www.armyupress.army.mil/Journals/NCOJournal/Archives/2019/March/Russian-ncos/

8 OTAN. «Kosovo Air Campaign». 7 de abril de 2016. Disponible en: NATO - Topic: Kosovo Air 
Campaign (Archived)

9 Como la página Corporal Frisk. Disponible en: https://corporalfrisk.com/2022/03/19/the-things-we-dontknow/