¿Se atreverá finalmente el mundo a hacer frente a la amenaza del Polisario?

Llegada de Brahim Ghali, secretario general del Frente Polisario, al aeropuerto de FireBlade, Kempton Park, Sudáfrica, en un avión presidencial argelino - PHOTO/TWITTER/ @DIRCO_ZA
Llegada de Brahim Ghali, secretario general del Frente Polisario, al aeropuerto de FireBlade, Kempton Park, Sudáfrica, en un avión presidencial argelino - PHOTO/TWITTER/ @DIRCO_ZA
El mundo ya no puede permitirse considerar al Frente Polisario como un movimiento de liberación benigno
  1. Se rompe finalmente un tabú diplomático
  2. Del separatismo a la guerra por poder: el eje de desestabilización se profundiza
  3. Claridad estratégica o ambigüedad persistente: es hora de redefinir las líneas
  4. La encrucijada internacional: seguridad, soberanía y voluntad estratégica

A medida que se intensifican las amenazas híbridas en el Magreb y el Sahel, el mundo ya no puede permitirse considerar al Frente Polisario como un movimiento de liberación benigno. Detrás de su discurso separatista se esconde una compleja red de alianzas con Irán, Hezbolá y redes yihadistas transnacionales, que socava directamente la estabilidad regional y la seguridad euroatlántica.

Por esta razón, la iniciativa legislativa del congresista Joe Wilson para clasificar al Polisario como organización terrorista es más que simbólica. Refleja un reconocimiento largamente esperado de que el silencio y la ambigüedad ya no son sostenibles. Por lo tanto, ha llegado el momento de que la comunidad internacional trace una línea legal y estratégica clara. Este análisis desentraña las pruebas y la urgencia.

Se rompe finalmente un tabú diplomático 

Así, el 11 de abril de 2025, el congresista estadounidense Joe Wilson anunció su intención de presentar una ley para designar al Frente Polisario como organización terrorista. Respaldada por influyentes legisladores de ambas cámaras, esta medida refleja la creciente conciencia en Washington y más allá de las fronteras estadounidenses sobre la amenaza que supone este grupo separatista para la seguridad en una región cada vez más azotada por amenazas híbridas y asimétricas.

Lejos de ser un gesto simbólico, la iniciativa del Congreso estadounidense rompe un tabú diplomático de larga data e introduce una perspectiva pragmática para comprender las amenazas híbridas a las que se enfrentan el Magreb, el Sahel y otras regiones.

Del separatismo a la guerra por poder: el eje de desestabilización se profundiza

Esta medida refleja un panorama de amenazas cada vez más grave que ya no puede ignorarse. Se basa en una serie de informes de inteligencia y de campo que apuntan a vínculos operativos más profundos. Durante años, fuentes corroboradas, respaldadas recientemente por revelaciones del Washington Post, han señalado vínculos operativos entre el Frente Polisario, Irán y Hezbolá. Estas revelaciones validan la iniciativa del congresista Wilson. Citando fuentes de inteligencia regionales y europeas, el Post reveló que Irán había entrenado a cientos de combatientes del Polisario en Siria, a través de redes coordinadas con Hezbolá.

En el centro de esta red se encuentra una asociación en evolución que trasciende la ideología, anclada en la logística, la estrategia y los objetivos geopolíticos compartidos. El desmantelamiento de estas células por parte de las nuevas autoridades sirias, como parte de su amplia campaña contra el contrabando y los representantes iraníes, confirma que el Polisario ya no puede considerarse un actor local en un conflicto regional.

De hecho, ahora es un nodo activo en un eje transregional de militarización y desestabilización que se extiende desde el Levante hasta el Sahel. Esta alineación operativa dentro de la media luna chií refuerza los argumentos para reclasificar al Polisario como entidad terrorista en virtud de los principios de la Resolución 1373 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (UNSCR).

Mucho antes de estas recientes revelaciones, informes anteriores ya habían esbozado los contornos de una alineación preocupante. Un informe del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (S/2018/812) hacía referencia a envíos de armas a través de Argelia, en los que participaba Yas Air, identificada por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos del Tesoro como el brazo logístico de la Fuerza Quds.

Aunque el informe no mencionaba directamente al Polisario, la trayectoria del cargamento hacia el Magreb, junto con los vínculos de Hezbolá e Irán con las redes separatistas, deja pocas dudas sobre la existencia de una línea de suministro indirecta que refuerza las capacidades del Polisario. Esta tríada logística —manipuladores iraníes, intermediarios argelinos y beneficiarios saharauis— revela una arquitectura integrada diseñada para extender el eje chií hacia el flanco sur de la OTAN.

