
Bharat, el nombre con el que desde ahora será conocida la India, ha sido estrenado coincidiendo con una etapa de protagonismo internacional del país, pero no exento de conflicto en estos días con Canadá, que acusa a su Gobierno del asesinato de un luchador sij por la independencia de la región del Punjab.
Cuando en el mes de junio el primer ministro indio, Narendra Modi, visitó la Casa Blanca, donde recibió atenciones especiales, enseguida fueron interpretadas como un intento del presidente Biden de ganarse la amistad e incrementar la cooperación para contrarrestar el peso de China, y no sólo en Asia.
Pero mientras tanto, India o, mejor ya Bharat, fue acusada por Justin Trudeau, primer ministro canadiense, de estar detrás del asesinato, también en junio, de un conocido opositor sij (miembro de la religión del turbante que distingue a sus más de veinte millones de miembros) quien defendía la independencia de la región del Punjab.
Hardeep Singh Niijar murió cuando salía del templo sij, que él mismo había fundado y presidía en la Columbia Británica, y su coche fue tiroteado por dos desconocidos enmascarados. Las investigaciones llevadas a cabo por la Policía descubrieron indicios de que se trataba de un crimen de origen político.
Inicialmente no se concedió especial interés a la noticia hasta estos días pasados en que Trudeau la afirmó ante el Parlamento de Ottawa revelando que todos los indicios revelaban la implicación de servicios oficiales indios en el atentado. Y como consecuencia decidieron expulsar a un diplomático de la Embajada de Bharat.
La respuesta india no se hizo esperar y el Gobierno de Modi rechazó la acusación y procedió a expulsar a otro diplomático canadiense de su país. En los Estados Unidos, donde los asuntos canadienses siempre son objeto del interés entre los medios, sin embargo, esta noticia lleva tres días difundida por la prensa y, sin embargo, apenas sin reacción oficial.
En la Casa Blanca apenas le han prestado atención. Biden no se ha manifestado ni ha condenado lo ocurrido, Un silencio diplomático que, en opinión de los comentaristas de Washington y Nueva York, es una prueba más de que la Administración demócrata quiere evitar cualquier intervención que empañe el buen momento en las relaciones con Bharat.