Estas transferencias se produjeron en el marco del acuerdo estratégico entre Irán y Argelia de 2016, destinado a eludir las sanciones occidentales contra Teherán. Según otras fuentes, Hezbolá desempeñó un papel fundamental en el entrenamiento militar del Polisario, tal y como documentó el Counter Extremism Project en 2023. Estas sinergias posicionan al Polisario como conducto del eje chií en un escenario geoestratégico en el que Irán, bajo la cobertura de la latencia nuclear, busca afianzar su postura frente a la OTAN.

Cabe destacar que, en 2018, Marruecos rompió relaciones diplomáticas con Irán tras presentar pruebas concretas de transferencias de armas al Polisario a través de Hezbolá. Paralelamente, se han identificado vías de financiación informales, en particular a través del sistema hawala, como canales para que los fondos vinculados a Irán lleguen a los separatistas. Estos acontecimientos reflejan un intento más amplio de Irán de proyectar su influencia a expensas de la estabilidad del norte de África.

Más allá del ámbito táctico, estos vínculos operativos están diseñados para recalibrar las esferas de influencia en el flanco sur de la OTAN, una línea de falla geopolítica cada vez más atacada por actores revisionistas. En otro eje de inestabilidad regional, el panorama de amenazas ha evolucionado en el Sahel de forma asimétrica y jurídicamente alarmante, en particular debido a los cambios yihadistas entre los elementos vinculados al Polisario.

Adnan Abu Walid al Sahraoui en una captura de video
Adnan Abu Walid al Sahraoui en una captura de video publicada en Infobae

Múltiples informes de inteligencia y organizaciones especializadas han seguido la radicalización de jóvenes saharauis de los campamentos de Tinduf que posteriormente se unieron a afiliados del ISIS en el Gran Sáhara (ISGS) o AQMI. El caso más emblemático es el de Adnane Abou Walid al-Sahraoui, un antiguo cuadro del Polisario convertido en líder del ISIS, designado terrorista por la ONU. Estas trayectorias ponen de relieve los puentes ideológicos, logísticos y territoriales entre el separatismo armado y el extremismo yihadista a lo largo de un corredor Sahel-Sahara caracterizado por un débil control estatal.

Las implicaciones de estas conclusiones no son meramente analíticas, sino que exigen un reajuste de las políticas. Este cruce entre movimientos irredentistas y terroristas tiene graves implicaciones para el derecho internacional, especialmente en lo que respecta a la prohibición de apoyar a entidades armadas que violan las normas humanitarias.

A esta amenaza se suma la transformación del sur de Argelia en una zona sin ley, que sirve de refugio a redes criminales transnacionales involucradas en el tráfico de armas, el contrabando de drogas y la trata de personas. La reciente detención en Níger del conocido terrorista Inkinane Ag Taher, presuntamente vinculado a los círculos de seguridad argelinos, no hace sino agravar la preocupación regional.

En este sentido, los campamentos de Tinduf no son meras zonas grises humanitarias, sino que se han convertido en un terreno fértil para el reclutamiento yihadista. El informe de 2024 de la Iniciativa Global contra la Delincuencia Organizada Transnacional destaca que combatientes del ISGS se refugiaron en estos campamentos tras las operaciones militares en las regiones de Kidal, Tombuctú y Liptako-Gourma, en Malí.

Los informes de investigación de la revista francesa Jeune Afrique (marzo de 2025) revelaron rutas de tráfico de armas que conectan Tinduf y Kidal, operadas por redes tuaregs vinculadas a Ag Taher. Este entorno poroso demuestra que el Polisario no es un actor rebelde, sino parte integrante de una red criminal transnacional que se aprovecha del vacío de seguridad de Argelia.

Estos campamentos, bajo el control exclusivo del Polisario y con el apoyo logístico de Argelia, representan un punto ciego en el derecho internacional. Numerosos informes de la ONU y de ONG documentan detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas y torturas. Un informe de 2007 de la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF) reveló la malversación sistemática de la ayuda humanitaria, incluyendo la falsificación de listas de beneficiarios y la reventa de suministros en los mercados argelinos y mauritanos.

El adoctrinamiento ideológico y militar agrava la preocupación, con niños reclutados para recibir entrenamiento paramilitar en violación de las normas internacionales de protección de la infancia (Human Rights Watch, Geneva Call).

La radicalización dentro de las filas del Polisario va más allá de la retórica separatista. Una investigación realizada en 2022 por el Centro de Política de Seguridad de Ginebra reveló cómo se reclutó a predicadores salafistas expulsados de Europa para adoctrinar a los jóvenes de Tinduf.

Según Blockchain Intelligence Group, estos programas, financiados mediante criptomonedas, tienen como objetivo fusionar el separatismo saharaui con el discurso yihadista antioccidental. Esta tendencia alcanzó su punto álgido en noviembre de 2024, cuando un convoy de la MINURSO fue atacado por una facción disidente del Polisario alineada con AQMI.

Said Chengriha, jefe del Estado Mayor del Ejército Nacional Popular de Argelia
Said Chengriha, jefe del Estado Mayor del Ejército Nacional Popular de Argelia

Claridad estratégica o ambigüedad persistente: es hora de redefinir las líneas

Aparte de los abusos humanitarios y criminales, los ataques del Polisario contra civiles marroquíes —incluidos ataques con cohetes y el bloqueo de 2020 del paso fronterizo de Guerguerat— ponen en peligro la libre circulación de personas y mercancías en África Occidental. Estas acciones se producen en un contexto de auge de grupos terroristas con base en el Sahel, como el GSIM y el ISGS, afiliados a Al Qaeda y al ISIS, respectivamente.

Marruecos no se ha librado. En febrero de 2025, las autoridades marroquíes desmantelaron una célula afiliada al ISIS integrada por 12 individuos que planeaban ataques coordinados en el país. El comandante del grupo está vinculado a la rama del ISIS en el Sahel.

Así, Marruecos, debido a su firme postura antiterrorista y a su profunda cooperación con los socios occidentales, se ha convertido en un objetivo estratégico para el ISGS. Esta hostilidad yihadista refleja un intento más amplio de desestabilizar un Estado regional fundamental considerado un baluarte contra el caos.

La trayectoria y los vínculos logísticos de varias personas sugieren peligrosos solapamientos entre los campamentos de Tinduf, gestionados por el Polisario en Argelia, y las facciones terroristas activas en el Sahel. La trayectoria de Al-Sahraoui es un ejemplo de ello. Estas intersecciones entre el separatismo, la criminalidad y el extremismo violento ponen de relieve la amenaza que supone un Polisario explotado como proxy geopolítico.

En este contexto, la amenaza yihadista saheliana no puede disociarse de las zonas grises legales de los espacios sin gobernar como Tinduf, que funcionan como centros de reclutamiento, contrabando y coordinación. Lamentablemente, algunos Estados e instituciones siguen viendo al Polisario a través del prisma obsoleto de un «movimiento de liberación».

Sin embargo, un examen de los hechos ofrece una imagen más sobriaLos informes de la OLAF, las investigaciones de ONG creíbles como Human Rights Watch y las conclusiones de agencias de seguridad internacionales ponen de relieve no solo las prácticas autoritarias, sino también la explotación de una población cautiva y la vulnerabilidad del grupo a la radicalización y la violencia.

Por lo tanto, a medida que las amenazas híbridas reconfiguran las líneas divisorias regionales, la frontera entre los movimientos separatistas y los grupos armados radicalizados se vuelve cada vez más difusa. De hecho, la iniciativa de Joe Wilson no es solo un acto político, sino un llamamiento a la claridad jurídica y estratégica en defensa de la estabilidad del Magreb y el Sahel.

El rey Mohamed VI y el presidente Emmanuel Macron firman en Rabat la Declaración sobre la “Asociación reforzada excepcional” entre Marruecos y Francia - PHOTO/MAP
El rey Mohamed VI y el presidente Emmanuel Macron firman en Rabat la Declaración sobre la “Asociación reforzada excepcional” entre Marruecos y Francia - PHOTO/MAP

El reciente reconocimiento por parte de Estados Unidos y Francia de la soberanía de Marruecos sobre sus provincias meridionales subraya este cambio. Señala una nueva doctrina sobre las amenazas híbridas y valida una valoración más pragmática del Polisario como actor desestabilizador que socava la cohesión regional y los intereses euroatlánticos. Esto no excluye una solución política al conflicto regional, pero dicha solución debe estar desprovista de implicaciones terroristas para crear un espacio para la paz genuina y el orden jurídico.

En consecuencia, el Frente Polisario no puede ser reconocido como un actor internacional legítimo según las normas establecidas de soberanía, ya que carece de control territorial efectivo, legitimidad institucional o reconocimiento más allá de un círculo cada vez más reducido de aliados ideológicos.

 En cambio, funciona como un vector de desestabilización geoestratégica dentro del corredor Magreb-Sahel, facilitando activamente la convergencia de amenazas transnacionales a través de la colusión documentada con el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC), las redes logísticas ilícitas de Hezbolá y las facciones yihadistas que explotan los espacios sin gobierno.

Según recientes evaluaciones de inteligencia del AFRICOM (2023-2024), los campamentos de Tinduf administrados por el Polisario en Argelia sirven como nodos de tránsito para el traslado de armas avanzadas, incluidos drones fabricados en Irán y MANPADS, destinadas a afiliados del ISGS y AQMI.

Este nexo operativo exige un reajuste de los marcos de seguridad de Estados Unidos y sus aliados, dando prioridad a los paradigmas de lucha contra el terrorismo en virtud de las autoridades del Título 50 (que rigen las operaciones de inteligencia y las acciones encubiertas de Estados Unidos en defensa de la seguridad nacional) y las designaciones de la Orden Ejecutiva 13224 (firmada en 2001 para congelar los activos vinculados al terrorismo y tipificar como delito el apoyo material), en lugar de narrativas obsoletas sobre la autodeterminación.

El general Michael Langley, comandante de Africom
El general Michael Langley, comandante de Africom

Las repetidas violaciones del derecho internacional humanitario por parte del grupo, desde los ataques con cohetes de 2021 contra civiles en Laayoune hasta el desvío sistemático de la ayuda de la UE para la adquisición de armas, lo clasifican como una entidad no estatal maligna según la doctrina del Departamento de Defensa (JP 3-05.1). Su papel en la campaña proxy de Argelia para perturbar la consolidación atlántica de Marruecos —incluido el ataque al gasoducto Nigeria-Marruecos, respaldado por la UE y valorado en 25 000 millones de dólares, y al centro tecnológico de Dajla— subraya su utilidad como instrumento de guerra híbrida.

Ignorar esta realidad es ignorar las lecciones del 11-S. Por lo tanto, la ambigüedad hacia los actores no estatales con vínculos verificados con redes terroristas designadas, tal y como se definen en la EO 13224, corre el riesgo de provocar una desestabilización regional en cadena.

La iniciativa legislativa del congresista Wilson se alinea con el imperativo de disuasión integrada de la Estrategia de Defensa Nacional de 2022, que da prioridad a neutralizar las amenazas de la zona gris antes de que se conviertan en crisis convencionales. Reclasificar al Polisario a través de los mecanismos del Título 50 (que autorizan operaciones antiterroristas selectivas) no es una formalidad burocrática, sino una necesidad doctrinal para asegurar el flanco sur de la OTAN y proteger la infraestructura submarina crítica que conecta Europa con los corredores energéticos y digitales de África Occidental mediante las sanciones de la Orden Ejecutiva 13224 contra entidades que atacan estos activos y la interrupción de las redes logísticas hostiles habilitada por el Título 50.

Por lo tanto, esta empresa separatista patrocinada por Argelia ya no debe percibirse como un movimiento territorial. Su colusión sostenida con Irán, canalizada a través de Argel, lo sitúa en el centro de una red de influencia asimétrica que pone en peligro el equilibrio regional y transregional. El apoyo que recibe de Hezbolá y sus vínculos operativos con grupos armados no estatales en todo el Sahel ponen de relieve una convergencia estratégica: el separatismo ideológico, las redes chiítas transnacionales y la criminalidad transfronteriza se unen para erosionar la seguridad euromediterránea.

Por ello, el Polisario no es un actor independiente. Funciona como un vector no convencional en la estrategia de presión regional de Argelia, movilizado en una confrontación indirecta con Marruecos. Este enredo con el eje Irán-Hezbolá amenaza directamente los intereses euroatlánticos. El sur de Marruecos es un eje fundamental para la seguridad energética y de las telecomunicaciones de Europa: el 80 % de los cables submarinos de fibra óptica que conectan Europa y África Occidental pasan cerca de Dajla.

En 2023, el Polisario señaló su capacidad e intención de llevar a cabo ataques con cohetes contra esta ciudad estratégica, dejando al descubierto una estrategia coercitiva para socavar la soberanía marroquí y desestabilizar los nodos de infraestructura crítica euroatlánticos en el norte de África.

Esta proyección de amenaza calibrada, que aprovecha tácticas asimétricas para atacar los corredores energéticos, marítimos y digitales, se alinea con los manuales de guerra híbrida alineados con Teherán, que explotan la agresión en la zona gris para erosionar la resiliencia del flanco sur de la OTAN.

La región también acogerá proyectos estratégicos como el gasoducto Nigeria-Marruecos, respaldado por la UE. Por lo tanto, designar al Polisario como grupo terrorista es esencial para salvaguardar estas infraestructuras, en línea con las recomendaciones del Consejo Atlántico de 2023 sobre las amenazas híbridas en el norte de África.

Aprovechando los territorios sin gobernar para el tránsito, el entrenamiento y el despliegue táctico, el Polisario se ha convertido en un centro híbrido de desestabilización que opera a través de las fronteras. Reclasificarlo como actor terrorista ya no es opcional, sino un imperativo estratégico para la seguridad euroatlántica. Con el Sahel convirtiéndose rápidamente en un escenario para los afiliados al ISIS y Al Qaeda, tolerar a actores ambiguos es una falla crítica en la cadena de seguridad colectiva.

<p>En esta foto de archivo tomada el 12 de diciembre de 2020, David T. Fischer, embajador de Estados Unidos en el Reino de Marruecos, se encuentra ante un mapa de Marruecos autorizado por el Departamento de Estado de Estados Unidos que reconoce el territorio internacionalmente disputado del Sahara Occidental (que lleva la firma de Fischer) como parte del reino del norte de África - PHOTO/ ARCHIVO
En esta foto de archivo tomada el 12 de diciembre de 2020, David T. Fischer, embajador de Estados Unidos en el Reino de Marruecos, se encuentra ante un mapa de Marruecos autorizado por el Departamento de Estado de Estados Unidos que reconoce el territorio internacionalmente disputado del Sahara Occidental (que lleva la firma de Fischer) como parte del reino del norte de África - PHOTO/ ARCHIVO

La encrucijada internacional: seguridad, soberanía y voluntad estratégica

A medida que la arquitectura de seguridad del Sahel sigue desmoronándose, la designación del Polisario como grupo terrorista no es opcional, sino una necesidad. Las resoluciones 2351 (2017) y 2494 (2019) del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) exigen medidas enérgicas contra las amenazas transnacionales.

Marruecos, al desmantelar 32 células terroristas entre 2020 y 2024, demuestra su papel como baluarte. La inacción en la cuestión del Polisario equivaldría a un apaciguamiento, que comprometería la estabilidad del Magreb en aras de la conveniencia política y a expensas de las normas jurídicas internacionales.

Como nación firmemente comprometida con la lucha contra el terrorismo, Marruecos sigue siendo un pilar de estabilidad en la región. Reconocerlo requiere alinear las posturas jurídicas y diplomáticas con la realidad sobre el terreno. Calificar al Polisario de organización terrorista no es una maniobra política ni un ajuste a corto plazo: es una necesidad urgente basada en el derecho internacional y las obligaciones de seguridad colectiva.

La resolución 1373 (2001) del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aprobada por unanimidad tras los atentados del 11 de septiembre, exhorta a los Estados miembros a «reprimir el terrorismo por todos los medios legítimos» (artículo 1) y a «abstenerse de prestar apoyo, activo o pasivo, a entidades o personas que participen en actos terroristas» (artículo 2).

Puerto Atlántico de Dajla - PHOTO/ATALAYAR
Puerto Atlántico de Dajla - PHOTO/ATALAYAR

Los ataques deliberados del Polisario contra civiles, el uso de niños soldados, el desvío de la ayuda humanitaria y los vínculos operativos con Hezbolá y facciones yihadistas en el Sahel cumplen inequívocamente estos criterios. El artículo 4 también insta a los Estados a impedir el tránsito y el afianzamiento de terroristas en zonas no reguladas, lo que guarda un paralelismo directo con la condición de Tinduf como zona de radicalización sin ley.

A la luz de las crecientes amenazas híbridas y la espiral de crisis de seguridad en el Sahel, la comunidad internacional se enfrenta ahora a una elección decisiva. Surgen dos visiones regionales contrapuestas. Por un lado, la visión de Marruecos bajo el rey Mohamed VI busca la estabilidad a través de iniciativas geoeconómicas transnacionales, como el gasoducto Nigeria-Marruecos y el Puerto Atlántico de Dajla; una diplomacia proactiva Sur-Sur, que incluye la formación de imanes y asociaciones agropastorales; y una estrategia de integración del Sahel Atlántico a través del Llamamiento de Rabat y la cooperación de la CEDEAO. Por otro lado, el enfoque obstructivo de Argelia se basa en mantener una zona de conflicto, apoyar al Polisario y alinearse con patrocinadores revisionistas de la inestabilidad, como Irán.

Ya no se trata de una cuestión de ideología, sino de una elección fundamental en materia de seguridad. Por lo tanto, las democracias occidentales deben dejar de alimentar la ficción diplomática del Polisario y reconocer su deriva terrorista como una amenaza directa para la seguridad euroatlántica.